28 nov 2011

Anónimo / Anonymous, de Roland Emmerich

La máscara del autor

Miguel Cane


Siempre se ha especulado mucho acerca de la vida de William Shakespeare, a causa de la poca y contradictoria información que se tiene sobre su vida. Ello ha dado lugar, desde poco después de su muerte, a innumerables dudas sobre la autoría de sus obras. Christopher Marlowe, Sir Francis Bacon o el conde de Oxford han sido nombrados como posibles autores de obras firmadas por él. Anónimo juega con extrema libertad (hasta libertinamente) con la última de estas hipótesis: Edward de Vere, decimoséptimo conde de Oxford (Rhys Ifans), sería el autor de las obras que por accidente -porque el hombre que en principio había elegido como máscara era el dramaturgo Ben Johnson (Sebastian Armesto)- firmaría un mediocre actor casi iletrado, Will Shakespeare (Rafe Spall), para preservar el anonimato del aristócrata.




Con gran habilidad el guión de John Orloff (Hermanos de sangre, Un corazón invencible, La leyenda de los guardianes) mezcla esta historia de intrigas literarias, con intrigas cortesanas que tienen como protagonistas de un lado al propio conde de Oxford y al de Essex (Sam Reid) -favorito de la reina a la vez que conspirador contra ella-, y por otro lado, como sus más formidables enemigos, a William Cecil (David Thewlis) -el inteligentísimo y astuto consejero de Isabel I- y a su hijo Robert (Edward Hogg), su heredero en el cargo. Entre ambos bandos se alza la figura extraordinaria de Isabel I (la siempre enormísima Vanessa Redgrave).



La perfección con que se trenzan la trama literaria y la cortesana hace del guión un mecanismo de entretenimiento puro. Aunque sea al precio de convertir a Shakespeare en un pelele codicioso, al gran político que fue William Cecil en un villano de caricatura y a su hijo Robert en su comparsa. Se les perdona porque todos los involucrados son espléndidos actores y sacan adelante la situación. La verdadera fuerza del filme, no radica en los recovecos e intrigas del guión de Orloff, sino en Roland Emmerich demuestra que, aunque usted no lo crea, es un buen director de actores, más allás de los espectaculos superficiales basados en efectos especiales como Independence Day, la nefasta Godzilla, o 2012. Tampoco nadie podría afirmar su habilidad como creador de atmósferas. Su única incursión en el cine histórico -El patriota- era espantosa. Aquí, la espectacular recreación del Londres isabelino, funciona y la narración es suficientemente ágil como para que el bastante largo metraje de la película parezca corto, gracias al suspense y que algunos momentos hasta emocionen, como la recreación de la primera vez que sobre el escenario del teatro del Globo se pronunciaron los prodigiosos parlamentos de Julio César, Hamlet, Ricardo III o Enrique V.



El reparto es de primera (Vanessa Redgrave da un toque de distinción a literalmente cualquier cosa) y saca de apuros a Emmerich cuando no sabe para dónde hacerse con su película. Anónimo (o bien James Bond del siglo XVII) funciona si no se escruta demasiado de cerca y no se espera retratos fidedignos en el aspecto histórico; podría decirse que es una rara ave: la película palomera para la gente pensante.




Anónimo/Anonymous
Con Vanessa Redgrave, Rhys Ifans, Rafe Spall, Sebastián Armesto, David Thewlis, Sam Reid y Joely Richardson.
Dirige: Roland Emmerich
EU, Reino Unido, Alemania.

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23 nov 2011

Última pelea, La / Warrior, de Gavin O'Connor

La lucha carnal

Miguel Cane


El surgimiento (o bien, resurgimiento, después del calamitoso fracaso hace unos diez años de su aparición como villanazo en la última de Star Trek, previa al reboot de J.J. Abrams) de Tom Hardy como estrella de cine ha sido sorprendente y bienvenido: su carisma ha servido para dar sustancia a algunos proyectos, como una adaptación de la BBC al perenne clásico Cumbres Borrascosas; la impresionante Bronson y el filme que lo acercó más al público: Inception, de Nolan, en la que era el simpaticón y sexualmente ambiguo “falsificador”.




Ahora, mientras llega el estreno de la nueva cinta de Nolan sobre Batman, en la que interpreta al grotesco villano Bane, se estrena La Última Pelea, un melodrama de artes marciales en el que es estrella indiscutible y que servirá para establecerlo de manera definitiva ante el público que no es asiduo al “circuito de arte” –donde tiene otro estreno pendiente; la intrigante y muy lograda El Topo. Sobre una novela de John LeCarré-. La cinta es el drama familiar de Paddy Conlon (Nick Nolte), un veterano de la guerra de Vietnam con pecados que purgar, y sus hijos, a los que les cuesta mucho perdonarlo. El menor es Tommy Conlon (Hardy), el cual visita a su progenitor, y no para que éste expíe su culpa, más bien, porque él sabe que es su mejor opción para lograr lo que anhela: ganar un torneo de artes marciales.

Su relación, debido a los problemas con el alcohol de Paddy, cuando aún era un niño, fue y es complicada, dado que Tommy guarda en su interior rencor acumulado desde mucho tiempo atrás. Por otro lado está Brendan (Joel Edgerton), el hermano mayor, casado con Tess (Jennifer Morrison) y profesor en la ciudad donde vive. Tiene una hipoteca y no puede pagarla. ¿La solución? Recurrir a los combates de artes marciales, a los que había prometido a su mujer no volver jamás. Evidentemente Tess se enterará de que su marido participa en algunas peleas, sin su consentimiento, cosa que pondrá en peligro la estabilidad familiar. Más aún, al participar en el mismo torneo que su hermano.

El guión no es lo más innovador, pero Gavin O´Connor hace un buen trabajo de dirección: Nolte resulta muy convincente, con una interpretación plena de matices. Hardy hace un buen trabajo y su química con Edgerton (que hace doble presencia en pantalla esta semana, pues también participa en La Cosa del Otro Mundo) es adecuada para que el espectador se involucre en el melodrama familiar con espectaculares secuencias de acción, y un final predecible, pero bien intencionado.

Evidentemente esta película fue hecha para personas a las que les gusten las peleas de artes mixtas marciales y para quienes buscan algo que los haga sentir bien, mientras ven a Tom Hardy perfilarse como una nueva figura.


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12 nov 2011

Casino Jack, de George Hickenlooper

Codiciosos anónimos

Miguel Cane


Basada en vida y obra del polémico Jack Abramoff, la ultima cinta del recién fallecido George Hickenlooper – discípulo de Orson Welles y fanático de la biopic sobre personajes poco edificantes -- es otra buena excusa para apreciar una interpretación de Kevin Spacey, que como siempre está soberbio en esta cinta que pinta un panorama acerca de los delicados equilibrios que sostienen el esquema central de la política de los Estados Unidos.




La gente de a pie, como uno, sabe, porque nos lo dicen cada vez que pueden, que el lobby es lo que hace que el sistema democrático funcione y que la negociación es lo que hace que funcione el sistema legal en EU (¿recuerdan la ácida y excelente Gracias por fumar, de Jason Reitman, antes de que se volviera un complaciente de la industria?). Del mismo modo, estamos acostumbrados a ver cómo son las fallas, sobre todo en las películas que trabajan alrededor de los grandes temas legales. Los juicios, las negociaciones, las corruptelas que componen el sistema. Pero son pocas las veces en las que se retratan casos de lobby, de negligencia en el ejercicio de la gestión de intereses.


Así, esta cinta forma parte de un grupo de filmes que nos ayudan a comprender la caída de las grandes corporaciones, los cambios en la política, el sensacional crack del sistema de hipotecas, Enron, el nuevo fenómeno del desempleo y otros temas que suceden en torno a la crisis que vivimos a nivel global, como Inside job y Margin call.



En su caso particular Casino Jack se mete con un célebre lobista de origen judío, que, desde su imperio en Washington D.C., influye decisivamente en dos temas complejos, el juego y las minorías indias; somos testigos de cómo sus tejemanejes, sus dobleces morales, sus cimientos de enorme debilidad pero de grandiosa apariencia, retratados con crudeza, por Hickenlooper, afectan a tantos que ni siquiera conoce. Abramoff es un rey Midas cuyo imperio se ha construido en una base que se revela débil, amorfa y fatalmente frágil.

Lo interesante de la película es que no cuestiona el trabajo de los gestores de intereses, no hace balances negativos sobre la actividad, de alguna manera especula con los que hacen mal las cosas, pero las firmas siguen ahí, y lo peor que puede pasarles que perder la licencia para operar en Washington. Poderosos, influyentes, los lobistas son bien retratados, y dejan claro que lo que salió mal, producto de su falta de ética y de códigos, es la conducta de un tipo inescrupuloso.

Spacey opaca a todo el elenco que lo acompaña con sus poses y su voz. Lo acompañan Barry Pepper, Kelly Preston, la siempre interesante Rachelle Lefevre , Jon Lovitz, Eric Schweig y el enorme Graham Greene, en interpretaciones sólidas, aunque aquí la gran estrella es él, por estrafalario que parezca.

La muerte de Hickenlooper casi deja en el limbo esta cinta, que es realmente muy buena e interesante, aunque no es para todo tipo de público, que podría encontrarla confusa o aburrida, pero para los interesados en asuntos de estado, manejo y abuso de poder y manipulación de masas en la historia reciente, es irresistible. Además tiene el mérito de atreverse a salir a pelear con los vampiritos adolescentes de la semana, así que por ello merece más aún la atención de un público pensante.

Casino Jack
Con Kevin Spacey, Barry Pepper, Kelly Preston, Rachelle Lefevre , Jon Lovitz, Eric Schweig y Graham Greene
Dirige George Hickenlooper
EU 2010

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Antes del comienzo: arte e infortunio de la precuela.

Se han puesto de moda en los últimos años, aunque no son nada nuevo. Aquí, algunas de las más populares precuelas... y algunas que nunca debieron haberse filmado.

Miguel Cane

Según Hollywood ve las cosas últimamente, cualquier pretexto es bueno para aprovechar el material que ya se utilizó, con éxito probado, ya sea con remakes, secuelas o bien, las ahora de moda precuelas. Ahora, con motivo del estreno de la precuela de La Cosa de John Carpenter, aprovechamos para echar una mirada a las precuelas más notables del cine contemporáneo.


Usualmente, este tipo de películas, suelen ser vistas como las hermanas feas de las secuelas. Y es que, en la actual crisis de imaginación en la que se halla sumida la meca del cine, las secuelas al menos dejan una pequeña puerta abierta a la variación o la innovación en las secuelas pueden ocurrir muertes imprevistas, idilios impensables u otros sorprendentes giros de guión. Sin embargo, en el caso de las precuelas, no hay otra salida que cerrar todos los cabos sueltos para que todo concuerde con la película original (como es el caso de La Cosa del Otro Mundo en su nueva versión). El margen de maniobra es mínimo, lo cual suele desembocar en relatos previsibles y las más de las veces, bastante anodinos. Aun así, existen algunos casos en los que la precuela consigue empaparse de la fuerza y enjundia del filme original y crear su propio mito.

Batman Begins (2005)
El primer capítulo de la trilogía sobre el Hombre Murciélago de Christopher Nolan se presenta desde un primer momento como una historia sobre el origen de otra gran historia. Con eso ya ganado, la narración se permite el lujo de pasarse media película presentando al personaje de Bruce Wayne; su fobia a los murciélagos, su odio hacia el crimen, sus increíbles trajes y vehículos… Nolan también se las arregla para mandarlo al Himalaya para aprender artes marciales antes de volver a Ciudad Gótica y encargarse de los villanos, en este caso, el loco Espantapájaros (Cillian Murphy). El resultado de todo esto es una de las mejores películas sobre el origen de un súper héore.



Casino Royale (2006)
Seamos sinceros: antes de que se estrenase esta versión de Casino Royale, James Bond estaba en problemas. Die another day fue más que decepcionante para la mayoría, incluso a pesar de contar con la espléndida Rosamund Pike en el reparto. Pierce Brosnan tomó una buena decisión saltando del avión de 007 con esta película, pues después de él llegó Daniel Craig, para salvar la saga con sus nuevas técnicas y novedosos golpes de acción. Además, Casino Royale ofreció un gran regalo al mundo: Eva Green y su vestido de noche de Lanvin, algo por lo que millones de fans deben estar agradecidos por mucho mucho tiempo.

El padrino II (1974)
Es verdad que esta cinta magistral no es la típica precuela, aunque sí nos presenta una línea paralela donde vemos la historia del padre de Michael Corleone, dejando Sicilia y viajando hasta Nueva York a principios del siglo XX, donde instaló la ‘familia del crimen’ que años después Michael lideraría, como lo vemos en secuencias ambientadas en Lake Tahoe en 1958. La interpretación de Robert DeNiro en el papel del joven Don Vito es una absoluta obra maestra; algo que le llevó a recoger su primer Óscar. Además, también hay que destacar la magnífica dirección de Coppola y su soberbia idea de tomar una película original (ganadora de tres Óscar) y alargarla, tanto por el futuro como por el pasado, por lo que resulta en todos los aspectos, una cinta majestuosa.



El planeta de los simios: (R)Evolución (2011)
Antes de que Star Wars llegara a las pantallas y se convirtiera en la saga de ciencia ficción más popular y taquillera de todos los tiempos, El Planeta de los Simios, creada en 1968, parecía que iba a ser la mayor de las franquicias del género. Viajes espaciales, viajes en el tiempo y monos parlantes. ¿Se puede pedir algo más? Pues sí, se puede pedir una cinta de origen. Después del espantoso fracaso del remake de Tim Burton, el estudio decidió mirar no hacia adelante, sino hacia atrás: ¿Cómo aprenden los simios a hablar? ¿Y a caminar erguidos? ¿Cómo dejan los humanos que esto suceda? Y esto es lo que plantea este filme, uno de los mayores éxitos de este verano.



El bueno, el feo y el malo (1966)
Hasta la última entrega de la trilogía de Spaghetti-Westerns creada por Sergio Leone apenas se sabe nada sobre el Hombre sin nombre. Algún detalle se les escapa, pero no es hasta la única precuela de la serie que descubrimos cosas como por qué lleva un poncho o nada más y nada menos que su nombre. Pero por mucho que conozcamos de él, Blondie (ese enormísimo Clint Eastwood) siempre será un enigma; un enigma que liderará tres de los mejores filmes de su género de la historia del cine, entre los cuales siempre destaca El bueno, el feo y el malo.

Las que nunca debieron haberse filmado:

Hannibal, el origen del mal (2007).
¿Realmente necesitábamos saber que Hanníbal Lecter se convirtió en un caníbal por culpa del trauma infantil provocado por la muerte de su hermanita a manos de los malditos nazis? La cosa estaba condenada al fracaso, cuestión que quedó confirmada en la penosa combinación de drama histórico y película de artes marciales desplegada por el filme. Aunque el remate final lo puso la desabrida interpretación del francés Gaspard Ulliel. ¿Quién podría creerse que este enclenque iba a terminar convertido en el gran Anthony Hopkins. El fracaso en taquilla internacional es prueba de que nadie lo creyó.



Star Wars. Episodios I, II y III.
Sí, por supuesto que ese orate de George Lucas no se salva. Su soberbia fue tan grande que se atrevió a revisar los orígenes de la saga más mítica del cine fantástico y esto fue, probablemente, la peor idea de la historia del cine. ¿Por dónde empezar? Por ejemplo por Jar Jar Binks, el personaje más detestado del universo Star Wars. Luego está el infantilismo de la primera entrega, la sobresaturación de efectos digitales, o también la patética escena de amor entre Anakin y Amidala en la segunda parte, seguramente la más cursi del cine moderno, por no hablar del horrendo desenlace, abrupto, desleal al mito, con pésima actuación por parte de Hayden Christensen y un creciente fastidio aparente en Natalie Portman. Sin duda, ésta es una herida que nunca cicatrizarán los fans de la saga.



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4 nov 2011

Cosa del otro mundo, La / The Thing, de Matthijs van Heijningen Jr.

Horror en la nieve

Miguel Cane




En 1982, John Carpenter presentó la que sería su magnum opus, después de Halloween (1978), que lo puso en el mapa; La cosa del otro mundo (The Thing), idiosincrático y existencialista remake del clásico de la ciencia-ficción de los años 50 producido por Howard Hawks y basado en un relato de John W. Campbell. Aunque en su momento no fue un éxito comercial (Universal la regó al estrenarla al mismo tiempo que E.T.), el paso del tiempo hizo justicia y la convirtió en un filme de culto muy celebrado. Casi treinta años después, el mismo estudio presenta una nueva película en forma de precuela, que resulta más bien remake encubierto de la historia.








En la universidad de Columbia, la paleontóloga Kate Lloyd (Mary Elizabeth Winstead, en su primer rol maduro, con una inspiración en Jamie Lee Curtis y Sigourney Weaver, grandes reinas del género) es reclutada para visitar una base científica en una remota zona de la Antártida para colaborar con un equipo noruego que ha encontrado accidentalmente una nave extraterrestre enterrada en el hielo, y en cuyo interior viajaba un organismo que parece haber muerto en la colisión hace miles de años... pero, como todo aficionado a género sabe, las cosas en esta historia no son para nada lo que parecen.



Hay que aclarar que la cinta lleva el mismo título que su predecesora, y pese a ser concebida como una precuela, en realidad es más un remake-homenaje a la atmosférica y deprimente cinta de Carpenter, si bien relata los acontecimientos anteriores a lo que vimos en la cinta original, situándose en el campamento noruego en el que despierta el monstruo por primera vez.




Por tanto, y siendo los noruegos los descubridores de tal hallazgo, tenemos la oportunidad de ver el aspecto inicial (quién sabe si el suyo propio o una imitación de un ser de otro planeta) de la ”cosa” y contemplar con mayor detalle -incluso el interior- de la nave espacial con la que llegó a la Tierra. Esto vendría a ser básicamente la única aportación de la cinta, que no ofrece ningún tipo de información o dato novedoso respecto a lo ya visto, ni siquiera hay una intención de ser propuesta fresca desde una perspectiva diferente. Por tanto, lo que hace el guionista es limitarse a repetir una misma fórmula que ha sido vista repetidas veces en otras películas con monstruos depredadores. La trama sigue un patrón definido, con escaso suspense al inicio, y que solamente intrigará al espectador que desconozca por completo las anteriores versiones.

Quizás por ese motivo la existencia de esta precuela se sienta tan innecesaria, pues realmente no aporta nada que la justifique. Las actuaciones son correctas y tampoco van más allá si tenemos en cuenta que aquí los personajes, salvo los interpretados por Ulrich Thomsen y Mary Elizabeth Winstead, no están definidos Como entretenimiento, la cinta es efectiva. Ofrece las suficientes dosis de terror, acción y violencia para contentar al espectador que paga boleto. Pero no aporta absolutamente nada y al final, uno abandona la sala con dos sensaciones: indiferencia e imperiosas ganas de volver a ver la cinta de Carpenter.

La Cosa del otro mundo/The Thing
Con Mary Elizabeth Winstead, Joel Edgerton. Ulrich Thomsen, Adewale Akinnuoye-Agbaje
Eric Christian Olsen y Kim Bubbs
Dirige: Matthijs van Heijningen Jr.
Estados Unidos 2011


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Homeland, serie de televisión por cable

El Enemigo en Casa

Con el estreno de Homeland, la televisión por cable alcanza una nueva vanguardia que desafía las restricciones del cine.

Miguel Cane



En la última década, se ha demostrado que nos encontramos en la época de oro de los canales de cable, donde se emiten las mejores series de ficción, desplazando a la TV abierta por mucho. En el caso de HBO, tenemos grandes hits como True Blood, la majestuosa Juego de tronos o Boardwalk Empire. Que produce nada menos que Martin Scorsese. La AMC, por otro lado, triunfa con la espectacular Mad Men, Breaking bad, y la telenovela de zombis The walking dead, que estrenó a nivel mundial su segunda temporada; por su parte, FX tiene un éxito con la sofisticada y brutal American Horror Story (que comentábamos hace unas semanas) y le llega el turno a Showtime, la otra reina de los canales de cable, que ya emite, Weeds, Dexter, The Big C (con la fabulosa Laura Linney) y que recientemente estrenó su apuesta fuerte para la temporada 2011-2012: Homeland.




Este serial dramático sigue el formato del melodrama tradicional, con elementos del thriller político (al estilo de El Embajador del Miedo) nos cuenta la historia de Carrie Mathison (Claire Danes, Romeo + Julieta), oficial de operaciones de la CIA, que, durante una misión en Irak, se entera de que un soldado estadounidense se ha pasado al bando de Al-Qaeda. Ya en Virginia, Carrie verá en televisión que un soldado del ejército de los Estados Unidos, Nicholas Brody (Damian Lewis, Hermanos de sangre), que llevaba ocho años desaparecido, ha sido encontrado con vida. Carrie, tiene bastantes problemas psicológicos y padece un trastorno obsesivo compulsivo, sospechará de él, pues no verá sentido en el hecho de que Al-Qaeda haya mantenido a un soldado americano ocho años con vida sin motivo aparente. Por otro lado, conoceremos a Jessica (Morena Baccarin, la villana en la segunda versión de V), esposa de Brody, que ya había rehecho su vida con un antiguo amigo, y tendrá que aprender a lidiar con el retorno de su marido.



La propuesta es dura, cruel y realista, Claire Danes dibuja un personaje interesante y creíble mientras que Lewis realiza un estupendo trabajo interpretando a Brody como un héroe para los estadounidenses cuyo gobierno (ficticio) necesita de su imagen para justificar su “guerra”, pero no para todos porque a Carrie Mathison alhgo no le convence del todo y está segura de que oculta algo. Aunque nadie apoya esta teoría, consigue convencer a su mentor, Saul Berenson, (estupendo Mandy Patinkin) para que le ayude a descubrir qué hay detrás del Sargento Brody, que bastantes problemas tiene al volver a una casa donde sus hijos apenas lo recuerdan y donde Jessica enfrenta una encrucijada ¿qué mujer decente y patriota abandona a su marido en esta circunstancia? Y ¿qué secretos esconde Brady en su cabeza?



Al igual que ocurría con la estupenda serie In Treatment, el material original proviene de la televisión israelí; no es coincidencia que un país tan pequeño tenga una televisión tan estimulante. La traducción al público occidental funciona: se trata de sociedades asediadas por el espectro del terrorismo y, además, países con agencias de espionaje sofisticadas como pocas y ejércitos poderosos, envueltos en interminables conflictos bélicos. No es sorpresa que al frente de Homeland haya veteranos de 24. Las explosivas andanzas de Jack Bauer eran, prácticamente, una respuesta directa al 11-S. Cada día/temporada suponía una lucha titánica para conjurar la amenaza de destrucción total, las ocho temporadas eran una encarnación del imaginario de masacre civil que el World Trade Center había convertido en pesadilla recurrente. Homeland es el siguiente paso lógico en un terreno moral que parece de arenas movedizas. Diez años después y con Bin Laden ostensiblemente muerto, ¿qué le queda al mundo? El miedo, la paranoia y una inseguridad sorda, pegajosa. Ahí, en esas zonas grises, es donde la serie bifurca el thriller y abraza la reflexión, las sombras domésticas, la locura secreta de sus protagonistas. Eso marca la diferencia y hace que la serie sea intrigante y adictiva. Porque la tensión, de momento, está más en una mirada, un dedo, un rezo o un coito interrumpido que en persecuciones contrarreloj y explosiones.

La serie sigue los preceptos de la excelente La conversación de Coppola (solo cambia la tecnología) y muestra capítulos llenos de tensión y demonios internos, con la dosis justa de sorpresa.

La obsesión de Carrie Mathison nos impulsa, pero ¿debemos creerle? ¿O está tan dañada emocionalmente que es volátil? ¿Hay algo más? ¿Esquizofrenia? Y Brody... ¿lo convirtieron? ¿Hay algún otro secreto más en su paso por el infierno?, la serie ofrece un panorama riquísimo, con ajedrez geopolítico, espías dobles y profesionales que no dudan en saltarse las reglas y visualmente, aborda escenas muy turbadoras. Acorde con ese tono, el tema de Homeland tampoco es para pusilánimes: la gente mata y muere; la razón de estado aplasta la integridad humana. Nada es lo que parece.

Para competir al límite, los actores responden. La Danes está intensa y formidable, con una mirada tan inteligente que a ratos parece de perro de presa. Lewis, es un acierto. Mantiene su aire de buen hombre con mirada de acero que, a un personaje tan misterioso, le confiere la ambigüedad imprescindible para disparar la trama. ¿Es un traidor o no lo es?

Quizá el mayor riesgo de Homeland sea su excelente calidad. Por la propia estructura -un juego del gato y el ratón enriquecido con tramas de espionaje internacional-, el producto perderá su impacto si se estira demasiado sobre la incógnita sobre la verdadera identidad de Brody. No hay que olvidar que ese fue el fallo integral en Twin Peaks y más recientemente, en The Killing. La premisa está muy bien, pero no puede extenderse demasiado. ¿Habría sido mejor como una miniserie? No lo sabemos aún; de momento, los creadores se preocupan de armar todo con cuidado, con miras a una conclusión en el capítulo trece, que sea brutal.

Homeland es un trabajo de primera calidad, una serie muy cinematográfica tanto en la fotografía como en la calidad del guión, que, en el episodio piloto, sigue la historia desde puntos de vista diferentes: el de Carrie y Berenson y el de Brody y Jessica, por lo que la línea que separa el “bien” del “mal” es tan vulnerable que podría decirse que es casi invisible, pues ningún personaje está libre de pecado. Los más de 50 minutos que dura el primer episodio pasan volando y la intriga se mantiene hasta el final, donde se hace un descubrimiento que puede dar un giro a la serie, otorgándole muchas más escenas de acción y tensión asegurada y haciendo de ella una de las propuestas más interesantes y polémicas que se han visto en mucho tiempo y cuyo visionado será tema de conversación ineludible.

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