24 abr 2014

Gran Hotel Budapest, El / Grand Hotel Budapest, de Wes Anderson. Por Miguel Cane.

Miguel Cane.



El universo narrativo en las cintas de Wes Anderson está perfectamente establecido e interconectado: uno siente que la Academia Rushmore existe, que ha visto documentales de exploración submarina de Steve Zissou, uno siempre quiso ser un Tenenbaum. Esta consistencia se transmite, como es natural, a su más reciente filme: El Gran Hotel Budapest.



Estructurada como una novela, con una serie de historias contadas dentro de historias, esta cinta no sólo rinde homenaje a un género predilecto de Anderson — la comedia de enredos de los años treinta —, también es un ejemplo magistral de su talento como director de actores.



Todos los elementos de su idiosincracia personal están presentes: desde su uso de colores y texturas a manera de efectos visuales, pasando por su excentricidad en la creación de personajes, empezando por el centro de todo, Monsieur Gustave, gerente del hotel, hombre devoto a sus huéspedes, a su trabajo y a algunas clientas. Es bajo su protección que un joven llamado Zero Moustafa encuentra su vocación y su fortuna.



Nuevamente creando su propio mundo — en este caso la ficticia república de Zubrowka — en el que aplican sus propias reglas, exclusivamente, Anderson presenta a una auténtica pléyade de intérpretes que evidentemente se divierten con el guión y las situaciones que plantea.

Así, Ralph Fiennes demuestra un fino talento para la comedia, donde Tilda Swinton, prácticamente irreconocible, es una figura notable, la hermosa Saoirse Ronan encarna a Agatha, un personaje entrañable, y figurones como Edward Norton, Jason Schwartzman, Bill Murray u Owen Wilson (todos habituales del director) aportan algo especial a sus escenas mientras impulsan una trama que incorpora elementos de comedia negra, romance, crimen, surrealismo y suficiente estilo como para resultar en uno de los mejores filmes de su director.

Hermosa y cálida, cínica y nostálgica, El Gran Hotel Budapest es una de las mejores películas de la temporada, que se deja ver muy bien, tanto para iniciados y conversos en el culto de Anderson, como para espectadores casuales que saldrán satisfechos de su estancia.

El Gran Hotel Budapest / Grand Hotel Budapest
Con Ralph Fiennes, Tony Revolori, Jude Law, Saoirse Ronan, Edward Norton y Tilda Swinton
Dirige Wes Anderson
EU/Alemania/Reino Unido
2014

16 abr 2014

El Sorprendente Hombre Araña 2: La Amenaza de Electro, de Marc Webb

La tragedia del héroe

Miguel Cane.


La figura de El Hombre Araña y su alter ego, Peter Parker, siempre ha sido la de un superhéroe más cercano a la condición humana: sus tribulaciones no nos son ajenas — a diferencia de Batman, no es rico, ni como Supermán, tiene una carrera — y de este modo es más fácil identificarse con él. De hecho, ese es el punto en esta secuela a la nueva versión de la saga del arácnido que dirige Marc Webb (responsable de la anterior) en la que Andrew Garfield repite como Peter y Emma Stone como su novia, Gwen Stacy.



En esta nueva aventura, la aparición de villanos como Electro (Jamie Foxx) o el Rinoceronte (Paul Giamatti, en lo que es un cameo glorificado) sirve en realidad como pretexto para presentar la verdadera razón de ser de la película: una nueva prueba para Peter, que en el filme anterior perdió a sus padres y a su entrañable Tío Ben. Ahora, para todos los que están familiarizados con la saga desde su origen en los cómics, es evidente que el peligro inminente acecha a Gwen y a Peter, con la aparición de Harry Osborn (Dane de Haan) que asumirá la identidad de El Duende Verde y provocará una tragedia de consecuencias letales.


La química evidente entre Garfield y Stone (algo que era patente desde la cinta anterior) es lo único que sostiene una película de grandes efectos, pero bastante rutinaria: el guión se vale de varios pretextos únicamente para llegar a ese clímax violento en el que Peter pierde irremediablemente lo que más ama. Es precisamente el vínculo entre Peter y Gwen el que hace que el espectador sienta un choque doloroso y es pura manipulación. De ahí en fuera, hay lo que se puede esperar de estas cintas: explosiones, acción, algo de humor… pero la sustancia queda a deber y el amargo sabor de boca que deja (aunque ya se veía venir el desenlace) es ingrato. Definitivamente, esta no es una película para niños.

El Sorprendente Hombre Araña 2: La Amenaza de Electro.
Con Andrew Garfield, Emma Stone, Jamie Foxx, Chris Cooper y Sally Field.
Dirige Marc Webb.
EU 2014.

Ser independiente genera tensión matrimonial: Jessica Paré

Miguel Cane.



Convertida en la estrella revelación desde la cuarta temporada de la exitosa teleserie Mad Men, Jessica Paré (Montreal, Quebec, 1980) regresa en la primera parte de la temporada final (que inicia su transmisión este 13 de abril) con su interpretación de Megan Draper, el más vibrante de los misteriosos activos de su esposo Don Draper.

Megan continúa con su carrera de actriz en el Nueva York de finales de los sesenta, en un clima cambiante y turbulento no solo en el mundo, sino en el plano profesional y doméstico de los Draper y la agencia Sterling Cooper, en la que se conocieron.



Al final de la sexta temporada, todo quedó en el aire —el futuro de Don y su relación con Megan, por dar un ejemplo de todos los cambios impactantes— y ahora el público desea saber qué ocurrirá, aunque, siguiendo la tradición impuesta por su creador, Matt Wiener, el elenco no puede revelar demasiado, aún si quisiera.

Megan resultó una sorpresa desde la cuarta temporada y se está convirtiendo en una de las protagonistas de la serie por derecho propio. ¿Qué se siente al volver?
¿Te confieso algo? La temporada pasada fue aterradora para mí porque sentía que las apuestas estaban mucho más altas, mientras que antes no tenía nada que perder... Estaba nerviosa por hacerlo realmente bien y gustar a la gente. Antes de rodar la sexta temporada no podía ni dormir, pero pasado un tiempo, ya que estaba en el set casi cada día de la semana, estaba demasiado ocupada como para estar pensando en esas cosas, en lo que pensaría la audiencia. Me alegra la aceptación que ha tenido el personaje, pero en realidad esa no es mi prioridad. Estoy aquí para contar la historia de Megan. Y volver al set, a interpretarla, es algo increíble.



¿En qué forma dirías que el personaje te cambió?
Fue algo gradual, no inmediato. Primero noté que más gente me reconocía en la calle y no solo en Los Ángeles. En aeropuertos, en casa... Pero creo que mi mayor sorpresa fue el día que se me acercó una niña de 12 años preguntándome si era la de Mad Men. ¡Menos mal que me dijo que su madre le hacía cerrar los ojos en ciertas escenas! (risas). Pero lo cierto es que mi vida no ha cambiado tanto, porque no lo he permitido. Mis amistades son las mismas, vivo en el mismo vecindario y en realidad el único cambio importante fue que pasé de tener un Volvo destartalado a un coche más nuevo, pero eso es todo.

¿Cómo llegaste a la serie?
Yo audicioné para un papel diferente, más pequeño. Matt no me lo dio pero me llamó y me dijo que me había visto actuar en Jack & Bobby (otra teleserie que había hecho años atrás) y pensaba que yo podría ser útil para una idea que tenía en mente, que eventualmente se convirtió en Megan, aunque no me imaginaba que iba a llegar a tener el peso que alcanzó conforme fue avanzando la temporada en que debutó.



¿Cuánto dirías que tiene Megan de ti?
Muchas cosas. Matt y los escritores se sentaron conmigo para darle matices al perfil de Megan. Así fue que decidieron que sería de Montreal; su padre es catedrático universitario, como mi papá y ¡ella es actriz! (se ríe). Aparte de esas cosas, creo que es muy optimista y jovial, vibrante y apasionada por la vida. Creo que la temporada pasada la vimos hacer una elección muy interesante, la de perseguir su pasión por la actuación pese al hecho de que tenía un trabajo muy interesante y cómodo en el que se sentía bien. En la sexta temporada la vimos en su faceta de actriz, en una telenovela. Y eso a Don no le gustó mucho, pero ella no piensa comprometer su carrera ni por él.

¿Cómo describirías la relación entre Megan y Don?
Creo que Megan ve a un Don que nadie más ve, amoroso, generoso. Pero ella no es capaz de ver la otra parte de él que el resto del mundo ve. No es consciente de sus defectos, al menos hasta el final de la sexta temporada, cuando se da cuenta de que Betty, la esposa anterior, no es el monstruo que ella creía, y que Don es capaz de hacer daño a quien sea, incluso a sus propios hijos, aunque no lo hace deliberadamente. Solo puede pensar en sí mismo. Don había visto a Megan como una tabla de salvación y resulta ser que es una mujer independiente. Es obvio que eso genera tensión, lo mismo sucede en los matrimonios en la vida real.

¿Con cuánta antelación te llegan los guiones o el desarrollo del personaje?
Normalmente no lo descubrimos unos cuantos días antes de la primera lectura, que es cuando llega el guión. Por eso siempre nos sorprende. Si hay algún cambio importante, solo lo sabe el actor o la actriz que interpreta al personaje, y no se hace público hasta el ensayo. Matt y los escritores trabajan siempre a puerta cerrada aunque no nos excluyen del todo del proceso. A veces no nos enteramos hasta el último minuto, así se mantiene el suspenso.

Debe ser agotador, ¿no?
No te creas, a mí me gusta. Fue algo a lo que me tuve que adaptar. Antes había trabajado más en películas donde te dan el arco de tu personaje incluso antes de que pongas un pie en el rodaje. El reto especial aquí es no anticipar nada en tu actuación y ver con qué te van a sorprender.

¿Para ti, qué es lo más duro de que llegue a su final Mad Men?
¡Eso mismo, que no dura para siempre! (ríe). Adoro este trabajo, el guión es tan increíble y las historias que tenemos que contar... Es realmente importante para todos nosotros y todos creemos en lo que estamos haciendo. Quisiera que no se terminara nunca, pero creo que Matt tiene razón, hay que terminar en alto, no cuando ya no tenemos otro lugar adónde ir.

Sé que no puedes revelar la trama pero ¿Veremos a Megan en toda la temporada?
Pues sí, por contrato no podemos revelar nada de lo que va a pasar. Pero aquí estoy, ¿no? Eso es lo que puedo decir hasta ahora. La historia de Megan aún no se termina (sonríe).

¿Te vamos a volver a ver cantar?
No lo sé… (ríe). Bueno lo mío era más bien una afición que practicaba en la ducha, el coche y poco más, pero cuando grabamos “Zou Bisou Bisou” cambió todo. Se difundió, a toda velocidad, por YouTube y ahora canto, pero no necesariamente en la tele. Los miembros de The Jesus and Mary Chain, un grupo que siempre admiré, me invitaron a participar, de vez en cuando, en alguno de sus conciertos, aunque no tengo planes de hacer algo más profesional en este terreno. Ganas no me faltan, pero me lo tomo en serio y si lo hago, debo prepararme, así que todavía no hay nada firme, pero ya se verá. ¡El futuro siempre está lleno de cosas inesperadas!

10 abr 2014

Desconocido del lago, El / L’inconnu du lac, Alain Guiraudie

Amor y muerte

Miguel Cane.


Desde su estreno en Cannes 2014, El desconocido del lago, más reciente filme de Alain Guiraudie, se presentó como un espejo opuesto a La vida de Adèle, de Kechiche. Si bien la temática de un amor homosexual es el tema que tienen en común, la obra de Guiraudie camina por senderos muy distintos: se trata de un thriller hermoso y perturbador, una especie de homenaje a Hitchcock con una trama inquietante, que desnuda a sus actores y se despoja de las convenciones del género para reflejar el deseo como atracción por el peligro. El impulso transformado en ritual.



Por eso Guiraudie sitúa la acción en un lago que funciona como zona de ligue gay en la que los días no se distinguen unos de otros, excepto por un asesinato que sirve como nudo de los acontecimientos. Al mostrar las relaciones sexuales, como Kechiche, Guiraudie es explícito porque necesita que el espectador comprenda que el principio del placer hace que el personaje sea vulnerable a los peligros, pero lo filma sin morbo, con absoluta naturalidad; ésta es una historia con un triángulo pasional en la que ninguno de los tres vértices es correspondido y conforme se manifiestan los deseos y frustraciones, se construye una atmósfera que deviene en algo inquietante, con un desenlace brutalmente efectivo.



Siguiendo la pauta de Andrew Haigh en Weekend (2011), el director es muy sugerente en el tratamiento del sexo explícito de tal manera que, pronto deja de sorprender, para presentarse como un elemento más de la escenografía y, pierde casi completamente cualquier atisbo de pornografía para ir dejando cada vez más señalados a los verdaderos pilares de la propuesta: la carencia afectiva y la tragedia del desamor. Esto es lo que lleva a Frank y Henry a la "atracción del abismo” y al espectador a presenciar un filme adulto, demoledor, de extraña belleza, que no se olvida fácilmente y que debe verse.



L’inconnu du lac/El desconocido del lago
Con Pierre Deladonchamps, Christophe Paou, Patrick D’Assumçao y Jérôme Chappatte
Dirige Alain Guiraudie
Francia/Bélgica 2013

Tuve mis dudas sobre interpretar al Capitán América: Chris Evans

Miguel Cane.



Desde su debut en cine hace una década, el alto, apuesto y carismático Chris Evans (Sudbury, Massachusetts, 1981) dio muestras de tener madera de ídolo de la pantalla; posee esa característica que pocos actores logran demostrar y que a veces no tiene nada que ver con su talento histriónico, sino con su presencia y la manera de llenar una pantalla. Personalmente, Evans es modesto y con los pies bien plantados en el suelo, lo que le ha permitido llevar una vida relativamente tranquila al margen de los papeles que ha tenido en cine, siendo el más relevante hasta ahora el superhéroe de Marvel Comics Capitán América, mismo que encarna en la más reciente entrega de la saga, estrenada internacionalmente esta semana.



¿Cuando niño veías películas de superhéroes, imaginabas que ibas a interpretar a uno tan emblemático en el cine?
Si te soy sincero, muchos de los recuerdos de mi infancia se relacionan con ser el niñero de mis hermanas más pequeñas y con ver My Little Pony, porque era eso lo que más les gustaba. No era un niño emocionado con los superhéroes, y la verdad es que tampoco leía muchos cómics. Eso lo hacía mi hermano menor. Sin embargo, cuando me ofrecieron mi primer papel en una película basada en cómics (Los Cuatro Fantásticos, de 2004, en la que fue la Antorcha Humana), descubrí un mundo completamente nuevo, y algo de lo que más admiro es la lealtad de los fans de las sagas. Es impresionante. Hacer una película como ésta es un gran compromiso.



El camino para obtener este personaje no fue fácil. Explícanos qué fue lo que pasó.
Bueno, al principio hubo dudas de contratarme para hacer el personaje del Capitán América. Luego me llamaron para hacer audiciones y acepté. Pero luego pensé que el compromiso, como te decía, tan grande, de interpretar a ese personaje implicaba hacer cambios drásticos en mi estilo de vida, cambios que, francamente, no estaba seguro de querer hacer. Por eso tomé la decisión de decir “no, gracias”, y abandonar la posibilidad de protagonizar la película. Luego de un tiempo, me reuní con los creadores y ellos me explicaron lo que tenía que hacer. Yo pensé: “Si fuera tan solo una película sería maravilloso, pero 10 años de compromiso son demasiados”. Meditando sobre lo mismo, me dije: “Bueno, Chris, quizás este sea el momento de enfrentar tus miedos”. Y acepté, porque tenía que enfrentar todos mis temores y hacer esto.



¿A qué te refieres al decir “cambios” en tu estilo de vida?
Entre ellos, no poder ir al gimnasio, al supermercado o a caminar por la calle sin llamar la atención de una forma que a veces no puedes controlar. Mi vida hasta ese momento había sido muy tranquila: he podido permanecer anónimo durante un tiempo o reconocible en otro, y ya sé la diferencia. Para mí era importante hacer mi trabajo y no sentirme agobiado por el mismo. No me importa cuando un niño de 12 años se me acerca y lo hago feliz, porque esa es una de las recompensas de mi trabajo. Pero cuando me case y tenga hijos, por ejemplo, quisiera tener algo privacidad.



¿Entonces te gustaría volver a tus días de semianonimato?
Sería maravilloso, pero ya no tengo esa capacidad, ya el trabajo está hecho, y la verdad espero tener éxito, porque tengo muchos otros proyectos que hacer en la vida y este me va ayudar a concretar otros. Sería un gran egoísmo si me quejara. No puedo hacerlo. Yo tomo mis decisiones y asumo la responsabilidad de mis actos.

¿Cómo describirías a tu personaje ahora que ha evolucionado más en esta cinta?
Creo que Steve Rogers es un personaje riquísimo. Es un hombre de la década de 1940. Acaba de despertar en nuestro tiempo. Para todas las personas, ha sido un proceso lento el que los ha llevado a 2014. Pero para él, de repente se ha despertado en la era de internet, los teléfonos celulares y la Ley Patriótica. La tecnología es algo nuevo para el Capitán América y es algo imprescindible para poder trabajar para el gobierno, así que tiene que ponerse al día. Realmente no habíamos explorado su periodo de adaptación a nuestros tiempos. En Los vengadores había tantos personajes a los que hacer frente que no te podías centrar en uno solo y ahora en Capitán América: El soldado de invierno hay mucho que hacer con Steve para tratar de aclimatarlo al mundo moderno. No puedo decir mucho, pero la película va sobre encontrarle un sitio donde encaje.

¿Qué sentiste cuando apenas terminar una, ya estabas haciendo otra película con el personaje?
No pudo haberse coordinado mejor, ya que en cuanto terminamos la primera película, en seguida hicimos Los vengadores e inmediatamente después comenzamos a filmar la nueva película, ahí mismo donde dejamos el final de la otra, y en seguida comenzamos a rodar Los vengadores 2. Es algo muy intenso, pero también es muy divertido e interesante.

¿Cómo, al hacer esto, se ve afectado tu trabajo como actor?
Bueno, antes las películas las hacíamos una a la vez. Te contrataban para hacer una película, la filmabas y luego te dedicabas a ver cuál sería tu próximo proyecto. Ahora es diferente, pues tu tiempo está completamente cronometrado por la cantidad de compromisos que tienes, y si quieres hacer una película que te atrae, ésta tiene que adaptarse a tu complicado horario o puedes correr el riesgo de que elijan a otra persona que se adapte mejor a las necesidades de la misma. Es como si estuvieras sin control, lo cual es un poco aterrador cuando se presentan planes en tu vida personal, como tomarte unas simples vacaciones, por ejemplo.

¿Cómo es tu vida fuera de capitán América?
Me siento muy feliz de que también estoy haciendo otras cosas además de la película. Proyectos independientes que quizá no hubiera podido sacar adelante de otro modo. Eso es algo muy bueno de esto, que ahora pueda garantizar que ciertos proyectos de mi interés puedan hacerse. Es fácil hablar de lo negativo porque es lo que molesta, pero debo admitir las maravillosas posibilidades que te abre el negocio del espectáculo en el que estoy. Mi vida podría ser mucho más complicada y difícil. Podría estar trabajando en otra cosa que no me gustara, y mira, qué suerte, no lo estoy. Tengo la suerte de cobrar por lo que me gusta hacer, y por eso no he tenido que “trabajar” un solo día de mi vida, y es algo importante, porque también aprendes a apreciar el trabajo de los demás. Además, tengo que reconocer que las películas que había hecho hasta ahora no habían sido tan interesantes, así que de ahora en adelante creo que eso va a cambiar, y en parte se lo debo al Capitán América, que ha sido la puerta para que pueda demostrar que puedo hacer cosas con más madurez. Y eso me alegra mucho.

Gran Hotel Budapest, El., de Wes Anderson. Por Claudi Etcheverry

Claudi Etcheberry.

Si viaja a un país remoto a cambiar a los indígenas oro por abalorios, cuide de no regresar cargado de abalorios…

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Wes Anderson ya ha demostrado ser un excelente contador de cuentos. A veces la publicidad de las cintas comprime en los trailers las mejores escenas que así resultan aparentemente de un gran ritmo, aunque cuando vamos al cine la peli sea una plasta. Con Anderson no pasa eso y sus cintas, todas y durante toda la proyección, tienen el vibrante ritmo propio de un trailer. Pero en este caso, El Gran Hotel Budapest se acerca peligrosamente a los videoclips, esas “cosas”… Los videoclips son colisiones de imágenes más o menos vistosas, más o menos resultonas, pero desde la perspectiva de la dramaturgia, completamente planas. Este Grand Hotel también. Carece llanamente de esa estructura clásica de planteo-nudo-clímax-desenlace (que a veces traen epílogo o moraleja) que muy pocos han conseguido romper con éxito, y al menos aquí él tampoco. En la cinta, los planos y los decorados estéticamente impecables asumen un protagonismo meticuloso pero sospechable. Avanza la proyección, uno confirma que casi no hay trama, y el argumento se escurre en apenas nada. No porque todas las películas tengan que ser “cine de tesis” (las Misiones Imposibles son grandes entretenimientos que se tratan de nada), pero lo menciono para dejar claro que la liebre acabó siendo gato por muy cuidado que nos hayan presentado el plato.



La fórmula de reunir grandes elencos le viene a Wes Anderson de hace tiempo. Seguramente debe de tener un carisma especial o grandes padrinos para reunir repartos de semejante aúpa. Solo recordar el elenco de “Bottle Rocket” (con James Caan, y Luke y Owen Wilson) ya nos anunciaba el de “The Royal Tennenbaums” (con Gene Hackman, Anjelica Houston, Ben Stiller, Gwyneth Paltrow, Danny Glover, Bill Murray, Alec Baldwyn, y otra vez Owen Wilson, tan fiel a Anderson y siempre tan justito pero que sabe que este director le viste mono aunque sea un maniquí feúcho más a la medida de Starsky y Hutch que de otras comedias de mayor contenido). Ay… No seamos corrosivos para comparar el Grand Hotel injustamente con el naufragio del Poseidón, otra cinta de las llamadas superproducciones y también con otro reparto multiestelar destinado en gran medida a mantener la línea de flotación por encima del agua. Lo cierto es que esta cinta de ahora el Director y Guionista Wes Anderson no consigue remontar aunque el ritmo esté sostenido genialmente por su buen oficio, sin duda. A veces un reparto estelar tiene la simple función del airbag, solo para amortiguar el sacudón: esta cinta pasará al olvido pronto. Si guionista y director hubieran sido personas distintas, Wes Anderson merecería un clamoroso aplauso por tratar de salvar el argumento del incendio con su gran oficio visual.



Anderson ha podido darse el gusto de pasear por géneros tan distintos como la comedia de fracasos (Bottle Rocket); una train-movie clásica (Viaje a Darjeeling), una cinta del género academiauniversidad- escuela-monasterio-internado (como fue Rushmore) en su condición de gran charlista (no digo cuentista al no usar tampoco cuenta-cuentos), pero el Gran Hotel Budapest no consigue zafarse del telón de acero y se queda en modesto albergue de escenas bien tapizadas, pero vacías. El buen hacer del Director nos obliga a que tenga que pasar un rato, sacudamos la cabeza, y nos preguntemos: ¿Y la anécdota? Pues la anécdota se ha quedado en el tintero, no ha llegado a salir ni mucho menos a cuajar.



Si al ir a ver “El Gran Hotel Budapest” va a buscar oro, cuide que no se le llenen los bolsillos de abalorios y baratijas. Al Director le instamos a que insista, habida cuenta de sus buenos resultados anteriores: “Rasca y sigue buscando…”. En su defensa expongo el mismo argumento con que muchas veces he defendido a Woody Allen: no les podemos exigir una obra maestra todos los años. El error es de ellos por pretenderlo, de los distribuidores por prometerlo bajo la fórmula “De los creadores de…”, y también nuestro por esperarlo sin reparos.

El Gran Hotel Budapest.
The Grand Hotel Budapest.
EUA/Alemania, 2014.
Director: Wes Anderson.
Con Ralph Fiennes, Jason Schwartzman, Edward Norton, Jude Law, Bill Murray, Willem Dafoe, Harvey Keitel, Jeff Goldblum, Adrien Brody.

2 abr 2014

Insólitos peces gato, Los., de Claudia Saint-Luce

La Familia Lógica.

Miguel Cane.



Claudia (Ximena Ayala), una joven que no tiene vive en la más profunda soledad, trabaja en un supermercado con un empleo basura como promotora de salchichas, aguantando el menosprecio de quienes la rodean cotidianamente antes de volver a su cuartito donde no la espera nadie. Al no saber cómo hacer frente a esta situación, termina en la sala de urgencias de un hospital público, con un severo caso de apendicitis.



Es ahí donde conoce a Martha (extraordinaria Lisa Owen), una madre de familia separada., que se encuentra hospitalizada en la cama de al lado. Será una bolsa de patatas fritas lo que acabe por suscitar una charla entre ambas y Martha, quien vive acompañada por sus hijos todos ellos adolescentes, poco a poco se gana la confianza de Claudia.



El curioso y frágil equilibrio de esta familia logra que Claudia establezca una relación de amistad con Martha, vínculo que poco a poco se va estrechando. Lo que Claudia desconoce es que no pudo haber encontrado a Martha en mejor momento: su salud se agrava día con día; por ello, la joven decide devolver ese afecto y cariño, creando una conexión con cada uno de los hijos de Martha y sobre todo con ella directamente, que es lo más parecido que ha tenido a una madre.

Realizada con una mirada tierna, pero no por ello fácil o chantajista, Los asombrosos peces gato es una historia conocida, y no obstante, fresca. Claudia Saint-Luce presenta este relato en planos y tomas sencillos, no exentos de belleza y aborda un estrato que el cinema mexicano reciente pareciera haber relegado a un segundo plano y que tiene una vital importancia: la manera de vivir de la clase media, no en la inmensurable metrópoli que es el Distrito Federal, sino en una ciudad de provincia – en este caso, Guadalajara, Jalisco – que pasa de ser un escenario, a un personaje más.

Con actuaciones estupendas por parte de las dos intérpretes principales, Saint-Luce muestra con sencillez una historia genuina, llena de matices y calidez. La opción de apartarse de la sordidez y violencia y del estridente melodrama, es un acierto y la cinta, que se hiciera del premio FIPRESCI en Toronto, demuestra su calidad sin ostentaciones.

Se trata de una historia muy satisfactoria, muy bien narrada, que revela el interés humano, muchas veces sacrificado en aras de una producción deslumbrante (aunque éste no sea el caso) que puede llegar a tener el arte cinematográfico, al hablarle al espectador en su mismo idioma.

Los Insólitos Peces Gato
Con Ximena Ayala y Lisa Owen
Dirige: Claudia Saint-Luce
México 2013

Jennifer Connelly: una esposa de Noé más allá de la Biblia

Miguel Cane.



Aunque comenzó su carrera siendo una niña, Jennifer Connelly (Nueva York, 1970) no pensó que iba a convertirse en actriz, mucho menos en una ganadora del Oscar. En un principio, recuerda, todo era como un juego, modelando ropa en catálogos para grandes almacenes y agencias publicitarias, hasta que Sergio Leone y Dario Argento la invitaron a actuar en películas suyas —Érase una vez en América y Phenomena, ambas de 1984— y su vida cambió para siempre.



Desde entonces, Jennifer —cálida, gentil, inteligente, casada con el actor Paul Bettany y madre de tres niños— ha trabajado prácticamente sin parar, lo mismo en filmes de bajo presupuesto y carácter independiente, que en grandes producciones. Así obtuvo un Oscar en 2002 por su interpretación en Una mente maravillosa y ahora repite al lado de Russell Crowe en Noé, polémico filme de Darren Aronofsky, que conjuga los valores de producción de un épico bíblico al más puro estilo Hollywood, con un complejo retrato psicológico de los personajes, algo que siempre ha entusiasmado al director de Réquiem por un sueño y Cisne negro.

¿Por qué aceptaste este papel en Noé? ¿Fue por la oportunidad de trabajar de nuevo con Aronofsky?
Es verdad que había trabajado antes con Darren y Russell y las dos ocasiones fueron experiencias muy importantes para mí. Ambos son muy talentosos y estaba muy contenta por tener esta oportunidad de trabajar todos juntos. Réquiem por un sueño sirvió como un punto de inflexión en mi carrera y fue una gran oportunidad de actuar a un personaje muy complejo. Cuando estuve con Russell en Una mente maravillosa, también fue una experiencia espléndida. Recuerdo que leí el guión y pensé. “Si solo pudiera conseguir un papel”, y tuve la suerte de obtenerlo. Por eso estaba muy contenta de poder trabajar con ambos y no lo pensé dos veces cuando me ofrecieron esta película.



¿Todo resultó como esperabas?
No la había visto terminada. No estuve presente en la filmación de muchas secuencias, como las de Ray Winstone. Darren me mostró algunas cosas en su computadora pero, claro, después le añadieron los efectos visuales. Creo que el agua se ve sorprendente. La visiones de Noé, los mensajes que está recibiendo de Dios, creo que todo cuando lo ves en pantalla grande, te deja sin aliento. También me impresionó cómo armaron el Arca y la fotografiaron. Todas esas imágenes son impactantes. Hay una en particular que me encanta, cuando está en el agua y parece que tiene algas en los tobillos que se le enredan, y de pronto te das cuenta que son animales. Creo que visualmente es muy, muy hermosa.

¿Cómo te preparó Aronofsky para los temas de la película?
Como creador del proyecto, Darren piensa más en macroescala sobre los temas de la película. Para serte franca, mi prioridad era “¿quién es esta mujer a la que represento y cómo la encarno?”. Muchas se nuestras conversaciones se enfocaron en lo que Naameh hacía, y quién era. Hablamos de lo que significaba cuando aparecía con Matusalén (Anthony Hopkins), y las consecuencias de esto. Tocamos los temas en relación a lo que implicaban sus acciones. Hablamos mucho de quién era ella porque en la Biblia no hay mucho sobre Naameh.



¿Cómo crearon el personaje, del que hay muy pocas referencias bíblicas, para darle un peso similar al de Noé?
Queríamos que todos los personajes se sintieran reales. Creo que esa es una de las fortalezas de la película. Las partes que tienen que ver con la familia, en especial cuando están confinados en el espacio del Arca, cuando exploras las dinámicas entre ellos y el impacto que les deja esta experiencia. Creo que todo se siente verdadero y humano. No puedo actuar una idea. Puedo encarnar atributos que me parecen apropiados para ella. Creo que es una madre valiente, virtuosa, leal y sobre todo llena de amor. Claro que, como te decía, la Biblia dice muy poco, el personaje fue escrito por Darren. La versión de ella que creamos, basada en la investigación que hice, refleja muy bien el espíritu de la historia. Así que nuestra versión de Naameh es todas esas cosas. Es una madre muy fuerte, emocional y físicamente fuerte, una mujer muy capaz, muy poderosa, muy trabajadora.

¿Te basaste en tus experiencias cómo esposa y madre para nutrir tu personaje?
Creo que eso es algo inevitable. Claro, nuestras circunstancias no tienen relación. Así que no traté de hacerlo como si yo estuviera en esas circunstancias. Digo que es inevitable porque ser madre es una gran parte de mí, de lo que hago, de lo que soy. Y todo se funde en el amor que tengo por mis hijos. En ese sentido, Naameh es la misma también. Protege ferozmente a su familia, Así que puedo abrevar en ese amor que les tengo y en el miedo a perderlos, y de allí vienen las emociones que plasmé.

La película tiene muchos efectos especiales para recrear secuencias como las del diluvio. Pero Darren también construyó muchos escenarios —por ejemplo, tuvieron un Arca real—. ¿Cómo te ayudan esos elementos como actriz?
Es de mucha ayuda el tener esos sets hermosos, sorprendentes. Cuando fui a ver esa escenografía, te puedo decir que nunca había visto nada igual. Como sabes, no estábamos usando animales reales en la película, pero en el Arca teníamos estos modelos y eran increíbles. Eran mejores que los de cualquier museo de historia natural en el que haya estado. Llevé a mis hijos a que los vieran. Fue maravilloso, estaban fascinados.

Trabajaron en condiciones climáticas extremas y, obvio, con mucha lluvia. ¿Fue un rodaje muy exigente?
Creo que esperas algo así cuando haces una película como ésta. Tuvimos que confrontar temperaturas muy diferentes. Comenzamos a trabajar en Islandia en exteriores: era verano y, sin embargo, recuerdo una escena que filmamos donde Darren me dijo: “Cuando salgas de la tienda quiero que te veas tambaleante”. Le contesté: “¡Darren, me estoy cayendo, hace mucho viento y no me puedo parar!” Luego filmamos en Long Island en el verano, y los actores estábamos empapados en sudor y hacía mucho calor. Así que tuvimos muchos climas extremosos diferentes, pero siempre, siempre con mucha agua (risas).

¿Ahora disfrutas más tu trabajo? ¿Cómo cambia con el tiempo cuando te preocupas menos por pagar la renta?
Eso creo. Amo lo que hago. Es una experiencia diferente. Creo que con la edad es más fácil dejar atrás cosas que no son realmente importantes y encontrar lo que de verdad es importante. También creo que es una cuestión de experiencia. Mientras más películas hago, puedo reflexionar si hice algo mal o manejé algo mal y creo que aprendo de la experiencia adquirida, ¿me explico? Por eso puedo decir “bueno, quizás no haré X, Y o Z”. Tengo 43 años, me siento mucho más asentada personalmente. Estoy muy contenta con mi vida y creo que eso es muy liberador. Eso me permite sentirme más involucrada con mi trabajo en un sentido más profundo. Al final, todo encaja.

Ida, de Pawel Pawlikowski. Por Claudi Etcheverry.

Imprescindible ir si quiere seguir creyendo que todavía hay un tipo de cine que no ha muerto.

Claudi Etcheverry.



Hacía tiempo que no iba al cine. Varios tropiezos personales me alejaron del biógrafo el último tiempo y entré a la sesión temiendo salir escaldado. Con esta cinta, mi reconciliación con el Séptimo Arte ha sido un clamor henchido de arrepentimiento por haberme olvidado de todo lo que es capaz de brindarnos por unas pocas monedas cuando es tan bueno. Al acabar, lamenté tener que levantarme y salir.



Ida es una joven novicia que ha sido criada en un convento al que llegó siendo una huérfana. Ante la inminencia de hacer los votos definitivos de sumisión, obediencia y castidad, la Superiora de la orden le sugiere que busque a una tía suya que vive en un pueblo lejos de la ciudad antes de ordenarse definitivamente. Allí se encamina Ida a buscar a la hermana de su madre con la duda de por qué no reclamó nunca por ella. Como una premonición, la Superiora le dice que se tome todo el tiempo que necesite.



El encuentro de Ida y su tía es un viaje de iniciación para ambas, por diferentes motivos. Para no quitarle interés a la cinta, apuntemos solamente y como síntesis que ambas viajan en dirección a la otra. Con estupor y en compañía de su tía Wanda, Ida descubre una historia que le había sido negada y sin la cual su decisión no dirimía entre ninguna disyuntiva sino que era un deslizarse en una dirección cualquiera y sin argumentos de contraste. Otra vez se verifica que todos tenemos derecho a los recuerdos, y que sin historia no hay identidad.



En este punto, la película se enlaza muy claramente con “Everything is illuminated”, de Liev Schreiber, donde un Elijah Wood cose una figura que del mismo modo se adentra a tientas en su pasado. Igual que en “Ida”, allí son varios los que también descubren mucho bajo una fina capa de tierra, pero la película de Schreiber difiere básicamente por su factura americana, con tomas y planos típicos de esa gran industria. “Ida” es una cinta primigenia, esencial, y su único refuerzo semántico es una selección musical exquisita pero que no está de relleno: apunta siempre al significado que tienen las melodías para la persona que está en la escena. La música de “Ida” no cede a ninguna convención ni nos indica grotescamente que tenemos que llorar si se oyen violines, o que viene sexo si descuella un saxo. Este gran cine prescinde de esos signos.



La película tiene detalles cautivadores. A pesar de haber hecho gran parte de la profesión en Reino Unido, el Director es plenamente polaco, dueño de aquel tipo de cine en que las imágenes son infinitamente más protagónicas que los actores que están en ellas. Los planos largos y serenos sorprenden, porque los protagonistas casi nunca están en el centro de la imagen. O están por encima del plano visual y la cámara se enrasa con el suelo; o apenas aparecen las cabezas y un enorme campo visual pesa sobre ellos. Ahí la atmósfera pesa verdaderamente sobre las vidas de unos seres que se debaten entre la espiritualidad, lo medroso y lo mísero de una Polonia ruda por doquier.



Pawlikowski no duda en mostrar escenas llenas de simbolismo, pero no lo hace en clave intelectual sino como una mirada secreta. No es un guiño para los cenáculos sino un gesto desesperado para compartir una realidad que conoce cotidiana pero entiende atroz.

La joven Ida hace un camino completo, como su nombre (de ida) y también de vuelta. Repasa y discute el principio de sus futuros votos, plantándose veraz ante la sumisión, la obediencia y la castidad. La película nos enseña que todos decidimos en algún momento de nuestra vida ser un determinado personaje, fruto a la vez de elecciones y de supresiones. De entre todos nuestros modelos y fantasmas elegimos unos y rechazamos otros para inaugurarmos así un día optando por quienes queremos ser en adelante. Lo extraordinario de Ida es que la joven decide optar por ser su personaje solamente después de haber hollado minuciosa, profunda y valientemente toda su persona.

Director: Pawel Pawlikowski; con Agata Kulesza, Agata Trzebuchowska, Adam Szyszkowski. POLONIA, 2014.




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