27 dic 2013

Jazmín Azul / Blue Jasmine, de Woody Allen

Tragedia posmoderna

Miguel Cane.



No es extraño que Woody Allen revisite otras obras para nutrir su canos. Lo ha hecho con anterioridad y con notable éxito: Interiores es su visión de Gritos y susurros y el universo bergmaniano; Alice es su homenaje a la Julieta de los Espíritus, de Fellini. Que su más reciente filme entre en esta rama de trabajo, no sorprende. Aquí Allen toma elementos de dos de sus obras favoritas: Un tranvía llamado deseo, de Tennessee Williams, y Anna Karenina, de León Tolstoi.



Comedia negra, melodrama humorístico, tragedia posmoderna. Hay muchas formas en las que referirse a esta trama que gira en torno al personaje de Jasmine Francis (Cate Blanchett, para quien se pensó el papel), una mujer cuya caída en desgracia vemos desarrollarse lo mismo en los opulentos salones de un Manhattan palaciego que en una zona más humilde en San Francisco, donde llega a buscar refugio con su hermana Ginger (Sally Hawkins), después de una debacle matrimonial.



Hablar más de cómo Allen construye la trama de su filme sería arruinarlo. Aquí el punto a observar es la Blanchett llegando a un nivel que, con el mismo director, no pudieron alcanzar sus dos más tradicionales leading ladies, Diane Keaton o Mia Farrow. No porque no sean buenas intérpretes, sino, simplemente, porque no hay nadie en nuestros días que esté a la altura de la blanchett, quien toma a su personaje y lo somete a toda clase de mortificaciones y vejaciones emocionales, sin perder jamás el estilo.

Blue Jasmine es la mejor película que Woody Allen ha hecho en dos décadas.

Jazmín Azul / Blue Jasmine.
Dirección: Woody Allen.
Con Cate Blanchett, Sally Hawkins, Bobby Cannavale y Alec Baldwin.
EU, 2013.



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Ben Stiller: soy un hombre muy afortunado porque he cumplido muchos de mis sueños

Miguel Cane.



Actor, cineasta, guionista… son varios los títulos que ostenta Ben Stiller (Nueva York, 1965) y todos los maneja con destreza. Hijo de actores – la célebre mancuerna de Anne Meara y el comediante Jerry Stiller, que habitualmente colaboran con él – comenzó atrabajar desde muy joven y su versatilidad, lo mismo para la comedia que para el cine independiente, lo ha llevado a tener una carrera sumamente popular. Ahora regresa detrás de la cámara con La increíble vida de Walter Mitty, nueva versión de un clásico musical realizado originalmente con Danny Kaye en 1947 y que se estrena simultáneamente alrededor del mundo esta Navidad. En el filme, Stiller interpreta a un hombre común que se refugia de una vida rutinaria, en su imaginación y que, al emprender la búsqueda de un negativo fotográfico perdido, descubre en sí mismo aspectos que jamás habría pensado.



¿Por qué elegir el remake de un clásico para volver detrás de las cámaras?
Principalmente, porque me gustó mucho la adaptación que hizo Steve Conrad del guión: logró hacer una historia contemporánea y relevante, sin perder en absoluto el tono fantástico de la original. Además, nadie podría hacer un musical tan bien como lo hizo Danny Kaye y eso no era lo que quería hacer. Lo que me atrajo al proyecto, es que plantea la noción de que todos tenemos una idea particular acerca de cómo somos en nuestra mente, aunque no siempre podemos hacer que eso coincida con como somos en la realidad, y así surge el reto personal de volver realidad nuestros sueños. Ese mensaje es algo en lo que siempre he creído, y por eso quise hacer la película y estoy muy orgulloso de ella.

Diriges y actúas en esta película. Lo has hecho antes, ¿qué dirías que es más complicado en este caso?
Creo que sería dirigir. Desde niño lo que Amo más me gustaba hacer era ir al cine a ver todo tipo de películas: de ciencia-ficción, comedias, westerns, musicales, thrillers, de todo. Fue una experiencia muy enriquecedora. Tuve mi primera cámara de muy joven y hacía películas caseras, me gastaba todo el dinero que me daban mis padres en revistas y todo lo relacionado con el cine, así que siempre tuvimos claro que me dedicaría a esto.



Dirigir implica la mayor responsabilidad, porque tienes que seguir el proyecto paso a paso desde el principio hasta el final, y queda en ti el tomar todas las decisiones. Como actor puedes contribuir todo lo que quieras, pero es el director quien finalmente decide qué le sirve y qué no. También actuar, ponerte frente a la cámara e interpretar a un personaje que nada tiene que ver contigo, aunque durante el rodaje seas tú, es algo muy complejo, pero definitivamente lo más complicado de todo es dirigir.

¿De qué le hablará esta aventura de Walter Mitty al espectador, con qué puede identificarse?
En esta versión, del mismo modo que en la original, el tema principal es creer que uno puede ser lo que quiera ser y tiene el compromiso con uno mismo de realizarse completamente. Puedo decir, ahora que tengo cuarenta y ocho años, que soy un hombre muy afortunado porque he cumplido muchos de mis sueños, pero me faltan otros por lograr. Hay aspectos en todos nosotros que permanecen sin realizarse y hay que hacerlo. De eso básicamente trata la premisa de Walter Mitty, Si sabes muy dentro de ti, exactamente qué es lo que quieres hacer y sientes que puedes lograrlo, hazlo. Creo personalmente que de eso se trata la vida, de hacer lo que realmente queremos, del mejor modo posible, ser quienes somos. Es un derecho y nadie debería de perderse la oportunidad de lograrlo.

Eres versátil como actor, con participaciones en filmes dramáticos como El Imperio del Sol o Los excéntricos Tenenbaum, si bien el público te ubica más como comediante. ¿Te has sentido encasillado por eso? ¿Crees que es difícil para un comediante hacer el cruce de géneros?
Encasillado como tal, no, nunca me he sentido así. Como señalas, he tenido la suerte de que grandes directores me inviten a proyectos que no tienen nada qué ver con la comedia, aunque personalmente a mí es el género que más me gusta; tiene grandes satisfacciones. Esto lo aprendí de mis padres; cuando haces comedia, tu principal intención es hacer que la audiencia se ría y se distraiga de sus problemas cotidianos. Eso es algo que siempre ha ocurrido, desde la comedia griega, el vodevil clásico, la farsa francesa… y hacer reír a la gente es muy difícil, casi tanto como conmoverla u horrorizarla, implica exactamente el mismo esfuerzo, sino es que más. Personalmente creo que hay muchos buenos actores en ambos géneros, como Shirley MacLaine o Kristen Wiig, que aparecen en esta película, y también que hay grandes actores dramáticos a los que no les ofrecen roles cómicos y que serían estupendos. Y viceversa. El ejemplo de Sean Penn, por decir uno. Él acepto un papel clave en esta película y es estupendo. Pero a mucha gente se le olvida que algunas de sus primeras películas fueron comedias y que él tiene una gran vena cómica. Lo cierto es que actuar, más allá del género que interpretes, es actuar. Lo más importante, lo que le debes al público, es que al final del día hayas hecho un buen trabajo y que se queden con ello.

Mencionabas las enseñanzas de tus padres. ¿Qué más aprendiste de ellos?
Absolutamente todo. De ellos aprendí todo lo relacionado con esta carrera. Me dieron la primera oportunidad de trabajar, con el proviso de que lo hiciera lo mejor posible, y que, de no conseguirlo, me dedicara a otra cosa. Siempre han sido artistas íntegros y profesionales y eso aprendí. Me echaron la mano en mis momentos difíciles, cuando tenía que audicionar muchas veces y no conseguía nada; porque es cierto, este negocio es muy duro y lograr aún un papel pequeño para empezar no es en absoluto fácil, implica mucha zozobra y desencanto. Ellos me dieron muchísimo amor y me dieron cobijo, y me mostraron su amor por la actuación. También de ellos aprendí cómo es este negocio, cuántos rechazos y obstáculos uno tiene por delante si se decide hacer carrera. ¿Qué puedo decirte? Ellos siempre apoyaron mi sueño y aquí estoy, hablando contigo, haciendo películas, viajando por el mundo para promoverlas, solamente con el deseo de que el público también venga a una sala de cine y sueñe con lo que ve en la pantalla el tiempo que dura la película. Esa es la satisfacción más grande que hay para alguien que se dedica a hacer cine.



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23 dic 2013

Naomi Watts: “El trabajo más duro de mi carrera”

Miguel Cane.

Como actriz no solo es temeraria en sus elecciones, también se ha especializado en encarnar a mujeres reales como a la agente encubierta de la CIA Valerie Plame en Fair Game, a la valerosa madre de familia María Bennet en Lo imposible, y ahora a Diana Spencer, princesa de Gales en la película Diana.



Dirigida por Oliver Hirschbiegel (La caída), la cinta aborda los últimos años de la vida de este personaje relevante al final del siglo XX. En todas esas películas, Naomi Watts, (Shoreham, Gran Bretaña, 1968), brinda actuaciones de alto calibre y demuestra lo que se dejó ver desde que se dio a conocer en 2001 con Mulholland Drive, de David Lynch: que es una de las mejores de su tiempo.



Diana Spencer es un personaje clave para una generación. ¿Cómo te identificaste con ella?
Siento que de alguna forma crecí con ella. Pasé la primera parte de mi vida en Gran Bretaña, vi su boda por televisión como todo mundo, conocía toda su historia. Después, cuando murió mi padre, nos mudamos a Australia, donde también era muy conocida. Me pareció siempre carismática y hasta cierto punto, ingenua. Lo que fui descubriendo después, al leer el guión, fue que en realidad se trataba de una mujer más fuerte de lo que cualquiera habría pensado y que buscaba mantener su privacidad y el equilibrio, para ella era muy precario, aunque logró mantener muchas cosas sólo para ella, hasta que murió. Por ejemplo, lo que yo no sabía era su historia romántica con el cirujano de origen paquistaní Hasnat Khan, por lo que me sorprendí bastante cuando me enteré, y es uno de los temas que toca la película.



Ya has interpretado a personajes reales, ¿cómo fue tu proceso en esta película?
Diana fue posiblemente la mujer más famosa de su época. Existe tanta información y tantas imágenes que fue como armar un rompecabezas gigante y luego obsesionarse con él. Por un momento no supe por dónde comenzar. Lo que más me ayudó fue la entrevista que le hizo el periodista de televisión Martin Bashir, en la que señaló que en su matrimonio había tres personas y confesó que sufría desórdenes alimentarios. Fue un momento impactante para mucha gente. Estudié esa entrevista a fondo, me pareció que en ese momento Diana se abrió más y fue más ella. También la observé mucho en videos y fotografías, me fijé cómo inclinaba la cabeza hacia el lado izquierdo y en muchos otros detalles.

Seguro es el personaje real más notorio que has encarnado. ¿Te sentiste segura de poder interpretarla?
Pues mira, no me sentí segura hasta pocos días antes de comenzar a filmar. Fue muy curioso, primero me dio un ataque de pánico, pero luego fue como si todo se hubiera iluminado: llegó un momento en que me dije, “ya sé cómo hacerlo, es mía”. Puedo decir que no es solo el personaje más notorio que he hecho, éste ha sido el trabajo más duro de mi carrera. No la quise imitar, lo que me interesaba era captar su esencia.

Han pasado casi 17 años de su muerte y su legado persiste. ¿A qué crees que se deba?
Creo que fue un símbolo de muchas cosas para muchísima gente. Hay grandes detalles de ella que perviven: su mirada, que es a la vez fuerte y vulnerable; su gran compasión para quienes más ayuda necesitan. Era alguien que había tenido penas en su vida, comenzando por el trauma del divorcio de sus padres, el alejamiento de su madre. Entendí que sintió verdadero dolor, que era humana, como cualquiera. Y también, filmando, descubrí que Diana tenía un gran sentido del humor, una veta rebelde. Le gustaba el rock and roll, era muy ordinaria en algunos aspectos y extraordinaria en muchos otros; ese aspecto de ella lo encontré fascinante. Además, hizo mucho con su trabajo humanitario en la lucha contra las minas antipersonales, el apoyo a los enfermos de sida... Ella fue la primera persona pública que apareció tocándolos, no temiendo el contacto físico. Además, fue una madre excelente. Eso me llevó a identificarme con ella en ese sentido.

¿Cómo definirías su carácter, dado todo lo que le tocó vivir?
Creo que Diana luchó mucho por establecer su propia identidad cuando su matrimonio se acabó. Cuando una pareja se separa, quienes la integran en algún momento sienten que van a perder su identidad porque, para bien o para mal, el tiempo que fueron pareja, compartieron una identidad común. Por eso, salir de cualquier matrimonio es difícil, doloroso. Y en este caso, no se trató solo de perder al príncipe Carlos, sino de separarse de toda la familia real y del título de Alteza Real, algo muy terrible de enfrentar, si tomas en cuenta que se casó siendo todavía una adolescente, tenía solo 19 años y era aún muy inocente, sin experiencia en la vida. ¿Cómo se reinventa una persona después de eso? Ella lo logró, y por mucho. Lo que más admiré de Diana cuando hice la investigación fue que ella siempre luchó por ser feliz. Siempre intentó vencer los obstáculos que se le presentaban. Y lo más admirable es que reveló sus problemas frente a millones de telespectadores alrededor del mundo, y lo hizo con honestidad y sin exhibicionismos. Eso la humanizó, por eso la seguimos recordando, la compadecemos y la admiramos. Fue una princesa que tuvo la valentía de reconocer su bulimia y que se autoflagelaba emocionalmente. Por esto me interesó la película, no me atraía aparecer con tiaras y vestidos de alta costura, sino interpretar a una mujer muy humana, llena de matices, porque tampoco era una santa, era una mujer que también cometía errores y que buscaba una oportunidad de ser ella.

Sin embargo, esta no es la típica biopic a la que el público está acostumbrado.
Así es, es una biografía en el sentido tradicional. Ahí no habría nada qué contar; el guión se enfoca exclusivamente en los dos últimos años de su vida, de 1995 a 1997, y toca eventos específicos, no hay lugar para el chisme o la especulación. Lo que me gusta, es que mostramos que volvió a enamorarse después del colapso de su matrimonio y la humillación de las declaraciones de James Hewitt, que también le hicieron daño. Creo que es notable la manera en que logró reinventarse. Si has pasado 15 años de tu vida como la princesa de Gales, ¿en quién te transformas? Es muy difícil hacer el ajuste. Ella lo estaba logrando y justo entonces ocurrió esta tragedia: fue muy triste, ya que probablemente habría sido feliz una vez más, ya fuera con el doctor Khan u otro hombre, y quizás tenido más hijos. Pero no sé, es muy difícil imaginarlo, también. No sé si los medios la habrían dejado vivir tranquila.


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Nicolas Winding-Refn: Todo lo que hago como director, proviene de la necesidad de desafiarme a mí mismo

Miguel Cane.



Nacido en una familia cinematográfica – su padre es un director y documentalista, su madre es editora y directora de fotografía – Nicolas Winding-Refn (Copenhagen, 1970) se ha ido haciendo un nombre como uno de los cineastas más polémicos y llamativos de Europa y más recientemente, del panorama internacional. En diversos festivales ha causado sensación con filmes como Bronson, la trilogía Pusher – que lo puso en el mapa – y más recientemente con Drive, que suscitó un verdadero furor en Cannes y lo juntó con Ryan Gosling, actor con quien repite experiencia ahora en Solo Dios perdona, una inquietante cinta surrealista filmada en Bangkok, que, como es natural con este director, ha sido objeto de acaloradas y encontradas críticas por su mezcla de violencia y extraña belleza en su estilo visual.



Después del gran éxito de crítica que tuviste con Drive, ¿Qué te llevó a hacer una película de presupuesto medio en un lugar como Tailandia?
Bueno, debería decirte que en realidad el concepto de “presupuesto medio” es más bien un eufemismo, porque esta es más una película de muy bajo presupuesto y la hicimos de milagro (Risas). Todo comenzó con mi acuerdo para rodar dos películas con las productoras Wild Bunch y Gaumont. De hecho, Solo Dios perdona iba a ser nuestra primera colaboración, pero entonces llegó la oportunidad de hacer Drive y la química con Ryan fue tan buena, que decidí hacerla antes y posponer Solo Dios perdona. Pero la película había llegado tan profundamente en mis entrañas que no podía sacármela de la cabeza, así que mientras hacía Drive en Los Ángeles, también preparaba Solo Dios perdona.



¿Es por eso que repites mancuerna con Ryan Gosling?
En parte, así es. Cuando estábamos preparando Drive, descubrimos que nos llevábamos extraordinariamente bien, y que había mucha química laboral entre nosotros. Ryan es un actor espléndido y eso salta a la vista, pero también es un actor que corre riesgos. Es intrépido y habrá quien diga que, por hacer algo como ésta película, quizá hasta un poco temerario. Es verdad que él podría estar muy cómodo en Hollywood, haciendo películas de estudio que le redituaran ganancia y una fama tranquila, pero él es así, puede compaginar ambos aspectos de su carrera. Le gusta el peligro y cuando le hablé de este guión, de inmediato dijo “hagámosla”, sin importarle el nivel de las palizas que iba a recibir, sin reparar en nada, salvo en la pasión que le despertó a él la historia. Así supe que tenía que hacer la película con él y nadie más que él, aunque antes tenía a otro actor en mente para interpretar al personaje de Julian. Ahora creo que esto fue una bendición ya que me permitió seguir colaborando con él.



¿Cómo podrías describir la evolución de su personaje y la dinámica que aplica al trabajo que hacen juntos?
Es curioso, yo había escrito el guión antes de Drive y había concebido al personaje de Julian como un ser muy silencioso, casi en un nivel de mutismo total. Cuando Ryan y yo empezamos a trabajar en el guión después de Drive, este lenguaje del silencio llegó de forma natural, lo cual fue muy útil, ya que Julian es un personaje muy torturado que nunca se abre a los demás y se encierra en sí mismo, almacena su ira y sólo la libera cuando pelea. No puedo imaginar a otro actor interpretando este papel. De nuevo, Ryan y yo somos prácticamente uno.

Te gusta mucho el cine de género: has hecho películas de gángsters, de horror, de aventuras medievales, hasta has redefinido el clásico film noir americano, ¿Por qué ahora una película de artes marciales a la usanza de Bruce Lee?
Es que siempre, desde muy chico, me han gustado las películas de artes marciales, ¿sabes?, pero pensé que sería muy difícil rodar una de ellas en Hollywood, sobre todo porque quería que los actores aprendieran Muai Thai y luchar de verdad. Se necesita toda una vida para aprender ese arte y yo necesitaba que los actores aprendieran a luchar en 8 semanas. Sólo esto era un reto en sí mismo. Fue una locura, pero salió bien.

Podría decirse que esta película tiene varias identidades: comienza como un melodrama de mafiosos para luego convertirse en una historia de venganza estilo tragedia griega. ¿De dónde viene la historia?
Siempre quise hacer una película sobre la relación entre madre e hijo y sus conflictos, llevados al extremo más desbordante. Quería que la película comenzase en un género concreto y se fuera transformando poco a poco en algo más, como el enfrentamiento final entre la visión de la madre y el hijo, hasta llegar a un paroxismo alucinante.

Kristin Scott Thomas se transforma totalmente de su aspecto habitual y su personaje, la madre, es un ser monstruoso. ¿Cómo conseguiste que te diera eso en su interpretación?
Porque Kristin es una actriz extraordinaria, sensacional. En cualquiera de sus interpretaciones. La amo. Además me intrigaba, porque estamos tan acostumbrados a ver la delincuencia y la violencia en manos de personajes masculinos que la idea misma de ver a una mujer que encarna el mal absoluto – y además es una madre capaz de usar a sus hijos para sus maquinaciones – fue muy divertido de escribir. Tuve a Kristin en mente para el papel de la madre de Julian desde el principio. Nos reunimos en París, donde ella vive, y pensamos que sería muy interesante hacer de Cristal, la madre de Julian y Billy, una especie de coctel entre Lady Macbeth y Donatella Versace. Por supuesto, Kristin estaba encantada de estar interpretando un papel en el que podía soltarse el pelo y hacer de todo, sin límites. Sin embargo, era muy importante que ella estuviera dispuesta a hacerlo, a dejarse llevar, ella necesitaba esto para interpretar a esta madre dominante y diabólica. Y lo hizo de maravilla. Nunca había visto a una actriz hacer una cosa tan drásticamente opuesta a su personalidad y hacerlo con tanta elegancia, ¿sabes lo que quiero decir?

¿Qué influencias podrías decir que has tenido para rodar esta película?
¡Cantidad! (Risas) Mira, aunque soy danés, crecí en Estados Unidos, así que de niño y adolescente, vi toda clase de películas que de un modo han sido influencias que llevaron a diferentes ideas para todos mis proyectos. Y no sólo Bruce Lee o los clásicos del noir, en este caso, una de los principales fue la obra de Richard Kern y su obsesión por las imágenes violentas, en particular, su cortometraje The Cameraman Evil (1990). Y también estaba mi obsesivo deseo de enredarme con la mitología griega, con Bangkok como telón de fondo… no podría enumerar todo lo que me influyó.

¿Cómo relacionas Solo Dios perdona con el resto de tu obra?
Mira, en realidad, todo lo que hago como director, proviene de la necesidad de desafiarme a mí mismo cada vez. Por supuesto hay conexiones con mis otras películas y personajes, pero hace ya bastante que decidí dejar de tratar de comprender los motivos que me mueven a hacer las cosas para así poder seguir mi instinto: ¿qué es lo que quiero ver cuando voy al cine? Y esta película es justo eso: algo que yo querría ver como espectador.





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12 dic 2013

Sólo Dios Perdona / Only God Forgives, de Nicolas Winding-Refn

Miguel Cane.



En Drive (2011), Nicolas Winding-Refn se dio el lujo de reexplorar el film noir americano con una trama sencilla, abierta, y un personaje principal encarnado por Ryan Gosling, que haciendo eco de los personajes encarnados por Clint Eastwood para Sergio Leone en sus legendarios spaghetti-westerns, utilizaba su mutismo para transmitir las emociones de un personaje enigmático.



Ahora en Sólo dios perdona, Gosling repite con el cineasta danés en un filme de fórmula similar, en el que – sorprendentemente – su personaje habla aún menos que en la cinta anterior y explora una manera totalmente expresionista de narrar una historia engañosamente simple, que resulta una variante hiperviolenta de las cintas de artes marciales popularizadas en los años 70 y 80.



Ostensiblemente la historia gira en torno a Julian (Gosling) un estadounidense exiliado en Bangkok, dedicado a tratos con los bajos fondos, incluyendo el narcotráfico. Cuando a la ciudad llega su madre, Crystal (una formidable Kristin Scott-Thomas instalada en Clitemnestra via Jerry Hall) para conminarlo a vengar la muerte de su hermano, que fuera ejecutado por el padre de una prostituta adolescente a la que mató, la situación adquiere tonos pesadillezcos y surrealistas: en medio de una lluvia de violencia, Julian – que sólo pronuncia diecisiete frases en toda la película – busca alcanzar, de un modo extraño e inexplicable, la redención.

Winding-Refn es un cineasta idiosincrásico y sui generis, le gusta hacer lo que él quiere y como él quiere, y este filme no es la excepción: la lógica y verosimilitud salen volando por la ventana para dar pie a una extravagancia visual, de colores y texturas que transportan a Gosling a un mundo de golpizas, traiciones, crimen, y brutalidad, todo permeado por una extraña hermosura.

La película es, evidentemente, una pieza extraña, que ha polarizado a la crítica y público (algunos la aman, otros, la abominan) pero una cosa es cierta y definitiva: al verla, ningún espectador quedará indiferente y tanto Gosling como la Scott-Thomas demuestran que son actores de primera, capaces de correr cualquier riesgo por su director.

Sólo Dios Perdona/Only God Forgives
Con: Ryan Gosling, Kristin Scott-Thomas, Vithaya Pansringarm, Ratha Ponghnam y Gordon Brown
Dirige: Nicolas Winding-Refn
EU/Dinamarca/Reino Unido 2013



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Romain Duris: Michel Gondry tiene un fantástico sentido de la elipsis

Miguel Cane.



Jovial, versátil y apuesto, en pocos años se ha convertido en uno de los actores más populares del continente europeo, no obstante Duris (París, 1974) no se ha creído aún el cuento de ser una movie star al uso y se ha dado el lujo de, pese a haber sido uno de los protagonistas de Le Divorce, dirigida por James Ivory, decirle que “no” a Hollywood, manteniéndose firme en la escena fílmica francesa, donde ha tenido éxitos notables como El albergue español – y su secuela, Muñecas rusas –, Los seductores, Tu historia entre mis dedos (Populaire) y ahora colabora con el cineasta Michel Gondry (Eterno resplandor de una mente sin recuerdos) en Amor índigo, una cinta totalmente anticonvencional basada en la novela de Boris Vian La espuma de los días, en la que interpreta a Colin, un hombre rico y despreocupado que encuentra el amor de su vida en Chlóe, una bella chica (Audrey Tautou, Amélie) aunque su amor se ve amenazado por circunstancias totalmente surreales en uno de los filmes más peculiares en memoria reciente.



Amor índigo se basa en La espuma de los días y es algo muy peculiar para cualquier actor. ¿Cómo reaccionaste ante el ofrecimiento del guión?
¡Estaba anonadado! ¡Tuve algo de miedo! (se ríe). No, no, no. La verdad es que desde el principio me atarjo mucho la idea central de la película y del personaje de Colin, que es, prácticamente, un trasunto de Boris Vian, filtrado por su propia imaginación. Además, trabajar con Gondry era algo que me intrigaba: había visto sus películas, sus videoclips, y pensé, tiene mucho estilo. Este hombre seguro tiene la visión para adaptar a Vian. Porque, como te darás cuenta al ver la película, no es en absoluto sencillo hacer una adaptación de una obra así, al cine.

¿Dirías que la película es una comedia romántica surrealista?
No he hecho muchas comedias románticas, y nunca había hecho algo como esto, así que más allá de haber leído la novela y el guión, no tenía referencias. Me pareció que la opinión del director era muy importante, porque la estética de Gondry juega un papel fundamental en esta película. Él se reunió con nosotros y nos dijo cómo pensaba hacer la película. Nos invitó a un diálogo y a medida que íbamos hablando, me di cuenta de que es una persona muy abierta, siempre dispuesta a recibir propuestas y trabajar en equipo. Michel Gondry es del tipo de artista que no peca de un orgullo excesivo, pero sabe muy bien adónde quiere llegar. Tiene aplomo y visión.



¿Qué cosas le proponían ustedes?
Yo comenté que al crear esta realidad aumentada al principio, habría que extrapolar al máximo el aspecto romántico de la película, por ejemplo la emoción del encuentro entre mi personaje y el de Audrey. En cierto modo, muy al principio, esta película es un poco como las comedias románticas del Hollywood de los 60 que nos gustan tanto, tipo Desayuno en Tiffany’s, en las que estamos deseando que los protagonistas se besen, y, aunque sabemos que lo van a hacer, nos emocionamos cuando llega el momento, pero al mismo tiempo, Gondry aplica su visión muy particular de todo y crea un universo muy suyo, en el que me encantó participar. Y la película va cambiando, va cambiando el tono, incluso se pierde el color. Fue algo fascinante.

¿Cómo trabajó Gondry contigo en particular?
¡Realmente trabajamos como un equipo! Desde el principio estuvimos de acuerdo en que mi personaje tenía que tener una soltura innata. Siempre que yo dudaba y esa soltura desaparecía, él me lo hacía notar y enseguida la recuperábamos. Él era el timón que permitía mantener el rumbo de la película y no perder nunca de vista la personalidad de Colin. Y, aunque el guión estaba muy definido, nos daba libertad para interpretar las escenas. Por último, una de las cosas más importantes es que tenía todo el filme en mente a la hora de rodar. Quería un principio y un final para cada escena, por cuestiones de ritmo y eficacia. En el material que rodamos no hay nada superfluo. Gondry tiene un fantástico sentido de la elipsis.

¿Cómo definirías a Colin, tu personaje?
Es un bon vivant feliz, un haragán de buenos sentimientos que también es listo. Es un hombre que ha fracasado en sus relaciones, pero que descubre el amor al encontrarse con el personaje de Audrey y descubre que es capaz de literalmente cualquier cosa por amor a ella. La verdad es que me gustó mucho hacer este personaje, porque llevaba varios años de hacer películas bastante oscuras, como De latir, mi corazón se ha parado (De battre mon coeur s’est arrêté), Persécution o París, en las que he intentado aportar cosas de mí mismo y he pasado mucho tiempo reflexionando profundamente. Aquí, tenía que hacer el mismo trabajo pero en otro tono. No quería que Colin fuera una caricatura excéntrica. Tenía que ser, como en la novela, un tipo entrañable, que se ve arrastrado por amor a una situación que no controla. Sin haber hecho esa reflexión, no me habría sentido tan libre y espontáneo durante el rodaje. Frente a la cámara de Gondry, me lo pasaba en grande. Me dejaba llevar por mi instinto. Por eso pudimos rodar tan rápido, sin repetir demasiadas tomas. Lo único en lo que realmente tuve que esforzarme fue en el baile, para la escena en que todos bailamos y que luego se altera con animación. Fue algo difícil porque no bailo nada bien.

¿Cómo fue trabajar de nuevo con Audrey Tautou?
Somos muy amigos, nos queremos fraternalmente, porque nos conocimos muy jóvenes. Yo tenía muchas ganas de trabajar con ella de nuevo, porque me encanta como actriz y persona. Durante el rodaje, me gustó mucho cómo dibujó a su personaje, tan luminoso, tan adorable. Su interpretación es finísima, pero eso no te sorprende cuando la has visto trabajar. Además, Audrey es una persona muy generosa: toda la película ha sido un diálogo con ella, volviendo una y otra vez sobre lo que el otro proponía. Es una actriz y una amiga como hay pocas.

También sorprende la complicidad que hay desde la primera escena con Gad Elmaleh y Omar Sy. ¿Cómo se construyó ese efecto de camaradería?
¡Pues muy fácil! (se ríe) ¡Nos hicimos amigos! ¡Así surgió la química! Partiendo, claro está, del éxito del casting. Esta capacidad para unir a personalidades diferentes demuestra la inteligencia y la fuerza del director. ¡Por eso, nuestro encuentro fue algo memorable! Pero no estábamos en el set de fiesta. Estábamos totalmente centrados en el trabajo, porque era el principio del rodaje. Estábamos pendientes de Gondry, de su manera de trabajar, de estar en nuestro sitio, porque sabíamos que no disponíamos de mucho tiempo para las tomas. Pero el ambiente que se generó entre los tres nos hizo ganar mucho tiempo. La camaradería que nos traíamos en la vida real se tradujo rápidamente en complicidad frente a la cámara.

¿Cómo presentarías Amor índigo al público que no conoce este tipo de cine?
Como una película de amor, hecha con amor. Como una oportunidad de entrar en el mundo visual y atmosférico de Gondry, de ver todo desde otra perspectiva. De escuchar el jazz en las palabras de Boris Vian. De ver una película fuera de serie que no podrán olvidar. Creo que eso es lo que hemos hecho. Y estoy muy orgulloso.



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4 dic 2013

Don Jon, de Joseph Gordon-Levitt

El secreto de Don Juan

Miguel Cane.

En su debut como realizador, Joseph Gordon-Levitt aborda el mito de Don Juan creando una fábula postmoderna bastante creativa, enérgica y a veces dura, sobre Jon Martello, un muchacho de Nueva Jersey que, a pesar de ser un seductor nato, prefiere el porno en Internet al contacto carnal verdadero.



Como director y guionista, Gordon-Levitt se muestra firme y centrado con una historia que versa sobre el exceso, pero que nunca cae en él. De hecho, si hay algo que reprocharle a la cinta, es que no rompe del todo con lo políticamente correcto, pese a que el material era dúctil. Por el contrario, el director se queda a medio camino en su representación del sexo, quizás para no ofender.


Para ser una película sobre un hombre adicto al porno que ostenta el récord de 10 masturbaciones diarias, Don Jon es una cinta bastante pulcra, aséptica y luminosa. Claro que esto responde al hecho de que, a pesar de retratar una parafilia bastante seria, Don Jon es en realidad una comedia romántica, y eso está muy bien, porque funciona y especialmente lo consigue con el apoyo de Scarlett Johansson (increíble como Bárbara Sugarman, un personaje que rompe con su molde habitual) y sobre todo una espléndida, sensual y vulnerable Julianne Moore que se roba la pantalla con la mano en la cintura cada que aparece.


Ahora bien, en la película los temas “fuertes” que trata, poco a poco acaban cediendo por completo a la posibilidad del Happy End, pero Gordon-Levitt no pierde en ningún momento el sentido de la orientación, teniendo siempre claro el objetivo al que se dirige su historia (encontrarse a sí mismo, y después, el amor). Además, su sentido de la comedia es magistral (no en vano fue estrella de uno de los mejores sitcoms de los 90), y la perspicacia con la que retrata a sus personajes (con un toque de melancolía) contribuye a que el tono funcione y da pie a una película inspirada, que conecta, que hace reír, conmueve y sacude.

Un estupendo trabajo que tal vez sea la puerta a una nueva voz en la dirección, donde seguramente será tan talentoso como ha sido en sus más de veinte años de intérprete.

Don Jon
Con Joseph Gordon-Levitt, Scarlett Johansson, Tony Danza y Julianne Moore
Dirige: Joseph Gordon-Levitt
EU 2013



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Joseph Gordon-Levitt: Yo la llamaría una historia de amor, pero una historia de amor bastante jodida

Miguel Cane.



Comenzó su carrera siendo muy pequeño, en el revival de la serie de culto de TV Sombras tenebrosas en 1990, y desde entonces Joseph Gordon-Levitt (Los Ángeles, California, 1981) no ha dejado de trabajar ante las cámaras, evolucionando primero en el exitoso programa La tercera roca del sol y una sólida carrera en cine con hitos como 500 días con ella, 50/50, El Origen, Batman: The Dark Knight Rises y Looper. Ahora, da una variación a su carrera al incorporar a ésta la faceta de director al debutar con Don Jon una cinta tragicómica en la que comparte créditos con Scarlett Johansson y Julianne Moore y que tras una exitosa gira en el circuito festivalero, llega a las carteleras de América Latina y México.

¿Qué te inspiró hacer una película como ésta? ¿Qué te llevó a escribirla y dirigirla?
Quise contar una historia que tratara acerca de cómo la gente clasifica a los demás en la vida. Supongo que en parte tiene que ver con el hecho de que he sido actor toda mi vida, desde muy niño, y nuestra cultura occidental tiene una tendencia a deshumanizar a las personas que aparecen en las películas y en la televisión, olvidarse de que son humanos también. O igual, es porque me crié con los ideales por los que luchó mi madre durante el movimiento feminista en los años sesenta y setenta. O tal vez porque siempre me ha fascinado cómo conectamos o en este caso, cómo nos desconectamos de otros. Parece algo simple, pero tiene sus complejidades.


¿Pensaste en interpretar el personaje principal al escribirla o surgió la idea después? ¿Cómo le diste forma?
No lo pensé como algo para mí al principio, pero luego me fue gustando mucho la idea. Verás, el personaje apareció mientras imaginaba casos en que la gente deshumaniza a otros: pensé en un sujeto que se la vive frente a su computadora viendo porno. Sólo eso le da sentido a su vida. El porno. Y me pareció una metáfora perfecta. La mujer en la pantalla no es más que un objeto para él. No hay conexión alguna. Entonces, salió el actor en mí y comencé a pensar en quién podría ser ese tipo. ¿Por qué es adicto al porno? ¿Por qué no puede conectar con una chica de verdad? Entonces me di cuenta de que si el personaje fuera así, sólo sería un patético solitario. Sin embargo, si fuera un mujeriego con éxito entre las chicas, el proverbial Don Juan, y aun así se viese atraído por la pornografía, entonces podría haber un tema. Y me convencí a mí mismo de que sería divertido e interesante, ¡y un reto!, hacerlo.


¿Cómo percibes tú la historia de Don Juan? ¿Lo ves como un arquetipo aún vigente en la sociedad actual?
¡Claro! Don Juan siempre ha existido de muchas formas; para mí, sus historias son principalmente tragedias en las que el protagonista eventualmente se ve arruinado por sus defectos, pero no es un villano. Es un seductor. Y es algo que sigue muy vigente hoy en día. Ahora bien, yo prefiero historias con un equilibro entre oscuridad y luz. Quise que la película tuviera esperanza. Así que decidí hacer algo más cómico. Don Jon es una comedia negra y sí, el personaje es bastante despreciable en muchos sentidos, pero creo que los espectadores empezarán a apreciar lo que le pasa.

No sólo es sobre cómo la gente deshumaniza a los demás, también trata de cómo nos conectamos el uno al otro. En ese sentido, ¿dirías que es una historia de amor?
Pues sí, yo la llamaría una historia de amor. Pero una historia de amor bastante jodida (risas).

¿Fue complicado para ti elaborar el guión tú solo?
Más que nada me tomó tiempo hacerlo. La historia se me ocurrió hace unos cuatro años. Pasé un par de años dándole vueltas y tomaba notas pero no fue hasta que estuve en Vancouver, rodando 50/50, que se me ocurrió darle un tono cómico y empecé a escribir. Y no estuve solo, tuve apoyo y crítica. Mientras trabajaba con el ingenioso guionista Dave Koepp, en Premium Rush, hice reescrituras. Nunca pensé en ello como un trabajo. Fue un regalo que me hacía a mí mismo en mis ratos libres, durante un año. Terminé el primer borrador mientras estaba en Londres con Batman y supe que sería una realidad.

¿Cuáles fueron los retos a la hora de interpretar tu personaje?
Al haberlo escrito yo, tuve más tiempo de lo normal para preparar el papel. Cuando llegó el momento de rodar, todo salió bastante fluido. Supongo que el reto más importante de este personaje era el físico – Jon es un tipo muy vanidoso que se enorgullece de su físico. Y yo no soy así para nada. Durante seis meses anteriores al rodaje, iba al gimnasio cinco días a la semana y comía cantidades ridículas de pollo. Conseguí aumentar cinco kilos, solamente en músculos. Hubo gente que me preguntaba si iba a seguir esa rutina, al terminar el rodaje ¡y siempre dije que de ninguna manera! (Risas).

Tienes un excelente elenco de soporte. ¿Cómo conseguiste involucrar a actrices como Julianne Moore o Scarlett Johansson?
Tuve muchísima suerte. Soy el tipo más afortunado del mundo, de verdad. Mientras escribía el personaje de Barbara Sugarman, siempre me imaginé a Scarlett. Nunca pensé en otra actriz. En parte porque al verla en un sketch en Saturday Night Live me di cuenta de que tiene un timing cómico espectacular y que no ha aprovechado mucho; yo la admiraba por su trabajo en películas como Lost in Translation, Vicky Cristina, Barcelona o Match Point, pero no la había visto hacer comedia. No nos conocíamos, pero quise hablarle del guión antes de que lo leyera así que volé a Alburquerque donde Scarlett estaba filmando Los Vengadores. Tuvimos una conversación sobre hombres y mujeres, sobre el amor y la lujuria, la conexión y la deshumanización, la pornografía y el romance en Hollywood, la familia, la religión, la imagen exterior y todo lo demás. Poco después lo leyó y afortunadamente le encantó. ¡No se qué hubiera hecho si no le hubiera gustado! Y sobre Julianne… es una diosa, basta verla en Boogie Nights o en Las Horas o Lejos del Cielo. El personaje de Esther le queda como anillo al dedo y no podía imaginar a otra actriz en ese rol. Me acerqué igual a ella, con el guión y mis ideas y se subió al bote de inmediato. Es una actriz formidable y muy creativa. Fue espléndido contar con ambas.

¿Es fácil compaginar este espíritu independiente con las grandes producciones que ahora te ofrecen?
Creo que es el futuro del cine. Por ejemplo, Don Jon es un proyecto que realicé siguiendo mis propios gustos, mis instintos y mis ideas, y sin ánimo de lucro. No me importa no ganar un centavo con ella. La hice por amor. El público me va conociendo gracias a películas como El caballero oscuro o El Origen y puede que eso haga que se interese más por nuestro trabajo en esta cinta, con el que pretendemos ir un poco más allá de la norma y contar esa historia. Hay películas que ayudan a financiar proyectos más modestos. Ayudan a hacer realidad los sueños. Y por eso acepto hacer películas grandes.

¿De dónde le viene esa faceta tuya tan independiente?
Mis papás son un ejemplo. Mi padre fue periodista en una radio pública donde también trabajaba mi madre; y en un país como Estados Unidos, donde nunca hay dinero para la educación o para la información independiente, ellos me inculcaron valores como la necesidad de compartir, de ayudar y de entender el impacto de nuestras acciones en la vida de otros. Hacer una diferencia.


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