Otros mundos.
Miguel Cane.
La más reciente cinta de Christopher Nolan, Interstellar, es mucho más que una space opera convencional: abre con un planeta Tierra al borde del colapso debido al cambio climático, y en medio del caos, surge una esperanza en forma de un agujero de gusano, que permitiría establecer una comunicación con otros mundos, que tal vez sería una posible solución a la debacle.
A partir de esta idea Nolan crea una monumental –en todo aspecto- odisea del espacio (esto por fin justifica que se le llamara el heredero de Kubrick) y también una cinta muy cercana a sus intereses más personales: es una cinta de aventuras, claro, pero también es un tour de force emocional para el cineasta, su elenco y el espectador.
Interstellar está más cerca de Contacto (Zemeckis, 1997), La fuente (Aronofsky, 2006) y Sunshine (Boyle, 2007), que de Gravity o cualquier otra saga estelar de memoria reciente.
Evidentemente, toma la estafeta de 2001 (Kubrick, 1968) y aprovecha la tecnología para ir más allá y crear su propia atmósfera totalmente creíble.
No es una obra maestra -dejemos ese apelativo para El origen-, pero sí es una película importante. Es lo mismo fábula que admonición, esperanza y portento.
Interstellar.
Dirige Christopher Nolan.
Con Matthew McConaughey, Anne Hathaway, Jessica Chastain, Wes Bentley, Michael Caine, Matt Damon y Ellen Burstyn.
EU. 2014.