31 may 2009

Cloverfield: Monstruo / Cloverfield, film de Matt Reeves

Miguel Cane


Paramount Pictures' Cloverfield


Michael Stahl-David , Lizzy Caplan and Jessica Lucas in Paramount Pictures' Cloverfield



Cinematográficamente hablando, la ciudad de Nueva York no ha sentido lo duro, si no lo tupido: no sólo le ha tocado ser la cuna del hijo del diablo, también ha sido destruída por extraterrestres, meteoros, tsunamis, el cambio climático, un legendario gorila gigante (en tres ocasiones) y hasta una bastardización de la nipona Godzilla.


Cualquiera creería que vivir ahí es exponerse a numerosos peligros y el caso de Cloverfield, la cinta creada por JJ Abrams (Star Trek) – uno de los responsables de que medio mundo ande “Perdido”- parece probarlo: una noche cualquiera, un grupo de jóvenes neoyorquinos son testigos presenciales del ataque de un monstruo colosal que destruye todo a su paso. Mediante una videocámara, presuntamente hallada entre los restos de la ciudad, el espectador es entonces partícipe de los acontecimientos y, muy al estilo de El Proyecto de la Bruja de Blair, la sensación de angustia se vuelve palpable, si bien la cinta deviene en una experiencia desagradabilísima en la que durante hora y media la cámara no deja de moverse, resultando en que gran parte los espectadores, básicamente los no entrenados, no puedan evitar la náusea.

Al no haber trama, no es necesario romperse mucho la cabeza sobre qué hacer – o sentir- respecto a los personajes, aunque eso sí, durante los primeros 20 minutos nos regalan con una historia que no tiene nada que ver con el resto de la película, (salvo quizás como “pista” para luego tratar de sorprendernos), lo que se llama técnicamente “relleno”. Es de admirar que salvo algunas tomas en locación, toda la película fue rodada en estudio, y sin embargo casi no se nota. La película se apoya en la atmósfera caótica y en la brillante edición – saltando de la noche del ataque a escenas grabadas previamente que ayudan a establecer la historia romántica de los ostensibles protagonistas, Rob y Beth (Michael Stahl-David y Odette Yustas)-, pero esto no alcanza para establecer una lógica y si bien el pánico habitualmente no tiene coherencia, una película de este tipo la necesita –de un modo sutil- para no convertirse en un desbarajuste, cosa que finalmente sucede.

Precedida por una campaña viral de marketing que debería servir de manual sobre como utilizar Internet para vender una película, Cloverfield pretende utilizar un estilo hiperrealista, con el grave problema de que sus protagonistas no lo son. Dispuestos por y para la trama, la función principal de los personajes – todos antipáticos yuppies neoyorquinos que suenan y se comportan como clichés- es reflejar los terrores del espectador, que es lo que éstos acuden a (y pagan por) ver: una cámara de DV8 que graba, en primera persona, el ataque del monstruo a la urbe de hierro. Y en eso el film cumple, aunque el resultado es anticlimático e incluso, decepcionante.

Esto es una pena, ya que el debutante Matt Reeves hace su transición de la TV al celuloide con un nivel de dirección apasionantemente alto (un ejemplo es la claustrofóbica y brutal secuencia en el metro de Manhattan), y la acción de la cinta se mueve en tres actos claramente marcados y poderosamente rodados, pero se deshilvana muy rápidamente. Es como si después de improvisar la trama, llegara un momento en que no se sabe qué más hacer con los personajes y su viacrucis. Es verdad que las apariciones de la bestia están calculadas en un ritmo que va in crescendo y su diseño resulta realmente aterrador, pero no basta. El resultado final es desbalagado y pobre, convirtiendo a lo que podría haber sido una experiencia alucinante, en un enorme y costoso lugar común en la historia del Nueva York que conocemos en el cine y que ha enfrentado cosas peores, con mucha más dignidad.

Cloverfield: Monstruo/Cloverfield
Con: Michael Stahl-David, Mike Vogel, Jessica Lucas, Odette Yusman, Lizzy Caplan.
Dirige: Matt Reeves
Estados Unidos 2008.

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El cielo dividido, de Julián Hernández

Miguel Cane


Aunque ha existido como temática narrativa desde hace varias décadas, la homosexualidad en el cine ha tenido que encarar una muy diversa polémica al momento de buscar exhibición en el circuito de salas comerciales, viéndose obligado muchas veces a tener que “maquillar” su tema con tintes de melodrama. Así fue para cintas hoy consideradas clásicas como La Calumnia Infame (William Wyler, 1961 – con Audrey Hepburn y Shirley MacLaine).

Fue hasta 1971 que el británico John Schlesinger se atrevió a romper barreras y mostrar las cosas tal y como eran con Sunday, Bloody Sunday, con Glenda Jackson y Peter Finch, que es el primer filme comercial en mostrar a una pareja homosexual en la cama. A partir de ese momento, se fue dando una gradual apertura, aunque en el cine mexicano se mantuvo un ambiguo hermetismo al respecto – una de las primeras cintas en aludir a la posibilidad de una relación homosexual entre sus protagonistas sin necesidad de explotar su sensacionalismo, fue El Cumpleaños del Perro (1975) de Jaime Humberto Hermosillo, quien posteriormente realizaría la emblemática y refrescante Doña Herlinda y su hijo.


Ahora corresponde el turno de aprovechar el camino abierto por otros a Julián Hernández, que ha buscado desde su trabajo en cortometraje, encontrar un lenguaje cinematográfico propio, con la temática que le obsesiona, muy al estilo Passolini. Sin embargo, Mil nubes de paz cercan el cielo, amor, nunca acabarás de ser amor – sí, tiene afición por los títulos maratónicos- fue, por muchas razones un filme más bien fallido.

Su segundo largo, que se estrena con más de un año de retraso en México, es tan o más arriesgado que el anterior, ya que se trata de una película que rebasa la barrera de las dos horas, con muy escasos diálogos y es muy específicamente gay. Se trata básicamente de la historia de un triángulo amoroso entre tres hombres: Gerardo (Miguel Ángel Hoppe), Jonás (Fernando Arroyo) y Sergio (Alejandro Rojo). La historia en sí es bastante convencional: chico conoce a chico, se enamoran, se pierden, se relacionan con alguien más, hay lujuria, tristeza, deseo… la gama habitual de emociones que corren su ciclo para volver más o menos al mismo punto inicial.

Lo que aquí resulta interesante, es el estilo que aborda Hernández para narrar su trama, mediante una muy buena cinematografía que establece una atmósfera, sin embargo, y pese al notable avance que ha tenido entre una película y otra, como espectador, sentí que más allá de los simbolismos evidentes, la película me dejaba frío, incapacitado para acercarme a ella o a sus personajes.

La cinta, aún si lejos de ser perfecta (y aquí pregunto, ¿cuál lo es, realmente?) tiene numerosos aciertos a nivel técnico, que en un balance más detallado, podrían pesar más que sus defectos y como dije, mi opinión es exclusivamente mía, y una golondrina no hace verano. Creo que lo más importante que podría ocurrirle a esta cinta (y por ende, a su autor, para futuras incursiones, de las que habrá más, recién concluyó el rodaje de su tercer largometraje: Rabioso sol, Rabioso cielo) es que trascienda el circuito de festivales – donde ya causó sensación- y que precisamente esa etiqueta de “cine gay” para poder hablarle más universalmente a un mayor número de espectadores – como hiciera la cinta del mismo Schlesinger, Midnight Cowboy: Perdidos en la noche, que le permitió en trabajos posteriores trabajar con mayor libertad temática. El cielo dividido tiene que encontrar su público; naturalmente (y el director podría sostener esto mismo como un argumento válido) la cinta “es lo que es”, es su visión particular sobre una relación amorosa. Pero el creador – en cualquier rama- debe estar consciente de su responsabilidad con el espectador; esto es algo inevitable toda vez que está expuesto en una sala, o se exhibe en una pantalla, o está en manos de un lector, ya no es nuestro. Pertenece a aquél que ve e interpreta lo que aparece en pantalla. Pero atreverse a hacerlo y de este modo, es un primer paso.

El cielo dividido
Con Miguel Angel Hoppe, Fernando Arroyo y Alejandro Rojo.
Dirige: Julián Hernández
México 2006

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Ceguera / Blindness, de Fernando Meirelles

Miguel Cane




Cuando Fernando Meirelles, el cineasta brasileño reconocido por sus dos magníficas películas anteriores – Ciudad de Dios (2002) y El Jardinero Fiel (2005)- anunció que llevaría a las pantallas la versión cinematográfica de la inquietante novela del premio Nobel de literatura José Saramago Ensayo sobre la ceguera, hubo muchas reacciones encontradas: la novela era virtualmente infilmable desde muchos puntos de vista y su trama de corte apocalíptico y alegórico podría resultar muy difícil de traducir al lenguaje cinematográfico. Meirelles, con la cooperación de compañías brasileñas, de Reino Unido, Canadá y Japón, decidió seguir adelante y los resultados de su aventura ahora se plasman en la pantalla.

Con un elenco internacional, encabezado por una madura y estremecedora Julianne Moore, la cinta transcurre en una ciudad indeterminada (locaciones filmadas en Montevideo y Brasil) en la que de manera inexplicable se desencadena una extraña epidemia de ceguera que afecta a todos, sin distinción de clase social, filiación política o credo.



Los personajes carecen de nombre; sólo tienen algunos rasgos que los identifican (un ejemplo es la joven de las gafas oscuras, interpretada por Alice Braga) y ante la crisis, son aislados por miedo al contagio, en lo que deviene una sociedad anárquica y aterradora de ciegos en la que sólo una mujer puede ver (Moore), la gentil esposa de un oftalmólogo (Mark Ruffalo), que es la única voz de la razón en este microcosmos donde los vínculos normales se desbaratan rápidamente, desencadenándose la lucha por la superviviencia y se impone la ley del más fuerte.

Frente al oculista ciego que trata de organizar una solidaridad de cooperación, se yergue el "rey del dormitorio tres" (Gael García Bernal, que no sucumbe a la tentación de interpretarse a sí mismo), mismo que impone el pago de la comida y la explotación sexual de las mujeres. La violencia se generaliza, los ciegos se rebelan. Cuando el encierro se abre, los ciegos encuentran en el exterior una ciudad devastada por la misma epidemia, un caos insostenible, que sólo ven realmente los ojos de la esposa del médico, quien deberá ser guía y consuelo de unos cuantos ante un futuro desolador e incierto.

Esta "metáfora de todos los males del siglo XX" sobre "la fragilidad de nuestra civilización", en palabras del propio Meirelles, alcanza de manera gradual una atmósfera de angustia y desesperación, que alcanza un violento clímax entre los internos.





Definitivamente, ésta es una película de terror, igual que la novela lo es. Pero no recurre a los efectos baratos, apela al horror más intrínseco del espectador -- el miedo a la barbarie, a perder de pronto el cómodo estatus quo de la “realidad” para encontrarse de manos a boca desprotegido ante algo brutal e incomprensible.



Meirelles consigue aterrorizar al espectador haciéndolo testigo de una violencia que hiela la sangre y perturba sus nociones sobre la naturaleza del hombre “civilizado” cuando éste se halla cara a cara con sus peores instintos. Asimismo, reflexiona sobre la capacidad de amar y su sentido de la responsabilidad; la mujer de médico representa eso mismo: todo lo que hace, lo ha hecho por amor, a su esposo, a su propia condición humana.


Ceguera es una cinta demoledora, adulta, difícil de digerir y que se expone a la incomprensión del grueso del público, al no ser complaciente ni estereotípica. Meirelles vuelve a demostrar su maestría como creador de escenas y director de actores, donde Julianne Moore, con absoluta sencillez, da magistral cátedra de cómo transmitir y afectar emociones, desprovista de todo artificio; una razón más para reconocerla como una de las mejores actrices de su tiempo.


Ceguera / Blindness
Con Julianne Moore, Mark Ruffalo, Danny Glover, Gael García Bernal, Alice Braga y Sandra Oh.
Dirige: Fernando Meirelles
Estados Unidos-Brasil-Reino Unido-Canadá-Japón 2008
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La joven de la perla, novela de Tracy Chevalier - por Patricia Farías

Patricia Farías

Una muchacha de ojos verdes nos mira a los ojos. No sabríamos decir qué hay detrás de esa mirada, que parece melancólica o francamente triste, o tal vez sorprendida. Tal vez mira algo que sabe que ha perdido. La muchacha nos mira, y nosotros imaginamos su historia, tejemos hipótesis sobre el significado de su mirada. La escritora Tracy Chevalier (EE.UU., 1962) nos ofrece una explicación, contándonos una posible historia detrás de la obra de Johannes Vermeer llamada “La Joven de la Perla”.


1664 – La criada
La historia se centra en Griet, una muchacha que por necesidad, debido a la invalidez de su padre tiene que emplearse en la casa del célebre pintor Johannes Vermeer como doméstica. La cualidad que hace que la recomienden para la tarea es que ella es capaz de limpiar objetos sin moverlos para nada de su sitio… algo imprescindible para su padre, que recientemente perdió la vista en un accidente en el taller. Por eso la contratan para ayudar a la otra sirvienta de la casa, pero en especial para limpiar el taller del pintor, un lugar vedado a toda la familia.

En lo que podríamos llamar una entrevista de selección, Vermeer vislumbra la sensibilidad de la muchacha, algo poco común en alguien sin instrucción y proveniente del medio en que ella vive: la chica corta vegetales para la sopa y los ordena por colores. Ante la pregunta de por qué hace eso, responde tímidamente que “los colores se pelean cuando los pones juntos”. Así es como Griet debe mudarse a la casa del pintor, una casa que le resulta atemorizante entre otras cosas porque pertenece a católicos: la familia de Griet es calvinista. En Delft, donde viven, si bien viven apartados son “tolerados, pero no se esperaba que exhibieran abiertamente su fe”. Su padre, sin embargo los consideraba no muy distintos a ellos, aunque tal vez menos solemnes.

En la casa conviven el pintor su esposa Catherina, sus hijos (con uno por llegar), su suegra Maria Thins (sin dudas, la verdadera autoridad de la casa) y la servidumbre. Desde el principio Griet se siente tanto fuera de lugar en la casa, como fascinada por su empleador. No tarda mucho en establecerse entre ellos un vínculo basado en la sensibilidad de la muchacha, tal vez la única persona de la casa capaz de valorar la obra Vermeer en cuanto a arte, y no en cuanto a dinero. Bajo la guía del pintor, Griet aprende con el tiempo a “ver” los colores y cómo se componen; aprende a mezclar los colores para pintar… todo esto de la forma más discreta posible, ya que los dos saben que ese vínculo no será bien visto por los demás ocupantes de la casa. El artista, intrigado por su personalidad, dedica algunos minutos a enseñarle, por ejemplo, cómo usa la cámara oscura para captar detalles y matices para sus cuadros, porque “sus ojos no siempre lo ven todo”.

Instintivamente casi, tanto la hija mayor del pintor como su esposa sienten antipatía hacia Griet. La hija, tal vez por verse desplazada en la atención de su padre, que pasa largas horas en el estudio, un lugar que está vedado para todos salvo para Griet. La esposa, porque intuye o sabe que la muchacha tiene el don de comprender el arte de su esposo, incluso sin tener educación. Basta un diálogo para que eso quede demostrado de la manera más simple: Griet pregunta a Catherina si debe limpiar los cristales del estudio, a lo que la señora responde con fastidio que “No hace falta que me preguntes esas tonterías”. Griet explica sencillamente: “Por la luz, señora. Podría cambiar la pintura si los limpio. ¿Entiende?” Ella misma reflexiona después que su señora no entendía. Fue necesario que le preguntara a su esposo, quien por supuesto dijo que los cristales debían quedar como estaban.

Por otra parte, la realidad familiar de Griet hace que sea una especie de carta ganadora que puede significarle a la familia un mejor pasar. La muchacha conoce por sus idas al mercado local a Pieter, el joven hijo de un carnicero que inmediatamente se siente atraído por ella. El sentimiento no es mutuo, Griet se intuye superior a él y tal vez secretamente desea “algo más” aunque sin dudas sabe que no está en posición de acceder a eso. La familia de ella apoya incondicionalmente (y a veces hasta demasiado abiertamente) un posible noviazgo entre ellos, porque esa relación significaría disponer de alimentos sin limitaciones. Dentro de su medio social, Pieter no es un mal partido, si bien es muy simple y no entiende la forma de ser de Griet.

La situación de Griet como criada en la casa de Vermeer también la expone a otros visitantes cuyo interés en la muchacha pasa meramente por su apariencia y por sacar provecho de su condición inferior. Es el caso de Van Ruijven, el principal cliente del pintor. Este hombre compra las obras de Vermeer, no tanto por apreciar el arte en sí mismo sino más bien por hacer ostentación de poseer esas obras hechas por encargo. Pero también suele aprovecharse de las modelos que posan junto a él en algunas de las obras, al punto de que es conocida la historia de una de ellas que quedó embarazada. Por lo tanto, posar junto a Van Ruijven equivale a deshonra para la gente del medio de Griet y para ella misma, que varias veces debe esquivar los avances de él.

Poco a poco Griet comienza a ayudar al pintor, tanto moviendo apenas algún detalle de sus obras, como preparando los colores que él necesitaría al día siguiente para su trabajo. Esto era un secreto entre ambos, ya que él nunca comunicó a su familia las tareas extra que le asignaba a la muchacha, y ella no decía nada al respecto. El pintor es egoísta en lo que respecta a su arte: él no quiere molestias y es ella quien tiene que ingeniárselas para solucionar los problemas que pueda tener para poder cumplir con su rol de asistente y sus tareas domésticas. Su amigo Van Leeuwenhoek (quien le presta la cámara oscura) lo dice claramente: “…sólo piensa en él y en su trabajo, no en ti. Debes tener cuidado…”, le advierte a Griet.

Tracy Chevalier


1665 – 1666 – La joven de la perla
La idea toma forma poco a poco. Van Ruijven pide abiertamente un cuadro con Griet como modelo. El pintor se niega, ella se siente aliviada. Pero un día Griet está cerca de las ventanas del estudio y el interés del artista se despierta. La mira, le pide que asuma una posición determinada. Lo que ella tanto teme ha sucedido: la va a pintar. Será un cuadro para Van Ruijven, por supuesto, ya que los hijos siguen llegando a casa de los Vermeer, y hay que alimentarlos… y para eso hay que ganar dinero, vendiendo cuadros.

Pero se trata de un cuadro peculiar. No es un grupo, ni tampoco la muchacha ocupada en alguna actividad cotidiana. Es un retrato. Un retrato donde el pintor afirma que la pintará como la vio por primera vez, como “ella misma”; no como una criada. Griet no quiere ser pintada como una criada, con una escoba en la mano. Empiezan a trabajar; la muchacha asume la posición tan clásica y conocida para nosotros hoy en día. Sin embargo, algo falla. La cofia que Griet siempre lleva esconde sus facciones, también su cabello que ella siempre lleva oculto, al que atribuye una extraña fuerza, una representación de “su otro yo”.

Varias veces Pieter, ya su novio formal, intenta saber de qué color son sus cabellos, pero ella le miente siempre. Su cabello es “… largo e indómito. Cuando me lo dejaba sin cubrir parecía que pertenecía a otra Griet, una Griet que iría a un callejón sola con un hombre, y que no era ni tan tranquila ni tan callada ni tan limpia. Una Griet semejante a las mujeres que no se cubrían la cabeza [las prostitutas]. Por eso mantenía mis cabellos completamente cubiertos, para que no hubiera rastro de esa Griet.”

De algún modo, mientras su cabello esté oculto, ella se siente a salvo. Hasta ese momento, en que la cofia se interpone entre el artista y su obra. Vermeer le pide que se quite la prenda, ella se niega y pide por favor que no le pida eso. Ante la dificultad de cómo pintarla (no como una criada, ni como una dama), Vermeer trae unas piezas de tela para que ella vea qué puede hacer con ellas. De ahí surge el famoso turbante, tan poco común para la vestimenta de la época.

Sin embargo, ya casi terminado el cuadro, Vermeer no está satisfecho. Algo falta, y cuando Griet pide ver la obra se asombra de verse como si fuera otra persona, de otro país. Se ve mirando directamente a alguien, o “como esperando algo que no creía que fuera a suceder nunca.” Pero Griet sabe qué es lo que falta, ya que recuerda que el pintor utilizaba frecuentemente un punto brillante para atraer la mirada del observador. Lo que falta es precisamente, la perla. Las perlas de Catharina, la esposa del artista, que muchas veces cedía sus joyas a las modelos, pero no a una criada a quien siempre le marcó su desconfianza con respecto a las joyas. El pintor tarda unos días en identificar qué es lo que falta, pero finalmente lo sabe.

Griet trata de evitarlo, pero en ese momento se enfrenta a la realidad que le habían anticipado: Vermeer piensa en su trabajo, y nada más. Griet sabe que además, va a perder su trabajo en el preciso instante en que se conozca el cuadro y la esposa del pintor vea sus perlas. Sin embargo, no puede persuadirlo de abandonar su idea, y el pintor le ordena ir a prepararse para posar. En ese momento, mientras ella se está preparando, Vermeer se acerca al umbral de la puerta, y la ve: ve su cabello. Una vez que han descubierto su secreto, que han visto su cabello y como ella cree, su otro yo, Griet se siente libre y siente que ya nada importa demasiado. Tanto es así, que va a buscar a su novio y por primera vez se entrega a él en un callejón, cerca de un bar.

Después de ver el cabello de la muchacha, Vermeer añade un mechoncito de cabello asomando desde el turbante. También le indica que se humedezca los labios y entreabra la boca: ella sabe que las “mujeres virtuosas” no hacen eso, pero obedece, con los ojos llenos de lágrimas. Es como si de algún modo Vermeer supiera lo sucedido la noche antes. Griet no tiene las orejas perforadas, pero eso no es un problema para Vermeer, quien simplemente le indica que ella deberá ocuparse del asunto. Sin tener a quien acudir, finalmente se perfora ella misma la oreja que será visible en el cuadro. El proceso es largo y doloroso, ya que la herida se infecta, pero Griet continúa hasta lograr hacer la perforación para el pendiente. Con ayuda de Maria Thins, que le da las perlas un día que su hija no está en la casa, finalmente el cuadro va a ser terminado. Es el día del décimo octavo cumpleaños de Griet, el mismo día en que Pieter elige para ir a la casa de sus patrones y comunicarle que ha pedido su mano a sus padres. Poco importa la opinión de Griet, es evidente. Ella lo despide y sube a cumplir con su obligación de posar.

El único contacto vagamente sensual o íntimo que Vermeer y Griet tienen es precisamente ahora: ella le pide que sea él quien le coloque el pendiente. El dolor es enorme, Griet deja caer una lágrima que el pintor recoge con su dedo, le acaricia el labio… y se aleja otra vez. Pero no está completo todo aún. Vermeer quiere que ella luzca ambos pendientes, no importa si el otro no se verá. Una vez más, el pintor indica que ella debe ocuparse del asunto, ya que debe perforarse la oreja frente a él; y se sienta a posar, sintiendo el dolor. Cuando terminan, ella espera con el cabello suelto en la otra habitación, pero el pintor no acude. Una vez terminado el cuadro, Griet ya no es interesante.

La muchacha nunca llegó a ver el cuadro terminado, ya que muy pronto Catharina ve el cuadro y la llama al estudio de su marido, acusándola de robarlos. Cuando llega el pintor, la esposa lo recrimina por nunca haberla pintado y en un acceso de furia, intenta destruir el cuadro. Griet abandona la casa y ya en la calle, debe decidir qué hacer. Finalmente decide lo que “sabe” que debía decidir, y sigue su camino.

1676 – La mujer libre
Pasa el tiempo, diez años donde nunca volvió a ver ni al pintor ni a su familia. Griet está casada con Pieter y tiene dos niños. Desde que dejó la casa y se casó, la familia Vermeer empezó a comprar en otro puesto, incluso dejando una deuda a la que Pieter se refería como “el precio que pagué por ti”, agregando que ahora sabía cuánto vale una criada. Su vida es monótona pero no del todo infeliz, pese a que su marido sigue sin comprenderla plenamente. Sin embargo no hace preguntas. Poco queda de “la joven de la perla”, salvo unos bultitos en los lóbulos de sus orejas.
Un día Tanneke va a buscarla, su señora quiere verla. Griet sabe que Vermeer ha muerto dos meses atrás, pese a que nunca lo vio más que de lejos en todos estos años. De a poco, ha ido olvidando lo que añoraba cuando trabajó en su casa, y también ha ido olvidando sus sentimientos hacia él.

Vermeer ha muerto, Van Ruijven también. Pocos quedan de los actores del drama de la perla. Maria Thins sigue allí, como siempre, y es la que recibe a esa criada que tantos problemas les ha dado. Pero es Catharina quien la busca, junto con el albacea del testamento. La familia está arruinada, pues luego de la guerra con Francia la venta de cuadros disminuyó hasta casi desaparecer. Luego el pintor falleció, dejando una carta para su esposa: en esa carta dispone que se le entregue a Griet los pendientes de perlas. Pese a que Griet pretende rechazarlos, Catharina insiste ya que según ella, el pintor ha decidido por las dos. Como siempre, tal vez.

Entonces Griet se marcha, con los pendientes en la mano.. No puede llevarlos a su casa ya que su esposo nunca supo realmente la historia del cuadro, así que los vende. El producto de la venta es de cinco florines más que la deuda pendiente de los Vermeer. Esos cinco florines, Griet decide no gastarlos nunca. A su esposo en cambio, le haría feliz saber que la deuda fue saldada.

La joven de la perla finalmente es una mujer libre.

Girl with a pearl earring
1999, Tracy Chevalier
Traducción de Pilar Vázquez - Santillana Ediciones Generales – Punto de lectura
ISBN: 84-663-0798-2

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29 may 2009

Lejos de ella / Away from her, film de Sarah Polley

Miguel Cane


Julie Christie and Gordon Pinsent star in Lionsgate Films' Away From Her


¿Cuánto estamos dispuestos a sacrificar por amor? Esta es la principal pregunta que plantea la cinta debut como directora de la actriz canadiense Sarah Polley, con una interpretación impecable y luminosa a manos de Julie Christie.

Basada en un relato de Alice Munro, esta es la historia de Fiona y Grant Anderson (la Christie y Gordon Pinsent), un matrimonio de clase acomodada en Ontario, con cuarenta años de vida en común. Grant adora a su mujer y ella le corresponde, se hallan en ese momento que muchas parejas no imaginan del todo, en que la compañía del otro se hace necesaria, en el que los silencios son amorosos y en que la idea de que uno de los dos desaparezca es una pesadilla casi tangible ante la inexorabilidad del tiempo.

Julie Christie and Gordon Pinsent in Lionsgate Films' Away From Her




Julie Christie and Gordon Pinsent in Lionsgate Films' Away From Her

Si alguien tiene la fortuna de encontrarse en esta clase de relación, estaría dispuesto a sacrificar casi todo por el su otra mitad. Pero, ¿y si ese sacrificio supone arriesgarse al olvido? ¿Y si lo mejor para aquel o aquella a quién amamos es alejarla de uno mismo? ¿Y si la felicidad de tu compañera supone tu desdicha? El planteamiento de la trama se hace sin estridencias y los principales – apoyándose en Olimpia Dukakis y Michael Murphy- lo muestran con virtuosismo escénico.

Sarah Polley, que se nota aprendió bajo la tutela de cineastas como Isabel Coixet o Atom Egoyan, para quienes trabajó desde niña, realiza una lectura de los sentimientos de la pareja.

El Alzheimer empieza a hacer estragos en los recuerdos de Fiona y, aunque ella toma una rápida conciencia de la situación e intenta convivir con su memoria que se desvanece, llega un momento en el que la situación se vuelve hasta peligrosa. Es en ese instante cuando ella toma la determinación de ingresar en una institución especializada, mientras trata de salvar a su pareja de una carga de por vida.

Grant no está de acuerdo y, aunque preferiría ser él quien cuidase de su esposa, no puede negarse a sus deseos. El problema surge cuando las normas de la residencia obligan al paciente a permanecer los 30 primeros días sin recibir visitas para una correcta adaptación a la nueva vida. ¿Cuántos recuerdos es capaz de borrar la enfermedad en ese lapso de tiempo? El relato se centra entonces en cómo Grant afronta esta nueva etapa de su vida. En los sentimientos de soledad y de tristeza de un hombre bueno que lucha por aferrar a su compañera de vida a los recuerdos que comparten, en los sacrificios que está dispuesto a llevar a cabo por la felicidad de su esposa y en el sentimiento de culpa que acecha ante los errores que pudo cometer en su relación.

La principal razón para asomarse a lo que en manos menos hábiles y con un elenco sin este calibre tal vez sería un rutinario melodrama doméstico, es la presencia de Julie Christie como Fiona, al frente de un elenco notable. Reteniendo sin artificios la hermosura de su juventud –que incendió las pantallas durante décadas con filmes como Doctor Zhivago, Venecia Rojo Shocking, El Mensajero y la formidable Petulia (1968) de Richard Lester, por mencionar algunos-, encarna a una mujer que, aún si pierde los vestigios de su personalidad, no abandona su naturaleza generosa y su corazón, con una ternura y fuerza que estremecen al espectador sin necesidad de argucias lacrimógenas.

El tránsito de Fiona hacia el extravío es una experiencia de gran intensidad emocional, haciendo al espectador partícipe en la construcción de dos personajes tremendamente humanos, con personalidades fuertes y definidas que conducen el relato de forma natural. Son lo mejor de un debut que demuestra que Sarah Polley tiene suficiente carisma y sensibilidad como para esperar de ella una interesante carrera detrás de las cámaras.

Lejos de ella/Away from her
Con Julie Christie, Gordon Pinsent, Wendy Crewson, Michael Murphy y Olympia Dukakis
Canadá, 2006.

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Lejos del mundanal ruido / Far from the Madding Crowd, de John Schlesinger

Miguel Cane




Este es un filme clásico de los 60, que en su momento sufrió la incomprensión de los públicos y actualmente, padece a causa de la amnesia/anorexia/apatía de las nuevas generaciones que, sin explosiones o chistes baratos, se rehúsan a siquiera explorar una historia que les resulte ajena en periodo histórico, temática o lenguaje.

Basada en una novela de Thomas Hardy (el mismo de Tess de los D'Urberville), ésta es la historia de una chica llamada Bathsheba Everdene (la celestial Julie Christie) y los tres hombres en su vida.

Todo comienza en 1864, cuando Bathsheba (o bien, Betsabé, como en la Biblia), siendo aún una adolescente, recibe su primera oferta matrimonial por parte de Gabriel Oak (el espléndido y muy guapo Alan Bates), un granjero modesto -- aunque con mejor posición que ella- que se dedica a la cría de ovejas. Bathsheba declina la proposición. Pese a que le convendría (ella es una huérfana sin medios), no ama a Gabriel y ¿qué objeto tendría casarse sin amor para ser infelices?
Gabriel accede. Después resulta que esto fue una bendición después de todo, ya que pocas noches después, uno de sus perros pastores enloquece y acaba con sus ovejas, por lo que ahora el hombre está arruinado. Haber tenido una esposa sólo habría complicado las cosas.



Quiere el destino entonces que Miss Everdene herede una granja y que Oak vaya a trabajar para ella. El granjero vecino, el rico viudo Mister Boldwood (el muy propio Peter Finch) pretende a Bathsheba, pero ésta se fija en el petulante y atractivo Sargento Frank Troy (Terence Stamp, tan apuesto como repugnante) y las cosas se complican de modo trágico...

No voy a contarles el resto de la historia (eso no es comentar cine, sólo es repetir lo que se ve y no tiene ningún mérito). Es preferible que, si pueden, traten de encontrar esta formidable cinta. El trabajo como director de cinematografía de Nicolas Roeg (años después se convertiría en un sensacional director por mérito propio) es fascinante: nunca antes la campiña inglesa de Wessex y Wiltshire había sido fotografiada con tanta ternura y textura.

Schlesinger es reconocido como un excepcional director de actores y éste filme no es la excepción.

El impacto de esta cinta reside en que pese a que dura casi tres horas, mantiene la atención del espectador todo el tiempo, siempre hay algo que sucede con los personajes y la historia, que hace reveladoras confesiones sobre las clases sociales en el Reino Unido del siglo XIX, está llena de sorpresas inteligentes.

Sin duda, uno de los filmes más relevantes de su periodo histórico que amerita un redescubrimiento, no sólo por las extraordinarias actuaciones de su elenco, sino también por su magnífica historia, relatada con compasión y riqueza de atmósfera, algo que no se ve mucho en cine hoy en día.

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Lemming, de Dominik Moll

Miguel Cane






Dirigido con estilo por Dominik Moll, el responsable de la aguda y siniestra Un amigo como Harry, este filme oscila entre realidad y fantasía, entre lo racional y lo surrealista, dejando al desnudo el horripilante y violento lado oscuro que el ser humano “civilizado” ha hecho un arte de ocultar.

Aquí Laurent Lucas y Charlotte Gainsbourg interpretan a Alain y Benédicte Getty, pareja de recién casados con poco de haberse establecido en un plácido suburbio residencial de clase media alta al sur de Francia. Él es ingeniero, especializado en diseñar sistemas de seguridad y vigilancia, y ella, dulce y sensible, es ama de casa. Su existencia es armoniosa, como todos los jóvenes matrimonios al aventurarse al territorio del “felices para siempre”. En este caso, no hay presiones económicas y Alain tiene un estupendo trabajo.


El aspecto idílico comienza a cuartearse rápidamente cuando él invita a cenar a casa a su jefe, Richard Pollock (André Dussollier) y la esposa de éste, la chic-pero-perturbada Alice (Charlotte Rampling), quien tiene un guardarropas espectacular y usa lentes oscuros todo el tiempo, aún en interiores.

Ella no puede (¿o será que no le da la gana?) controlar sus frecuentes impulsos hostiles, por lo que antes que uno pueda decir “que aproveche”, la cena se convierte en auténtica masacre y sin que la mortificada Benédicte pueda siquiera servir el plato principal, el matrimonio mayor sale, dejando tras de sí una evidente aura de rencor.


Acto seguido, Alain se ocupa de un problemilla doméstico que se torna en misterio: el fregadero de la cocina tiene la tubería obstruida por lo que resulta ser, inexplicablemente, un lemming, especie de roedor natural de los países escandinavos, famoso por suicidarse en masa tirándose al mar. Será sólo una cuestión de horas para que Alice Pollock reaparezca ante el joven matrimonio y su hermoso mundo perfecto se transmute en un infierno de deseos oscuros y reprimidos, de usurpaciones y venganzas, trastocándose en una ominosa y casi palpable atmósfera de ansiedad.

Con notables guiños a la obra de Polanski, Bergman y Kubrick – algo que extrañamente no pesa en la cinta, sino que le da un estilo particular- ésta es una historia (escrita por Giles Marchand y el propio director) que se resiste a ser clasificada con etiquetas de género; es por turnos asfixiante, enternecedora, brutal, sofisticada y siempre sorprendente.







El impecable trabajo del cinefotógrafo Jean-Marc Fabre ayuda a establecer un espacio luminoso donde hay rastros de una oscuridad inminente que se va filtrando hasta envolverlo todo, metafórica y literalmente.


El elenco principal hace un trabajo memorable, en la encarnación de dos aspectos de la institución matrimonial: una plena de esperanza y la otra siniestra, consumida por odios. Además, es claro desde un principio que, casi en su totalidad, la cinta pertenece a sus protagonistas femeninas, que se adentran en este laberinto tenebroso con paso seguro, distinción y valentía; así vemos, como es su estilo habitual, a la legendaria Charlotte Rampling hacer alarde elegante de su encanto amenazador y gracia salvaje (algo que ha cultivado desde Portero de noche, pasando por la excepcional Bajo la arena), donde la casi virginal Charlotte Gainsbourg lleva a su personaje por un viaje extraño e irreversible hasta una conclusión espeluznante: al final, ninguno de los personajes será como al principio y esto, en manos de un director talentoso como Moll, es un auténtico logro… aún si Lemming no es una película fácil de comprender, o de explicar, si bien una vez vista, es un recuerdo inquietante e imborrable.


Lemming
Con Charlotte Gainsbourg, Laurent Lucas, André Dussollier y Charlotte Rampling.
Dirige: Dominik Moll
Distribuye : Artecinema (2005)

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Leones por corderos / Lions for Lambs, de Robert Redford

Miguel Cane


Robert Redford , Meryl Streep and Tom Cruise star in United Artists' Lions for Lambs


En su más reciente filme, Leones por corderos, Robert Redford, que regresa a la dirección tras siete años de ausencia, presenta tres historias entrelazadas con el fin de dar un mosaico de la actual realidad estadounidense, para buscar los posibles motivos que han llevado al vecino del norte a una guerra sin salida aparente y a todas luces inútil.

En una oficina del congreso, el senador Jasper Irving (Tom Cruise), aspirante a la presidencia, está a punto de soltar una noticia muy grave acerca de una nueva estrategia bélica a Janine Roth (Meryl Streep, regia como es habitual) una prestigiada periodista de televisión; así, mientras que ambos participan en un feroz juego del gato y el ratón, en pos de la verdad, en una universidad, el profesor Stephen Malley (Redford) se enfrenta a uno de sus alumnos más brillantes (Andrew Garfield) que corre el peligro de frustrar para siempre sus enormes posibilidades; entretanto, en Afganistán, dos de los antiguos alumnos del Malley, ponen al descubierto los debates y los argumentos de sus mentores y sus políticos en una cruda lucha por la mera supervivencia, cuyas desgarradoras consecuencias afectarán a todos los personajes.

A partir de un sólido guión escrito por Matthew Michael Carnahan, Redford (que desde la devastadora Gente como uno, de 1980, no había logrado presentar una historia con tanta fuerza y entereza) analiza tres aspectos por lo que estima que su país ha llegado hasta este punto caótico, la educación, los medios y la política, desarrollándose en esos tres ámbitos el grueso de la trama, y viendo reflejadas las consecuencias de las decisiones que se toman en cada territorio en un cuarto, el campo de guerra.


Meryl Streep and Tom Cruise in United Artists' Lions for Lambs


Con estupendas actuaciones – hasta del habitualmente inane Cruise, que retoma la misma vena que le descubrió P.T. Anderson en Magnolia- se cuida de no caer en la trampa de presentar argumentaciones maniqueas. Este no es un típico film de buenos y malos, es más complejo, como escenas de la vida misma. El personaje de Streep es imperfecto y sus propios errores del pasado la persiguen, al igual que su consciencia, que la lleva a buscar ser honesta desde una posición donde sería muy fácil engañar, mientras que Redford es el centro moral dentro de la vida de sus alumnos. Trabajo adulto y logrado, Leones por corderos es una cinta descarnada en sus planteamientos, que no hace concesiones y no pierde nunca el ritmo.

No fue fácil para Redford que, con su status de superestrella, se le tomara en serio como director, aún si tiene cintas interesantes (Quiz Show, El Milagro) y una auténtica obra maestra (Gente como uno). Con esta producción se reivindica, es profundamente emotiva, mas no sensiblera. Es la triste historia de personas comprometidas por los ideales de juventud, y como estos se ven afectados por los intereses personales de terceros, que acaban moviendo el mundo. De esta batalla surge la incógnita planteada en la cinta: ¿quiénes son los leones y quiénes los corderos?

Desde hace siglos, la estrategia militar ha contemplado el colocar cebos humanos para que las huestes milicianas los arrasen, es así que millares de reclutas estadounidenses mueren en las guerras. El inescrupuloso personaje de Cruise pretende usar a los medios (es decir, Meryl) para que difunda un programa que fundamente esta nueva ofensiva, pero está en manos de los que hacen las noticias el develar la verdad. ¿Eso es aún posible? Esta tampoco es una película de denuncia, sólo busca que el espectador se plantee principios que parecen bien fundamentados pero cuyo valor se diluye fácilmente en el fragor de guerra en la vida real. Sin duda, este es uno de los grandes estrenos del año y no hay que dejarla pasar sin analizarla con cuidado: no es “divertida” ni “con mensaje”… pero sí resulta, a fin de cuentas, muy reveladora.

Leones por corderos/Lions for Lambs
Con Meryl Streep, Tom Cruise, Andrew Garfield, Michael Peña y Robert Redford
Dirige: Robert Redford
Estados Unidos 2007

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Leyenda del Zorro, La / Legend of Zorro, de Martin Campbell

Miguel Cane


Antonio Banderas and Catherine Zeta-Jones star in Columbia Pictures' The Legend of Zorro


Las cosas han cambiado para Don Alejandro de la Vega (Antonio Banderas), alias “el Zorro”, desde que se casó con la despampanante Elena (Catherine Zeta-Jones, cuya sola presencia justifica la existencia de esta película), ya que le está costando mucho trabajo adaptarse a la vida familiar, no conoce bien a su hijo Joaquín (Adrián Alonso, Al otro lado) y la aparición de un tal Armand (Rufus Sewell, al que sólo le falta un letrero que diga “éste es el malo”, igual sucede con Raúl Méndez, especialista en hacerla de villanazo) hace que el matrimonio no sólo entre en crisis, sino que obliga al héroe a ponerse capa y antifaz para defender a la vieja California, en un momento clave de su historia.

Siete años después del éxito que fue La Máscara del Zorro – no fue aquella cosa de dimensiones espectaculares, pero ciertamente fue el estirón que necesitaba para afianzar su carrera la Zeta-Jones- el mismo equipo regresa a la misma locación mexicana a tratar de hacer una secuela que esté a la altura de las aventuras originales, pero, además de que sin Anthony Hopkins falta una pieza importante, la verdad es que a nivel guión y desarrollo, esta secuela es más de lo mismo, y algo pasadita de tueste – por ejemplo, la añadidura del chiquillo a la aventura como el pretexto ideal para atraer a familias con niños a la taquilla y la innecesaria y barata transformación del caballo en un simple payaso (¡Fuma y eructa! Perdón, pero esto resulta demasiado estúpido como para ser aceptable, aún en una película como ésta).


Catherine Zeta-Jones in Columbia Pictures' The Legend of Zorro


El bastante capaz neozelandés Martin Campbell repite como director y es realmente muy habilidoso para coreografiar sus secuencias de acción (la del tren, por ejemplo, que sostiene el balance correcto de suspenso/acción todo el tiempo; no en balde hace cintas del 007), lo que mantiene la película entretenida, junto con el trabajo de los actores que, de verdad uno espera se hayan divertido tanto en realidad como parece (al menos Banderas parece haber disfrutado el haber vuelto al antifaz y la espada), además que la química entre los actores principales es tan buena como en la original, por lo que resulta irritante que la mayor parte de la película ande cada uno por su lado, lo que hace que a veces la trama sea innecesariamente lenta.

La Leyenda del Zorro cuenta con un buen trabajo de fotografía por parte del estupendo Phil Meheux, que también se encargó de iluminar cuidadosamente la primera parte (se nota que le tiene cariño a la Zeta, que luce suprema aquí y en cuanta película ha hecho con él) y no es realmente mala, pero si se mira todo el conjunto – que incluye una aparición de Pedro Armendáriz Jr. (casi de cajón en cintas de este estilo, dios sabe por qué: Armendáriz merece más) y la aparición de la guapetona Giovanna Zacarías, que ha estado haciendo cosas en EU- en realidad el resultado es una fiesta de efectos con un guión flojo y medio bobo (cortesía de los creadores de ese bodrio llamado La Isla) que culmina con una sensación al salir de la sala que equivale a encogerse de hombros y decir “¿y qué?” antes de olvidarla por completo y para siempre.

La Leyenda del Zorro/Legend of Zorro
Con: Antonio Banderas, Catherine Zeta-Jones, Adrián Alonso, Rufus Sewell y Raúl Méndez
Música: James Horner. Guión: Roberto Orci y Alex Kurtzman. Dirige: Martin Campbell
(Estados Unidos, 2005)

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Llamando a un ángel, de Rodolfo Guzmán, Héctor y Francisco Rodríguez

Paxton Hernández





La dantesca comedia antirromántica
Magna triunfadora en el Festival de Guadalajara 2007 con el Premio del Público al Mejor Largometraje Mexicano y acreedora a un jugoso contrato de distribución por la poderosísima BuenaVista International, de la Disney, Llamando a un ángel (México, 2007) continua con la asombrosamente buena racha de filmes mexicanos en cartelera.

Es un filme dirigido a seis manos por los hombres-orquesta Rodolfo Guzmán, y los hermanos Héctor y Pancho Rodríguez. Sucédaneo directo de los filmes integrados por cortometrajes con unidad temática tipo Cero y van cuatro y Sexo, amor y otras pervesiones, resalta de inmediato de aquellos desastres por su formidable ingenio mordaz, su alevoso sentido del humor por completo negro, y una reinvención fílmica que raya lo brillante iniciada desde la ocurrente secuencia de los créditos iniciales, por completo insólita.


Cada cortometraje es dirigido por un director distinto. En principio son 3 cuentos cortos bastante desquiciados y grotescos, llenos de mala leche, en lo que cabe desinhibidos y libertinos, que se supone son un descenso a los infiernos de la miseria sexual y emocional, teniendo claro su homenaje a la Divina Comedia de Dante, aunque queda a discusión cuál fue el Cielo, el Purgatorio y el Infierno. Pero no se trata de azotes ni regodeos en esa miseria, sino puro desmadre en un filme cuya más grande virtud es no tomarse nada, pero nada, en serio.

El canto I se llama La ciudad doliente. Ángel Flores Fuentes (Julio Bracho) es un profe de una prepa tapatía en donde ya se hizo costumbre que el personal docente se ande tirando a los alumnas. Un buen día le rompe los dientes a su alumno odiado por igual por compañeros y maestros Gustavo (Andrés Montiel) en un ataque de celos por la aventada alumna Ivette (Sherlyn tan sadiana como Claudia Soberón en SOBA). Sin dar muchos detalles sobre su hábil giro argumental, aquí el humor macabro se ha vuelto macabrón, hasta ojete.

El canto II es Sufrimiento eterno. Gozoso melodramón autoconsiente y autocrítico con la ex hippie ahora malcasada Fátima (Mónica Dionne sensacional) que un buen día sueña con un antiguo amor de su vida y abandona sin decir más a su esposo adúltero señor de un emporio de teléfonos celulares Damián Hemelmann (Marco Antonio Treviño soberbio) en aras de perseguir a su gran Ángel Flores Fuentes (Alberto Estrella formidable), llamando a tres que tenían los mismos exactos apellidos del directorio telefónico y así ser el detonante de la ficción. Sin dar muchos detalles sobre su malvibroso giro argumental, aquí el tiro resentido sí se ha salido por la culata.

El canto III, sin duda el mejor, magnífico tanto visual como narrativamente, es La gente condenada. El calenturiento joven fotógrafo Ángel Flores Fuentes (Juan Pablo Abitia atolondradamente hilarante) cree haber recibido un mensaje telefónico de su antigua novia Eva Figueroa (desatada Patricia Llaca gozando como nunca su naquez) por lo que se traslada al rancho en que vive, tentado por el ranchero ultramisógino Joel Villaseñor (Luis Felipe Tovar casi sublime como el mismo diablo). Sin dar muchos detalles sobre los virtuosísticos casi perfeccionistas giros argumentales y esas atmósferas plasticistas como del ultramundo, el canto III es la gloria de la ocurrencia, la desfachetez y la gracia verdadera.

Con una muy ad hoc banda sonora metarrockera, y una visión totalmente desencantada del romanticismo en todas sus formas y variedades, he aquí la muy graciosa y enredada película cómica con acento descaradamente tapatío y diálogos chispeantes que parece gritar ¡Que muera el Amor y viva el Infierno!

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Sálvese quien pueda / Keeping Mum, de Niall Johnson

Miguel Cane



Patrick Swayze , Kristin Scott Thomas , Rowan Atkinson and Maggie Smith in ThinkFilm's Keeping Mum



Esta deliciosa comedia de humor negro (¡negrísimo!) es uno de los secretos mejor guardados de este verano y no debería ser así: la trama es ingeniosa, las actuaciones de primera, y definitivamente, amerita que un mayor público la vea, aún pese al rutinario título que le ha endilgado la poco imaginativa distribuidora: Sálvese quien pueda es mucho más interesante de lo que parece y si le entran con gusto, saldrán muy satisfechos.

Dirigida por Niall Jonson (El Gran Cambiazo), esta es una comedia británica de estilo típico, pero implicaciones más ácidas de lo esperado, situada en una de esas preciosas aldeas de la campiña inglesa donde autores como Agatha Christie suelen situar sus novelas de misterio.

En la pintoresca población de Little Wallop habita el reverendo Walter Goodfellow (Rowan Atkinson, Mr. Bean) tan despistado y obseso con su trabajo, que “no pela” a su guapa y bastante ardorosa esposa, Gloria (la siempre fascinante Kristin Scott-Thomas), ni a sus hijos, la bastante desinhibidita Holly (Tamsin Egerton) y el tímido Peter (Toby Parkins).

Como bien reza el refrán, el que tenga tienda, que la atienda y en vista del éxito obtenido, Gloria deja que le haga ojitos el marrano golfista americano Lance (Patrick Swayze, en una interpretación de sangre pesada que le sale muy natural), que le da clases particulares y quiere algo más… y no sólo con ella.



Es entonces que aparece en escena la enigmática pero eminentemente adorable Grace Hawkins (la regia Maggie Smith), ama de llaves que parece tener una respuesta para todos los problemas de la familia: Walter aprende a relajarse y a encontrar su lado amable, el perro latoso que no deja descansar a Gloria, de un día para otro deja de ladrar; Holly deja de ser tan aventada y Toby comienza a sentirse más seguro de sí. Ahora lo único que falta es lograr reconciliar a la pareja, aún si para lograrlo, Grace deba valerse de métodos muy poco ortodoxos. Pronto, la cinta se deja ver como una farsa filosa y muy entretenida, que lleva de la carcajada al escalofrío, muchas veces en la misma escena.


Maggie Smith in ThinkFilm's Keeping Mum



La verdadera estrella en este filme es Maggie Smith, que con absoluta sencillez se roba cada una de sus escenas como una mujer amorosa y dedicada, que ha guardado un seceto por más de cuarenta años, aunque sería incapaz de hacerle daño a nadie… sin una buena razón para ello. En una era en que se ha perdido la sutileza para contar historias en el cine, es refrescante encontrar una cinta que toma todos los elementos – incluyendo algunos realmente violentos- de su trama y los maneja con elegancia, pensando en el espectador y haciéndolo cómplice, al revelarle desde la primera secuencia elementos que los propios personajes desconocen. Johnson trabaja estupendamente los detalles de su formula y junto con un reparto de primera se esmera para entretener al público, que saldrá encantado de la sala, después de pasar los últimos noventa minutos elucubrando para encontrarse una buena sorpresa hacia el final.

Sálvese quien pueda/Keeping Mum
Con Maggie Smith, Kristin Scott-Thomas, Rowan Atkinson y Patrick Swayze.
Dirige: Niall Johnson
Reino Unido 2005

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Kung-Fusión / Gong Fu / Kung Fu Hustle, de Stephen Chow

Miguel Cane


Sony Pictures Classics' Kung Fu Hustle


Cuando surge la obra de un cineasta imaginativo e irreverente como lo es Stephen Chow, las reacciones de parte del espectador son siempre disparejas: hay quienes lo adoran y quienes lo abominan (lo mismo le pasó a Quentin Tarantino, ¿recuerdan?), pero nadie puede dejar de notar que sus películas son provocativas y tal es el caso de su más reciente filme, que después de causar sensación internacional, se estrena en México.

En esta disparatada y sensacional cinta, Chow – que protagoniza, escribe y actúa- nos lleva a la provincia China de Guangdong en los años 40, en donde la historia gira en torno a las aventuras y desventuras de un criminal de poca monta llamado Sing, cuya máxima aspiración en la vida es abandonar la pobreza para ser un gangster con mucho dinero y poderío. Lo que ignora, es que su intento de realizar su sueño atraerá la atención de la peligrosa banda del Hacha, que son mafiosos de cuidado, y también lo hará encontrarse con un clan de maestros del arte del Kung Fu, que viven de incógnito en una vecindad – incluyendo a una mofletuda señora de mediana edad y su enjuto cónyuge. Pronto, todo derivará en una formidable batalla campal entre ambos bandos, que se encuentra salpicada con algunos estupendos efectos visuales, secuencias de baile al estilo Fred Astaire (una, además utiliza muy bien la danza de los sables de Khachaturyan) y muchísimo humor negro y toda clase de slapstick (Chow debe ser un fan de Jerry Lewis).




Tin Kai Man in Sony Pictures Classics' Kung Fu Hustle


Definitivamente, para aquellos que con nostalgia añoran aquellas dobles funciones de películas de Bruce Lee – tan populares en los 70 y 80- el estreno de esta cinta, titulada en español Kung Fusión (¡por fin, una adaptación de título inteligente!) será como un regalo, donde para los aficionados al estilo visual de cintas como El Tigre y El Dragón o Matrix, no será decepcionante (de hecho, el coreógrafo de las secuencias es nada menos que Yeun Wo Ping, responsable de las mencionadas y de Kill Bill Vol.1 y 2).

El resultado de esta cinta (la más taquillera jamás filmada en Hong Kong) es llamativo, fresco y sobre todo, entretenido, lo que uno supone era la intención del director desde el principio. Si bien la trama de la película no tiene la resonancia de la cinta de Ang Lee, ni tampoco la efectividad de las de Tarantino, tiene a su favor una simpleza divertida que apela al buen humor, de un modo similar al de las cintas de Búster Keaton y Harold Lloyd.

El trabajo de fotografía de Hang Sang Poon contribuye al efecto, al iluminar sus tomas muy al estilo Hollywood de la época de oro, algo a lo que, finalmente, esta cinta es propiamente una especie de homenaje. Para los que no conocen el trabajo de Chow, o no están muy familiarizados con el género, una sugerencia: vayan sin expectativas, sin anticipar juicios: quedarán gratamente sorprendidos. Para los fans, ya saben a lo que le entran, estén preparados para reírse durante hora y media; y no es hipérbole decir que ésta es una de las comedias más entretenidas (por no decir originales, que también) que se han estrenado en un año más bien pobre para el género.


Kung-Fusión/Gong Fu/Kung Fu Hustle
Con: Stephen Chow, Quiu Yen, Yu Xing, Zhi Hua Dong y Kwok Kuen Chan
Guión, Música y Dirección: Stephen Chow.
Hong Kong 2004

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Km. 31, de Rigoberto Castañeda

Miguel Cane





Existe una tradición popular en el cine mexicano, de películas de terror que consiguen, de un modo u otro, asentarse en la memoria colectiva y volverse clásicos que se disfrutan repetidas veces: así hay horrores muy celebrados como El Vampiro (1957), La Tía Alejandra o las obras maestras de Carlos Enrique Taboada: Hasta el viento tiene miedo (1967), Más negro que la noche (1974) y muy especialmente la espeluznante El Libro de Piedra (1969), que yo confieso, aún me sigue dando ocasionalmente pesadillas.





Es así que, siguiendo el ejemplo de estas cintas, que como quiera que sea, sentaron precedente en un género que ha sido desperdiciado por el cine mexicano (aún si yo sostengo que cintas que no se reconocen como “de terror”, tales como Rojo Amanecer (1989), El Cumpleaños del Perro (1975) o Muñeca Reina (1970), gracias a sus tramas de naturaleza perturbadora y desenlaces brutales e inesperados, definitivamente pertenecen a un nicho más oscuro dentro del canon) se estrena con notable éxito taquillero (aunque todos sabemos que esto no siempre es sinónimo de calidad artística) Kilómetro 31, opera prima de Rigoberto Castañeda y producida por el mismo equipo de la llamativa, aunque un tanto excesiva Matando Cabos.

La película trata sobre las hermanas gemelas Ágata y Catalina (ambas interpretadas por Iliana Fox, quien es preciosa y le echa ganas, aunque a veces pareciera abrumada por las circunstancias de la trama) que comparten una conexión casi sobrenatural – algo que es de rigor entre gemelos en esta clase de cintas- y que comparten truculentos secretos que tienen qué ver con la muerte de su madre esquizofrénica (una casi irreconocible Claudette Maillé).

Debido a un misterioso accidente, una de ellas queda en estado de coma y la otra debe investigar las causas y cómo ayudarla a salir. Para esto, Catalina será ayudada por su novio, Omar (Raúl Méndez) y por Nuño (Adriá Collado), quien es el compañero de Ágata. Este enigma se relaciona pronto con el muy socorrido mito de la Llorona y da pie a una serie de escenas muy logradas y con efectos apantallantes… pero el resultado final es que se trata de un miedo hueco, de que esto ya lo habíamos visto anteriormente (y realizado incluso con mayor eficacia en algunos casos) en cintas de terror oriental, particularmente la icónica Ringu (1998).

Quizá aparte de la falta de originalidad, que en un momento dado se podría dejar pasar en beneficio de los efectos, sea también que el guión adolece de diálogos banales y forzados, que hacen ver a los personajes terriblemente acartonados donde la escena sugeriría otra cosa. Los elementos de “terror” no faltan en la mezcolanza, pero no alcanzan a dar una verdadera sensación de escalofrío, ni de angustia excepto cuando en escena aparece Luisa Huertas – muy bien caracterizada- que consigue elevar un poco la situación en pantalla, aunque el guión se autosabotea.

El que hubiera abundantes recursos tanto económicos como escénicos, resulta un arma de dos filos. La intención es honorable y la ejecución en algunos casos es de buena a muy buena, pero hay muchos lastres e inconsistencias en la trama que evitan que la cinta alcance su potencial.

La idea de hacer cine de género en México es muy loable, pero hay que sacudirse esas trampas como “la Llorona” – que no surte el efecto que se esperaba- y explorar acaso ideas más originales. La sensación que personalmente yo tuve al ver la película (y éste columnista durante toda su adolescencia tuvo una rigurosa dieta de películas perturbadoras, hasta que lo hartaron los convencionalismos del Psycho-Killer y el horror oriental, que se tornaron en la respuesta para todo) fue que esto ya lo había visto antes… y que me había asustado mucho más con otras historias.


¿Y saben qué?


¡Que es una verdadera lástima!

Km. 31
Con Raúl Méndez, Iliana Fox, Adriá Collado y Luisa Huertas.
Dirige: Rigoberto Castañeda
México 2006

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26 may 2009

Presagio / Knowing, de Alex Troyas

Jacobo Bautista


Cage no es el gran actor de la humanidad ni sus películas grandes obras de arte, dejó de ser material incluso de los premios Óscar hace mucho tiempo, pero las últimas películas han sido muy entretenidas. Si con The Rock me entretuvo tanto que sentí que la cinta duraba media hora, con las películas de El Tesoro Nacional, híjole, me la pasé bomba.

Pensando en eso fue que fui a ver Presagio.

No les miento, tenía mis dudas, porque en esto del palomerismo hay que ser muy bueno y mantenerse en la línea de ‘estamos aquí para entretener’ y ya. No tratar de mandar el gran mensaje filosófico ni tratar de repente de hacer una gran actuación porque en medio de puras jaladas, pues se torna chistoso y rompe con el asunto.

La cara de Nicholas Cage de “no manches, qué ridículo, pero no me voy a reír” resulta genial para este tipo de películas.


El asunto es que en 1959 en un pueblo de Massachusetts, unos niños meten una serie de cartas y dibujos a una ‘capsula del tiempo’, que será abierta en 2009 cuando se cumpla el aniversario número 50 de la escuela. Una niña medio rara, en lugar de hacer un dibujo de cómo se vería el mundo en 2009, comenzó a escribir una serie de números, por ambos lados de la página que metieron en un sobre y en la cápsula.

En 2009, esta hoja con números llegó al hijo del personaje interpretado por Nicholas Cage, quien la hace de un astrofísico del MIT con dudas filosóficas acerca del determinismo en el cosmos (sí, así de jalado).

Viendo la hoja que le tocó a su hijo, Cage se da cuenta que la secuencia de números significan desastres. Un número llama su atención, el de 911012996, que se da cuenta que es una fecha, el 11 de septiembre del 2001, seguido de 2,996 que es el número de muertes que hubo en el World Trade Center de Nueva York… los demás números tienen coincidencias iguales, la fecha de un desastre seguido del número de muertos.

John Koestler, que así se llama el personaje, se horroriza al encontrar incluso la fecha y el número de muertos del incendio donde murió su esposa. Aunque hay números en la secuencia que no sabe qué son, logra identificar todos los desastres que vienen en la hoja, menos tres… cuyas fechas se aprociman.

Koestler vive con su hijo, por cierto, en una casa terriblemente descuidada (dan a entender más veces de las necesarias que descuidó la casa desde que quedó viudo y que por eso se la pasa tomando whisky), el hijo tiene problemas de audición –aunque escucha voces- y está peleado con sus papás, a quien no les habla –su padre es ministro de la iglesia- por más esfuerzos que hace su hermana por convencerlo que vaya con sus papás y que le deje cuidar al chico mientras él se va a ligar por ahí.

Gracias al GPS de su camioneta (gran anuncio a las camionetas, por cierto), John se da cuenta que los números que no logró identificar son las coordenadas de los desastres… que por cierto hay una escena de estos accidentes en los que se da cuenta y es la mejor escena de toda la película, exagerando un poco podría decir que vale el boleto.

Con el misterio resuelto, encontrando a la hija de la chica que en 1959 escribió los números, John trata de impedir los otros dos desastres, aunque para el último no tiene coordenadas ni número de muertos sino solamente el número 33.

Y esta es la parte palomera de la película, con escenas de acción muy bien logradas por la gente de efectos especiales, con Nicholas Cage corriendo para salvar a la gente y descubriendo a su paso más pistas muy al estilo de película palomera bien palomera.

Al final, cuando se descubre que el número 33 es una advertencia de que todo el mundo se va a morir (no quiero echarles a perder la película, si es que la ven, diciéndoles cómo llegan a tal resultado), es que todo se echa a perder.

“¿Cómo voy a detener el fin del mundo”, pregunta en un punto Koestler, recordándonos un poco aquella cinta de Impacto Profundo en que un meteoro impacta con la tierra y todos se mueren. Y pues aquí el ‘héroe’ de la película, que anda corriendo, encontrando claves, resolviéndolas y corriendo de nuevo, se echa a perder, junto con toda la película.

El final, pues no me gustó, está jaladísimo de los pelos. Pero el desarrollo para llegar a él salva el que no me esté quejando mucho.

Esta sí no puedo decirles que la vayan a ver. Réntenla cuando salga y la película por la que fueron no está –es buena segunda opción- o de plano sí véanla cuando salga en la tele… mientras, yo seguiré esperando la tercera entrega de Tesoro Nacional.

Presagio (Knowing)
Dirigida por Alex Proyas
Escrita por Ryne Douglas Pearson, Juliet Snoeden y Stiles White
Historia original de Ryne Douglas Pearson
Protagonizada por Nicholas Cage


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Angeles y demonios / Angels and demons, de Ron Howard (02) - Jacobo Bautista

Jacobo Bautista



Primero: yo no he leído ni una sola de las novelas de Dan Brown, aunque no fui ajeno al fenómeno que armó con el libro El Código Da Vinci. Alguna vez, antes de partir a España, mi novia me pidió que le comprara un libro –con hartas páginas, para sobrevivir el vuelo- y tuve la puntada de comprarle precisamente el de El Código. El libro le encantó y terminamos yendo a ver la película protagonizada por Tom Hanks, que no me gustó para nada. Pero un segundo viaje a España me llevó a regalarle el Ángeles y Demonios, que, como consecuencia, me llevó a llevarla a ver la película. Así que, yo no he leído ni una página de Dan Brown, de lo que hablo aquí es solamente de la película.

Segundo: yo esperaba una película igual de mediocre que la primera, pero quizá fue mi fe en que el director Ron Howard se superara de aquél trabajo, que me hizo comprar los boletos sin chistar (esto y que el resto de la cartelera está realmente floja).

Tercero: un tema de intriga religiosa, dentro del Vaticano, involucrando la muerte de un Papa, si es bien tratada, puede conducir a una buena película.

Y pues, no es que esta sea una muy buena película que vaya corriendo a comprar cuando saquen en DVD, pero de las palomeras, resulta ser bastante entretenida.

Una de los aciertos de esta película es que se establece desde el principio, de forma clara y hasta eso –por el tema- sencilla, la problemática. Todo comienza en un acelerador de partículas donde se está creando antimateria, alguien se roba una de las tres partículas de antimateria y amenaza con volar con ella el Vaticano, todo esto en medio del Cónclave para elegir a un nuevo Papa.

Robert Langdon –interpretado por Hanks- , a quien ya conocen y no quieren mucho en el Vaticano por lo sucedido en la película anterior (esto en la adaptación, porque en el mundo de las novelas, primero va esta y luego la de El Código da Vinci), es llamado para resolver los misterios de los Iluminati, la supuesta secta secreta que está detrás no sólo de la amenaza de bomba sino del secuestro de cuatro de los cardenales –de los favoritos para ser el Papa- a quienes amenazan con matar.




El asunto con Brown es que es criticado por no saber mucho de religión ni de historia, se toma no solamente muchas libertades sino que acomoda los hechos históricos a su antojo para construir una intriga. En las investigaciones de Langdon por todo Roma para dar con el escondite histórico de los iluminati, recurre a los archivos del Vaticano, buscando textos de Galileo, que vivió 200 años de la primera seña de esta supuesta orden secreta.

Las reglas para elegir al nuevo Papa, también, son torcidas lo más que se puede por Brown… lo mismo con el comienzo mismo de la historia, que es la creación de antimateria en un acelerador de partículas, que es una sinrazón… pero sirve a la trama y si sirve a la trama pos qué nos importa. No estamos viendo un documental sino una película palomera.

Las claves para el desarrollo del misterio y sus revelaciones se dan de poco a poco y se explican convincentemente –que es el rol de Hanks en la película- ayudado por una presencia extraordinaria de Ewan McGregor, que la hace del Cameralengo –algo así como el secretario particular del Papa muerto- quien, según la película, se convierte en el jefe del Vaticano cuando muere el Papa y en lo que eligen a otro (que no es cierto).

Como en muchas películas de intrigas, se va sospechando de la gente, porque casi desde el inicio nos plantean alguna traición en el Vaticano, y se muestran personajes que obviamente son los malos, otros los buenos y unos más que se mueren en las balaceras y no importa.

Y hablando de balazos… esta no es una película de acción, la verdad es que Tom Hanks ya no está como para desembarcar en Normandía en la Segunda Guerra Mundial o para atravesar Estados Unidos corriendo. Sí hay dos o tres escenas en que escapa por los pelos de los malos y otra en que rescata a los buenos, pero ahí necesita ayuda. Adaptado totalmente a su edad, ni siquiera se le plantea a la más joven Ayelet Zurer como interés romántico, porque ese tipo de subtrama nomás añadiría al enredo (supongo).

El que no me convenció del todo fue Ewan McGregor, que cumple perfecto con su escena de acción. Su presencia se ve muy joven entre todos los viejitos cardenales –obvio que mi novia estaba fascinada con su presencia y no creo que haya sido la única- pero al final resulta pieza clave en todo el tinglado y uno le termina comprando el papel al Cameralengo.

Como película entre detectivesca y de intriga, está muy buena, para los que no leímos el libro (y ni nos interesa), y por ende no sabemos quiénes son los malos y quiénes los buenos (bueno, Tom Hanks está claro que interpreta al bueno) todo es un misterio que se va resolviendo de a poquito.
Junto con las claves que va resolviendo Langdon, está padre también el paseo que nos dan por la impresionante basílica de San Pedro y algunos sitios interesantes en Roma –aunque los datos históricos que dan son inexactos y los archivos no son así- y con todo y que son a alta velocidad, se compensa al ver a los Alfa Romeo a los que hacen un muy buen anuncio en las horas en que todos los involucrados andan dándole vueltas a Roma tratando de rescatar cardenales.

Dirán que cito mucho Tesoro Nacional (porque me parece lo que debe de ser una buena película palomera), pero esta es como Tesoro Nacional tomada un poco en serio y en un tono universal.

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25 may 2009

Star Trek: Viaje a las Estrellas / Star Trek, de J. J. Abrams

Al infinito y más allá

Miguel Cane



En 2006, J.J. Abrams, creador de hitos televisivos como Alias o Lost, debutó como director en las grandes ligas con Mision Imposible III. En ella destacaban los juegos temporales y complejidad emocional que son su rúbrica y que, hasta entonces, no había tenido la saga protagonizada por Tom Cruise, sin que se renunciara en ningún momento a los efectos visuales. Sin embargo, y el propio Abrams lo reconoce, ese era un ‘star vehicle’ y la presencia de Tom Cruise resultó en que la película no explorase del todo las propuestas temáticas del director, yéndose por derroteros más convencionales para complacer a su protagonista/productor.

Ahora, con su versión de Star Trek, Abrams se ha quitado de encima la loza de Cruise y presenta un filme de excelente factura que lo ratifica como uno de los mejores creadores de ficción actualmente, capaz de ejecutar una obra a la perfección sin permitir que el espectador se aburra ni un momento. Pese a tratarse de la undécima cinta de una saga inspirada en la serie de culto creada por Gene Roddenberry en 1966 para la TV, Abrams la revive sin miramientos, con un guión que no duda en adentrarse en el territorio de los viajes espacio-temporales y la problemática relación con paterno/filial de los personajes, junto con logrados flashbacks que dotan de sentido a los personajes y hacen razonables sus acciones en el presente.






Además de esta textura emocional, Abrams no olvida que ésta es una event movie y mantiene un ritmo vertiginoso de principio a fin, con un excelente manejo de la tensión y el suspense, con efectos especiales de alto calibre y un reparto multitudinario que mezcla una serie de caras nuevas – como lo son, en los roles de Kirk y Spock los jóvenes Chris Pine y Zachary Quinto, que resulta una revelación- y figuras establecidas (Eric Bana, que siempre sobresale por su consistencia, es un villano formidable y los que se preguntaban qué fue de Winona Ryder, estarán satisfechos de verla en activo, como la madre humana de Mr. Spock) que trabajan muy bien juntos.

Quizá el único punto que se podría llamar débil de la cinta, sea el que está demasiado consciente a veces, de que es un espectáculo llamativo, muy bien fabricado pero al final de cuentas, también bastante frívolo. Sin duda, será imitada en Hollywood en la próxima década, pero, más allá de los leales trekkies, quizá no tendrá mucha vida a posteriori, ni dejará huella profunda (no se trata del Batman de Nolan, o del legendario Alien de Ridley Scott). Sin embargo, el producto, funciona de manera extraordinaria en su función como entretenimiento; esta es tal vez la mejor película palomera del año y demuestra que Abrams es alguien que (se nota) que disfruta haciendo su trabajo y el público, del resultado.



Star Trek: Viaje a las Estrellas / Star Trek
Con Eric Bana, Chris Pine, Zachary Quinto, Zoe Saldaña, John Cho, Simon Pegg, Winona Ryder y Leonard Nimoy.
Dirige: J.J. Abrams
Estados Unidos 2009.


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