Claudi Etcheverry.
Mientras resuelve su trámite de pedir asilo en Canadá, el argelino Bachir Lhazar encuentra un trabajo como profesor en Montréal para reemplazar a la maestra anterior de un curso que ha tomado una decisión espantosa colgándose de una viga en el aula de su clase de niños de unos once años, escena que por accidente llegan a ver dos de ellos y el impacto implacable reverbera en todos. Pese a los esfuerzos de los profesores por encajar semejante golpe, el hecho desencadena una serie previsible de reacciones en ellos que habrá que manejar mientras los adultos tripulan el barco tratando de llevarlo, unos apelando a la disciplina y otros a la ternura.
Cada vez más se me hace evidente la diferencia de ritmo y manejo entre la mayoría del cine americano y la mayoría del cine europeo. A margen de sus respectivos contenidos que pueden ser más o menos profundos, más o menos entretenidos, o más o menos consistentes, el envoltorio del cine americano se puede reconocer con una industria perfectamente aceitada para presentar sus productos con un papel impecable, lazos relucientes y ni una arruga. Esto no significa que lo que haya dentro sea siempre admirable, porque tras muchos envoltorios y cajas sucesivas, podemos llegar a no encontrar nada si todo era caja tras caja como en las muñecas rusas. En este extremo puedo poner “Los juegos del hambre” que he visto hace poco, un paquete perfecto de puro humo y del que no queda apenas nada. Por otra parte, y apoyándose en la misma industria, hay cintas preciosas con mucho contenido o buen entretenimiento, que uno agradece por quedarse pensando y también por lo contrario, que está bien si pasamos un rato agradable y vamos a otra cosa. No todas las novelas que leemos nos conjuran de fantasmas ni grandes reflexiones, y también está bien. Por otra parte, la gran mayoría del cine europeo habla otro idioma y siempre está más cerca del teatro que de las superproducciones, posiblemente con menos recursos e inversiones pero que también ha aprendido ese otro lenguaje que lo acerque a lo que ingenuamente podemos llamar cine americano, tan cuidadoso de los exteriores, iluminación y agilidad de los diálogos. Por supuesto, están todos los casos intermedios.
“Profesor Lhazar” es una película europea, y narra las situaciones desde un punto de vista doble porque en la trama se presentan dos alternativas para atajar el trauma que ha supuesto la muerte de la maestra. Por un lado, se maneja un protocolo estricto de distancia al alumno, contención administrativa y método educativo encarnado por el cuerpo de profesores canadienses que tienen instrucciones muy rígidas de cómo llevar el asunto casi sin involucrarse personalmente con el alumno. Y por otra parte, un argelino tierno y tan sensible como ellos pero que defiende el principio de que ante la angustia de sus alumnos, la piel también enseña, y así se salta muchos de los principios de un sistema educativo que deja solo al individuo.
Se pueden perdonar algunas trampas del guión –como la falta de comprobación del título habilitante de Lhazar, quien finalmente se demuestra que no es docente titulado– que hacen poco creíble que ese detalle mayor cuele en un sistema tan minucioso con los trámites y las prácticas burocráticas de un país como Canadá, detalle que uno le perdona en pos de otras consideraciones de la cinta. La actuación de los menores es muy, muy convincente. Monsieur Lhazar peca en algunos momentos de un “exceso de Roberto Benigni”, pero resulta creíble casi siempre sin caer en la bufonada. Al final, entre una película que parezca un teorema construido impecablemente y ésta con sus pequeñas sombras, prefiero ésta porque cuando menos me deja la enseñanza de que un buen abrazo a un chaval que llora es infinitamente más educativo que saberse todos los verbos de memoria.
Profesor Lhazar / Monsieur Lhazar.
Canadá, 2012.
Director: Philippe Falardeau.
Con Mohamed Fellag, Sophie Nélisse, Émilien Néron, Marie-Ève Beauregard, Vincent Millard.
Opiniones y pareceres a c.etcheverry@coac.es
© 2011 Claudi Etcheverry, Sant Cugat del Vallès, Catalunya, Espanya-España
Mientras resuelve su trámite de pedir asilo en Canadá, el argelino Bachir Lhazar encuentra un trabajo como profesor en Montréal para reemplazar a la maestra anterior de un curso que ha tomado una decisión espantosa colgándose de una viga en el aula de su clase de niños de unos once años, escena que por accidente llegan a ver dos de ellos y el impacto implacable reverbera en todos. Pese a los esfuerzos de los profesores por encajar semejante golpe, el hecho desencadena una serie previsible de reacciones en ellos que habrá que manejar mientras los adultos tripulan el barco tratando de llevarlo, unos apelando a la disciplina y otros a la ternura.
Cada vez más se me hace evidente la diferencia de ritmo y manejo entre la mayoría del cine americano y la mayoría del cine europeo. A margen de sus respectivos contenidos que pueden ser más o menos profundos, más o menos entretenidos, o más o menos consistentes, el envoltorio del cine americano se puede reconocer con una industria perfectamente aceitada para presentar sus productos con un papel impecable, lazos relucientes y ni una arruga. Esto no significa que lo que haya dentro sea siempre admirable, porque tras muchos envoltorios y cajas sucesivas, podemos llegar a no encontrar nada si todo era caja tras caja como en las muñecas rusas. En este extremo puedo poner “Los juegos del hambre” que he visto hace poco, un paquete perfecto de puro humo y del que no queda apenas nada. Por otra parte, y apoyándose en la misma industria, hay cintas preciosas con mucho contenido o buen entretenimiento, que uno agradece por quedarse pensando y también por lo contrario, que está bien si pasamos un rato agradable y vamos a otra cosa. No todas las novelas que leemos nos conjuran de fantasmas ni grandes reflexiones, y también está bien. Por otra parte, la gran mayoría del cine europeo habla otro idioma y siempre está más cerca del teatro que de las superproducciones, posiblemente con menos recursos e inversiones pero que también ha aprendido ese otro lenguaje que lo acerque a lo que ingenuamente podemos llamar cine americano, tan cuidadoso de los exteriores, iluminación y agilidad de los diálogos. Por supuesto, están todos los casos intermedios.
“Profesor Lhazar” es una película europea, y narra las situaciones desde un punto de vista doble porque en la trama se presentan dos alternativas para atajar el trauma que ha supuesto la muerte de la maestra. Por un lado, se maneja un protocolo estricto de distancia al alumno, contención administrativa y método educativo encarnado por el cuerpo de profesores canadienses que tienen instrucciones muy rígidas de cómo llevar el asunto casi sin involucrarse personalmente con el alumno. Y por otra parte, un argelino tierno y tan sensible como ellos pero que defiende el principio de que ante la angustia de sus alumnos, la piel también enseña, y así se salta muchos de los principios de un sistema educativo que deja solo al individuo.
Se pueden perdonar algunas trampas del guión –como la falta de comprobación del título habilitante de Lhazar, quien finalmente se demuestra que no es docente titulado– que hacen poco creíble que ese detalle mayor cuele en un sistema tan minucioso con los trámites y las prácticas burocráticas de un país como Canadá, detalle que uno le perdona en pos de otras consideraciones de la cinta. La actuación de los menores es muy, muy convincente. Monsieur Lhazar peca en algunos momentos de un “exceso de Roberto Benigni”, pero resulta creíble casi siempre sin caer en la bufonada. Al final, entre una película que parezca un teorema construido impecablemente y ésta con sus pequeñas sombras, prefiero ésta porque cuando menos me deja la enseñanza de que un buen abrazo a un chaval que llora es infinitamente más educativo que saberse todos los verbos de memoria.
Profesor Lhazar / Monsieur Lhazar.
Canadá, 2012.
Director: Philippe Falardeau.
Con Mohamed Fellag, Sophie Nélisse, Émilien Néron, Marie-Ève Beauregard, Vincent Millard.
Opiniones y pareceres a c.etcheverry@coac.es
© 2011 Claudi Etcheverry, Sant Cugat del Vallès, Catalunya, Espanya-España