31 jul 2014

Guardianes de la Galaxia / Guardians of the Galaxy, de James Gunn

¡Cosmicómics!

Miguel Cane.


La Marvel Cómics parece estar tan confiada con el éxito de sus franquicias cinematográficas, que ahora se aventura con un título más bien poco conocido por los fans.

Guardianes de la Galaxia se origina en una serie que no es tan popular como Spider-Man o Iron Man o Los Vengadores, sin embargo, esto puede servir como una manera de aproximarse al género desde otro ángulo y eso es lo que hace el director y guionista James Gunn, que se enfoca en la comedia y múltiples referencias culturales que inevitablemente invitan a la carcajada.



Esto se debe también en gran parte a la elección de Chris Pratt como el protagonista, Peter Quill alias Star-Lord, que no podía ser más acertada. Pratt tiene una sólida carrera como comediante — alcanzó la fama en la serie Parks & Recreation - y a base de carisma, crea un antihéroe cómico y entrañable, que comparte ritmo y escenas con Zoe Saldaña como Gamora, Benicio del Toro en una interpretación extravagante como El Coleccionista, Lee Pace y Josh Brolin como los implacables villanos Ronan y Thanos, Glenn Close en un cameo sorpresa y las voces de Bradley Cooper y Vin Diesel, como Rocket Raccoon (un mapache espectacular) y Groot, personajes generados por computadora que presentan matices inesperados, y forman una dupla simpática que se ganará muchos fans.


La película es inteligente e irreverente, y tiene imperfecciones, que pese a ser notables, no le estorban. No es una mala cinta, ni mediocre. De hecho, es un intento interesante por hacer algo diferente en el mundo de las películas basadas en cómics. Estos exploradores cósmicos son una banda desordenada, pero extrañamente entrañable. La película tiene buen ritmo y sabe balancear la acción con la comedia y algunos toques de melodrama que no le sobran.

La Marvel ha demostrado ser una máquina de éxitos y si bien este es decididamente menor, es por correr esos riesgos, que vale más la pena. Las correrías de un humano fanfarrón, dos alienígenas malhumorados, y un mapache y un árbol que hablan resultan la gran sorpresa de la temporada. Naturalmente, con un éxito asegurado, no falta la secuela, que ya se anuncia para 2017.

Como sea, el humor es un arma infalible y aquí funciona bien, en un hit que entretiene y cumple como película para cerrar el verano.

Guardianes de la Galaxia/Guardians of the Galaxy
Con Chris Pratt, Zoe Saldaña, Lee Pace, Glenn Close y Josh Brolin
Dirige James Gunn
EU 2014

Andy Serkis: El anonimato es lo mejor para un actor

Miguel Cane.



Una de las actuaciones de mayor impacto en el año fue la de Andy Serkis (Inglaterra, 1964), quien sin dejar ver sus facciones ha trabajado en producciones muy llamativas en las últimas décadas —como la trilogía The Lord of the Rings o el remake de King Kong, de Peter Jackson. Esto mismo sucede en El planeta de los simios: confrontación, donde a través de efectos especiales, Serkis encarna al chimpancé César (el mismo de la cinta anterior), encabeza a una tribu de primates en delicado equilibrio de convivencia con los escasos humanos supervivientes de una terrible epidemia. Serkis, actor experimentado con mucho trabajo en teatro, ha hecho una especialidad de la técnica de captura de movimiento y esto le ha permitido crear personajes que, de otro modo, le hubiera sido imposible interpretar.



¿Cómo evoluciona personaje César desde la primera película?
Hay una clara evolución del personaje. Es un líder, así que estuve pensando en líderes mundiales de los últimos tiempos, y me fijé en Nelson Mandela. Fue una gran inspiración, porque era un hombre intentando unir a grupos muy dispares de gente bajo un régimen represivo, por lo cual llegó a poner en juego su propia libertad e incluso su vida. Me gusta pensar que algo hay de él en César.



¿Qué dirías que ha aportado o restado al filme la tecnología?
Esta tecnología le permitió al director Matt Reeves hacer lo que quisiera y todos participamos felizmente con él. Lo que me gusta de esta saga es que los espectadores vuelven a entrar a ese mundo que nos resulta familiar a todos los que vimos las películas de los sesenta y setenta, pero ahora desde la perspectiva emocional de los simios. Al principio tenía el temor de que la tecnología interfiriera en mi habilidad de relacionarme y compenetrarme con el personaje y los actores. Pero luego resultó que solamente se trata de las herramientas que están allí para grabar nuestras actuaciones, no es más que eso: tecnología. No impidió que hiciéramos nuestro trabajo. Al contrario. Lo que Matt deseaba era que contáramos la historia de César y al mismo tiempo hacer un gran espectáculo. Y mira, lo logró.



¿Dirías que para los papeles con captura de movimiento se requiere una mayor calidad interpretativa?
La verdad es que no es realmente necesario tener ningún tipo de habilidad especial para hacer este tipo de papeles, porque la tecnología lo que hace es grabar la interpretación. Cualquier actor que lo sea, que tenga habilidades interpretativas, puede hacerlo. No hay ningún secreto inconfesable (ríe) y además la tecnología ha avanzado tanto que lo permite. Verás, lo que pasa es que los actores cuando empiezan a trabajar con esta tecnología tienen la tendencia a querer expresarse más de lo que hace falta, y según te vas acostumbrando a la técnica te das cuenta de que lo que tienes que hacer es entrar en el personaje, nada más que eso. Así que, poco a poco lo vas aprendiendo según la experiencia. Tampoco es cuestión de cuánto te muevas. Uno puede haber observado a los simios, sus movimientos, yo lo hice, y Judy Greer, que interpreta a Cornelia, mi pareja, también lo hizo, pero eso no quiere decir que luego haya que plasmarlo todo tal cual se ve, de un modo literal. Aunque hagas de chimpancé, gorila, o cualquier otra especie, de lo que trata es de simplificar, interiorizar todas estas emociones, el grado emocional, y tener en mente el fondo de la historia.



¿Es muy diferente a cuando empezaste a hacerlo hace 15 años?
La tecnología en sí ha cambiado mucho, cada año hay programas nuevos. Ahora, por ejemplo, con esta tecnología de captura del movimiento, los papeles que interpretamos, los de los simios, se pueden rodar al mismo tiempo que el resto de los actores. Ya no hay una desconexión entre los dos. Es tan real como si todos estuviéramos en un mismo escenario, interactuando. En la época de Lord of the Rings, cuando hice de Gollum por primera vez, te hablo del 2000, nada de esto se podía hacer. Nos tardábamos horas. Primero actuabas y luego tenías que volver a actuar para grabarlo con esta tecnología. E incluso un año después, repetir la misma escena. Ahora todo es mucho más fácil. Es un avance tecnológico increíble. No me digas que no sentiste que los simios eran reales, ¿verdad que si? Eso hace toda la diferencia y justifica mi trabajo absolutamente

¿Qué opinas de la revolución que podría suponer en el ámbito de los actores esta tecnología?
Es una gran herramienta, increíblemente liberadora, es la manera de hacer cine en el siglo XXI. Es muy poderoso como vehículo narrativo, y no solo para el negocio del cine, sino como un espacio de conversión multimedia que es muy importante. Por ejemplo, recientemente Ellen Page y Williem Dafoe prestaron sus rostros para los personajes de un videojuego, yo lo he hecho en varias ocasiones, y gracias a ello la narrativa de los juegos está mejorando. También se puede utilizar en teatro, en directo para bailarines, para los actores, porque se pueden proyectar avatares de ellos en una pantalla. Mi filosofía es que es una herramienta de lo más liberadora. Y es maravilloso ser un pionero en esto.

¿La película muestra la incapacidad de reconciliación del ser humano, como en el conflicto palestino-israelí?
Sí, eso que mencionas es una tragedia espantosa, pero es nuestra realidad. Creo que forma parte de la trama. Aparte de la anatomía de la violencia, lo que buscamos explorar también era la falta de habilidad para evitar la violencia. No solo ahora con Gaza, sino a lo largo de la historia de la humanidad. Y no solo es la violencia entre poblaciones diferentes, sino dentro de una misma población. Los humanos contra los humanos y los simios contra otros. Esta lucha interna de cada hombre. Aquí lo vemos dentro de nuestra propia naturaleza, la tendencia a la violencia, y lo vemos con César, personaje que logra mejor empatía con todos, tanto simios como humanos, pero que también tiene sus impulsos violentos, pierde el control y demuestra alguno que otro prejuicio cuando dice que pensaba que los simios eran diferente a los humanos, hasta que Koba, al que creía su aliado, le demuestra lo contrario. Es lo que él quería pensar, que eran mejores que los hombres, pero ellos también tienen esa capacidad para la violencia. En resumidas cuentas, la empatía es el punto clave. Cuando alguien puede ser empático hay esperanza, si no, casi siempre se da lugar a la violencia

Usted interpreta personajes muy famosos pero nadie lo reconoce.
Yo no me hice actor para que me reconocieran, me hice actor para hacer grandes papeles y desaparecer dentro de ellos. Gracias a estos efectos lo logro. La gente no me reconoce en la calle y eso está bien. Me da un anonimato que atesoro y me permite dar lo mejor de mí en cada interpretación con total libertad. Es lo mejor que puede pasarle a alguien que se dedica a esto.

24 jul 2014

El extraordinario viaje de T.S.Spivet / The young and prodigious T.S.Spivet, de Jean-Pierre Jeunet.

Por Claudi Etcheverry.

(Un consejo: Depende de lo que vaya a buscar al cine …)


Jeunet es un director que ha ido elaborando un lenguaje visual propio, a la vez rico, colorista y efectivo. Pero paradójicamente, él mismo es otra víctima en la realidad de lo que plantea como metáfora en la película, porque ningún artista puede eludir la pérdida de creatividad cuando se adentra más y más en una repetición tirana de su propia fórmula, y parece que el Director prefiere repetir antes que volver a experimentar. El niño de la historia entiende abismado que hacen de él un panfleto mercantil, que le sitúa lejos de su espontaneidad para inventar, y así deviene en “marca” de otros. “Marca”… Esa palabra que hogaño campa a sus anchas y que supone necesariamente una limitación del artista cuando opta por congraciarse con quienes le miran y abandona el periplo de sorprenderse a sí mismo. Si algo tiene el arte (o debería tener) es que habría de ser siempre un viaje hacia lo inesperado, una exploración. La función del arte es la alucinación porque su tarea es imponer a la realidad algo que hasta ese momento no existía.



Dicho de otro ejemplo: el Gehry temprano que sorprendió en los libros de Charles Jencks de los años 80 ha depurado un estilo propio, es verdad, plenamente reconocible en el Guggenheim o en Marqués de Riscal, pero del desparpajo de aquellas construcciones, en sus últimos edificios apenas queda nada en pos de una fórmula que ha acabado por cristalizarse a la vez como un éxito editorial, sí, pero también como un cepo creador. Delicatessen, Amélie, la desdeñable Mimacs… Todo ha ido a menos en Jeunet mientras su lenguaje iba a más, y lo que fue un exordio de creatividad alocada en Delicatessen ha acabado acercándose peligrosamente a un puro formalismo de sí mismo. Hasta ese actor con “cara de chicle” que es Pinon aparece como un icono, a medio camino entre un Popeye de cartón y un paciente odontológico que espera una prótesis completa. Uno supone que se debe más a un compromiso del director con su amigo que con el drama, y la bomba Pinon queda sin explotar aportando apenas nada.


La de T.S.Spivet es la anécdota de un niño espontáneamente genial, plasmado en una cinta que parece una road-movie pero no lo es; que parece un viaje iniciático que tampoco es; y parece una hipótesis sobre la tiranía de los moldes educativos que tampoco acaba en ninguna tesis ni demostración… Sin embargo, si el espectador se afloja, abre la puerta, y no busca aparcar su cerebro ni su corazón en taquilla para que le den todo hecho, “El extraordinario viaje…” deja muchas migas para recorrer de regreso, como pasaba en Rango. Esta cinta habla de la niñez, una etapa que puede ser muy plácida pero que también es muy hostil cuando una persona busca o forja su lugar en el mundo. Narra las vicisitudes de un niño que lucha a la vez por mirar afuera y entender el mundo que le rodea, y mirar adentro empujado por quién siente que es. La película deja abiertas varias ventanas, todas hermosas. De una parte, está descubrir el impulso interior, y ver cómo el péndulo oscila entre los modelos impuestos y la creatividad para poder definir quiénes somos. De otra parte, cómo la identidad puede quedar atrapada en moldes rígidos, impuestos socialmente, cuando no varada o perdida en medio de intereses aviesos o mercantiles. Y también está la puesta en valor de la palabra, eternamente inexcusable para expresar los pactos del amor, romper los pactos del silencio, liberar un dolor, y soldar los vínculos pese a cualquier adversidad.


Aunque se realiza en un tren, este viaje extraordinario navega a la deriva. El drama no llega a resolverse apenas en ningún momento en medio de una historia que por lábil, casi acaba en puro pretexto; y la tesis de la “gente buena” repite la fragancia de Amélie pero ya sin aquella potencia. La historia se mantiene carreteando durante toda la proyección y uno no sabe si el avión va a salir hacia arriba o si va a acabar destartalado y humeante en los pastos al final de la pista. El drama no se hace firme nunca, y del viaje casi queda nada más que el título. Por otra parte Jeunet, hombre del oficio, sabe qué tomas poner para mantener el atractivo visual, y la iluminación de cada toma es impresionante como un personaje central más, pero sería bueno que tuviera presente que no se trata de una muestra de fotografía sino de una pieza de cinematografía.


En fin… que si uno esperaba una obra redonda y completa, va a salir del cine de vacío. Pero si se aprovechan los indicios del “Extraordinario viaje…” tendremos muchas puntas para ir tirando de varios ovillos que nos lleven, por líneas diferentes, a recordar el trabajo que tiene un crío para plantarse en el mundo y gritar quién quiere ser. Si a eso le sumanos que los adultos de la película también aprenden y evolucionan entendiendo el trabajo personal de esa criatura, muchos de los méritos de la cinta no son una concesión dadivosa en una época en que hay películas acabadas en sí mismas pero que al salir de la butaca, uno siente que nos han robado, que alguien nos ha vaciado los bolsillos sin que casi nos hayamos dado cuenta por el impacto visual que nos tuvo secuestrados como lelos…

Aunque puestos a elegir frente a ésas, por supuesto que prefiero ésta.

El extraordinario viaje de T.S.Spivet / The young and prodigious T.S.Spivet
Director: Jean-Pierre Jeunet; con Helena Bonham-Carter, Kyle Catlett (como T.S.), Dominique Pinon, Callum Keith Rennie,Judy Davis y otros.

El violinista del diablo / The Devil’s Violinist, de Bernard Rose

Hermosa música infernal

Miguel Cane.



El cineasta británico Bernard Rose es un director sui-géneris. Se hizo célebre al dirigir alucinantes películas de terror en los 80 y 90, como Paperhouse y Candyman (con Virginia Madsen), que no estaban desprovistas de una cierta elegancia. Esto las llevaba a estar lejos de la media de la época, más enfocada a la sangre y la violencia, y por lo mismo, adquirió estatus de culto, en lugar de celebridad. Si bien la cinta original de Candyman, basada en un cuento de Clive Barker, es considerada una de las mejores cintas de género de su década.



Hace veinte años, después de realizar una fallida (aunque impecablemente realizada) versión de Anna Karenina con Sophie Marceau, Rose decidió aventurarse por un género que él mismo llama “la fantasía musical” y de este modo creó una de sus cintas más exitosas y populares: Immortal Beloved, acerca de Ludwig Van Beethoven (encarnado de manera magistral por Gary Oldman) y su historia de amor, ostensiblemente secreta con una mujer llamada Johanna Reiss. La cinta fue un éxito y le permitió alternar sus cintas de horror con este género, al estilo de lo que solía hacer Ken Russell.



Así nos llega su película más reciente, realizada en Inglaterra y Alemania, El violinista del diablo, inspirada por la leyenda de Niccolò Paganini (encarnado aquí por el virtuoso violinista David Garrett, que también produce la cinta), que surgió a la fama a principios del siglo XIX empujado por su ambicioso padre y después alcanzó la fama inmortal en Londres, donde interpretaba bajo la guía del enigmático Urbani (Jared Harris) que, para muchos, podría ser el mismísimo demonio.



La cinta es menor, bien hecha, pero sin nada que la distinga, más allá de la presencia de Harris y una muy sólida Joely Richardson, como una periodista que se usa como marco narrativo, y la participación de Garrett, que sí es carismático pero no muy buen actor. Sus interpretaciones, no obstante, salvan a la película de ser sólo una biopic más, aunque no consiguen darle la estatura de extraordinaria, pese al trabajo — como siempre ideal — de Rose para crear una atmósfera perfecta.



El violinist del diablo / The Devil’s Violinist
Con David Garrett, Jared Harris, Joely Richardson y Olivia D’Abo
Dirige Bernard Rose
Reino Unido/Alemania 2013

Gary Oldman: Las computadoras no pueden crear un actor

Miguel Cane.



Es un actor de (y con) carácter. Ha sido lo mismo un monstruo (Drácula de Bram Stoker, dirigida por Coppola) que un buen policía (la trilogía de Batman de Nolan) o el inefable maestro George Smiley (El espía que sabía demasiado) además de una infinita variedad de personajes más. Según la revista Variety, es el actor que más dinero ha recaudado en taquilla a lo largo de su carrera con todas sus películas.

Gary Oldman (Londres, 1958) es, no obstante, un hombre sencillo y jovial que no se toma para nada en serio su papel de gran figura en las películas más exitosas de las últimas tres décadas. Ahora retorna como parte del elenco en El planeta de los simios: confrontación, segunda entrega de esta nueva saga, donde encarna a uno de los líderes hostiles de los pocos humanos que quedan en la tierra, quienes deben enfrentarse a los primates para garantizar su supervivencia.



¿Cómo llega Gary Oldman a esta saga cinematográfica?
Me buscaron y, francamente, tenía mis dudas. Cuando hablé en persona con Matt Reeves (el director), comprendí que es un verdadero fan de la saga y eso es muy importante. No estaba en absoluto interesado únicamente en mantener viva la franquicia, sino que quería hacerla más humana, tratarla con cariño. Quería explorar lo que había ocurrido en este mundo y centrarse más en el lado humano, antes de que la historia se convierta en el planeta de los simios tal como lo conocemos. Eso me resultó mucho más atractivo que cualquier otro aspecto de la oferta.



¿Cómo podría describirse a Dreyfus, el personaje que interpretas?
Es un hombre amargado, desconfiado. Hostil. Es una especie de líder de esta comunidad, que tiene suerte de haber sobrevivido a la gripe simia, y a la tremenda revuelta social resultante de esta enfermedad. Así que estos sobrevivientes son una especie de comunidad, y él, en otro tiempo, fue un oficial de policía. Es conocido en la comunidad, así que es el líder elegido por default y por esto choca mucho con Malcolm, el otro líder, que propone aliarse con los simios. Necesitamos energía y hay una estación cercana, así que algunos de los miembros salen para ver si está operativa, si todavía está ahí fuera, enconces descubren que hay una comunidad de monos viviendo allí. Creímos que ellos eran todos y los eliminamos. Él experimenta una gran pérdida, en lo personal, y cree que solo hay una respuesta, eliminarlos a todos. Lo veo como una especia de antihéroe de la película. No es exactamente un villano, y hace cosas terribles, pero las hace movido por el interés de salvar a su gente.



¿Fue difícil adentrarse en este personaje, en este mundo?
Supongo que sí... pero ya había hecho varios filmes con temática fantástica como Harry Potter o El quinto elemento… Aquí encontré una trama que me pedía otra cosa. Es interesante cuando me proponen estas historias, porque hay tantas interpretaciones que se pueden hacer en ellas. Uno solo va por el camino pero es el escritor y el director quienes van conduciendo el auto. Yo solo soy un pasajero.

¿Estás consciente de la inspiración que generas en otros actores?
La verdad es que no, no lo estoy. A veces se me acercan actores que me dicen que los inspiro... Incluso actores muy jóvenes que están surgiendo, gente así. No sé qué decirles. Me abruma. Yo sigo pensando que soy el mismo Gary de New Cross (el barrio en Londres donde nació). Miro alrededor y me pregunto cómo diablos llegué hasta este lugar. Así es esto. No lo creo.

¿Pero qué tal ser el actor que más recaudó en la historia del cine?
¿Tú también viste eso? Es una cosa rara. Es halagador, cómo no, pero yo todavía sigo siendo inseguro. Es decir, semejante título no es nada más que pura suerte, porque estuve en películas de Harry Potter, Batman, Air Force One, Drácula, Robocop, Hannibal y ahora El planeta de los simios… son todas producciones que suelen tener recaudaciones exitosas. No creo que tenga mucho que ver conmigo (se ríe). Yo solo soy parte de todo.

¿La inseguridad es parte del oficio?
Creo que una dosis saludable, sí. No es ninguna neurosis ni nada neurótico. Simplemente pienso que si uno va a seguir trabajando, hay que seguir trabajando bien. Siempre es bueno ver algo y pensar que se puede mejorar la próxima vez en vez de sentarme y decir “mírenme, mírenme, soy excelente”, jamás he pensado que lo fuera. De hecho, cuando solicité entrar a la Academia Real de Artes Dramáticas (RADA) me dijeron que buscara otra carrera que no fuera actuación (risas).

¿Cómo lo tomaste entonces? Obviamente, no les hiciste caso…
En su momento me molestó, sí. Yo solo quería hacer lo mismo que todos mis héroes o la gente que admiraba, sabes. Los que habían ido a la misma Academia. Tom Courtenay, Alan Bates, Glenda Jackson, la Redgrave y Albert Finney, todos esos grandes ingleses habían pasado por RADA. Y así quería empezar yo. No funcionó así. Pero ahora pienso que no era tan importante. Era algo importante para mí, en aquel entonces. Tenía 16 años y me desilusioné como cualquiera de 16 años. Claro, había otras escuelas y entré en otra. Fue un estigma, pero estudiar en la Academia Real probablemente suena mucho más grande de lo que realmente es.

¿Dirías que un actor no necesita ser famoso ni ganar una fortuna para sentirse pleno?
En absoluto. Los actores lo somos sea como sea. En grandes producciones o en teatro callejero. Eso lo veo en películas como esta. Lo que no se puede lograr, aunque hayan logrado algo tan brillante, con las computadoras, es crear un actor. Las máquinas no tienen intuición, no pueden ser espontáneas ni pueden sorprenderte. Aquí los efectos especiales se hicieron asombrosamente, pero todavía siguen necesitando a Andy Serkis, para sorprenderte, para mostrar la interpretación que sea, para animarla. Su César es un verdadero prodigio. ¡Es un gran actor, sabes! Eso no se logra con un programa. Me parece maravilloso que se pueda crear una nueva realidad fílmica con esa tecnología increíble en la que están trabajando ahora. Creo que somos muy afortunados de vivir esta era y de poder contar historias tan interesantes y tan entusiasmantes como esta, sin la necesidad de prescindir de nuestro oficio. Creo que se ha logrado una nueva era de convivencia entre actuación y efectos. Es una época de prodigios.

17 jul 2014

El Planeta de los Simios: Confrontación / Dawn of the Planet of the Apes, de Matt Reeves

Guerra de Especies

Miguel Cane.



Después que en 2011 Rupert Wyatt resucitara la saga El Planeta de Los Simios con un filme muy bien logrado, era inevitable que siguiera una secuela. La duda imperante era: ¿podría estar a la altura del filme? Después de todo, muchos desconfiaban, al tener en mente el horrible remake hecho por Tim Burton, que hoy muchos fingen que no existió.



Matt Reeves, director de Monstruoso y de la versión americana de Déjame entrar, se hace cargo con una cinta de aventuras implacable, de ritmo trepidante, con un trasfondo más profundo de lo que se habría pensado. Han pasado 10 años desde que se esparció el virus conocido como gripe simia: casi toda la población humana del planeta ha muerto, hubo una terrible revuelta que dejó la civilización en ruinas y los escasos sobrevivientes viven en refugios.



En San Francisco, un grupo de humanos liderado por Malcolm (Matthew Clarke) emprende una expedición para encontrar una planta hidroeléctrica que aún funciona, para tener energía en la ciudad. En los bosques encuentran a César (Andy Serkis), que es el líder de los simios. Aunque al principio, tras una trifulca, se trata de establecer la paz entre ambas comunidades, el rencor y la desconfianza latentes en el simio Koba (Toby Kebell) y el humano Dreyfus (Gary Oldman), provocarán un conflicto terrible entre especies, con un violento desenlace.



La cinta reúne todos los elementos necesarios para ser un éxito de verano: efectos sorprendentes, una atmósfera vibrante, secuencias de acción que emocionan y un guión bien urdido, que plantea muchos temas que son vigentes hoy día. ¿Cuál es nuestra relación, no sólo con los animales, si no con aquellos que son distintos a nosotros? A la par elegante y brutal, esta secuela se coloca al nivel de la película anterior e incluso, en algunos aspectos, la supera. Hay escenas escalofriantes y momentos de ternura. Serkis y Oldman encabezan un reparto sólido y las actuaciones trascienden el efecto especial.

Este es uno de los grandes filmes de este verano. Quizá el mejor de todos.

El Planeta de los Simios: Confrontación / Dawn of the Planet of the Apes
Con Andy Serkis, Keri Russell, Matthew Clarke, Judy Greer, Toby Kebell y Gary Oldman
Dirige: Matt Reeves
EU 2014

Liv Tyler: Hacer una película musical es uno de mis sueños

Miguel Cane.



En dos décadas, Liv Tyler (Manhattan, 1977) se ha revelado no solo como una de las bellezas de su época, sino además como una actriz versátil y valerosa que ha trabajado con grandes directores tanto en filmes exitosos —como la saga de El señor de los anillos—, como en cintas independientes. Tras unos años de estar semi retirada, ahora regresa a la actuación en un nuevo nicho como protagonista de la teleserie The Leftovers (presentada en algunos países de habla hispana como Los abandonados) producida por HBO, que en su estreno ha ocupado el horario de la exitosa Juego de Tronos obteniendo excelentes críticas.



Basada en una novela de Tom Perrotta y producida por uno de los creadores de Lost. La serie de tema post-apocalíptico muestra lo que ocurre en un poblado idílico en Estados Unidos, llamado Mapleton, cuando repentinamente y de manera inexplicable desaparece del planeta una parte de la población mundial, mientras los que permanecen — los “abandonados” del título — deberán seguir viviendo con la angustia de lo inexplicable en una sociedad que se va fragmentando de modo irremediable para crear un nuevo orden.



The Leftovers fue una sorpresa en su estreno. ¿A qué se debe su éxito? ¿Son los personajes, la trama, la intriga, incluso?
Bueno, supongo que en sí, es un poco de todo. Nunca sabes cuando una serie va a funcionar, o cuándo podría ser cancelada. Parte de ello es obviamente la calidad de los guiones a partir de su origen, que es la maravillosa novela de Tom Perrotta. Además hay una gran química en el elenco y es una serie para un público adulto. Pero sobre todo, ahí están los personajes que conforman esta historia. Son todos muy diferentes: todos tienen algo que hace que el público consiga identificarse con ellos. Todos de un modo u otro le hablan al espectador y éste quiere saber qué pasa en esta situación extraordinaria. Me alegra que se refleje en las reacciones del público. Creo que eso es lo que hace que tu trabajo deje huella en un medio como éste.



¿Por qué hacer una teleserie en vez de cine?
Me encantó desde el guión, que es muy apegado al libro. Damon Lindelof y Tom Perrotta escribieron un guión excelente: muestra cómo personas perfectamente normales reaccionan a acontecimientos inesperados que pueden reforzar la unión de una familia o bien dividirla más. Lo mismo pasa con la comunidad, se abre para ir revelando cómo la tensión de una calamidad sin precedentes puede transformar la fe de las personas en cinismo, paranoia, locura o fanatismo religioso. Y eso me pareció fascinante. Por otra parte, es cierto, nunca había hecho televisión y me pareció interesante acercarme a ella con este proyecto. Es un proceso completamente distinto. Más largo, tal vez, pero puedo volver a casa todas las noches. Eso me gustó. Es algo muy diferente a todo lo que había hecho antes.

Habías estado parcialmente retirada, dedicada a la maternidad…
Es verdad, en los últimos años hice pocas películas, me volví más selectiva. La maternidad, claro, tiene todo que ver. Cuando nació mi hijo, Milo, tuve un contrato con Givenchy por varios años, lo cual me cayó de maravilla, porque no tenía que irme a ningún lado, solo hacer las campañas y algo de promoción. Eso estuvo bien, porque mi esposo y yo nos separamos y yo no quería alejarme de mi hijo. Ahora que creció y va a la escuela es más independiente, puedo hacer más cosas y por eso, cuando me llamaron para que leyera el piloto de la serie, realmente lo consideré. El material me atrapó desde el principio y me comprometí al ciento por ciento con la serie.

¿Hay una responsabilidad al ser parte del reparto de una serie?
En cierta forma, sí. Aunque somos lo que en televisión se llama un ensamble. Hay un personaje central, en este caso Kevin, que encarna Justin Theroux, pero todos los personajes que hay en la serie: su esposa, Laurie, mi personaje, Meg, y otras personas en el pueblo, todos tienen un nivel de importancia crucial para la historia. Poco a poco vas descubriéndolas.

¿Qué es lo que le gusta más de encarnar a Meg?
Su complejidad. Es un personaje riquísimo; Meg tiene un viaje fascinante desde el primer capítulo, cuando la vemos por primera vez. Es una joven a punto de casarse que no está muy convencida de querer hacerlo en el mundo en que ahora vive, y entonces se incorpora, inocentemente al principio, en una especie de secta… y lo que le va ocurriendo es muy interesante. Nunca me habían ofrecido un papel así. Tiene una carga muy humana y para todo actor esto es algo valiosísimo, es una oportunidad de oro para asomarse a una nueva perspectiva y eso a mí me gusta mucho.

¿Se podría comparar The Leftovers con algún otro trabajo en tu carrera?
No. En absoluto. Es única. Conforme vaya avanzando verás que la serie es bastante exigente para el espectador, pero lo dejará muy satisfecho, sobre todo a nivel dramático. The Leftovers no es una comedia, aunque tiene humor. No es una historia de terror, aunque tiene elementos inexplicables. No es un melodrama, pero tiene aspectos que lo son. Es muy peculiar. Para mí es como una tragedia griega, como una auténtica obra literaria. Me encanta la serie por eso. Es una gran experiencia; parte de lo que me atrae de los trabajos que hago, es que experimentas algo muy intenso. Ha sido un trabajo muy satisfactorio. El público ha respondido bien, y seguro estará encantado con lo que vaya ocurriendo a lo largo de la temporada.

¿Cómo te sientes al cumplir este año 20 como actriz?
¿No es una locura? Realmente no lo puedo creer. Era una adolescente y no sabía muy bien qué ocurría, es decir, ya había sido modelo y había hecho un papel pequeño en una película, pero cuando me invitaron a audiciones para hacer mi primera película con un rol principal —Heavy, de James Mangold— fue algo que me sorprendió, pensé, “Dios, es en serio”. Luego vinieron más audiciones y me seguí preparando y de pronto, al año siguiente estaba en Italia, trabajando con Bernardo Bertolucci (en Belleza robada) y al año siguiente, con Robert Altman, que era una leyenda, y mientras ellos me dirigían, yo aprendí cuanto pude de esos rodajes y pensé “esto no puede ser real, se acabará en cualquier momento” y mira, aquí sigo, actuando para vivir (ríe).

¿Qué te falta hacer como actriz?
Un musical. Soy hija de un músico, y mi papá adoptivo era otro músico. Siempre crecí rodeada de rock and roll, de música, y hacer una película musical me encantaría. Es uno de los sueños que tengo. Me encantaría hacer muchas cosas pues creo que hay tanto por hacer y tantas posibilidades, que estoy siempre dispuesta a encontrar algo que me apasione, que me intrigue, que me haga desear actuar. Eso es lo que quiero.

9 jul 2014

Chef a Domicilio / Chef, de Jon Favreau

Miguel Cane.



El director de las dos primeras películas de Iron Man y ocasional actor, Jon Favreau, regresa frente a la lente, alejándose de los efectos especiales generados por computadora para rodar un proyecto personal que llevaba largo tiempo madurando, que es mucho más cercano a él que cualquier película de superhéroes.



Chef a domicilio es una comedia familiar escrita y dirigida por él mismo, en la que también interpreta el papel principal: Carl Casper, un estupendo pero temperamental cocinero que es despedido de su absorbente trabajo en un restaurante de lujo en Los Angeles, tras discutir con el dueño del local (Dustin Hoffman), pese a los intentos de su amiga Molly (Scarlett Johansson) de mediar y además se avienta un pleito a tuitazos con un odioso crítico culinario (Oliver Platt), para acabar en YouTube como objeto de ridículo; nadie quiere contratarlo, no tanto porque no tenga talento para la cocina — tiene sazón formidable y mucha imaginación, sino por su carácter volátil y explosivo.



Al verse en la calle, con cierta edad y sin saber cómo recuperar su vida, decide regresar por invitación de su exuberante exmujer Inez (Sofia Vergara) a Miami y empezar de cero. Ahí acepta la oferta de Marvin (Robert Downey Jr), un amigo y ex marido de su exesposa — sí, son muy modernos — de crear una food truck (que están tan de moda hoy en día), mientras de pasadita lima asperezas con Inez y su hijo preadolescente, con el que decide hacer un recorrido a través del país, de Miami a Los Angeles. El recorrido le servirá, como es natural, para afianzar lazos con todos y para aprender más de sí mismo, mientras, como en toda road movie que se respete, surgen sorpresas, gestos de ternura y se aprenden lecciones (que parece ser el objetivo principal de películas como ésta).



Favreau juega a la segura y no pierde. La película es simpática, más inteligente que el promedio, si bien transmite su mensaje con muy poca sutileza. El humor funciona y no se apoya en pedos o eructos (Adam Sandler debía tomar nota de esto), sino que busca genuinamente conectar con el espectador y hacerle sonreír con cierta identificación. La película es buena y con sabor (no vaya a verla con el estómago vacío) pero tampoco, y es una lástima dado el elenco que tiene, es nada del otro mundo.

Chef a Domicilio/Chef
Con Jon Favreau, Sofia Vergara, Scarlett Johansson, Bobby Cannavale y John Leguizamo
Dirige Jon Favreau
EU 2014

Charlotte Gainsbourg: Ser ninfómana es una compulsión autodestructiva

Miguel Cane.



Hija del legendario compositor y showman Serge Gainsbourg y la célebre actriz, cantante y modelo, Jane Birkin, a los 12 años Charlotte Gainsbourg (Londres, 1971) hizo su debut, antes de ser actriz, cantando a dúo con su padre “Lemon incest”. Y en 1986 lanzó su primer álbum Charlotte for ever. Muchos pensaron que era solo una ocurrencia y que con el tiempo se disiparía; pero con su trabajo de actriz en filmes como 21 gramos, I’m not there, Lemming, La ciencia del sueño y Anticristo, y varios discos aclamados por el público y la crítica, ha demostrado que es mucho más que solo heredera de un linaje. Repitió con Lars von Trier en Melancolía, y ahora es la protagonista de su filme más polémico: Ninfomanía, cuyo estreno se dividió en dos partes, y en la que encarna a Joe, una mujer que en el sexo anónimo y desenfrenado encuentra la razón de su existir.



¿Por qué volver a trabajar con Lars?
No pude decir que no de ninguna manera. Habíamos comenzado a hablar de colaborar en este proyecto durante el rodaje de Melancolía. Lars me dijo que había un personaje para mí en su siguiente proyecto, siempre y cuando yo lo quisiera. Me advirtió que sería la experiencia más intensa en mi vida como actriz. Yo acepté. Con él sabes que lo que te espera no va a ser en absoluto como te imaginas, y esta vez no fue la excepción.

¿Cómo describirías la relación con él después de tres filmes?
Ahora hay más complicidad, pero básicamente cada proyecto que he hecho con él es tan diferente que exige respuestas distintas. De todas formas, Lars es un misterio para mí. Creo que eso es lo mejor de trabajar con él; es completamente impredecible. Podría decir que él me conoce a mí mucho mejor de lo que yo le conozco a él. Creo incluso que me conoce mejor que yo misma. Y lo digo sin temor a equivocarme.



¿Cómo describirías a Joe, tu personaje?
Joe es una mujer muy compleja, con una vida llena de contrastes, de soledad y de deseos. Con la familia que tiene —un padre irresponsable, una madre afectada por esto— no sabe cómo ser “normal”, hace lo que puede con lo que tiene, no hay un control sobre sus impulsos, pero no conoce otra forma de vivir. Creo que todos hemos conocido a alguien así, que reacciona de esa manera bajo presión, incluso escabulléndose de la realidad para evadir el terror y el caos que la consumen. No tiene realmente nada de mí, pero siento que aprendí mucho de ella.



Lars es exigente ¿Fue especialmente difícil hacer una película así?
Lo duro y complicado no es hacer escenas de sexo o actuar desnuda. Lo realmente exigente es trabajar constantemente con tus emociones. En este sentido no difiere mucho de otras películas que he hecho con él. El sufrimiento es casi palpable, algo físico, pero esto es lo que me gusta y lo que hace diferente actuar para él. Lo que aprendí en este rodaje es que ser una ninfómana es fundamentalmente un sufrimiento. Lo que no sabía es que este apetito por el sexo no tiene nada que ver con el placer. Es básicamente una compulsión autodestructiva. Así pasa con Joe: esta compulsión la domina. Ella piensa que los demás son débiles, y resulta ser que la que finalmente se asume como víctima de sus obsesiones es ella y no al revés. Entendí perfectamente lo que Lars quería.

¿Hubo algo que te negaras a hacer en este rodaje? ¿Cuál fue la escena más difícil?
Obviamente a hacer sexo real. Sé que mucho se dijo que así iba a ser, pero no es cierto. Todo es actuado. Puedo decirte que lo más difícil para mí fue simular la felación. No sé por qué, no es que sea para tanto, ni que yo sea una mojigata, porque no lo soy, pero resultó incómodo y me sentí realmente mal haciéndolo. Y además, tenía que usar una vagina falsa. Cada mañana alguien de maquillaje, aunque era un hombre encantador, me hurgaba y me metía esa cosa dentro. No era nada bonito, deja decirte. No podía mear durante horas. Y cuando creía que lo peor había acabado, empezamos a rodar la parte de los monólogos y eso fue agotador.

Lars se refirió a la película como pornográfica. ¿Estás de acuerdo con esa noción?
¿Qué?, ¿porno? (risas) Para nada. En absoluto. Es más, todos los que vayan al cine pensando que van a ver algo así siento decirles que se van a llevar una pequeña decepción (risas).

¿Cómo te sentiste al final del rodaje?
Extrañamente me sentí muy bien. Como exorcizada de los miedos con los que había trabajado antes. Fue un reto interesante y muy intenso y acabé satisfecha. Luego pensé, bueno, ya no tengo que volver a hacer algo como esto. Ya lo hice. No me quedé con las ganas.

¿Sientes que afecta a la película ser exhibida en dos partes?
Supongo que es el modo más adecuado que encontraron los productores para poder exhibir la película. En realidad es más una decisión comercial que una orden de la censura. Son requisitos a los que hay que atenerse. Personalmente prefiero la película como una sola dosis, del modo en que la imaginó Lars, pero no tengo objeciones a que se proyecte de este modo. Lo importante es que el público la vea. La experimente. Y que la película también encuentre a su público.

¿El sexo explícito de esta cinta rompe algún límite preestablecido?
No lo sé. Espero. Aunque ya existían cintas de sexo explícito antes, que tuvieron exhibición comercial. Emmanuelle, El portero de noche, Hiroshima mon amour, El imperio de los sentidos, El último tango en París… y eso fue hace qué, ¿40 años o más? Ahora, de repente, ha surgido una especie de nuevo puritanismo, de conservadurismo en algunos países. Quizá estemos derribando algunas barreras de hipocresía. Pero el hecho de que hasta en Francia se haya discutido por el contenido del tráiler y se exhiba con restricciones, quiere decir que todavía hay mucho camino por recorrer. La dureza de la censura francesa, si te digo la verdad, me ha sorprendido. ¿En qué momento nos volvimos un país tan gazmoño? No lo entiendo.

¿La polémica es parte consustancial de la película o solo un truco?
Creo que es parte esencial de todo. Incluso, más que de la película, del propio Lars. Él es así. Polémico. Provocador. Mi personaje es, de alguna manera, un reflejo del propio director. Yo en la película soy tan cínica como lo es él. Pero de un modo alegórico, sin límites.

¿Por qué ser actriz y cantante y no cualquier otra cosa?
Empecé de muy joven, hice mi primera película a los 12 años. Creí que eso era todo, pero después me pidieron hacer otra película, y otra. Con el tiempo vi que me gustaba mucho. Al principio, estar en un rodaje era como vacaciones; después llegó el placer de actuar. Nunca viví ese momento en que toda persona se pregunta qué hacer con su vida. Conozco muchos actores que han luchado encarnizadamente para conseguir su primer papel y me sentí poco profesional mucho tiempo. La verdad, todavía siento, algunas veces, que no soy una actriz de verdad ni una cantante de verdad... pero lo llevo bien, soy feliz con la idea de aprender de todo lo que hago, aunque sea un poco.

3 jul 2014

Ninfómana vol. 2 / Nymphomaniac vol. 2, de Lars von Trier

Un espejo oscuro

Miguel Cane.


Resulta absurdo que se haya estrenado la más reciente película de Lars von Trier, provocador por excelencia, en dos partes. El espectador interesado ya lo sabe y lo corrobora cuando, tras unos mínimos créditos iniciales, la película continúa desde el mismo punto en el que acabó la primera “parte”.

Se alega que esta medida fue por metraje (cuatro horas, editadas de cinco horas y media originalmente); básicamente, se anticipa que habrá fuertes escenas de alto contenido sexual, pero Ninfómana es otra cosa: se trata de una exploración sobre la naturaleza humana, con el matiz enfocado en la adicción sexual de Joe (la valerosa Charlotte Gainsbourg) protagonista/narradora de los acontecimientos. Todo se lo cuenta a Seligman (Stellan Skarsgard), un hombre que la rescató de la calle y que es el receptáculo de la historia de sus compulsiones y su abandono a la infructuosa e incesante búsqueda de un elusivo placer.



Para von Trier el sexo, y sus incógnitas, tiene muchas más facetas de lo aparente. En Joe muestra un personaje brutalmente honesto que rehusa caer en el estereotipo. No hay puta con el corazón de oro, ni monstruo inhumano: sólo una mujer que ha encontrado el sentido de su vida en el sexo anónimo, a veces sórdido, y no puede concebir el mundo de otra manera.



Como Dogville y Melancolía, obras superiores en su enfoque y desarrollo, Ninfómana es un estudio acerca de un personaje y su manera de relacionarse al entorno; lo que habría pasado con Bess MacNeill (Emily Watson) en Rompiendo las olas, con otro tipo de impulso y sin convertirse en mártir.

Obviamente el director busca provocar, y para ello intercala episodios de sexo simulado que se sienten incómodamente reales — aunque no alcanza, lástima, los niveles de Nagisa Oshima o Nicolas Roeg —, pero aquí, entre jadeos y la persecución del orgasmo, hay dolorosa reflexión acerca de los límites y razones de lo que conocemos como moral e inmoral, el espectador acompaña a Joe en un periplo que no lo dejará indiferente, si bien el resultado se siente inferior a lo que uno supone, era la idea original.

Quien proceda a verla con morbo no encontrará el candente escándalo que espera, sino un espejo donde resulta amargo mirarse.

Ninfómana vol. 2/ Nymphomaniac vol. 2
Con Charlotte Gainsbourg, Stellan Skarsgard, Connie Nielsen, Jamie Bell y Uma Thurman
Dirige Lars von Trier
Dinamarca/Suecia/Francia 2013

“Necesito sentir pasión para hacer un personaje”: Marion Cotillard

Miguel Cane.

La frescura, franqueza y amabilidad de Marion Cotillard (París, 1975) definitivamente contrasta con lo que uno espera de la mayor parte de las estrellas a la hora de hablar con la prensa. La actriz obtuvo un Oscar por su sorprendente trabajo encarnando a Edith Piaf en La vie en rose, mas sigue siendo una persona centrada y sencilla.

Su papel en Inception como la esposa del personaje interpretado por Leonardo DiCaprio, la llevó a un público masivo e internacional, después de roles secundarios en películas como El gran pez, de Tim Burton; Un buen año, de Ridley Scott, y Enemigos públicos, al lado de Johnny Depp.

De pronto, la joven de cabellera castaña y deslumbrante sonrisa se vio muy solicitada en ambos lados del Atlántico; así hizo la feroz Metal y hueso, y apareció como villana en el último filme de Batman dirigido por Christopher Nolan. David Lynch la eligió para protagonizar un inquietante cortometraje filmado en Shanghái, para la casa de modas Dior, en donde interpreta (como es habitual en el universo de Lynch) a una mujer en problemas.

Ahora, encabeza junto a Joaquin Phoenix el elenco de Sueños de libertad (The Immigrant), el más reciente filme de James Gray, en el cual interpreta a Ewa, una joven polaca que en busca del sueño americano emigra a Nueva York en 1923, tan solo para caer en manos de Bruno, un tipo sin escrúpulos que la explota.


¿Cómo te sentiste al saber que James Gray te quería para esta película?
Feliz. Es una película increíble. Yo nunca haría una película (la dirigiera quien la dirigiera) si no me gustara el guión, y ésta ha sido la oportunidad de trabajar con un director con un talento desbordante. James Gray es uno de los directores que más admiro y era imposible negarse a trabajar con él. El proyecto me llamó mucho desde un principio y estoy encantada con el resultado. Creo que es una gran película.

¿Cómo te internaste en la creación de tu personaje?
Ewa es una mujer buena, generosa, con una fe inquebrantable y llena de amor, en un aspecto. En otro, es la inmigrante, la que debe sobrevivir a cualquier costo en un mundo hostil, que en este caso es la ciudad de Nueva York en los años veinte, y se ve obligada por el hombre que ama a prostituirse. Eso me gustó mucho. Hay una ambigüedad que prevalece en toda la película y eso es muy difícil de lograr. Ewa está —estuvo, al menos— enamorada de Bruno Weiss (Joaquin Phoenix) y él de ella, por eso plasmar la relación entre ambos no es nada fácil. James es un perfeccionista absoluto y eso me gusta de los directores con los que trabajo. La primera vez que me dio el guión lo leímos durante tres días seguidos en los que casi no dormí. Después del tercer día volví en la noche a mi hotel y encontré una carta en la que me contaba las anécdotas de su familia y de otras personas que lo habían inspirado y que pensaba que me podría servir. Eso me ayudó muchísimo para poder crear el personaje.

James Gray tiene fama de ser un director exigente durante sus rodajes, ¿cómo fue la experiencia en un filme de época?
Uno no se aparta de un gran director, al contrario, se entrega a él. Y yo siempre quise trabajar con James sin pensar que era posible. Había visto Two Lovers y We own the night y pensaba, “qué sensibilidad, qué manera de plasmar emociones y también violencia. Entonces lo conocí en un festival y nos hicimos amigos. Algo raro que pasa cuando te conviertes en amigo de alguien con quien querías trabajar, es que sin que desaparezca ese deseo la perspectiva cambia. Fue una sorpresa cuando él me preguntó si quería ser parte de su película; eso me sorprendió mucho, mucho. James es muy observador y para hacer esta película hizo un gran trabajo de investigación, esta es en parte la historia de su familia, que llegó a Estados Unidos en los años veinte de Europa. Es un trabajo al que imprime mucho amor y cuando trabaja, dedica el mismo tiempo y atención a todos los detalles. Es un director que te hace colaborar, que no te ve solo como un instrumento.

¿Y Joaquin Phoenix? ¿Cómo resultó de compañero?
Joaquin es un actor auténtico que nunca cambia, esté con quien esté. Cuando trabajas a su lado te das cuenta de que tiene algo original que lo hace especial; aunque no sabría explicar bien lo que es; su instinto es como el instinto de un animal. Tiene una pureza. Hemos perdido ese instinto animal que teníamos. Usamos un porcentaje muy pequeño de nuestros instintos y él lo utiliza totalmente; por ese motivo nos encontramos ante una película tan extraordinaria que es mucho más que una historia de amor o tragedia. Es decir, se trata de ambas cosas. Pero también e una historia sobre los conflictos reales de estos personajes y eso lo hace todo más fascinante. Trabajar con Joaquin, como con Jeremy Renner, que interpreta a Emil, el otro interés romántico de Ewa, ha sido maravilloso para mí. Trato de nutrirme de cada una de las interpretaciones de mis colegas, porque todas ellas me aportan algo que tal vez me sea útil en el futuro, o simplemente que me alimentan como espectadora.

¿Eres capaz de abandonar a los personajes que interpretas en el set y llevar una vida normal?
Sé que hay actores que son capaces de estar dentro de su personaje durante el rodaje, pero yo no, creo que sinceramente me volvería loca. Sin embargo, hay momentos en que si la escena lo requiere, no soy capaz de abandonar el rol hasta que hemos terminado de rodarla, no importan las tomas. Algo así me pasó durante la secuencia de la confrontación entre Ewa y Bruno, su amante (Phoenix) que tardamos un tiempo en lograr, porque me costó llegar al punto que James y yo queríamos, así que permanecí bastante tiempo en el personaje hasta que terminamos de rodar la toma perfecta. Fue agotador, pero valió la pena.

¿Tienes algún criterio específico a la hora de elegir roles? ¿Usas ese instinto del que hablabas?
Creo que sí, es algo instintivo. Exceptuando las pornográficas, me gustan todo tipo de películas. Crecí viéndolo todo: clásicos de Hollywood, musicales, ciencia ficción, horror, cine de autor. Estoy abierta a todas las propuestas que vengan a mí. Por ejemplo, ahora voy a ser Lady Macbeth (al lado de Michael Fassbender) y aunque era un personaje que siempre supe que quería interpretar, no pensé que fuera a ser en cine, y en inglés. Pero llegó la oportunidad y dije, “¡claro que lo hago!”. Tal vez es un poco una locura, pero lo que necesito es sentir el deseo de hacer el personaje. Si cuando leo el guión siento que se me acelera el pulso, es porque ya estoy metida en el papel. Siento como si explotaran fuegos artificiales dentro de mí. Eso es lo que me pasa con los proyectos que hago. Si no hay pasión, no puedo hacerlo.