27 feb 2014

Todo está perdido / All is Lost, de J. C. Chandor

Solo contra el mundo

Miguel Cane.



En Todo está perdido, la segunda cinta de J.C. Chandor, la trama es sencilla, pero no por ello simple: un navegante anónimo (el gran Robert Redford), sufre un accidente mientras viaja cerca del mar de la India. Su barco, el Virginia Jean, choca con un contenedor de carga a la deriva. La fatalidad, a veces, entiende de casualidades, a pesar de que en este caso resulte además muy oportuna. Para entonces, apenas sabemos algo de ese tripulante: Redford apenas habla durante el resto del filme. De ahí el desafío de la película para el actor y el espectador.



En una fórmula similar a Gravity, Chandor lleva a su personaje al extremo con el fin de conectarnos en su odisea; así es como sin necesidad de flashbacks ni diálogos, persigue el objetivo de ser ultrarealista. El director y guionista lo fía todo al vínculo que el espectador establece con el personaje de Redford, y pese a que recurre de forma constante, y a veces fastidiosa a todos los clichés de las películas de naufragios (la pesca, los tiburones, la bengala, el mensaje en una botella), cosas que hemos visto antes en La vida de Pi, o Náufrago, consigue de un modo admirable sostener la tensión durante los más de 90 minutos que dura la película, sin que realmente se vuelva tediosa, y además hace contrapunto a los momentos bajos, con algunas escenas espectaculares y escalofriantes como son las secuencias de la tormenta, sus vueltas y sus consecuencias, que nos obligan a estar al borde del asiento, y que nos hacen llegar al punto en que no importa cuánto tarde, lo que queremos saber es, cómo va a acabar. +}



El que más elogios y reconocimientos ha recibido, y con toda justicia, es Redford que, con valentía, nos hace olvidar sus más de 75 años de edad, para ver cómo su personaje, que podría ser cualquier hombre, lucha hasta el final por contarnos esta historia de zozobra y anhelo de vivir.



Quizá Todo está perdido no le guste mucho al público que está acostumbrado a otro tipo de aventuras, pero está llena de mérito, con un planteamiento visual impactante y una anécdota que en cierto modo nos habla a todos: soltar a un hombre cualquiera en total soledad y casi sin recursos a merced del violento mar, y esperar a que se resuelva esta historia, sin poder (ni querer) despegar los ojos de la pantalla. Y sólo un valiente como Redford se atrevería a hacer esto a estas alturas del poema, y triunfar.

Todo está perdido/All is Lost
Con Robert Redford
Dirige: J. C. Chandor.
EU 2013





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No sé estarme quieta en casa: Emma Thompson

Miguel Cane.



Algunas veces, los actores y actrices coinciden en señalar que, para ellos, quizá la parte más difícil de una película no es el rodaje en sí, sino el tener que promoverla. Algunos buscan la manera de eludir el compromiso de acercarse a la prensa, a la que parecieran tener fobia. Pero hay otros que no solo asumen esto como parte de su trabajo, también buscan que sea una experiencia amable para los involucrados. Como Emma Thompson (Londres, 1959), dos veces ganadora del Oscar —como mejor actriz por Regreso a Howard's End en 1992 y mejor guión adaptado (en tándem con Jane Austen, tal como suele decir) por Sensatez y sentimientos, en 1995.



Sencilla y jovial, se reúne con la prensa para presentar El sueño de Walt (en inglés, y más adecuadamente, Saving Mr. Banks), que es la historia de cómo en 1963, Walt Disney (encarnado por Tom Hanks) invitó a Pamela L. Travers (Thompson), la creadora de las novelas de Mary Poppins, a ser parte del rodaje del filme que resultaría legendario, ganando cinco Oscar en 1964.

Este es un proyecto muy personal para ti. ¿Cómo te preparaste para interpretarlo?

Las personas que no quieren que se sepa nada de su vida destruyen la documentación y todo lo que pueda dar pistas de cómo eran. En cambio, P. L. Travers, a pesar de vivir casi recluida y no hablar de ella misma, dejó sus archivos a la Biblioteca de Brisbane (Australia, su lugar de nacimiento). Lo que indica que se creía suficientemente importante como para pensar que tras su muerte alguien podía interesarse por ella e investigarla (risas). Tenía un ego saludable, supongo. Eso está bien.



Entonces, tuviste bastante material para crear o bien, para interpretar, al personaje...

Quienes la conocieron bien, están conformes con la película tal como quedó. Fue una mujer de contradicciones extremas. Yo tuve un año para leer sus escritos, hablar con quienes la conocieron, ver documentales acerca de ella, observar fotografías, escuchar entrevistas... y después hay que lanzarse a ser ella. Las grabaciones que hizo de su estancia en América fueron muy útiles, enfocándome en las dos semanas que P. L. Travers estuvo a principios de los sesenta en los estudios Disney para adaptar sus libros al guión de Mary Poppins. Y te diré que era una mujer formidable, sorprendería a cualquiera.

¿En qué sentido?

Era muy poco convencional. No se reprimía en lo absoluto, y tuvo una carrera brillante, muy avanzada para el tiempo que le tocó vivir. Además de escribir los libros Poppins (que fueron varios, no solo uno), fue actriz, escribió poesía, se relacionó con los poetas George Russell y W. B. Yeats, tuvo relaciones amorosas con hombres y mujeres, era bailarina y se interesaba por la moda y la elegancia. Los contrastes entre los modales ingleses y estadunidenses que se ven en la película, marcados por su actitud, no están exagerados, es más, te diré que siento que se han quedado cortos porque ella era así, una personalidad muy particular. Trataba a los guionistas y compositores de forma grosera; era tosca, lo sabía y le gustaba serlo. En eso, en ser claridosa, es en lo que más se parece Travers a Mary Poppins, porque ambas dicen lo que piensan y lo que sienten sin pensar en las consecuencias.

¿Cómo definirías ese tipo de personalidad?

Es una forma relajada de ser. Indica mucha confianza y seguridad con una misma, pero por otra parte demuestra vulnerabilidad y ella estaba llena de contradicciones también. Lo cierto es que no se puede definir a este personaje fácilmente por su enorme complejidad. Fue un reto fascinante interpretarla.

La película ha resultado controvertida no tanto por su retrato de Miss Travers, sino por el de Walt Disney, aún cuando no es el protagonista de la historia...

Sí, creo que sí. Ha habido algunos comentarios al respecto, porque según algunos hemos ido muy lejos en el trato de Walt Disney: sale fumando, bebiendo... Para los estadunidenses eso es ir lejos, para los europeos no significa nada. Además, eran los años sesenta, era otro mundo completamente diferente, sin tanta corrección política. Creo que Tom Hanks pinta un retrato de Disney, el hombre, en el que aparece convincentemente humano, como un hombre de éxito en los negocios en la cima de su poder, que era justo con sus empleados sin ser necesariamente blando, sabía muy bien lo que quería y cómo lo quería, y también sin ser financieramente generoso. Creo que Disney tenía cosas buenas al margen de lo que uno piense, o pensamos, en lo que se ha convertido su mito, a base de vender un universo idealizado. Eso precisamente fue lo que lo salvó del mundo real y brutal en el que creció. De hecho, los aspectos realmente polémicos de la personalidad de Disney, sus ideas políticas conservadoras, y todo eso se ha quedado fuera de la película, porque no venía al caso. Lo que queríamos contar era el encuentro entre dos personalidades muy opuestas, la de él y la de Travers, y el resultado en la película es lo que realmente importa. No se trata de una cinta biográfica sobre ninguno de los dos, sino más bien, de la instantánea de un momento muy específico que vivieron ambos.

¿Y trabajar con Tom Hanks?

Teníamos muchas ganas de hacerlo, desde hace tiempo. Y lo pasé muy bien. Es un compañero generoso y cálido, un espléndido actor, comprometido con un personaje tan complejo como lo fue el mío. Fue una buena experiencia y quedé muy contenta. Entiendo que Tom Hanks sea una de las grandes estrellas de su tiempo. Lo es, porque tiene todos los elementos para serlo. Además de ser muy divertido fuera de cámaras. Yo repetiría con gusto.

Guionista, actriz, productora... ¿hay algo que te falte por hacer?

Es una pregunta interesante, es cierto hay que poner todo de ti para hacer películas. Nunca he tenido que trabajar tanto, pero esto es lo que siempre quise hacer. Llevo 30 años dedicándome a esto y me gusta tanto que, aunque tengo muchos intereses más allá de mi carrera solamente, no podría dedicarme a otra cosa que no tuviera que ver con esto.

El cine es tu pasión entonces.

Sin duda. Actuar. Donde sea, como sea. Cine, teatro...

¿Incluso televisión?

Sí, si el proyecto me atrapa y me enloquece. Empecé en la televisión después de todo. Y me gusta lo que se hace en la televisión hoy en día. Cuando hicimos con Mike Nichols Ángeles en América (¡hace ya 10 años, lo puedes creer!), fue una de mis mejores experiencias. Así que si me llega un guión que me apasione, le puedo decir a Greg (su marido, el actor y director Grez Wise), "mi cielo, te dejo al frente de todo por este tiempo, porque voy a trabajar, pero volveré", desde luego. Mi marido y mi hija son una fuente de cariño y calidez. Soy actriz y haré lo que sea, siempre y cuando me haga sentir que es algo que puedo hacer con pasión. Estoy consciente que hay papeles que ya no podré hacer, pero no me arrepiento de no haberlos hecho. He hecho lo que he querido cuando he querido y como he podido. Y me gusta y me hace sentir muy satisfecha en algunos aspectos e inquieta en otros.

¿Eso quiere decir que seguirás incansable?

No sé si incansable. Soy humana. Pero mi madre (la actriz Phyllida Law, de 81 años de edad, aún en activo) es un gran ejemplo para mí, porque sigue trabajando así que, ¿por qué no? Mientras pueda, seguiré interesada en trabajar, en actuar, en escribir. Hay cosas que no puedo dejar de hacer. ¡No sé estarme quieta en mi casa! ¡Qué mal hábito el mío! ¿No crees?





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20 feb 2014

El sueño de Walt / Saving Mr. Banks, de John Lee Hancock

Mister Disney y la escritora

Miguel Cane.



El sueño de Walt, filme de John Lee Hancock, narra la historia, basada en hechos reales, de cómo el omnipotente Walt Disney (Tom Hanks) consigue persuadir a la muy difícil Pamela Lyndon Travers (Emma Thompson, como siempre, excelsa), la autora de las aventuras de Mary Poppins, para que le venda los derechos de sus novelas y poder cumplir así la promesa hecha a su prole, de llevar a la mágica niñera a la gran pantalla.



Ostensiblemente ésta es la trama principal, pero más allá de las arduas negociaciones y la estancia a regañadientes de Travers en los estudios Disney durante dos semanas en 1963, lo que de verdad cuenta la cinta mediante flashbacks, es la propia historia de la estrecha relación entre Travers y su padre alcohólico (Colin Farrell), sugiriendo que tanto los libros como su negativa a llevarlos al cine no son más que un intento por proteger su propia infancia en la figura literaria de un retrato familiar.



Por otro lado, la cinta también muestra un retrato más jovial del propio Walt, en una suerte de revisión de la controvertida figura histórica. La propia elección del rostro amable y familiar de Tom Hanks es clave de esto. Así, en cada aparición, en cada gesto, nada se advierte del patrón tirano y simpatizante fascista que es el lado oscuro de la historia y aquí no aparece para nada.



Hanks interpreta a un Disney afable y bonachón, que, con la Thompson como contrapunto, recurre siempre a su transigente carisma para lograr su objetivo más sentimental que material. Sumando estas dos historias, el resultado es un filme con los mejores ingredientes del cine de Disney: una lección, una búsqueda, una bruja que se ablanda, optimismo, diversión familiar aderezada con canciones bonitas y, cómo no, el infaltable trauma que es el catalizador de la historia…

Todo esto con grandes interpretaciones (Paul Giamatti, Rachel Griffiths, Jason Schwartzman, todos estupendos) que consiguen elevar el novel de lo que no deja de ser un producto corporativo de casa Disney dirigida, por su trama a veces dolorosa, más a hablarle a los adultos que crecieron con ella, que a su actual público infantil, que seguramente la encontrará demasiado “seria”, pero los mayores encontrarán en ella algo para todos.

El sueño de Walt / Saving Mr. Banks
Con Emma Thompson, Tom Hanks, Colin Farrell, Rachel Griffiths y Paul Giamatti
Dirige: John Lee Hancock
EU 2013





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Abdellatif Kechiche: Mi Adèle muestra que el amor no tiene sexo

Miguel Cane.

Tras ganar la Palma de Oro en el Festival de Cannes 2013, y rodeada de polémica tanto por su temática como por su rodaje, se estrena en México La vida de Adèle que ha sido alabada por la crítica y también foco de controversia dado un enfrentamiento entre su director, Abdellatif Kechiche (Túnez, 1960), la autora de la novela gráfica en que se basa (El azul es un color cálido), Julie Maroh, y con la actriz Léa Seydoux. En su charla con la prensa internacional, el también director de Cous cous y La escurridiza, habló expresamente de estos temas, del rodaje del filme y sus planes a futuro.



¿Por qué diría que se suscitó esta polémica con Julie Maroh y Léa Seydoux después del estreno en Cannes?
Es complicado. Julie Maroh, la autora, me puso como condición ver la película antes de Cannes para saber si le gustaba. Organicé una proyección en París y preferí dejarla a sus anchas. Después me escribió una carta en la que me decía cuánto le había gustado, cómo se había reconocido en ella, aunque la historia era totalmente diferente a la suya, cuánto le había emocionado y cómo le hubiera gustado que yo hubiera estado allí para llorar en mis brazos. Lo que ocurrió después, ese cambio, lo atribuyo a una deslealtad, una falta de sinceridad y deseos de llamar la atención para que se hable de su cómic y de sus obras. Publicidad. Y no la necesitaba, gracias a la película ha vendido muchísimos más ejemplares en todo el mundo de los que hubiera podido esperar. En cuanto a Léa, también me pareció extraño. Después de Cannes, donde hubo abrazos y besos y tanta alegría, de pronto cambia así. Ahora, ¿qué credibilidad le queda, si dice algo y luego se desdice? Si hubiera vivido realmente el rodaje como una pesadilla, como dice, ¿por qué vino a la alfombra roja en Cannes?, ¿por qué subir al escenario? Cuando se dice que la relación es mala y se habla de sufrimiento, si yo fui un sádico, como dice Léa, pues no vienes a Cannes. Pero creo que esto no ha afectado a la obra en sí. A mí me ha causado un disgusto, pero puedo vivir con ello: la película no ha sufrido. Lo importante es que sea vista.



¿Qué le llamó la atención del cómic para adaptarlo y cómo serán las continuaciones de las que ha hablado?
Ahora ya no tendrá nada qué ver con el cómic. Me gustó, sí, y es muy bello. Pero mi película, en realidad muy poco, o más bien nada, tiene qué ver con el cómic, la verdad. El personaje de Adèle es totalmente opuesto del cómic, que ahí se siente culpable de su lesbianismo, tiene miedo de vivir y termina muriendo. Mi Adèle tiene unas ganas reales de vivir y ya no se inspira en el personaje del cómic, está inspirado en un gran número de mujeres que he conocido o que están ya en mis películas. He mostrado a través de mis películas personajes femeninos que tenían valor, libertad de espíritu, combativas, es un compendio de varios personajes femeninos que estaban en mis películas anteriores. Me fascina el principio femenino, me interrogo sobre ese principio y tengo ganas de representarlo. Por eso hice la película.



La cinta es una historia de amor que podría suceder con cualquier pareja, de cualquier preferencia sexual...
Sí. Es verdad. Quise contar mi historia mediante mujeres, porque sí, me parece muy hermoso estéticamente, y también más misterioso, más intrigante. Pero dos hombres podrían haber sido también misteriosos e intrigantes, quizá no era cuestión de provocar, sino de mostrar que el amor no tiene sexo, puedes amar a una mujer, amar a un hombre, a lo que sea, a quien sea. Me parecía interesante que el espectador pudiera identificarse, porque no hay una frontera. El amor es algo mucho más libre que lo que tenemos entre las piernas, ¿me explico?



Hay dos versiones de la película, una de tres horas y otra con 40 minutos más. ¿Cuál de las dos versiones es más personal para usted?
Cuando hago una película trato de no preocuparme por la duración o por el impacto comercial que va a tener, sino de escuchar lo que me pide, de seguir mi propio ritmo. Si no lo escucho tengo la impresión de estar haciendo algo sin gracia. Y eso no es coherente conmigo. Tengo la sensación de ser más sincero cuando trabajo así. Creo que la duración real es la que he presentado, aunque siempre lamento haber perdido una réplica, una escena, algo, y disfruto introduciendo esto en una versión más larga. Lo personal, lo tendrá que elegir el espectador, no yo.

¿Esperaba la reacción que ha provocado la película alrededor del mundo?
Sinceramente, cuando terminé la película no pensé cómo iba a ser recibida. Me preparé para defenderla en caso de ataque. No esperaba lo que pasó con ellas dos, y por eso no he podido vivir con tanto placer el reconocimiento que ha tenido la película. Pero ha sido un verdadero apoyo moral que la película haya sido tan bien recibida y recompensada. Que le guste a la gente.

¿Por qué elegir a Adèle Exarchopoulos? ¿Qué vio en ella?
Cuando buscas una actriz para un papel, vas a pasar mucho tiempo con ella durante el rodaje, el proceso es largo, y tienes que tener enfrente alguien con quien te puedes entender de una manera muy fuerte y durante mucho tiempo. Adèle es magnífica. Muy despierta e inteligente. Cuando vi su video de audición me gustó. Y que se llamara Adèle, solo confirmó mi corazonada: “ella es”. Creo a veces en la coincidencia y este es el caso.

El arte, el color azul, esos elementos son importantes y clave para que la relación florezca y se quiebre...
Sí, aunque quizá no sea eso lo que hace que su relación sea más frágil, lo que afecta la relación entre Adèle y Emma, son sus presiones sociales. Ambas tienen diferentes aspiraciones, pero también están condicionadas por lo que es cada una socialmente. Pero no es el arte en sí lo que las separa, es lo único que queda realmente de su relación. Cuando Adèle se va, lo que queda de su historia es una obra. Y el azul… pues el azul encontró su camino a cada plano y ahí está. Es como un gesto. Un guiño. Nada más.

¿Habrá más historias con Adèle? ¿Está planeándolos?
Es un personaje que tiene tantas posibilidades… Hay grandes cosas que nos ocurren de manera espontánea… Con ella vienen solas las historias. Así que tal vez siga la historia o tal vez sea otro personaje. Mi oficio es contar historias. Seguiré haciéndolo como sea.




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14 feb 2014

La vida de Adèle / La vie de Adèle , de Abdellatif Kechiche

Lágrimas azules

Miguel Cane.





Film de controversia desde su estreno en Cannes, La vida de Adele no tiene una premisa compleja. De hecho, es tan simple, que eso permite que cualquiera pueda identificarse con la trama; una historia de amor y ruptura de esas que tantas veces hemos visto y que son una especialidad del cine francés (véase a Truffaut o Los paraguas de Cherburgo).



No importa que sea la historia del amor entre dos chicas, Emma y Adéle (Léa Seydoux y Adéle Exachorpoulos), cualquiera puede reconocer esta historia. Todos hemos pasado por esos escenarios. Eso hace que, pese a durar tres horas, la película – dividida en dos capítulos – no sea onerosa.



Ahora bien, es el enfoque de Kechiche a esta historia lo que le ha dado el aura de polémica y adoración simultáneas que ha recibido por parte de crítica y público; el trabajo que el cineasta tunesino realiza con sus actrices va más allá del deber, y donde algunos (incluso la autora de la novela gráfica que ostensiblemente es la inspiración de la cinta) han señalado que sus escenas de sexo son excesivas y rayan en lo pornográfico, sin embargo, el estilo naturalista de Kechiche funciona perfectamente para contar lo que desea contar.



Prescinde de todo artificio para centrarse de un modo obsesivo en sus dos actrices y de ellas obtiene interpretaciones crudas, completamente auténticas, incluso logrando que la Seydoux (que después lo acusaría de crueldad mental) entregue una interpretación genuina.

El encuentro, el descubrimiento, los primeros escarceos, la promesa y lo que rápidamente le sigue: todo esto conforma una experiencia cinematográfica sublime y brutal al mismo tiempo. El dolor que plasma es un lenguaje universal y Kechiche nos lo entrega con gracia, pero sin compasión.

La vida de Adèle es una cinta que se merece la atención que ha recibido: es, más allá de sus detalles escabrosos dentro y fuera de la pantalla, la historia de todos nosotros, de nuestra magia y nuestra pérdida. De algo que, aún desde la primera mirada, el primer contacto, sabemos que cuando llegue a la última hermosa toma, acabará en lágrimas.

La vida de Adèle / La vie de Adèle
Con Adèle Exachorpoulos y Léa Seydoux
Dirige: Abdellatif Kechiche.
Francia 2013





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Matthew McConaughey: Estaba harto de las comedias románticas

Miguel Cane.



A mediados de los noventa, Matthew McConaughey (Texas, 1969), era considerado la versión masculina de Sandra Bullock (con quien incluso se le llegó a relacionar sentimentalmente), y protagonizó filmes de gran éxito al lado de figuras como Jodie Foster y Al Pacino. Después empezaron a llegarle cintas de aventuras y comedias románticas que hundieron su carrera en la mediocridad. Tras pasar un tiempo dedicado a su familia, McConaughey ha renacido en los últimos años con apariciones en filmes como Killer Joe (de William Friedkin), El lobo de Wall Street (Scorsese) o El niño y el fugitivo.

Ahora ha sido nominado al Oscar por primera vez por su participación en un filme controversial, Dallas Buyers Club, dirigido por Jean-Marc Vallée y basado en un caso real, en el que interpreta a Ron Woodroof, un vaquero contagiado de VIH que, desafiando a las instituciones, se dedicó a mediados de la década de los ochenta a traficar con medicinas para el tratamiento de la enfermedad; al mismo tiempo, aprendió a cambiar su punto de vista homofóbico. La película, a diferencia de sus últimos trabajos, ha recibido un justificado alud de buenas criticas y pareciera que McConaughey está regresando al territorio que le correspondía, como leading man, después de que su carrera estuviera casi a punto de perderse.



Te tomaste un largo descanso del cine...
Sí. Necesitaba tomar un respiro, quería sentar cabeza, estar con mis hijos, que son aún muy pequeños. Descansar. Llevaba mucho tiempo trabajando sin parar y eso también desgasta, no solo tu imagen, sino también tu cuerpo, tu mente. Pero también estuve estudiando propuestas, para encontrar algo que realmente me interesara hacer. Tardamos cuatro años en levantar Dallas Buyers Club. Desde el primer momento supe que era algo que deseaba hacer. Y no paramos hasta conseguirlo.

¿Qué te llamó la atención de esta historia como para comprometerte a filmarla?
Leí el guión, y supe que tenía que hacerlo. Me gustó que el personaje fuera tal como es. Ron Woodroof es alguien completamente distinto a lo que había hecho antes. Hacer de un personaje real, que hizo y descubrió cosas en él que nunca había considerado, me pareció irresistible, una manera de explorarme a mí mismo también. Y mira, si mi nombre sirvió para que la película se hiciera, pues qué mejor. Todo mundo gana. Además, quería variar. Si te soy honesto, estaba cansado de hacer siempre lo mismo.



¿Te refieres a las comedias románticas?
Es que las comedias son un juego distinto. No tienen nada de malo, pero en un drama como éste, puedes golpear tan fuerte como quieras; puedes dar todo lo que tienes, sin que eso signifique necesariamente que saldrás victorioso. Es como lo ocurrido con Joe Frazier y Muhammad Ali en el 71; Frasier tuvo el mejor entrenamiento y estaba en el mejor estado físico de su vida, y eso no le garantizó el triunfo. Hay ocasiones en las que uno tiene que preguntarse cómo es posible que alguien, por más bueno que sea, no resulte exitoso en determinados proyectos. Así que decidí probar en algo que era más arriesgado. Ya estaba harto de las comedias románticas y no quiero hacer más, por un tiempo. Sé que les debo mi carrera en parte y estoy agradecido, pero creo que ha llegado el momento de hacer cosas diferentes.

Para esto, el personaje de Ron Woodroof es un buen punto de partida
¡Exacto! Es un gran personaje. Me gusta porque es un tipo que, cuando descubre que no le queda nada qué perder, decide tomar cartas en el asunto y sin proponérselo, acaba por salvar vidas, aún si su plan original no era ese. Hay detalles de él que me intrigaban, por ejemplo, su terrible homofobia, que fue cambiando al descubrir que las personas que padecen la misma enfermedad que él no son sus enemigos. Woodroof no es, no era, una mala persona. Es bruto e imprudente, pero siempre tiene una idea de lo correcto y eso es lo que busca hacer. Es un personaje formidable, cambió la historia y me ha fascinado por años. Supe que existía el guión desde hace tiempo y creí que se lo ofrecerían antes a otros actores... pero mira, ahí tienes, pude luchar por el proyecto y aquí está.

Además implicó mucha disciplina para encarnarlo, bajar mucho de peso, etcétera...
Así es. Tuve que bajar más de 20 kilos. Y no creas, es muy difícil cuando llegas a mi edad, por mucho que yo me ejercite. Tenía una ingesta muy limitada de calorías. Solo podía tomar una Coca de dieta, dos claras de huevo en la mañana, luego un pedazo de pollo a mediodía, otra Coca de dieta... fue una dieta muy dura y perdí cuatro kilos cada semana que estuvimos en preproducción y te diré que fue horrible. Quizá fue la peor parte del rodaje, pero es parte de lo que tienes que hacer para tu personaje y ni hablar. Además, en cuanto terminamos, yo ya estaba comprometido para otro proyecto y tuve que volver a recuperar peso pronto gracias a una dieta de pescados, nueces y huevo. Y te diré algo, lo pasé tan mal que no lo volvería a hacer.

¿Qué más puedes señalar como especial dentro del rodaje?
Trabajamos muy rápido. Veinticinco días. Una sola cámara, tomas de cinco minutos. Nunca había trabajado así, de verdad, nunca. Además, me gusta que aprovechamos locaciones reales para mostrar un aspecto de Dallas que no se exhibe necesariamente en el cine más comercial. Y también hicimos locación en Nueva Orleans, que es de lo más interesante y diversa, con un gran ambiente. Jean-Marc es un director estupendo, muy comprensivo, que sabe lo que quiere y sabe orientarte para lograrlo. Tuve una muy buena experiencia en este rodaje. Es interesante, porque a veces estás en producciones que tienen mejor presupuesto, y te hablo de presupuestos increíbles —ésta la hicimos por menos de cinco millones de dólares, que hoy en día es muy poco para hacer un largometraje— y no te lo pasas tan bien. Podrás estar más cómodo y eso, pero no es tan satisfactorio como fue hacer esta película. Te lo juro.

Has tenido las mejores críticas por tu trabajo y se habla de premios. ¿Esto cambia en algo tus perspectivas?
En absoluto. No trabajas para ganar premios. Trabajas para dar lo mejor de ti, como lo hace Jared Leto, por ejemplo, en su papel de Rayon. Verlo trabajar es increíble y en esta película es un privilegio. Me siento halagado, claro, de que al público le guste esta película y que esté recibiendo estos reconocimientos, pero no la hice yo solo, somos un equipo y no haces tu trabajo para ganar premios. Si así fuera, imagínate qué frustrante sería si no los obtuvieras. Yo estoy feliz con lo que sucede y estoy satisfecho con ello.

Algunos medios han señalado que pese a estar muy activo en cuestiones filantrópicas, prefieres mantener un perfil bajo al respecto.
Pues sí. ¿Para qué? No lo escondo, ahí está. Pero no hago propaganda con ello. Creo que es arrogante, "doné tanto dinero a tal causa porque soy una celebridad, véanme todos cómo firmo el cheque". Por favor. Mira, yo creo que si puedes ayudar a los que necesitan algo, lo haces. No tiene por qué salir en la primera plana de una revista. Para eso está mi trabajo, y eso es parte de mi vida privada, que prefiero guardarme para mí.

Ese perfil tuyo ha cambiado también en los últimos años, porque antes...
¡Claro! (se ríe) ¡No podía llegar a los 40 y seguir de parranda! Estoy en un gran momento, con una gran mujer y tenemos tres hijos hermosos. Nos vamos juntos de viaje a todos lados cuando trabajo y los estoy viendo crecer. Creo que me divertí haciendo locuras cuando tenía la edad de hacer locuras. Ya me lo saqué del sistema. Cuando tienes hijos, tienes otro tipo de prioridades y es algo natural cambiarlas. Mi mujer es maravillosa y me apoya en todo. Lo menos que puedo hacer es apoyarla yo también, siendo un buen padre de tiempo completo cuando puedo.

¿Y después de esta cinta?
Estoy contento, tengo planes. Estoy con Woody Harrelson en una serie de TV para HBO que se llama True Detective, empezamos a rodar en septiembre pasado. Te puedo decir que es muy diferente, muy interesante. Ahora eso es lo que voy a buscar; proyectos que me sacudan, que realmente me hagan feliz. Nada más. Y si puedo hacerlo, pues qué mejor. Y si no, puedo esperar. Aprendí a ser paciente y eso es bueno.



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6 feb 2014

Dallas Buyers Club, de Jean-Marc Vallée

Cambio de vida

Miguel Cane.



Después de realizar una bella pieza biográfica sobre el romance de la Reina Victoria y su consorte, el príncipe Alberto, el francés Jean-Marc Vallée, es el encargado de contar la historia de Ron Woodroof, vaquero y electricista homofóbico, quien en 1985, al descubrirse contagiado de VIH desafía a las instituciones, traficando con medicamentos para extender su esperanza de vida, de paso cambiando drásticamente su visión del mundo.



Para interpretar este rol, Matthew McConaughey (quien se vio obligado a hacer una estricta dieta para bajar 30 kilos) se torna flexible y da vida a un personaje que es rechazado por la sociedad, y que debe aprender, de mala manera, a superar sus prejuicios contra los homosexuales, que en ese momento histórico cargaban con el estigma de una enfermedad terrible de la que se sabía muy poco.



Junto a él, Jared Leto en el rol de Rayon, una mujer transgénero, se pone al tú por tú, dando ambos un giro total a sus carreras interpretativas. El encuentro entre ambos, cambiará el carácter de Woodroof, a quien la enfermedad llevará a hacer cosas que nunca imaginó posibles, como sentir compasión por una persona que antes, bajo otras circunstancias, detestaba.



Por otra parte, la cinta ofrece una aguda crítica hacia el todopoderoso rubro de la industria farmacéutica: un gigante que se mueve por dinero y que no trata de buscar una solución para no perder clientela. Woodroof es el David que se lanza contra este Goliath, con todas las de perder, y sin embargo, la entereza que descubre en sí mismo, es una característica con la que no contaba.

Lejos del melodrama pedestre y aleccionador, Dallas Buyers Club es una película aguda, no desprovista de humor, de patetismo e incluso de ternura. Es una instantánea de un momento en que la sociedad tuvo que cambiar abruptamente sus juicios, en medio de tanta muerte y desolación. McConaughey rompe el molde al que estaba habituado y da su mejor trabajo en décadas. Junto con Leto son una mancuerna imparable, de lo humano, de lo doloroso y de la esperanza, la fuerza que sale de todos lados para seguir con vida. Vallée cuenta la historia sin condescendencia ni melodramas.

Este es un filme sólido, muy bien actuado, y cuyo tema, para bien o para mal, sigue siendo relevante casi treinta años después.

Dallas Buyers Club
Con Matthew McConaughey, Jared Leto y Jennifer Garner
Dirige: Jean-Marc Vallée
EU 2013






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Joaquin Phoenix: Quiero vivir sin reflectores ni flashes

Miguel Cane.



Inició su carrera siendo muy joven y ésta ha ido en ascenso. Hermano del legendario y malogrado actor River Phoenix, se ha colocado como figura por derecho propio trabajando sin ataduras hasta convertirse en estrella muy a su pesar.

Joaquin nació en Puerto Rico cuando sus padres pertenecían a una secta, por lo que su nombre original era Leaf —hoja— en 1974. Hoy es alérgico a la publicidad y se ha enfocado en su trabajo de modo notable, si bien no es ajeno a saber utilizarla (baste recordar su pseudo-documental I’m still here, donde fingió abandonar la profesión y dedicarse al alcohol y el rap). Ha sido nominado varias veces al Oscar y ahora regresa como protagonista de Ella, la nueva cinta de Spike Jonze, cineasta sui géneris que creó varios filmes polémicos y aclamados en la década pasada, incluyendo Being John Malkovich y Adaptation.



En este filme de corte futurista, Phoenix es Theodore Twombley, un solitario que se gana la vida escribiendo cartas de amor para personas que o no tienen tiempo de hacerlo, o no saben cómo expresar lo que sienten, si bien él mismo se ha encerrado en la tristeza a raíz de su fracaso matrimonial. En la cinta se siente intrigado por un nuevo y avanzado sistema operativo con inteligencia artificial llamado Samantha (en voz de Scarlett Johansson), que comprende una entidad femenina intuitiva y empática con cada usuario. Después de utilizarlo, Theodore queda encantado de conocer esta inteligencia que es sensible y sorprendentemente divertida. Mientras los deseos y las necesidades de ambos crecen, su relación toma un rumbo inesperado.



¿Qué te atrajo al proyecto de Spike Jonze, tan distinto a lo que has hecho?
Honestamente, eso mismo. Que sea tan diferente. Además, trabajar con Spike Jonze es una auténtica aventura. Siempre lo he admirado como un genio creativo y cuando me llamó y me propuso hacer esta cinta acepté sin vacilar para nada, porque es muy halagador que un director piense en ti desde que concibe el proyecto; además, el proceso de trabajo al que somete a los actores es sensacional. Es uno de los grandes y lo digo sin cortapisas. Yo volvería a trabajar con él en seguida.

Has interpretado todo tipo de personajes. ¿Hay alguno que te provoque especial satisfacción?
Lo cierto es que no tengo preferencias respecto a los personajes que interpreto. Lo que me gusta es la variedad, multiplicar las experiencias. El personaje que ocupa mi presente siempre es el mejor hasta que termino la película, luego deja de importarme. Tampoco me importa la crítica; no me preocupa si mis películas reciben buenas o malas críticas porque lo que me interesa es el proceso, la realización y el personaje. Lo único que me funciona es vivir día a día. Lo único que puedo controlar es mi ética de trabajo, el resto del negocio del cine no es asunto mío. Hago estas entrevistas porque es parte de mi trabajo. Pero no te miento al decirte que no las disfruto.



Scarlett Johansson comparte todas las escenas contigo, aun sin estar presente. ¿Fue difícil entrar en esa dinámica?
Desde luego que lo fue, pero así como Spike Jonze es un gran director, Scarlett Johansson es una actriz formidable. Ella entró al proceso un poco más tarde; originalmente era otra actriz quien estuvo todo el tiempo en el set, en una cabina, interactuando conmigo (la británica Samantha Morton). Con Scarlett el proceso se dio durante la post-producción, filmamos nuevas escenas y algunas las regrabamos; pusimos el sonido y fue excelente. Es una espléndida actriz; la vi asomarse a la situación de una manera distinta a la mía. Fue una experiencia rica e interesante.

¿Qué tan importante ha sido esto para tu carrera contar con el apoyo familiar?
Sí, bueno. Es muy importante, te diría que incluso fundamental. Siempre he contado con el apoyo de toda mi familia. Me duele mucho cuando veo a alguien que no lo tiene, es una de esas cosas que me parte el corazón. Recuerdo cuando era un niño y solía pelearme con los padres de mis amigos por la manera en que los trataban, por no considerarlos como iguales o apoyarlos cuando lo necesitaban. Eso es algo por lo que siempre he luchado. Esto no me hizo muy popular con ciertas familias de amigos con quienes crecí.

Tu relación con los medios siempre ha sido un estira y afloja.
Supongo que sí, pero tiene mucho que ver con mi inmadurez. Llevo tiempo en esta profesión y al principio no tenía ni idea de que estaba obligado a promocionar las películas. Ahora no me queda más remedio que aceptarlo, hacerlo y después olvidarme del asunto. Antes exhibía mi vida, era muy confiado. Ahora soy respetuoso y espero lo mismo. Pero la verdad es que no me interesan ni la fama ni sus complementos.

¿Por qué se convierte en actor alguien que no busca la fama?
Te diré que no me di cuenta. Era muy joven, veía a mis hermanos mayores hacerlo y quería seguir sus pasos, pero no recuerdo de manera consciente el día en que tomé la decisión de convertirme en actor. Sé que cuando hice Todo por un sueño (de Gus Van Sant, con Nicole Kidman) me di cuenta de que éste era mi futuro. Tenía como 20 años. Y ya no miré atrás.

Has logrado ambas cosas: una carrera y un anonimato. No debió ser fácil.
No, pero vale la pena. Tengo defectos y neurosis como todo el mundo. No soy diferente a ti. O a cualquiera. Acaso me gusta menos la fama que a otros que hacen esto, que viven, como yo, de esto. Y qué bien. Cada quien tiene derecho a vivir su vida como le plazca. Yo quiero vivir la mía sin reflectores ni flashes en la cara. El anonimato es algo muy valioso y llegas a un punto en el que lo entiendes y se convierte en lo más valioso. Es tu refugio.


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