31 mar 2009

Marido por accidente / The Accidental Husband, de Griffin Dunne

Cosas de casados

Miguel Cane

La fórmula de éxito de una comedia romántica está probada desde hace décadas y no necesita cambios para llegar al público y funcionar. La cinta Marido por accidente prueba la regla. No en balde el director es Griffin Dunne, que en su momento llevó a Meg Ryan a convertirse en la (antaño) reina del género hace unos diez años con Adictos al amor, otro ejemplo notable del género.

De hecho, el que Uma Thurman se despoje de su personalidad como heroína tarantinesca y se acomode plácidamente en la clase de rol que la Ryan o Julia Roberts o Sandra Bullock solían hacer suyos hace una década, es parte de lo que hace funcionar esta cinta, llevándola un poco más allá de lo esperado, al dotar a su personaje, Emma Lloyd, una exitosa (no podría ser de otra manera) consejera sentimental de Nueva York (como es de rigor) con un programa de radio con muchos escuchas, un best-seller de autoayuda y superación emocional, un guardarropas espectacular y un prometido apuesto, rico y carismático (en este caso, el británico Colin Firth, legendario Mr. Darcy de Orgullo y prejuicio) con el que está a punto de formalizar su relación para tener una boda rumbosa y un felices para siempre… hasta que, como desde los tiempos de Doris Day (a la que Miss Thurman no se le parece nada, y sin embargo, hace que el personaje funcione) la cosa se complica cuando resulta ser que, por una circunstancia aparentemente inverosímil, la doctora Lloyd ya está casada – sin su conocimiento- con otro hombre igualmente carismático y apuesto (aunque menos rico, ya que se trata de un bombero) que la hará cuestionarse si su “existencia perfecta” de veras lo es tanto y si no será mejor aventurarse a explorar las posibilidades amorosas con un hombre con quien no tiene – al parecer- nada en común.



Con un ritmo bien planeado, química entre sus actores – Jeffrey Dean Morgan, a quien vimos como El Comediante en Watchmen, y que saltó a la fama gracias a su participación en la serie Anatomía de Grey, hace un buen “match” con la Thurman-, secundarios de primera categoría – Sam Shepard y la siempre radiante Isabella Rossellini, que tiene un papel menor en el que brilla, como es costumbre- locaciones vistosas, la película cumple con su función y permite que su protagonista aproveche su vena de comediante, que ya había explorado anteriormente (incluso en algunas hiperviolentas secuencias de Kill Bill) para dar la talla como una mujer simpática, empática y capaz de enamorarse de un prospecto inesperado, que es exactamente lo que se espera de una cinta de este género.

Firth, que es el veterano en este tipo de películas, le da buena réplica y Dunne lleva su trabajo a buen puerto, si bien no se trata de una cinta que revolucione el género o que vaya a dejar huella en las carreras de los involucrados; esto no es importante.

No se trata de un filme de trascendencia, pero cumple con su cometido para viernes por la noche o sábado en la tarde con creces. Es idóneo para quedar bien con la novia (en el caso de tener que acompañarla) y al público femenino que guste de este estilo de comedias, le dejará buen sabor de boca.

Mientras tanto, Uma demuestra que puede, en lo que llega un proyecto que realmente esté a la altura de sus muchos talentos, que – lástima- este afable enredo de maridos desconocidos y un tanto obvias lecciones amorosas no aprovecha del todo.


Marido por accidente / The Accidental Husband
Con Uma Thurman, Colin Firth, Jeffrey Dean Morgan, Sam Shepard e Isabella Rossellini
Dirige Griffin Dunne
Estados Unidos/Reino Unido 2008

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26 mar 2009

Melinda y Melinda / Melinda and Melinda, de Woody Allen

Miguel Cane



The movie poster for Fox Searchlight's Melinda and Melinda



Es evidente que Woody Allen ya no es lo que antes era. Sus dos últimas cintas – Hollywood Ending y Anything Else- pasaron con indiferencia para público y crítica que antes lo seguían con respeto y hasta le perdonaban algunos pecadillos de soberbia (Stardust Memories).

En su más reciente filme, Melinda y Melinda, intenta volver al estilo y sustancia de clásicos como Manhattan, Otra mujer, Annie Hall o la magistral Interiores y si bien no lo logra del todo, el resultado es muy superior a cualquier cosa que ha presentado desde Misterioso asesinato en Manhattan o Deconstructing Harry.

De hecho, podría decirse que, siguiendo la pauta de la que muchos consideran su mejor película, Crímenes y pecados, Allen presenta dos películas que contrapesan las caras opuestas de una misma naturaleza humana.

Todo comienza en un restaurante del West Side de Nueva York –su territorio sagrado, captado por la cámara del gran Vilmos Szigmond-, con dos personajes que hablan del carácter trágico y/o cómico de la vida: Uno, Sy (Wallace Shawn, famoso por Mi cena con André), escribe comedia y sostiene que necesitamos la risa para sobrevivir los embates del dolor. El otro, Max (Larry Pine), es un dramaturgo que afirma que la vida es absurda, ergo, trágica. Así, al presentarles uno de sus amigos una anécdota – alguien interrumpe una cena y trastorna los eventos en ella- anbos, a manera de Scherezadas, narran cómo cambia irreversiblemente la vida de Melinda (Radha Mitchell, Descubriendo el país de Nunca Jamás), desde sus respectivos puntos de vista: la risa y la angustia.

Radha Mitchell in Fox Searchlight's Melinda and Melinda


En la trama cómica, la sexy y cínica cineasta Susan (Amanda Peet) y su marido, el actor desempleado Hobie (Will Ferrell) son anfitriones de una cena para un multimillonario que podría ser un posible inversionista en un proyecto de ella, por lo tanto, lo desean impresionar. Su nueva vecina, Melinda, aparece de pronto tras ingerir una sobredosis de somníferos. Poco después, Hobie se descubre enamorado de ella, en tanto que Susan tiene un plan para presentarla con un dentista guapo y rico.


Obviamente, hay enredos y humor neurótico, típico del autor, con algo positivo y romántico que puede ocurrir entre ambos. En la trama trágica, el ególatra actor Lee (Jonny Lee Miller, Trainspotting), y su guapa esposa Laurel (Chloë Sevigny, en la clase de personaje que Diane Keaton solía hacer para Allen), ex-pobrecita niña rica de Park Avenue, ofrecen una cena para un director que él desea impresionar para que le de trabajo en una obra. Entonces irrumpe Melinda, íntima amiga de la infancia de ella.

Alcohólica, pastillófila y autodestructiva, ha pasado por una serie de sórdidas situaciones que culminaron con perder la custodia de sus hijos y una presunta estadía en una institución mental -- aunque podría ser algo peor-, y que por lo mismo, desea morirse. Laurel intenta ayudarla con la ayuda de otra amiga mutua, Cassie (Brooke Smith, a quien vimos metida en un pozo en El Silencio de los Inocentes), que está embarazada y es una socialite, que ofrece una cena para presentarla con ¡un dentista!... sin embargo, la cosa cambia al enamorarse Melinda de Ellis (el británico-nigeriano Chiwetel Ejiofor), pianista y compositor de óperas por el que Laurel también se siente atraída. Pronto es aparente que para esta Melinda, no habrá final feliz.

El mayor acierto de la cinta, más allá del estupendo guión, que plantea temas muy cercanos a nuestras conciencias: ¿cómo es que sobrevivimos a la tragedia? ¿Con humor? O éste es no una medicina sino una máscara... ¿cómo es que funciona el corazón humano?; es el trabajo de su elenco. Will Ferrell es el neurasténico alter ego del director, con buen timing para la comedia y sin temor al ridículo. Igualmente destaca la australiana Mitchell, con dos excelentes actuaciones: sensacional y vivaz en una historia, para transformarse luego en una mujer atormentada.

No obstante, quien se roba la cinta es la hermosa Chloë Sevigny, que manifiesta su madurez como intérprete con su papel de esposa chic-pero-frustrada, que se ve involucrada --al principio de manera involuntaria- en un tríangulo amoroso. Con gran aptitud, la Sevigny (sobresaliente en Los muchachos no lloran, Dogville y Last Days of Disco) encuentra el matiz idóneo para encarnar a Laurel y sus angustias y deseos, por lo que su trabajo es espléndido.

Si bien los tiempos de gloria de Woody Allen ya pasaron y posiblemente no recupere su antiguo estatus, hay algo innegable: estas historias paralelas comprenden una obra realizada con esmero por parte de uno de los más emblemáticos creadores del cinema moderno, que se deja apreciar, y muy bien, desde ambas orillas.

Melinda & Melinda
Con Rhada Mitchell, Chloë Sevigny, Will Ferrell, Amanda Peet, Josh Brolin, Steve Carell, Brooke Smith, Chiwetel Ejiofor y Jonny Lee Miller.
Dirige: Woody Allen. Distribuye: 20th Century Fox. (2004)

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Memorias de una Geisha / Memoirs of a Geisha, de Rob Marshall

Miguel Cane


Ziyi Zhang stars in Columbia Pictures' Memoirs of a Geisha


Cuando la novela de Arthur Golden apareció por primera vez en 1997, su principal atractivo era el que su voz narrativa nos convencía de que el autor (hombre caucásico de 40 años) se convertía en la narradora en primera persona (mujer asiática del doble de edad). El mayor reto al traducir esta novela al lenguaje cinematográfico era poder reproducir el mismo efecto. Es así que Rob Marshall, que convirtió al musical Chicago en un estupendo retrato satírico de nuestra obsesión con los medios, se esfuerza por repetir el mismo truco que funciona bien en la versión literaria, pero que aquí, pese al notable ahínco y buenas intenciones de elenco y equipo, se queda lejos de la fuente.

La historia, narrada de manera lineal y con un impresionante trabajo de fotografía de Dion Beebe (que colaboró con Marshall en Chicago y también prestó su lente para cintas como Charlotte Gray, Colateral y En Carne Viva), muestra cómo la pequeña hija de un pescador llamada Chiyo – cuya particularidad radica en tener ojos de color azul, algo considerado insólito en Japón aún ahora- es vendida a una casa de Geishas en Kyoto, antes de la 2ª Guerra Mundial y al paso del tiempo se transforma en Nitta Sayuri (la joven china Ziyi Zhang, cuya interpretación sufre un poco al tener que hacerla en inglés), la más notable Geisha jamás vista; una auténtica obra de arte viviente – que es, tal y como lo explica su preceptora y madre putativa Mameha (la actriz de origen malayo Michelle Yeoh), la verdadera función de estas mujeres: “no somos cortesanas ni esposas. Vendemos nuestro talento, mas no nuestro cuerpo. Existimos para crear un mundo de belleza.”

Siguiendo este criterio, la película es una auténtica preciosidad: el colorido, la notable ambientación (realizada por completo en sets), el formidable diseño de vestuario a cargo de Colleen Atwood – que merece por mucho su nominación al premio de la Academia -; igualmente, el trabajo de las actrices maduras (en especial Gong Li, de Adiós a mi Concubina, como la tan monstruosa como bella Hatsumomo, Geisha perversa y de mal corazón que aborrece a la heroína de manera enfermiza) es de primera y Ken Watanabe –único actor nipón entre los protagonistas- redondea el trabajo como un hombre sensible, generoso y enigmático que toca las vidas de las mujeres en distintas épocas… pero tiene una falla casi fatal y esta yace en que el ritmo de la película (opuesto al del libro) es lento y oneroso desde el principio, por lo que la atención del espectador se verá comprometida, al pasar de la barrera de las dos horas.


Ziyi Zhang in Columbia Pictures' Memoirs of a Geisha


Ciertamente este comentarista no puede abordar la controversia acerca del gentilicio del reparto y cómo esto puede o no afectar la cinta (reconozco desconocer sobre el tema) pero puedo decir que no hay grandes sorpresas ni secretos (de hecho, los admiradores de la novela estarán satisfechos con la adaptación hecha por la escritora/directora Robin Swicord), y si hay suficiente paciencia para observar este diorama sin exigirle mucho, el espectador se sentirá complacido de haber presenciado un arrebatador espectáculo visual, aún si no resulta tan cautivante como la experiencia de su lectura.

Memorias de una Geisha/Memoirs of a Geisha
Con: Zhiyi Zhang, Michelle Yeoh, Gong Li y Ken Watanabe.
Guión: Robin Swicord, basada en la novela de Arthur Golden.
Música: John Williams.
Dirige: Rob Marshall
Estados Unidos 2005

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Mi historia sin mí / I’m not there, de Todd Haynes

Miguel Cane


Cate Blanchett stars in The Weinstein Company's I'm Not There


Desde su debut en 1992, Todd Haynes ha demostrado ser uno de los prodigios del cinema estadounidense actual; lo ha demostrado con un trío de notables cintas (la angustiosa fábula de terror consumista Safe, que lanzó a su musa, Julianne Moore, a la fama, Velvet Goldmine – a todas luces una opereta glam sobre un alias de David Bowie- y la exitosa Lejos del cielo, realizada como un homenaje a los melodramas en technicolor de Douglas Sirk) y lo refrenda con su nueva obra, inspirada en “la música y las múltiples vidas de Bob Dylan”, como confiesa al principio, a través de seis personajes distintos, interpretados por diferentes actores, que cubren las personalidades y épocas más representativas de Robert Zimmerman.

Mi Historia sin mí es una película polifónica, en la que Haynes vierte todas sus influencias experimentales para contar la historia de manera desordenada, sin un argumento lineal, con cambios a veces bruscos entre personajes y tonos, narrando hechos reales pero también leyendas y fragmentos inventados sobre Dylan para dar forma no sólo a su historia, sino para reflexionar sobre el arte y el propio artista. De este modo, Haynes juega a despersonalizar a la persona pública, para de este modo volverla más universal para el espectador; mostrando así el conflicto y el compromiso del artista con el público, que muchas veces se acaba oponiendo a la propia innovación artística a la vez que compromete su vida personal.

Con todo el caos narrativo, esta no es una película difícil. Resulta divertida, emocional y deslumbrante en ejecución y estilo, con dirección sobria y una fotografía adaptada a cada capítulo aportando un contraste entre estas diferentes “vidas” que lleva al principal problema del film, su irregularidad. El que mucho abarca poco aprieta y es natural que haya pasajes algo menos interesantes y que palidecen al lado de los mejores, entre los que destaca el segmento de Cate Blanchett, no sólo por su fascinante actuación (por un momento ella es Dylan, y uno se olvida incluso de que es una mujer quien lo interpreta) sino también porque se sitúa en la época más célebre y polémica de Dylan, la segunda mitad de los sesenta; también llama la atención el Dylan “forajido” de Richard Gere, sin duda el capítulo más extraño y abstracto pero también emotivo de la obra, con el actor encontrando el punto exacto al tono del fragmento con su interpretación lacónica y la imaginativa dirección artística.


Heath Ledger stars in The Weinstein Company's I'm Not There


Como es de esperarse, casi todas las canciones que suenan en la película son de Dylan, aunque algunas vengan en forma de covers de figuras de la música alternativa como Sonic Youth, Calexico o Yo La Tengo, que sirven como aliño a una ensalada sonora de grandes hits de Dylan; clásicos entre los que destacan “Stuck Inside of Mobile” que abre la película, “Like a Rolling Stone” que la cierra o la propia “I’m Not There”, grabada con The Band y que no había sido lanzada hasta ahora. Mención aparte amerita la interpretación de "Ballad of a Thin Man", con Stephen Malkmus prestando su voz a Cate Blanchett cuando reproducen en escena el concierto en el Royal Albert Hall de 1966. Es muy posible que ésta no sea la biopic (género manoseadísimo últimamente por Hollywood) que los fans del trovador rebelde esperaban, pero eso no quita el mérito a una cinta innovadora, lírica, surrealista y de excelente factura. Haynes lo ha vuelto a conseguir; ha hecho una obra de arte en muchos niveles, valiéndose de las herramientas ofrecidas por el cine y trascendiendo al medio.

Mi historia sin mí/I’m not there
Con Cate Blanchett, Heath Ledger, Richard Gere, Christian Bale y Julianne Moore.
Dirige: Todd Haynes
Estados Unidos/Gran Bretaña 2007

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Mi nuevo jefe/In Good Company, de Paul Weitz

Miguel Cane

Universal Pictures' In Good Company


La vida es buena para Dan Foreman (Dennis Quaid), ejecutivo de ventas de una revista deportiva de éxito; tiene una oficina grande, una esposa guapa y sexy (Marg Helgenberger), dos hijas brillantes y una existencia cómoda… hasta que la revista es adquirida por un conglomerado y las cosas se ponen como habitualmente sucede en ese mundo extraño e inhumano que son los corporativos: color de hormiga.

De manos a boca, Dan se encuentra con que ya no es el jefe de su departamento, sino que ha sido reemplazado por el niño prodigio Carter Duryea (Topher Grace), 25 años más joven que él y un auténtico tigre para los negocios… aunque carece del tacto humano que Dan ha cultivado con los años. Convertido en asistente/asesor de este chavo, Dan deberá tratar de enseñarle lo que sabe y al mismo tiempo, sobrevivir en un mundo donde el más fuerte es el que dicta las reglas.

Sin embargo, Carter no tiene todo de su parte. Después de siete meses de matrimonio, su esposa Kimberley (Selma Blair) lo abandona, y se encuentra, repentinamente, solo y sin una idea muy clara de qué hacer con su vida. Una noche se las ingenia para que Dan lo invite a su casa y descubre que la vida de los Foreman es muy parecida a lo que siempre quiso para él y pronto, muy discretamente, inicia una relación romántica con Alex, la hermosa hija universitaria de Foreman (la radiante Scarlett Johansson). Naturalmente, los problemas comenzarán cuando papá se entere…

Dennis Quaid and Scarlett Johansson in Universal Pictures' In Good Company


El escritor-director Paul Weitz (nieto de la legendaria Lupita Tovar y responsable junto con su hermano Chris, tanto de la guarrísima y estúpida saga de American Pie, como de la encantadora adaptación protagonizada por Hugh Grant de la novela de Nick Hornby About a boy) presenta en su debut en solitario lo que podría ser una comedia bastante banal, y sin embargo resulta una grata sorpresa: una película sobre el desalmado universo corporativo… ¡con simpatía!

Esto en buena parte se debe a su muy capaz elenco, que toma con naturalidad las situaciones presentadas y añade la empatía como una tercera dimensión a los personajes… incluso aquellos menos afortunados, como Morty (David Paymer) que se lleva la peor parte de las consecuencias de la “fusión” empresarial que absorbe a la revista, condenándolo al desempleo. Las situaciones de los personajes no abandonan del todo las bases de la realidad y si bien, a beneficio de la película y su público, a veces tiene que sacrificar un poco de credibilidad – coincidencias, giros de tuerca esperados e inesperados-, todo vale ante la calidad y calidez de los amigos/rivales, Quaid y Grace, que hacen un espléndido trabajo como sparring el uno del otro, a manera de polos opuestos de la frase popular “como te ves me ví, como me ves te verás”.

Por otra parte, la joven Johansson recurre aquí una vez más al carisma sencillo y a la vez profundamente atractivo, que utilizó de forma magistral en Perdidos en Tokio. Alexandra Foreman no es un accesorio de la historia. Existe para servir a la historia y es una figura inteligente, algo que en las actrices de su rango de edad es rara vez visto, trascendiendo de ser un mero “atractivo visual”, para ser un complemento perfecto y cerrar un círculo de actuaciones sólidas en una cinta bien escrita, de diálogos chispeantes y humor muy humano, que resulta inmediato para el espectador que siente, en muchos momentos, que estas son personas y situaciones que reconoce y se involucra en sus aventuras y desventuras, llegándole también, hasta la butaca, toda la gracia de una historia presentada con gusto, aún si debe ceder – como todos alguna vez- al optimismo, sin comprometerse del todo, pero así es Hollywood.

Mi nuevo jefe/In Good Company
Con: Dennis Quaid, Topher Grace, Marg Herlgenberger, Selma Blair y Scarlett Johansson. Dirige Paul Weitz, Distribuye: Artecinema (2004)

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Mi Super-ExNovia / My Super-ExGirlfriend, de Ivan Reitman

Miguel Cane


Uma Thurman and Luke Wilson star in 20th Century Fox's My Super Ex-Girlfriend

Los más grandes éxitos en la carrera de Ivan Reitman se han basado en situaciones completamente inverosímiles, que gracias al desempeño de sus repartos y el estilo que como rúbrica el realizador checo-canadiense habitualmente imprime, consiguen capturar la atención e imaginación de los espectadores. Ejemplo de esto son cintas memorables como Los Cazafantasmas (1984) o Dave: Presidente por un día (1993).


Sin embargo, en su carrera, Reitman – que comenzó como productor de las primeras cintas gore de David Cronenberg en los 70- también ha tenido algunos descalabros como Día del padre (hundida por el abandono con que sobreactuaban Robin Williams y Billy Cristal, a la par de insoportables) y la fallida Evolución, a la cual ni sus notables efectos generados por computadora ni todo el carisma de Julianne Moore pudieron salvar del estrepitoso fracaso.

La que hoy nos ocupa, décima sexta en su filmografía como director, ocupa un sitio intermedio en su canon; esto es: no es lo máximo, pero tampoco hiede. Simplemente se queda en el primer hervor y no ebulle, lo cuál es una auténtica lástima, si se toma en consideración el notable talento que hay en ella.


La anécdota es simple: un día en el metro de Manhattan, el buen Matt Saunders (Luke Wilson, muy lejos de la gracia natural que ha lucido en cintas de Wes Anderson), guapetón y medio soso, acepta el consejo de su repelente amigote Vaughn (Rían Wilson) y trata de ligarse a la fría y distante Jenny Johnson (Uma Thurman, disfrazada de Diana Prince).



Uma Thurman in 20th Century Fox's My Super Ex-Girlfriend




Lo que él ignora es que la chica en cuestión es también la rubia y ultraglamorosa superheroína Chica G (la misma Uma, con ropa de haute coutoure y melena alborotada). Finalmente se da una relación entre ellos y todo iría muy bien excepto por un detalle: Jenny es una mujer severamente neurasténica e insegura (aún pese a la dimensión extra que sus superpoderes agregan a sus relaciones sexuales), por lo que Matt comienza a fastidiarse de la relación; pero el que él no la quiera no cambia nada. Cuando sumamos a la ecuación al villano Profesor Bedlam (Eddie Izzard) y a la rubilinda (e involuntariamente güila) Hannah Lewis (Anna Faris, la monita con generosos atributos que sale en Scary Movie), la situación se torna predecible y a veces forzada: existe el refrán que reza “hasta el diablo le teme a una mujer despechada” y eso es básicamente lo que, por hora y media, muestra la cinta: ardida por el truene.

Jenny – o bien, Chica G- convierte la vida de Matt en un auténtico infierno, en una serie de gags que a veces funcionan, pero la mayor parte resultan absurdos y hasta insulsos; es aquí donde el rumbo de la película se tambalea y, si no fuera por el carisma asegurado de la Thurman, se derrumbaría sin remedio.


Buena parte de la culpa la tiene el guión de Don Payne (que ha escrito guiones para Los Simpson, por lo que los muchos chistes fallidos resultan imperdonables), que se desbalaga y sufre una crisis de identidad: ¿esto es una comedia? ¿una parodia? A veces los personajes tratan de hacerlo de una forma y luego de otra, pero el resultado es muy errático y carece de la sofisticación y elán que funcionaron muy bien para contar esta clase de historia en Los Increíbles, por ejemplo. El resultado final es que uno se ríe, pero la cinta es el equivalente a una bolsa de papitas fritas: ¡mmm, qué ricas! Pero nada del otro mundo.

Mi Super-ExNovia/My Super-ExGirlfriend
Con Uma Thurman, Luke Wilson, Anna Faris y Eddie Izzard
Dirige: Ivan Reitman.
Estados Unidos 2006


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Miami Vice, de Michael Mann

Miguel Cane



Jamie Foxx and Colin Farrell star in Universal Pictures' Miami Vice



Cuenta la leyenda que, originalmente, el cineasta Michael Mann había escrito el argumento del piloto de la exitosa serie Miami Vice (allá por 1984), pensando en realizarlo como un largometraje, pero fue por cuestiones económicas que se convirtió en una de las series más exitosas de la TV en su época y convirtió a Philip Michael Thomas y Don Johnson en estrellas.

Ahora, más de veinte años después, la nostalgia hollywoodiana por todo lo retro, hace que resurjan los personajes de Sonny Crockett y Rico Tubbs, con un fuerte olor a naftalina que ni las dinámicas de Mann (que ha realizado cintas de muy buena factura como Colateral y El Informante, sin olvidar Manhunter) logran salvar.

El paso del tiempo se nota en la trama y por más esfuerzos que se hacen por avivarla, ya no es lo mismo. La antaño vital camaradería entre los detectives Crockett y Tubbs ahora se siente forzada, artificial; no hay química entre Colin Farrell y Jamie Foxx; ambos parece que están en otra onda y uno sospecha que acaso la estupefacción que muestran no obedece sólo al estilo de la cinta.

Otro detalle igualmente pasado de tueste es la presunta pasión arrobadora que siente Crockett (o sea, el greñudo Farrell) por la bomba sexy Gong Li, que interpreta a la hábil y conspicua narcotraficante internacional Isabela. Amén de la nula química entre éstos, la diva asiática ya había tenido ciertos problemas para hablar inglés como la siniestra Hatsumomo en Memorias de una Geisha y ahora son más evidentes, ya que se supone que es quesque chino-cubana y cuando habla en español en tanto se echa uno que otro “mojito” dizque en La Habana (sí, chucha, cómo no) se nota que no tiene ni la más pálida idea de lo que está diciendo, lo que hace que su personaje se vuelva inverosímil por completo y arranca algunas risitas al público.



Jamie Foxx as Ricardo Tubbs and Colin Farrell as Sonny Crockett in Universal Pictures' Miami Vice



En este reparto donde los principales son más bien sosos, son los actores de “soporte” los que realmente consiguen hacer algo – aunque sea más bien poco- con la película. Así, vemos al español Luis Tosar como Montoya, un intimidante mafioso --¿lo recuerdan como el compulsivo golpeador de mujeres en Te doy mis ojos?- mientras que Elizabeth Rodríguez, como la detective Calabrese, despide carisma hasta cuando se encara con un loco neo-nazi, si bien su personaje es poco más que un desgastado esterotipo italo-americano.

Mann hace lo que puede con el material, pero los resultados – pese a un espléndido soundtrack, un trabajo de cámaras intenso y vibrante y una edición deslumbrante, que uno sospecha es a propósito, para que no se noten mucho los irritantes brotes de inconsistencia en la trama- son más bien indiferentes; este es un paquete muy vistoso con casi nada adentro, pese al reconocido talento involucrado. ¡Lástima de ropita!

Miami Vice
Con Colin Farell, Jamie Foxx, Gong Li, Justin Theroux y Ciaràn Hinds
Dirige: Michael Mann
Estados Unidos 2006

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Millonarios / Millions, de Danny Boyle

Miguel Cane



Fox Searchlight's Millions



Tras la muerte de su madre, los hermanitos Damien (el formidable Alexander Nathan Etel) y Anthony (Lewis Owen McGibbon) tratan de “recomenzar” sus vidas al lado de su papá, (James Nesbitt). Un día cualquiera, mientras juegan cerca de una vía del tren, el más pequeño se encuentra un saco con dos millones de Libras Esterlinas – esto en un momento ficticio en que dicha moneda está a punto de ser sustituída por el Euro-.



Pronto, Damien le informa a si hermano lo ocurrido y surge el conflicto: donde el menor considera esto un don de Dios para ayudar a los pobres, Tony, más cínico y endurecido por la pérdida y el bombardeo consumista de los medios, considera que hay que ayudar a los pobres… de ellos y comienza a gastarse el dinero en su personita, mientras su hermano (a quien se le aparecen santos para platicar y darle algunas lecciones de vida) busca ayudar a quienes más lo necesitan. Los problemas crecen cuando llega a la puerta un sujeto con cara de pocos amigos, quien, de muy mala manera, exige le devuelvan su dinero…

Alex Etel and Lewis McGibbon in Fox Searchlight's Millions


Si la trama de Millonarios suena ligeramente parecida a la del violento thriller cómico Tumba al ras de la tierra (Shallow Grave, 1993) esto obedece a una sencilla razón: se trata de un filme del mismo director, el brillante Danny Boyle – hasta sus películas malas como la infame La Playa son interesantes- quien después de mostrarnos un mundo en ruinas en su último filme (la espeluznante y brutal Exterminio) ahora explora el mundo a través de la candidez absoluta de los ojos de un niño que observa momentos de compasión, peligro, codicia y honestidad brutal. A los siete años, la percepción del mundo es muy distinta a la de un adulto y el mundo, como bien sabemos, no es gentil con esta clase de niños.


La cinta cuenta con elementos visuals y argumentales brillantes que son la rúbrica de Boyle: la imaginación de Damien es un elemento clave, salpicada de inocencia y de tintes católicos – Kathryn Pogson está absolutamente fabulosa en su breve intervención como Santa Clara de Asís- y su sentido de la ética que lo rige, le conmueve el corazón hasta al más insolente.



Obviamente, no todo depende del carisma del muchachito, mismo que abunda y tanto la cámara (dirigida por Anthony Dod Mantle, que es el mismo cinefotógrafo de la impresionante Dogville) como la música original de John Murphy contribuyen a que esta fabulita funcione en más niveles que el meramente narrativo.

Esta es una película con corazón y, efectivamente, no es peyorativo calificarla como “una película para toda la familia”. Si bien (por fortuna) no se exhibe doblada, es una cinta que le hablará a niños y adultos por igual, acercándose a cada uno de sus niveles, sin caer en la sensiblería chabacana en ningún momento, por lo que es un estreno altamente recomendable para asomarse a una alternativa a las convenciones hollywoodenses, que no podrían replicar una historia como ésta tan llena de emotivos y deslumbrantes matices.


Millonarios/Millions
Con: Alexander Nathan Etel, Lewis Owen McGibbon, James Nesbitt, Enzo Cilenti y Kathryn Pogson.
Guión: Frank Cottrell Boyce. Música: John Murphy. Dirección: Danny Boyle.
Reino Unido 2004

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Misión Imposible III/ M:I:III, de J. J. Abrams

Miguel Cane


Tom Cruise stars in Paramount Pictures' Mission: Impossible III



El agente Ethan Hunt (Tom Cruise) está en problemas. Lo sabemos desde el primer minuto de esta película, que empieza in media res, mostrándonoslo atado a una silla, vapuleado y asustado. Ante él y exigiéndole algo aparentemente sin sentido (“¿Dónde está la pata de conejo?”) está un terso e impenetrable Philip Seymour Hoffman, que habla golpeado para que de inmediato sepamos que él es el malo. En tanto, apunta con su arma de alto poder a la cabeza de una chica bañada en lágrimas llamada Julia (Michelle Monaghan); amenaza con volarle la tapa de los sesos a la cuenta de diez si aquél no le dice lo que quiere saber.

Tom, es decir, Ethan (aunque todo el tiempo parece estar interpretándose a sí mismo), lloriquea y trata de distraer al gandalla. Éste cuenta tres, dos, uno y ¡BUMBA! le zampa el plomazo a la nena, mientras el otro pobre infeliz grita, horrorizado.

Así, comienza a sonar el inmortal tema creado por Lalo Schifrin y la película nos lleva en un flashback, al comienzo de las tribulaciones del campechano agente, como si se tratara de un episodio de Lost… de hecho, la sensación no es coincidencia, el director es JJ Abrams, responsable de dicha serie y de la hoy extinta Alias y aquí sigue el formato de ambos programas de TV para hacer una película visualmente muy ágil y definitivamente atractiva, rebosante de efectos, tecnología y algunas chicas bonitas, pero totalmente muy mal escrita, ya que carece del mínimo de lógica en su argumento y se ve además perjudicada gravemente por Cruise, que sobreactúa con abandono alarmante.

Como es de esperar en un guión de Alex Kurtzman y Roberto Orci, los responsables de las repelentes y ultraestúpidas La Isla y La Leyenda del Zorro (dos de las películas más imbéciles de 2005), los clichés se apilan uno encima de otro desde el principio mientras que la coherencia sale volando por la ventana, hasta volver la situación insostenible… ¿a quién se le ocurre encargar un proyecto tan caro a este par de tarados?

Tom Cruise in Paramount Pictures' Mission: Impossible III


Su ineptitud es evidente desde un principio: es más que evidente que Julia debe ser la esposa/novia/detalle del héroe y por lo mismo, de inmediato contamos los minutos que pasan para que la narcoticen y se la roben, de este modo obligando al tal Ethan y su equipo de contraespionaje – compuesto por el siempre sólido Ving Rhames aquí como el típico estereotipo afroamericano, Jonathan Rhys-Myers (ni modo, güero, no todo en la vida es Match Point) como una especie de patiño indefinido y la sexy Maggie Q. como elemento de exotismo para los miembros del sexo horroroso que entran a la sala acompañando a su noviecita santa que es fan hasta el tuétano del cientólogo Cruise- a resolver un enigma internacional que los llevará en diversas corredizas desde la Plaza de San Pedro en Roma a las barriadas de Shanghai.

Lo mejor de la cinta es el desperdiciado Hoffman (llamado de último minuto como reemplazo de Kenneth Branagh), como un villano muy bien trajeado y bastante ambiguo que en realidad jamás explica sus motivaciones más allá de la lana (850 millones de dólares por la “pata de conejo”) y que no pierde la sangre fría, ni cuando a Tom se le alborota la hormona y lo tortura en un aeroplano.




El elenco lo redondean, con cameos glorificados Laurence Fishburne – aquí bastante pasado de peso y terriblemente aburrido, se nota-, Billy Crudup (estupendo actor cuya presencia aquí no la justifica su personaje anodino) y la mismísima Felicity (¿la recuerdan?), Keri Russell, que luce preciosa hasta cuando se convulsiona.

La película costó la friolera de 150 millones de billetes verdes y se nota a dónde fue a parar tanta billetiza, pero el resultado es como un postre a la vista suculento y al gusto soso: no hay nada que justifique las dos horas y pico que dura la película, más que sus secuencias de acción y el carisma estelar de Tom.

La verdadera misión imposible, es encontrar algo novedoso o que evite el bostezo en esta franquicia, que tuvo su mejor momento en manos de Brian DePalma hace diez años, pero que hoy, como una mecha defectuosa, ya se cebó.

Misión Imposible III/ M:I:III
Con Tom Cruise, Philip Seymour Hoffman, Keri Russell, Ving Rhames, Maggie Q., Jonathan Rhys-Myers, Billy Crudup y Laurence Fishburne.
Dirige: JJ Abrams
Estados Unidos (2006)

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Misteriosa Obsesión/ The Forgotten, de Joseph Ruben

Miguel Cane

Julianne Moore in Revolution Studios' The Forgotten


Repentinamente, la tragedia ha destrozado el mundo armonioso de Telly Paretta (Julianne Moore) una editora y ama de casa neoyorquina, que ve su vida feliz trastornada brutalmente a raíz de la muerte inesperada de su hijo Sam, de 8 años de edad, quien desaparece en un misterioso accidente aéreo, junto con otros niños, compañeros de escuela suyos.

Si bien Telly hace un esfuerzo por seguir adelante tras la pérdida -- terapia, labores domésticas- su obsesión por recordar a Sam, incluso yendo al parque donde éste jugaba, es más fuerte que ella y le atrae tensiones en casa. Las cosas se tornan siniestras de golpe, cuando su psiquiatra ( Gary Sinise) y su marido (Anthony Edwards), tratan de convencerla de que en realidad Sam nunca existió, que sólo era un producto de su imaginación.


Julianne Moore in Revolution Studios' The Forgotten

Sin embargo, hay elementos que prueban que Sam existió. Ella lo recuerda. Con la ayuda de Ash Correll (Dominic West), un ex-jugador de hockey alcohólico, padre de una pequeña que presuntamente desapareció al mismo tiempo que su hijo, a la que no recuerda Telly deberá desafiar a su familia, a la ciencia, a la policía -- encarnada por Alfre Woodard como una detective y madre que es la única que le cree- y a la mismísima fibra de la realidad para encontrar a su hijo y resolver el horripilante misterio que la persigue.

Esta angustiosa cinta desafía el ser colocada en una categoría común. Se trata de un intenso drama sobre la tragedia familiar, una cinta de suspenso y horror, una pesadilla de ciencia ficción. Desarrollada por el director Joseph Ruben (que trabajó con Julia Roberts en la inquietante Durmiendo con el Enemigo), la cinta muestra cómo la superficie cotidiana de una familia aparentemente feliz se desmorona para revelar una conspiración aún más grande de lo que nadie podía haber imaginado. Si pierde impulso hacia el final, se debe a que no sostiene el desafío de la incredulidad del espectador, un detalle que forma parte indispensable de esta clase de historias. No se necesitan explicaciones: la atmósfera es la que debe hacer las funciones de captura y convicción.

En una temporada en que los estrenos de temática sobrenatural son de rigor, ésta película se eleva sobre el promedio, principalmente gracias a las actuaciones de su notable elenco, que también incluye al británico Linus Roache y la estupenda Alfre Woodard en roles de soporte para el excepcional trabajo de Julianne Moore, que, siendo madre, da lo mejor de sí para hacer que esta historia y sus implicaciones se queden con el espectador, aún mucho después de abandonar la sala.

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25 mar 2009

Monsieur Hire, de Patrice Leconte (01), por David Guzmán

David Guzmán


Siempre he comentado que es muy difícil hablar objetivamente sobre los gustos personales y creo que esta no es la excepción. ¿Quién me iba a decir a mí que una película francesa sería mi favorita de todos los tiempos? Mi sorpresa se debe a que en México estamos inundados de cine hollywoodense y las películas mexicanas aunque en menor proporción, podrían ser también sujetas de esta predilección; pero no es así y hace tiempo -dicho sea de paso- le perdí la fé al cine mexicano. Apuesto más al cine que hacen los mexicanos en el extranjero que al que hacen los mexicanos en México… pero salgamos de este polémico asunto y entremos de lleno a esa pequeña joyita del cineasta francés Patrice Leconte: Monsieur Hire.


Hace tiempo escribí sobre ella, pero la he visto tantas veces que siempre le encuentro detalles nuevos que llaman mi atención. Recientemente y como anécdota me enteré que es la película favorita del cineasta Emir Kusturica, así que no soy el único que la conoce y admira. La historia está basada en la novela Les Fiançailles de Monsieur Hire de George Simenon y ya había sido llevada a la pantalla grande por Julien Duvivier bajo el título de Panique en 1947. Leconte, que venía de hacer comedias de mediana factura, dio un sorpresivo giro a su carrera cuando se decidió por la novela de Simenon en 1989. Reclutó a la ahora famosa actriz Sandrine Bonnaire y para el personaje principal se apoyó en su amigo y colaborar habitual Michel Blanc. Blanc, de preponderante carrera en el género de comedia, también da un giro a su registro encarnando perfectamente al solitario y voyeurista Monsieur Hire.


¿Qué fue lo que me atrapó de Monsieur Hire e hizo que la elevara de nivel por encima de mis demás películas preferidas? Sin lugar a dudas, fue ver a Hire desde su ventana observando a su vecina en penumbras mientras una melodía de J. Brahms se reproduce en el tocadiscos. Alice (Bonnaire) no sabe que es observada, tampoco sabe que Hire está enamorado secretamente de ella. Es más, cree que el apartamento de Hire está deshabitado pues siempre está con la luz apagada. Ver a Michel Blanc mirando obsesivamente a la Bonnaire, me desequilibró. En toda mi vida de cinéfilo jamás me había sentido un espía como en esta ocasión viendo a un hombre solitario espiar a su vez a una mujer. Leconte nos hace cómplices y la atmósfera que logra es inigualable; casi pude sentirme tan culpable como Hire disfrutando esa malsana rutina.





Mi fascinación pues por la película había empezado con esta secuencia, sin embargo una de las características principales del cine francés, es la sutileza en los diálogos, las miradas y gestos que en Monsieur Hire se convierten en palabras mayores. Me gusta ver como Alice al darse cuenta de que es observada, va y confronta a su espía de una forma sutil pero logrando inquietarlo y él no atina a decir una sola palabra. Hay algo en Alice que no encaja; comienza a sentirse atraída por Hire adentrándonos en una maraña de sensaciones y desconciertos. ¿Qué posibilidades podía tener este hombre ante ella? En el vecindario lo ven como un bicho raro, siempre impecable yendo a su sastrería, teniendo ratones por mascotas y en general llevando una vida rutinaria hasta que Alice aparece en su vida. Pero ella idolatra a su novio Emile, un galán bueno para nada metido todo el tiempo en negocios riesgosos, buscado por la policía por un delito que no nos es detallado sino hasta el final de la cinta; y Hire lo sabe.

El trabajo de los dos actores principales es excelso. Una muy joven Sandrine Bonnaire da la talla de Alice sin problema, pero quién se lleva las palmas es Michel Blanc al construir a este tortuoso y a la vez triste personaje. Hire inspira compasión y Leconte logra matizar muy bien este aspecto utilizando deliciosamente la maravillosa música compuesta por un minimalista Michael Nyman; en este sentido otra de mis secuencias preferidas ocurre cuando Hire logra atrapar el olor de la fémina y sale en busca del perfume que usa Alice; el momento es impagable y retrata de forma extraordinaria la soledad y sensibilidad del protagonista.



Les comentaba que las distintas lecturas-vistas de la cinta me han hecho cambiar la percepción que originalmente tenía del film. En las primeras visitas, la conceptualizaba como una historia de amor, fallido pero amor al fin con todos los sufrimientos inherentes a él, pero con el paso de los años me he dado cuenta que Monsieur Hire no es sobre el amor, sino sobre un falso rostro de éste. De lo que una soledad tan marcada de una persona puede hacerle creer con tal de sentirse amada. De las locuras que podemos llegar a cometer cuando creemos estar enamorados. Todo el oscuro y triste mundo de Hire se transforma. Le propone a Alice irse de la ciudad, cierra su sastrería, se deshace de mascotas, arma maletas y espera pacientemente en la estación del tren a que llegue su objeto de deseo para irse a una tierra lejana y vivir felices para siempre. Es ese vistazo a las profundidades del corazón humano lo que no me deja tranquilo y cómo en el nombre del amor se puede incluso perdonar la traición más abominable y baja.

Bravo Leconte…supiste transmitirme tanto con este film que no puedo más que rendirte homenaje haciéndolo mi favorito de todos los tiempos. Finalmente reconozco que tengo algo de Hire, algo de su soledad, algo de su inocencia...si lo sabré yo.

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Monsieur Hire, de Patrice Leconte (02), por Miguel Cane

Miguel Cane




En la muestra internacional de cine de 1989, en el hoy desaparecido Cine Latino de Paseo de la Reforma, vi varias películas que recuerdo con cariño: Sexo, mentiras y video (Steven Soderbergh), Sociedad de los poetas muertos (Peter Weir), Remando al viento (Gonzalo Suárez), Las aventuras del Barón Munchausen (Terry Gilliam), Jesús de Montreal (Denys Arcand), Historias de Nueva York (Scorsese/Coppola/Allen), La otra mujer (Woody Allen) y la que hoy me ocupa: Monsieur Hire, de Patrice Leconte.

No recuerdo mucho de aquél primer visionado, porque la película llegó a mí en un particular momento de crisis, al que por mucho tiempo no quise, ni pude, volver. No tuve la empatía suficiente para poder acercarme a los personajes ni a la trama ni a la manera de contar la historia que tiene Leconte. Supongo que esto fue por estar en una situación muy semejante a la del personaje que encarna Michel Blanc (similar aunque también muy distinta).




Años después vine a descubrir que esta peliculita -- que lo es, con su duración de apenas una hora veinte- es la favorita de mucha gente, especialmente de mi amigo David, que tanto la quiere, que al crear su propio blog basó su nombre en ella. Su devoción por esta cinta no raya, sin embargo, en el culto. Es más la apreciación que se hace de algo que nos habla de nuestra propia vida, un guiño compartido con el director que no tiene manera de saber que nos ha hablado, que nos ha tocado.

Blanc, que es más conocido en su país natal como comediante, interpreta a un sastre solitario --esta es la clave de la cinta, todos sus personajes en cierto modo lo son- que se ve implicado en el asesinato de una chica de veintidós años, llamada Pierrette Bourgeois. La chica fue arrojada en un llano y de hecho, lo primero que vemos es su cuerpo inerte, la expresión casi angelical en su rostro de muerta.

Poco después descubrimos que Hire, a quien odian sus vecinos, está obsesionado románticamente con Alice (una radiante y muy joven Sandrine Bonnaire, musa de Leconte en otros filmes), que habita un estudio en el mismo antiguo bloque de apartamentos en que vive, en un suburbio de París. La observa desde lejos y no se le acerca. Continúa con sus rutinas, sólo observándola, mientras ella se involucra más y más con un joven patán y truhán llamado Emile (que es completamente lo opuesto de Hire: es apuesto y carismático, aunque realmente peligroso). Eventualmente, Alice se percata de la existencia de Hire y se relaciona con él.

De ahí deviene el nudo de la película -- a su vez basada en El romance de Monsieur Hire de Georges Simenon- y no les contaré más.

De lo que sí puedo hablarles, es de lo que me habló la película.

Lo que nos está narrando Leconte, es que los solitarios pueden ser gente maravillosa o terrible, muchas veces al mismo tiempo, y que, por amor -- o por aquello que cada uno de nosotros interpreta como tal- somos capaces de cualquier cosa: del sacrificio más sublime o de la traición más espantosa. Alice e Hire representan dos aspectos del mismo espejo. Sus soledades se complementan, pero pueden ser trampas mortales para ambos.




Un tercer elemento lo juega el Inspector de policía, igualmente solitario y obsesionado, que busca resolver el asesinato de la chica. Será él quien represente la espada de Damocles, la victoria pírrica. No siempre podemos tener lo que queremos, como reza el dogma de los Rolling Stones y esta película lo demuestra perfectamente.

Esta es una película hermosamente realizada, dolorosa y cautivante. Uno entra en ella como en una banda mecánica: no puedes escaparte del recorrido. Una vez que empieza, no puedes volver y una vez vista, no podrás olvidarla.

Hay muchísimos detalles sueltos de Monsieur Hire que funcionan como huellas imborrables. Imágenes: Alice en la ventana, el funeral del ratoncito blanco, la historia de la anciana que alimentaba las palomas, los tomates que ruedan por la escalera; la pelea de box y lo que Alice y su nuevo amigo hacen ahí; la expresión final en los rostros de Hire y del Inspector.

La música de Michael Nyman es sutil y obsesiva también. Parte del atuendo que recubre cuidadosamente cada parte de la cinta. Ahora comprendo mucho mejor por qué David la ama tanto y no puede olvidarla. Es un fragmento de cinema que nos habla.

Y lo hace claramente, con muy pocas palabras.




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Monster, de Patty Jenkins

Miguel Cane


Charlize Theron as Aileen Wuornos in Newmarket's Monster



I never wanted to kill,
I’m not naturally evil.
These things I do
just to make myself
more attractive to you,
Have I failed?
- Morrissey
The last of the famous
international playboys


Al llegar a la sala, el espectador ya sabe a qué va a entrarle: se ha publicitado la trama en todas partes, sin embargo la sorpresa está en el momento en que comienza la historia y la manera en que nos va involucrando. Seguramente en las manos de la inefable Silvia Pinal y su equipo hubiera estado, éste habría sido un episodio especial de “Mujer, casos de la vida irreal”, pero la onda aquí es que su crudeza y ansiedad se hacen tangibles casi desde el principio y el espectador deja de moverse, al quedar atrapado en el trayecto que recorre el monstruo, hacia el luminoso final.

Aileen Carol Wuornos (recreada en una impresionante transformación por la literalmente hermosa exmodelo sudafricana Charlize Theron, quien definitivamente se ganó a pulso con este trabajo la hornada de reconocimientos que ha recibido) nació en un hogar de clase trabajadora y ascendencia finlandesa en 1956 y murió ejecutada por el estado de Florida en 2002. Criada con privaciones e ignorancia por guardianes indiferentes (los padres abandonaron a Aileen y sus hermanos siendo pequeños), a los 13 años ya había tenido un bebé (producto de una violación) y lo había dado en adopción.

Desde entonces, ya se dedicaba a ejercer el rol para el que parecía designada por el mismísimo Dios – en sus propias palabras- : ser puta barata en las carreteras de los Estados Unidos; una pieza clave del engranaje del mundo, igual que los MacDonald’s y los bares de camioneros. Cuando la vemos por primera vez, es abril de 1990. Aileen está a punto de volarse la tapa de los sesos con una pistola. Entonces, en esos últimos instantes de desesperación, hace un pacto con su cruel creador: sólo tiene 5 dólares en la bolsa. Va a gastárselos y si Dios no le manda una señal, se matará.



Así es como va a parar a un bar gay, donde conoce a Selby Wall (Christina Ricci, ex niña prodigio que pasa a actriz adulta con su fascinante y freak caracterización de lesbiana machorra recién desempaquetadita del clóset), una adolescente originaria de Ohio, que está tratando de agarrar la onda y quiere ser amada y aceptada por otra mujer, ya que su familia reaccionó con asco e incomprensión y la mandaron a “curarse” con unos amigos católicos en las cercanías de Miami.

Aileen (“Lee” para los cuates, que no son muchos) acepta que la chamaca le invite unas cervezas y más tarde que temprano, acaban juntas en la cama – aunque de entrada, no hay sexo. De hecho, el sexo no es importante para Lee, dado que debido a su oficio, ya está concretamente hasta la madre de él. Lo que Lee quiere (como todo ser humano, al final de cuentas) es ser amada, aceptada, necesitada, querida.


Christina Ricci and Charlize Theron in Newmarket's Monster

El que la locuela Selby de repente se le entregue de esta manera es para ella, que tiene la madurez emocional de un niño de siete años, aún si ha sido desensibilizada por una vida muy cabrona, es algo inenarrable. ¡Alguien quiere amarla! ¡A ella! – lo que Lee no alcanza a suponer es que, dado el estado confuso de la mente de Selby, es que la chavita se hubiera dado por enamorada de cualquiera, como fuera y donde fuera: a los 18 años ella vive en un mundo de fantasía, donde el de Lee es horriblemente sórdido y real. Quizá sea por eso que, movida por una inexplicable ola de ternura, angustia y deseo, Aileen accede a tener una relación con la chicuela.


Christina Ricci and Charlize Theron in Newmarket's Monster

Sin embargo, el hado destino (que no “madrino”) planea sus movimientos de otra manera o bien, si quieres hacer reír a Dios cuéntale tus planes (Sean Penn dixit): la tarde que Lee y Selby se reunirán por primera vez para retozar como panteras en la selva, Lee trata de conseguir lana suficiente para pagar un motel y en eso está cuando es recogida por un tal Vince Corley (Lee Tergesen) que resulta ser un violador asesino. Justo cuando está a punto de darle chicharrón después de haberla brutalizado y sodomizado, ella – por un pelito- logra escabullirse y darle su pilón: varios tiros que lo dejan hecho una piltrafa.

Es así que se inicia la tortuosa carrera criminal de la señorita Wuornos, quien después de todo, va a buscar a su chamaquita pendeja (ojo: la palabra no es usada en el sentido peyorativo, sino en el tenor preciso del diccionario) misma que procede a hacerle un tango monumental por haberle dado un plantón. Lee, en vez de explicarle las cosas y decirle la verdad (“Lo siento, mi vida, no pude llegar porque un mal hombre me ató, me golpeó en la cabeza y me metió un palo en el recto mientras tú me esperabas, por lo que tuve que cegar su miserable existencia con un arma de fuego y por tal motivo fue que me retrasé, querida…”), le propone a Selby escapar de su opresiva rutina para empezar una nueva vida juntas en un motel, donde podrán vivir su propia telenovela lésbica lejos de los mirones del mundo. Selby primero vacila, pero al ver el fajo de billetes que Lee le quitó al hombre muerto y ver su auto – cuya procedencia no cuestiona con suspicacia- accede.

El romance surge con bríos, pero al ser ésta una historia ostensiblemente real, por supuesto, a los dos días, la idiota imbécil de Selby ya se botó la lana en taxis y superficialidades, y se queja, bien chilletita de que tiene hambre, por lo que Aileen – cuyos patéticos intentos por iniciar “una nueva vida” se ven bloqueados tanto por su propio carácter volátil, la indiferencia y el escarnio social y su ignorancia- se ve obligada a volver a ser prosti (“¿Para qué dejaste la calle?” le reclama la chamaca con ojos desorbitados, uno supone que por la hambruna) y a continuar con sus crímenes cada vez de manera más desesperada y a la vez sistemática: ella no comprende lo que hace, pero sabe que lo hace para ser amada por su chica. Eventualmente ésta despierta a la realidad y en una derivación postmoderna del síndrome de Lady Macbeth, comienza a exigir más satisfactores salpicados de sangre, aunque éstos sean mucho más prosaicos que una corona.

Aileen es, conforme la cinta se desarrolla, un ser atormentado, doloroso. Finalmente, no hay un camino de salida, aunque se haga ilusiones. Selby, su amor, la luz de su vida, será también su Judas Iscariote y es su propia certeza al respecto lo que hace aún más devastador el resultado: suyo es el supremo sacrificio por amor. Lee se entregó totalmente y fue traicionada por sus afectos, algo que formaba parte intrínseca de su existencia, como se ve en el desenlace, no obstante, se aferró a la esperanza que nos adoctrinan desde niños, porque era todo lo que tenía, aún si de todos modos su destino fue el mismo.

El trabajo de Charlize Theron, que es la raison d’etré para ver esta cinta – misma que por supuesto no será bien vista por algunos sectores que la considerarán harto violenta y gráfica en sus descripciones de la “onda gay”- es algo absolutamente fabuloso. Sin temor alguno, aumentó veinte kilos para la actuación (siguiendo el ejemplo de Liz Taylor en la memorable Who’s afraid of Virginia Woolf? de 1966), mostrando sus carnes adiposas y cargadas de cuitas. En cada gesto, cada lágrima, cada alarido de la carne, ella es Aileen Wuornos y logra hacernos, junto con el notable trabajo de Patty Jenkins – de una sensibilidad notable al timón de la cinta y en el bien cuidado libreto- sentir una cierta empatía con el “monstruo”, mostrándonos que no hay tal.

El filme es similar en tono (si no ejecución) a la recordada Boys don’t cry (1999) de Kimberley Peirce, que también obtuvo un Oscar para su protagonista (Hilary Swank). Ambas son tragedias reales de mujeres reales, arrastradas sin saber porqué, a una espiral violenta, cuando todo lo que ambas querían – Teena Brandon y Aileen Wuornos- era amar y ser amadas en paz. Esta es una de las horrendas caras del amor. Algunas veces no son fábulas románticas como las que imaginan algunas mujeres cuyos pulsos “se aceleran sólo con sentir la cercanía del ser amado”. Estas mujeres pagaron con su vida el buscar un derecho que desde su origen les había sido arrebatado de las manos. Sin duda, un trabajo notable, que debe ser apreciado por un mayor público que no debería juzgar a Lee. Ciertamente ella misma fue suficiente juez para castigar sus actos, cuando éstos (y no todos, que conste) lo ameritaron.

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Mr. Brooks, de Bruce Evans

Miguel Cane


Kevin Costner stars in MGM's Mr. Brooks


Si este año fuera 1997 en lugar de 2007, sin duda Mr. Brooks tendría más atractivo en su elenco que ahora; es una cinta de suspenso que tiene un reparto encabezado por Kevin Costner, John Hurt y, en su retorno a las pantallas después de una prolongada ausencia, luciendo tan radiante como en sus mejores años, Demi Moore. Hace una década, estos tres histriones (especialmente Costner y Moore) tenían un imán de taquilla tan grande, que su sola presencia habría garantizado un éxito considerable. No obstante, el hecho de que sean estrellas con menos brillo y presencia mediática actualmente, quizá no sea del todo malo: esto resulta en que los espectadores podrán fijarse realmente en lo que la cinta tiene qué ofrecer, que no es poco, sin tener que exigirle carisma a sus protagonistas.

Dirigida por Bruce Evans, que había tenido más éxito como guionista (adaptó el relato El cuerpo de Stephen King para convertirla en la hoy clásica Cuenta conmigo en 1986), la cinta se acerca a un territorio muy conocido y lo hace con corrección, aunque sin detalles novedosos tampoco: la trama gira en torno al personaje titular (Kevin Costner), una persona “decente y bien educada”, un hombre de negocios con posición desahogada, padre y marido ejemplar que, en el fondo, es un repelente y auténtico psicópata asesino.


Esta es una historia que hemos leído en los periódicos bastante a menudo y alguna vez en la vida nos hemos encontrado a personajes que aparentan ser hombres preparados y correctos, que resultan ser enfermos mentales, capaces de las peores tropelías.

A pesar de ello, esta premisa de este filme podía resultar interesante y más cuando el personaje príncipal era interpretado por alguien tan improbable para el papel como el mismo Costner. ¿Qué quiero decir con esto? Que llega un momento en la carrera de todo actor, y más si hace un buen rato que no da golpe, en que decide seguir el consejo de sus agentes y abandona sus encarnaciones de héroe para interpretar al "malo".


Esto algunas veces funciona; Anthony Hopkins revivió y redefinió su carrera gracias a Hannibal Lecter y Robin Williams hizo el esfuerzo en la regular Insomnia de Christopher Nolan, pero en el caso que nos ocupa nada más no sale así: donde Hurt – como su peligroso alter ego, que es persuasivo y malévolo e irresistible en pantalla, pero bueno, estamos hablando de un gran actor- y Demi (muy bien en la clase de papel que uno asociaría con otra Moore: Julianne) hacen un trabajo sólido y logrado, Mr. Costner queda a medio camino, ni chicha ni limonada: entre otras cosas porque un actor mediocre (y lo es, ¿alguien recuerda El Cartero?) lo será siempre sin importar el papel que haga – y como está escrito, uno siente que éste era un estupendo personaje- y sobre todo porque para ser un asesino en serie de doble vida no se puede ser tan relamido, pomposo e irreal.

Sin embargo y siendo justos, los problemas de la película no pueden atribuirse sólo a una actuación pedestre. Su principal problema está en su estructura, o mejor dicho en su falta de la misma: hay demasiadas subtramas lo bastante interesantes como para captar la atención, que entran y salen sin dar resolución, por lo tanto, la cinta se torna confusa y algunos intérpretes, como Marg Helgenberg (la “Catherine Willows” de la serie de TV CSI), que como Mrs. Brooks queda totalmente desperdiciada y a veces uno tiene la incómoda sensación de que el filme se le va de la mano al director/guionista y que a la hora de la verdad, ya no sabe para dónde hacerse. Esto es una pena, ya que con otro actor (acaso el mismo Hurt haciendo los dos papeles) y un ajuste de tuercas al argumento, la película podría haber resultado mucho más atmosférica y lograda de lo que realmente es.


Mr. Brooks/Mr. Brooks
Con Kevin Costner, Demi Moore, John Hurt y Marg Helgenberg
Dirige: Bruce A. Evans
Estados Unidos, 2007


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Muerte súbita / 16 Blocks, de Richard Donner

Miguel Cane


Warner Bros. Pictures' 16 Blocks


Richard Donner es un cineasta sólido, que en su carrera ha logrado hacer algunas cintas emblemáticas y con seguimiento de culto a nivel popular – Superman (1978), La Profecía (1976), Ladyhawke: el Hechizo de Aquila y Los Goonies (ambas de 1985)- y sagas de éxito taquillero – Arma mortal, con Danny Glover, Mel Gibson y anexas- y éstas sirven para compensar lo oneroso de algunas de sus malas películas como son La Conspiración (1997, con Julia Roberts luciendo adecuadamente avergonzada) y Escape en el tiempo (2004, de la cual no vale la pena ni hablar) y el caso que hoy nos ocupa.

¿Cómo sucede que un director de cierta ralea y un actor que es (o bien, había sido) como sinónimo de cheque al portador – léase, Bruce Willis-, se ven involucrados en un quesque thriller cuyo trailer es más emocionante y atractivo que el producto terminado? El ejemplo se llama Muerte súbita – soso y genérico título aplicado por la distribuidora nacional ante el hecho de que poco sería el público atraído por algo que debería haberse titulado más apropiadamente 16 manzanas o ya de perdis 16 calles- y es casi como un caso de lo que no se debe hacer cuando se filma una película de acción, aún pese a ir protagonizada por el – ya bastante vetarro, aceptémoslo- héroe de Duro de matar.

Bruce Willis in Warner Bros. Pictures' 16 Blocks


Willis hace de Jack Mosley, policía veterano el personaje de un viejo policía, fanfarrón y alcohólico (lo que algunas "personas decentes" se apresurarían a calificar de gandalla), que en un repentino – e injustificado- ataque de honradez decide hacer lo correcto y salvar a un pillo de poca monta – el rapero Mos Def- de morir ejecutado por otros policías corruptos de Nueva York que quieren ajustarle cuentas antes de que suelte la sopa en un tribunal, mismo que se halla a 16 cuadras de la estación de policía; ergo, Mosley deberá escoltarlo y dadas las circunstancias, el trayecto entre un punto y otro se les hará a ambos (y de paso al espectador) eterno.

El mensaje muy poco sutil de la película (que sin duda haría las delicias de la gente a la que le encanta buscar esta clase de cosas en todo tipo de película, como para justificar que tiraron a la basura casi dos horas de sus vidas) es que la gente, si se lo propone, puede cambiar y dejar de ser mendaz y gandallona, para ser decente y honesta, aún en un mundo ahíto de corrupción.
Nada de malo tiene esta propuesta, muy por el contrario; lo chocante es que Donner y su guionista – Richard Wenk, que tiene a su nombre cintas mediocres y de a tiro malitas como la repelente Vamp (1986), que casi nadie recuerda, excepto los escasos fans de la tal Grace Jones y uno que otro aficionado al cinebasura - lo meten a la garganta del espectador aderezada con cuanto cliché hay a la mano y de paso, con embudo.

Por lo demás, la película carece de ritmo para lo que pretende ser; salvo una sola secuencia – el secuestro de un autobús, medio reminiscente de Speed-, no hay tensión suficiente, y las tomas de Manhattan a velocidad de vértigo, saben añejas, además de no funcionar narrativamente – sólo marean, pero nada aportan: la sensación de urgencia que se supone debe sustentar el anodino guión, no se hace aparente con ellas.

La verdad es que esta película no sabe qué quiere ser ni qué desea contar y mucho me temo que en algún punto del rodaje, tanto a Donner como a Willis, dejó de importarles, así que el resultado es éste. Mejor vayan a vivir con su ex y no quemen su dinero en este desperdicio. Pobre David Morse. Ojalá alguien le ofrezca un rol a su altura y digno de sus muchos merecimientos, pronto, ya que es lo único valioso en esta cosa ultra-estúpida y ultra-anacrónica.

Muerte súbita/16 Blocks.
Con Bruce Willis, Mod Def, Jenna Stern y David Morse
Dirigida por: Richard Donner
Estados Unidos 2006



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