25 jun 2014

Sueños de libertad / The Immigrant, de James Gray

Miguel Cane.


Este melodrama dirigido por James Gray (La noche es nuestra), ambientado en 1921, cuenta la historia de dos hermanas, Ewa (Marion Cotillard) y Magda, que llegan procedentes de Polonia, en busca de un futuro mejor en la tierra prometida de Nueva York.



La suerte no acompaña a las chicas que al llegar a la isla de Ellis, son separadas: Magda es puesta en cuarentena tras detectarle tuberculosis y Ewa sola y desamparada, vaga por las calles de Manhattan hasta caer en las redes de Bruno Weiss (Joaquin Phoenix, actor fetiche del cineasta), aparentemente un hombre encantador, que finalmente resulta ser un codicioso proxeneta sin escrúpulos.



Ewa, presionada por conseguir el dinero necesario para pagarle las medicinas a su hermana, se ve obligada a vender placer a los hombres que vienen del mar (como la formidable Andrea Palma en La mujer del puerto de Arkady Boytler). La aparición en su suplicio del ilusionista Orlando (Jeremy Renner) primo de su explotador, hombre de buenos sentimientos, supone para ella la oportunidad perfecta para escapar de la pesadilla, pero Bruno y sus celos, no la dejarán marcharse.

Asi, Gray, un director sólido y brillante, incursiona en el género más antiguo del mundo, con un filme acerca del oficio más antiguo del mundo, y lo hace bien, con eficiencia y una destreza en la dirección de actores que es notable. Sin embargo, el guión está tan plagado de lugares comunes que resulta indigesto: es evidente que sus personajes están en una situación insostenible que sólo podría resolverse en tragedia, con un intento vacuo de redención por parte del villanazo, mientras que la mujer abnegada se quedará sola, aún si consigue su primer propósito, que es salvar a su hermana de la ignominia de morir en un centro de detención para inmigrantes.

El ojo al detalle de Gray para crear una atmósfera creíble y reproducir la ciudad de Nueva York tal y como era en aquél entonces, no sirve de mucho: el espectador tiene así una película bellísima, pero completamente desprovista de originalidad y sustancia, un capricho de director que se siente anticuado y a la larga deja un sabor a rancio en la boca, que acaba por arruinar lo que sería una película bellísima con una actuación portentosa y de entrega total por parte de la Cotillard.

Sueños de libertad/The Immigrant
Con Marion Cotillard, Joaquin Phoenix y Jeremy Renner
Dirige James Gray
EU 2013

Colin Firth: La verdad, no me llueven ofertas millonarias

Miguel Cane.



Durante años Colin Andrew Firth (Grayshott, Inglaterra, 1960), fue el actor de soporte británico por excelencia en filmes como Otro país (de 1984 y su debut en cine), la miniserie Orgullo y prejuicio (1995), que lo convirtió en una estrella en el mundo anglosajón, así como la versión definitiva del personaje de Mister Darcy, creado por Jane Austen. Más reconocimiento le llegaría con la serie de películas basadas en El diario de Bridget Jones (2001 y 2005) o Love actually (2003).

No obstante, desde que participó en A single man (2009), debut como director del célebre diseñador Tom Ford, y desde que obtuvo un Oscar por El discurso del rey (2010), las cosas han cambiado y Firth se ha reafirmado como uno de los actores más sólidos y solicitados actualmente.



Con la agenda llena, de entre los tres filmes que estrena este año el primero en llegar es Un pasado imborrable (The Railway Man), filme británico-australiano dirigido por Jonathan Teplitzky, basado en las experiencias reales de Eric Lomax, oficial del ejército británico capturado por los japoneses en Singapur en 1942 y que trabajó en la construcción de la línea entre Birmania y Tailandia. Cuando los guardias descubrieron su detallado mapa del trazado de la vía, Lomax fue acusado de espía. El ejército nipón lo sometió a brutales torturas que dejaron a Lomax severamente traumatizado. Esa es la trama central de la cinta, donde comparte créditos con Nicole Kidman en el papel de Patricia Wallace, la esposa de Eric y su compañera en su viaje de recuperación.



La de los 50 años parece estar resultando su mejor década.
Eso parece, ¿verdad? (risas). Digamos que ahora ya estoy en otro plano. Como todo es cíclico, creo que he llegado a esa edad en la que el trabajo que me ofrecen es mucho más interesante, porque mis personajes han pasado las angustias y tribulaciones de la juventud. Ahora, los hombres que interpreto, como en este caso Eric Lomax, ya tienen un pasado y están encarando su futuro. Encarnar este tipo de personajes tan ricos en matices era algo imposible de lograr en la época cuando yo tenía 20 o 30 años. Simplemente no resultaba creíble en estos roles. Puedo decirte que ahora me siento en el centro de las historias, y es un alivio frente al deterioro físico que experimento, como es natural. No me siento viejo, para nada, pero uno va adquiriendo una edad y hay que abrazarla, digo yo.

La de Eric Lomax es una aventura compleja, pues es una historia de amor y al mismo tiempo es sobre un dolor terrible y cómo dejarlo ir…
Exacto. Durante el rodaje lo vimos desde ambas caras, es la historia de cómo se supera un rencor y un trauma, y además el romance entre dos seres humanos. Se trata de una relación histórica que intentamos tratar con sencillez, pero que aborda temas extremadamente serios y devastadores dado que lo que nos define como seres humanos es lo que hacemos con las emociones y con las situaciones en las que nos encontramos. Esta es la historia de un hombre tratando de conectar por encima de sus limitaciones, superando sus barreras, dejando a un lado lo que podría ser una amargura paralizante. Todos tenemos barreras de uno u otro tipo y la película explora esas limitaciones en nuestras vidas. Ajustar las cuentas con el pasado.

Como éste, mucho de su trabajo es independiente… ¿Ha considerado dar un salto definitivo a Hollywood?
No nos engañemos, la verdad no me lluevan ofertas de ese tipo y si ha llegado alguna ha sido demasiado absurda como para hablar de ello (risas). Como verás, no me paso el día resistiendo la tentación de cobrar 14 millones de dólares por un taquillazo de Hollywood. Habría sucumbido hace años. Al final escojo mis trabajos por la gente con la que quiero trabajar, como en este caso, Nicole, a la que he admirado por años, o por la historia que cuenta… que en este caso es una gran historia, o, simplemente, por alegrarme y variar un poco las cosas, como fue el caso de Mamma Mia! (2008), aparte de que me moría de ganas de trabajar con Meryl Streep, siempre tuve curiosidad por hacer un musical… y ahora ya no tengo que hacerlo de nuevo (risas). Lo que más intento en mi trabajo es ampliar mis miras, así que no le diría que no a una película de acción por improbable que sea. La cosa es que sea interesante.

No es la primera vez que interpretas a un sobreviviente de guerra. ¿Facilita eso las cosas?
Fue una labor física y emocionalmente extenuante. Acababa el día con dolor de cabeza y a veces me quedaba medio paralizado al final de la jornada. Quise que mi angustia no fuera solo una reacción sino que tuviera un fondo, una sustancia. Ya había, en efecto, trabajado a un personaje similar en Un mes en el campo (1987), pero ese personaje era ficticio y no tuvo nada que ver con interpretar a alguien real, como es el caso de Eric Lomax. Es algo delicado, interpretar a alguien real, que además no pudiste conocer pero que fue significativo. Es un poco como el caso de Jorge VI en El discurso del rey. Nunca quise caer en el cliché.

La película tiene elementos emotivos muy impactantes. No debe ser fácil filmar eso.
Cada película requiere un trabajo diferente y hay realizadores que dentro de su brillantez no hacen más que reducir tu colaboración. Otros, como Tom Ford en A single man, crean una atmósfera donde sin mirar el guión ocurre lo mejor. Aquí la preparación fue intensa, pero Jonathan Teplitzky permitió momentos donde puse en práctica mucho de lo que aprendí haciendo teatro. Nicole me brindó un gran apoyo en las escenas juntos y así pude entrar en la mente de Lomax, compartir lo que sufrió y lograr hacer algo positivo de ello.

Hablando de cosas positivas, también existe el Colin Firth filántropo; ¿qué dices de ello?
Creo que hacer buenas acciones cobra más importancia en el acto, que en hablar de ello. No se trata de jactarme de nada. Dejé África de niño y sufro esa añoranza por el continente. No voy mucho, es verdad, pero me gusta darle voz al que trabaja allí, al que no alumbran los reflectores, ni goza de la atención que me dan a mí y no merezco. No soy más que el que llama al médico en un accidente (participa en campañas en favor de las tribus, en contra de las deportaciones al Congo, para Oxfam...). No sé de medicina ni tengo porqué, pero puedo y debo pedir ayuda para quien más lo necesita. No lo hago por mí, lo hago porque es algo que debemos hacer por nuestro prójimo, no importa quién sea. Es por mera humanidad básica. Ayudar al prójimo cuando se puede, es algo elemental. Eric Lomax lo hizo a su manera, y yo trato de ser igual.

21 jun 2014

Un pasado imborrable / The Railway Man, de Jonathan Teplitzky

Los trenes de la vida

Miguel Cane.


Eric Lomax (Colin Firth) es un oficial británico fascinado desde su infancia por los ferrocarriles. Durante la Segunda Guerra Mundial fue capturado por los japoneses y enviado a un campo de trabajo en la línea férrea entre Birmania y Tailandia. Allí, él y sus compañeros tuvieron que sobrevivir en condiciones extremas a las torturas de sus captores. Décadas después, Lomax vive en el norte de Inglaterra retirado junto a su esposa Patricia Wallace (Nicole Kidman) y centrado en su pasión por los trenes, cuando descubre que el soldado japonés responsable de gran parte de su sufrimiento sigue vivo y esto lo lleva a confrontar emociones y rencores largamente reprimidos, para poder, al fin, alcanzar la paz espiritual que tanto anhela.



El más reciente filme del australiano Jonathan Teplitzky presenta toda la intención de ser una película seria y con mensaje: tiene unas esforzadas e intensas interpretaciones de primera, una cuidada ambientación, y una trama interesante que muestra la supervivencia del prisionero torturado, que debe por fin superar sus tremendas heridas psicológicas con la ayuda de su mujer, amorosa y comprensiva señora (la Kidman está estupenda en un rol poco favorecedor en papel) y de un amigo que también sufrió aquel calvario (Stellan Skarsgård), con una catársis que incluye volver al lugar de sus pesadillas para enfrentarse a su torturador, reconvertido ahora en un pobrediablesco guía turístico en los mismos lugares donde cometió sus torturas.



Así, a base de continuos y extensos flash-backs, que a veces pesan demasiado en la trama y en vez de avanzarla, la entorpecen, Teplitzky muestra –con lujo de detalle innecesario- algunos episodios de tortura, aderezados con celestial música de coros, en un intento de conmover como sea. Esto hace que el filme, a lo largo de casi dos horas, trate de guiarnos al perdón, pero es reiterativo y carece del brío, la complejidad y el interés de algunos de sus referentes: el clásico de David Lean El puente sobre el río Kwai, la inquietante Feliz navidad, Mister Lawrence de Nagisa Oshima o, desde un ángulo femenino, Paradise Road, de Bruce Beresford, cintas que tocaban el mismo tema y que al ser recordadas resultan infinitamente superiores a esta cinta bastante olvidable, pese al extraordinario talento actoral con que cuenta.

Un pasado imborrable/The Railway Man
Con Colin Firth, Nicole Kidman, Stellan Skarsgård y Jeremy Irvine
Dirige: Jonathan Teplitzky
Reino Unido/Australia 2013

Charlize Theron: En la comedia debes encontrar tu propio ritmo

Miguel Cane.



Alta, inteligente, muy jovial pero directa, esta actriz ganadora de un Oscar (por Monster, en 2003) ha tenido una carrera muy diversa, con una especial atención a filmes dramáticos de calidad y cintas de ciencia ficción, no obstante, Charlize Theron (Sudáfrica, 1975) también tiene una vis cómica y la explota ahora en Pueblo chico, pistola grande, una mezcla entre comedia y western creada por Seth McFarlane —Padre de Familia, Ted— que llega a las pantallas mexicanas.



Charlize comparte créditos con el propio McFarlane, Liam Neeson, Neil Patrick Harris y Amanda Seyfried, en un rol en el cual el público no está acostumbrado a verla, pero que le encantó y divirtió bastante, según aseguró la actual pareja de Sean Penn. “Me gusta hacer todo tipo de películas y estoy siempre abierta a escuchar cualquier sugerencia si se trata de una buena historia. Creo que con una buena historia lo puedes conseguir todo. Para mí, cualquier trabajo es interesante y refrescante, porque todos son muy distintos entre sí. El caso de esta película es así. Era algo inesperado que me llamó la atención y que disfruté mucho, desde que lo leí”.



¿Cómo es rodar una comedia con Seth MacFarlane?
¡Es genial! Creo que es evidente que nos llevamos todos muy bien. Seth es muy brillante. Supo que tengo una debilidad por esos viejos espagueti westerns, con Clint Eastwood, y que siempre que puedo los veo, así que cuando me ofreció este personaje en su película no pude resistir la curiosidad. ¿Cómo iba a mezclar su estilo de humor con un western? Es la misma historia de siempre, con todos los elementos clásicos, pero también es un poco diferente al mismo tiempo. Me encanta ese mundo que ha creado y su manera de presentarlo.



Debe de haber sido una experiencia extraña para ti, ya que no has rodado demasiadas comedias.
No, no muchas, es cierto, pero he filmado algunas. Aunque la verdad es que para elegir mis proyectos no me guío por géneros, siento que así aprendo más de mi oficio y de mí misma. Pero todo se reduce al material, solo me interesa que el material sea bueno; cuando leí esto pensé que no era nada encasillado y me encantó, no sentí que fuera una película de género. Entendí de inmediato a mi personaje. Creo que el humor de Seth es muy específico, no importa si te gusta o no. Pensándolo bien, creo que ésa es la razón por la que no he hecho comedias. Muchas de ellas no son de mi gusto, pero soy una enorme fan de lo que él ha hecho con la serie Family Guy. Tiene un tono específico para su comedia y tienes que arreglártelas para ver cómo encajas en él. No puedes hacer lo que Seth o Sarah Silverman hacen. Debes encontrar tu propio ritmo y meterte de lleno en el trabajo. Cuando Seth toca cosas que la gente encuentra sensibles, lo hace siempre en un sentido y un tono que me doy cuenta que él está comentando sobre cuestiones sociales en nuestro mundo y que a veces es mejor hacerlo a través del humor a simplemente predicar, ¿me explico? Si aprendemos a reírnos de nosotros mismos, podemos aprender a ver el mundo desde otro enfoque que no habíamos considerado.

¿Hiciste algunas aportaciones mientras creabas al personaje de Anna?
Es que no sé cómo trabajar de otra manera. Creo sinceramente que rodar películas es un proceso de colaboración. Nunca lo he experimentado de otro modo y he tenido la fortuna suficiente de trabajar con gente que lo hace de esa manera. Con Seth y el resto del elenco pasamos tres semanas antes de comenzar a rodar metidos en una habitación por horas, hablando del material y el guión. Y es increíble cuando cuentas con profesionales como Seth, Alec Sulkin y Wellesley Wild, que escribieron el guión, y con compañeros como Neil (Patrick Harris), Giovanni Ribisi y la fabulosa Sarah Silverman, porque son todos muy brillantes y buenos en lo que hacen y creo que comprendimos lo original que era el material que teníamos así que queríamos hacerle justicia. Hubo momentos de decir “esta es una gran escena. Creo que ahora entendemos lo que es”, y momentos en los que no podíamos parar de reír. El proceso creativo es algo a lo que siempre he respondido, y cuando comenzamos a trabajar en esto hubo un enorme sentido de identificación. Fue lo mismo que sentí cuando me senté a platicar con Patty Jenkins para hacer Monster. Fue pura química y me encanta pensar que todos estamos en la misma página

Eres una de las mujeres más bellas del mundo, ¿qué es lo que piensas cuando te miras al espejo y sientes que además tienes que probar que eres una gran actriz?
Oh, Dios (risas). No nos alcanzaría el día para hablar de ello, porque sería tanto lo que tendría que decir. Ya sabes, ¡ni siquiera sé qué decir! Por años siempre he dicho que en mi carrera que lo que más me gusta son los proyectos desafiantes y los encontré al interpretar a mujeres con antecedentes distintos, de diversos estratos económicos, con un entorno más duro, y eso conlleva que físicamente deban ser distintas. Pero no se trataba de que yo dijera: “quiero tener este aspecto”. Creo que hay un factor para un intérprete, por lo menos para mí, que es el no querer ser uno mismo. Realmente creo que eso es mucho más difícil ahora con la fama, porque yo crecí con el cine de los setenta y entonces no sabías nada sobre la vida personal de Diane Keaton, Glenda Jackson o Meryl Streep; solo ibas a ver sus películas y cualquiera que fuera el personaje pensabas “¡oh, es maravillosa!”. Ahora es un poco más difícil, porque hoy en día hay una mayor exposición y la gente cree que te conoce porque te ha visto en una película o dos. Pienso que hay una parte de mí que quiere quedarse con eso de antes, porque era mi inspiración, esas son las películas que amo, ese tipo de películas que ya no se hacen. Y no se trata solo de algo físico, sino de encontrar material desafiante y de subir un poco más la barra cada vez que voy a trabajar. Cuando me miro en el espejo, a veces no me gusta cómo me veo, porque yo no me veo como una belleza, me veo como yo misma: una mujer normal. A veces me despierto a las siete de la mañana y necesito un café y tengo el cabello en desorden y te aseguro que si me vieran así, no dirían que soy una belleza (risas).

Como tú dices, en realidad se trata más de interpretar a mujeres interesantes en pantalla.
Sí, solo hay que buscar un poco. Y se pueden encontrar tesoros en los lugares más insospechados. Algunas personas reaccionaron con sorpresa cuando decidí hacer esta película y yo dije “esto quiero, esto hago”. Cuando tomo una decisión, no cambio de idea. Específicamente en lo que se refiere a mi trabajo. Más o menos pasó igual cuando hice Blanca Nieves y el Cazador, donde era yo la madrastra malvada y hubo cejas arqueadas. ¿Qué tiene? Soy una actriz, y lo único que intento es llevar a cabo un trabajo que resulte auténtico. Así sea en el espacio exterior o en el desierto, en una fábrica o en el viejo oeste. Aquí me divertí y aprendí. No puede haber nada mejor.

13 jun 2014

Pueblo chico, pistola grande / A Million Ways to Die in the West, de Seth McFarlane

Dos horas de balazos

Miguel Cane.



Hace cuarenta años que el genial Mel Brooks estrenó Locuras en el Oeste, una mordaz sátira sobre los viejos filmes del western hollywoodense. Una película irreverente que hoy es un clásico. Desde entonces no hubo muchas comedias que se desarrollaran dentro de este género que no es tan sencillo de parodiar.



Ahora, Seth McFarlane, que creó la popular serie Padre de familia, presenta Pueblo chico, pistola grande, que pese a sus pretensiones, no pasa de ser una película tibia, plagada por un humor pedestre que se atora en la escatología, las drogas y chistes burdos sobre sexo. Algo notable de esta cinta es que los pocos momentos graciosos de la película son aquellos donde están ausentes las vulgaridades.

Pequeños destellos de comicidad como el cameo de Christopher Lloyd (en clara referencia a Volver al futuro) o algunas escenas con Charlize Theron, que es la única en un reparto de actores capaces (como los siempre brillantes Sarah Silverman, Neil Patrick Harris y Liam Neeson, todos desperdiciados) cuyo personaje, Anna, tiene una finalidad concreta en la trama.

Los contras pesan más que los pros: MacFarlane no es carismático cuando aparece en la pantalla como actor y su desempeño es bastante mediocre. Dentro de la trama su labor no aporta nada interesante y la mayoría de las situaciones cómicas en las que está involucrado, resultan forzadas y carecen absolutamente de gracia.

Si al espectador le parece chistoso ver escenas en las que hay una amplia gama de pedos con distintos sonidos, gráficas alusiones a defecar, a la zoofilia, o ver cómo a una mujer le quedan rastros de semen sobre la cara (situación que los hermanos Farrelly presentaron 15 años atrás en Loco por Mary con mucho más ingenio pese a lo soez), esta es una película que disfrutará, pero para el espectador que, después del insospechado éxito de Ted, esperaba de este equipo una comedia astuta o brillante, no tendrá nada qué ver.

Obviamente McFarlane no es Brooks ni Woody Allen, ni tampoco es necesario, pero aquí no hay nivel de humor, y si consideramos que en Padre de familia demostró un chispeante manejo de la ironía y la parodia, esta película es una vergüenza, indigna del talento que ostensiblemente la respalda.

Pueblo chico, pistola grande / A Million Ways to Die in the West
Con Charlize Theron, Seth McFarlane, Amanda Seyfried, Sarah Silverman y Liam Neeson
Dirige: Seth McFarlane
EEUU 2014

Chiara Mastroianni: Hollywood es un mundo ilusorio, no es para mí

Miguel Cane.



Es hija de dos monstruos sagrados del cine; no obstante, Chiara Mastroianni (París, 1972) ha establecido una carrera y una identidad propias. Es actriz y madre, sus hijos (Milo, de 16 años, de su relación con el escultor Pierre Torreton, y Anna de 12, de su matrimonio con el músico Benjamin Biolay), han conocido al abuelo —Marcello Mastroianni— a través de sus películas. “Se maravillan al verlo en la pantalla… es algo muy sorprendente la manera en que su trabajo ha logrado trascender su muerte, para que sus nietos puedan conocerlo un poco más que como un recuerdo”. Chiara fue criada por su madre, Catherine Deneuve, y de su mano hizo su debut en el cine en Mi temporada preferida, de André Techiné; sin embargo, el linaje no le pesa y retiene lo mejor de ambos padres: es simpática y jovial. Ha llevado una filmografía ecléctica y ahora reaparece como una de las protagonistas de Los canallas, el más nuevo y polémico filme de la cineasta Claire Denis, que causó controversia en Francia y llega ahora a México.



¿Cómo se da la relación con Claire Denis? Es la primera vez que trabajan juntas
Claire y yo nos conocimos hace tiempo siendo parte del jurado en el Festival de Deauville. No hablamos de nada muy profundo, pero había una confianza mutua. Una noche, Claire me contó sus sueños de seguir haciendo películas. Sentí que me había entendido, que buscábamos lo mismo. Me llamó después para ofrecerme el papel de Raphäelle y le dije que sí de inmediato.



En el momento de empezar a rodar, ¿qué sabías de la película?
Sabía que la parte más sólida se convertiría en frágil, que todos acabarían manipulando a Marco (Vincent Lindon). Sabía que en la película todo parece normal; todos tienen familias, niños a los que van a buscar al colegio, que meriendan. Incluso la pareja divorciada es perfectamente correcta. Pero hay algo terrible, un secreto, la entrada al otro mundo. Esas imágenes en el guión me atraparon enseguida. Claire es visionaria. Como vi a Raphäelle fue como una mujer cuya prioridad es la comodidad material de su hijo. Acepta su rol de puta como una cruz. No le importa que la vean así, tiene un hijo y es su motor. La comprendí al instante: soy madre y por mis hijos he hecho prácticamente todo.



¿Hay algo de ti en esta película?
No lo sé. Es probable, pero de modo indirecto. Para mí, trabajar en el cine significa empatía, poder compartir el dolor de los demás, pero no contar el mío propio, sea el que sea. Entonces significaría otra cosa, sería una confesión, un testimonio. Se convierte en tragedia porque la persona que sufre no soy yo.

¿Qué te impresionó más de Los canallas?
La honestidad de Claire al describir las dos caras del conflicto Siempre me cuesta explicar cómo cristalizan las ideas de un director, y me impresionó su entereza para contar la historia de un hombre sólido, seguro de sí mismo, que es héroe y víctima al mismo tiempo. Es una historia que no se deja atrapar por las convenciones; Claire además tiene las ideas muy claras sobre lo que quiere. No tiene miedo de nada. Es como un imán en su vida y en su trabajo. Esta película representa un aspecto realmente diferente a lo que yo estaba acostumbrada, y fue difícil filmarla, pero confié plenamente en mi directora y funcionó a la perfección. Trabajamos juntas, tan pronto como el rodaje estuvo en marcha, ya que yo quería afinar mi interpretación y encajar las escenas mejor. El resultado fue algo que me conmovió mucho. Creo que es una de mis películas favoritas.

¿Sueñas con algún papel?
Ahora ya no. Cuando era más jovencita quería hacer muchos papeles, como la Julieta de Shakespeare. Pero ya no estoy en edad para eso. Estoy contenta con lo que he hecho. Me gustaría filmar con Almodóvar, sus películas me gustan mucho. Y volver a hacer algo con Techiné, que fue quien me dio la primera oportunidad y es mi gran maestro… o con Polanski. O no lo sé. Mi carrera ha sido generosa conmigo.

¿Y sueñas con Hollywood?
¿Qué hay con Hollywood? Yo soy una mujer europea, pero no soy una bomba sexy… así que no, no veo ningún futuro allí para mí… y tampoco es algo que me quite el sueño. Ya viví en Los Ángeles varios años (con Benicio del Toro, quien fue mi pareja) y te diré que es como un mundo ilusorio. Nada ahí es totalmente real, ni totalmente ficticio. No es para mí.

Creciste con dos padres que son leyendas del cine, ¿qué recuerdo tienes de ello?
Mi padre era un hombre maravilloso: yo lo adoraba. Cuando le dije que quería ser actriz me mandó a tomar un curso de actuación, pero no me sentía a gusto. Entonces me llevó a verlo trabajar en el set de Estamos todos bien, para que yo aprendiera a actuar viendo a un director (Giuseppe Tornatore), al que sí me daban ganas de entregarle todo, porque había un intercambio entre él y los actores… y ver trabajar a mis padres… no sé, es una experiencia fantástica. Cuando era yo muy pequeña, mi madre y yo viajamos a Nueva York para que ella filmara Les Predateurs (El Ansia) con David Bowie, y recuerdo que la veía transformarse y siempre decía: yo quiero hacer esto que hace mi mamá.

¿Fue difícil el camino de la fama con estos padres tan icónicos?
Pues mira, los que siguen esta carrera y dicen que la fama no les interesa son unos mentirosos (se ríe), pero desde luego que los apellidos pesan. Mucha gente se hace muchas expectativas porque eres la hija de Deneuve. Por ejemplo, a los 17 años me animé a desfilar para Jean Paul Gaultier, pero decir que fui modelo es una ofensa para las profesionales del modelaje. Mírame bien: yo no soy alta, ni tengo el cuerpo adecuado para hacerlo. Lo hice porque estaba muy joven, porque me invitaron, porque era una especie de show, y yo quería participar. Si le preguntas a mi madre, ella te dirá que siempre fui una exhibicionista (risas)… y yo creo que es genético, porque ahora lo veo con mi hija, que es muy precoz para algunas cosas y siempre busca ser el centro de atención… ¿será una actriz? No lo sé… pero lo que sí sé, es que era algo que ya traía en la sangre. Y no, no fue realmente muy difícil, en cierto sentido… pero tampoco nadie me ha regalado nada.

Has trabajado con tu madre varias veces. ¿Qué tal ha sido eso?
Me gusta mucho trabajar con ella. Hay una conexión entre las dos. Mamá también tiene un fuerte sentido de la auto parodia y el decoro. No se ha creído para nada toda esa basura de ser movie star… es otra clase de criatura totalmente… es única.

¿Te ves como ella a futuro?
¿Como Deneuve? ¡No! (sonríe) No hay dos como ella. Y me gusta la idea de que yo he ido encontrando mi propio nicho, mi propio lugar. Eso es algo que ella estimuló en mí, y en mi hermano, Christian (Vadim). Independencia, individualidad. Lo busco también ahora con mis hijos. Tengo muchas cosas que quiero hacer, que voy a hacer, más las que lleguen. No sé cómo va a ser… pero si triunfo o caigo, será por mi propio pie, es algo que creo que me he ganado, más allá de mi origen. No voy a renegar de él nunca, amo a mis padres profundamente, pero lo que me depare mi vida, es cosa mía.

4 jun 2014

Angelina Jolie: De joven era dark y quería dirigir una funeraria

Miguel Cane.



Es una de las figuras más reconocidas del mundo: su rostro y su nombre son célebres en todas partes. Angelina Jolie (Beverly Hills, 1975) es una mujer con mucha más sustancia de la que se atribuye generalmente a las estrellas de cine; es madre de seis hijos, activista y embajadora de la Unicef además de actriz, productora y directora. Por lo mismo, se encuentra en la posición de hacer cualquier proyecto que desee, y en esta ocasión es la protagonista de Maléfica, el nuevo filme de la casa Disney, una superproducción que relata la historia de La Bella Durmiente, desde el punto de vista de la villana, algo que “me pareció muy interesante”, insiste.



¿Qué te atrajo de Maléfica? ¿Saber qué se siente ser alguien completamente diferente a ti?
Algo así. Me interesaba mucho poder explorar ese lado oscuro de alguien con un gran poder y que sufre una tremenda tormenta interior. Además, hacer de mala, mala, malísima, fue muy divertido. Tuve que trabajar mucho la voz, la forma de caminar y de mirar, entrar en el disfraz, el maquillaje... Es un papel sin término medio: o lo haces bien o haces el ridículo. Tenía que ser atrevida. Y no conozco todavía a una actriz que no sienta atracción por los retos en su carrera.


Obviamente conocías al personaje desde niña, ¿te daba miedo?
¿Miedo? ¡Para nada! ¡Maléfica me encantaba! (ríe). Ya en serio, nunca me interesaron las princesitas. Eso de ser rescatada por el príncipe encantador y ser felices para siempre nunca fue algo que me gustara. Y mantengo esa perspectiva cuando les cuento historias a mis hijos.



¿A qué crees que se deba eso?
Bueno, quizá yo fuera un poco más complicada que la mayoría de las chicas de mi generación (ríe). Supongo que ser hija de un hogar roto te hace ver de otro modo todo eso de que vivieron felices por siempre jamás. Cuando era una jovencita, la verdad es que no pensaba en cosas como encontrar al hombre de mis sueños o ser madre. Yo era muy dark. Lo que quería, en serio, no es broma, era dirigir una funeraria, para hacer las cosas bien y que los funerales fueran una celebración de la vida del ser querido, no solo una convención. Pensaba que podría hacerlo porque nunca tuve miedo a la muerte y se me da bien hablar con la gente que sufre. Luego empecé a viajar y vi que hay gente con problemas más graves que los míos. Eso y tener hijos me cambió por completo. De pronto el centro de tu mundo se traslada a otra persona. Afrontas cada día de forma diferente. Te levantas y, aunque te sientas deprimida, con la sonrisa de los hijos todo se ilumina de nuevo.

Entonces estuviste encantada de hacer este personaje.
Sí. Hay algo muy poderoso y elegante en ella, con esa risa diabólica tan suya. No es solo el personaje más oscuro que he interpretado, también puedo decirte que, sin duda, es el más divertido; hacer de una mala de Disney es distinto. Por su voz, expresividad y poderío, ella entra en una habitación y se come la escena. Y luego el aspecto, con esos cuernos enormes, los tacones, las capas, los dientes puntiagudos, las facciones afiladas… es teatro puro. ¡Claro que se disfruta!

Eres, principalmente, mamá de seis pequeños. ¿Cómo les explicaste el personaje?
Tenía que ser cavernosa, profunda y muy teatral, lo que, para mí, que hago cine y no teatro, era todo un reto. Un día les estaba contando un cuento y al ver que no me hacían caso puse voz de Maléfica y ¡se morían de la risa! Y ahí fue: acababa de encontrar la voz que buscaba.

De hecho una de tus hijas aparece en la película…
Sí, Vivienne, la más pequeña. Fue porque todas las niñas que probábamos se morían de miedo. Ella era la única que no se asustaba con mis cuernos, los ojos amarillos, las garras... Venían pequeñas al set y en cuanto les decía: “¡Hola, peques!”, se horrorizaban, lloraban, gritaban o salían disparadas con sus mamás. Una vez tuve que esconderme en mi remolque (ríe). También salen Pax y Zahara en la escena del bautizo. Fue idea mía. Es un momento especial en la historia de Disney y pensé que sería genial tener a mis hijos allí conmigo, que vean lo que hace mamá.

Ha corrido el rumor de que te retirarás para reforzar tu labor humanitaria…
Se dicen muchas cosas, a ver… yo quiero dirigir y escribir más que actuar, aunque habrá más papeles. Pero sí, quiero dedicar más tiempo a mi trabajo con la ONU y con la Iniciativa para la Prevención de la Violencia Sexual (PSVI, por sus siglas en inglés). En junio celebramos una conferencia sobre violencia sexual en zonas de guerra para reforzar la lucha contra este tipo de criminales.

¿Como el caso de la secta Boko Haram en Nigeria?
Eso es, ¡es un horror, gente que secuestra niñas en masa! Hay que sentar un gran precedente para que no crean que quedarán impunes. Nunca se hace suficiente en estos asuntos.

En estos años has visitado mucho la frontera de Siria. ¿Cómo te reciben los refugiados?
Es triste. Ya no te creen. La primera vez que fui, en 2011, me dijeron: “¡Por favor, diga a su presidente que nos ayude, dígale al mundo cómo estamos sufriendo!”. Regresas y todo sigue igual, y ya nadie cree que puedas hacer algo al respecto. Han comprendido que, en el juego de la política, no significan nada. Y tienen razón. Es una tragedia.

Hablabas además de seguir dirigiendo.
Así es... Me interesa mucho. En Navidad se estrena Unbroken, mi segundo filme, es una historia verdadera sobre Louis Zamperini, un atleta olímpico que muy joven fue prisionero de guerra en un campo japonés durante la Segunda Guerra Mundial. Fue un rodaje exhaustivo y una gran experiencia. Quiero pasar más tiempo detrás de la cámara. Es algo que me hace sentir muy satisfecha.

¿Cómo manejas la frontera entre lo que dicen los medios y tu vida privada? ¿Cómo se logra ese equilibrio?
Cuando era más joven y no había cosas positivas en mi vida sobre las que los medios pudieran hablar, era más duro. Ahora soy inmune a las tonterías que nos rodean. En casa tenemos controles parentales en el internet. Puedes limitar las búsquedas, incluso que no aparezcan cosas con tu nombre; mis hijos son niños normales, que saben que son parte de una familia muy pública, porque han crecido rodeados de paparazzi, pero también porque les hemos advertido que se dicen muchas mentiras y que, si ven algo sobre nosotros, lo primero es preguntarnos. Lo más importante es que sepan que no por tener una vida más privilegiada en ciertos aspectos son mejores que otros niños. Les hemos enseñado con el ejemplo que lo más importante es el amor al prójimo. Todo lo demás son sólo cosas bonitas, pero no dan la felicidad.



Los Canallas / Les Salauds, de Claire Denis.

Miguel Cane.


Marco Silvestri (Vincent Lindon), capitán de petrolero, muchos años atrás se desvinculó de su hermana Sandra (Julie Bataille), ahora viuda del que fuera su mejor amigo, y de su sobrina Justine (Lola Créton), que tiene graves problemas psicológicos. Marco volverá de forma precipitada para hacerse cargo de su familia; además debe a liquidar una deuda contraída con Edouard Laporte (Michel Subor), un poderoso y despiadado gángster. Marco buscará por todos los medios la manera de vengarse de Laporte, acusado de la inminente quiebra del negocio familia, trasladándose cerca de la amante de Edouard, la enigmática y hermosa Raphaëlle (Chiara Mastroianni, enormísima). Marco se verá obligado a adentrarse en sórdidos mundos en los que descubrirá secretos que lo pondrán en peligro.



En un filme de Claire Denis, puede suceder cualquier cosa: desde la inquietante imagen de una mujer que vaga desorientada completamente desnuda salvo por unos zapatos de tacón alto, hasta diversas secuencias, aparentemente inconexas, que nos llevan a un trayecto infernal para el protagonista al que no queda más remedio que ejecutar una tremenda venganza.

Los Canallas retoma clásicos elementos del film noir y los coloca en un contexto postmoderno, con una atmósfera de desasosiego y brutalidad. El guión es parco en diálogos, mas no por ello el espectador deja de recibir información mediante la imagen y la música (de los Tindersticks).

La película es dura, cruel, demoledora y posiblemente no sea para todos los públicos, pero la obra de Claire Denis es un placer adquirido. Sin embargo, por contra, para aquellos espectadores que gustan de ser lo poco común, es posible que aquí encuentren algo que habitualmente no ofrece la cartelera. Y es que cualquier melodrama, por muy duro que sea, no tiene nivel para compararse con las óperas en miniatura que suele crear esta idiosincrásica y peculiar directora que no le teme a nada.

Los Canallas / Les Salauds
Con Chiara Mastroianni, Vincent Lindon, Michel Subor y Julie Bataille
Dirige: Claire Denis
2014