10 oct 2014

Rosamund Pike: Siempre es difícil sacarte un personaje de la cabeza

Miguel Cane.



De facciones clásicas y educada artísticamente desde la infancia por sus padres cantantes de ópera, Rosamund Pike (Londres, 1979) hizo su debut en 2002, a los 21 años, en una película de James Bond —como la tremenda Miranda Frost en Die Another Day — y desde entonces ha tenido una sólida carrera cinematográfica, principalmente en roles de soporte muy variados; así la vimos en Orgullo y prejuicio (2005), Una educación (2009), Mujeres enamoradas (2010), La versión de Barney (2011), al lado de Tom Cruise en Jack Reacher (2012), y ahora alcanza el rol protagónico en una de las cintas de suspenso más esperadas del año: Perdida, de David Fincher.



Basada en el exitoso best seller de Gillian Flynn, esta inglesa interpreta en la cinta el complejo rol de Amy Dunne, un ama de casa sexualmente frustrada cuyo matrimonio con Nick (Ben Affleck) pasa por un momento de crisis, la cual se recrudece al desaparecer ella sin dejar rastro el día de su aniversario de bodas, lo que coloca a su esposo en el centro de una investigación como el principal sospechoso de un crimen violento.

Jovial, inteligente y muy directa, madre de un niño de dos años y embarazada de su segundo hijo, Rosamund se acerca al estrellato con modestia “soy inglesa”, señala, “me hice en teatro y en la BBC, antes de hacer cine formalmente. He ido aprendiendo el oficio y estoy muy orgullosa de las enseñanzas que recibo en cada proyecto. Pero no pierdo el piso. No tendría sentido, finalmente soy la misma persona cada noche cuando me desmaquillo y me meto en la cama. No me interesa la fama, lo que me interesa es hacer bien mi trabajo”.



Empezaste en grande con James Bond pero luego regresaste a los papeles de soporte, ¿por qué?
No hay papeles pequeños, dicen. Y es verdad. Tuve mucha suerte cuando me eligieron para esa película. Acababa de salir de la universidad y solo había hecho algo de teatro. Fue una enorme responsabilidad tener un papel así en una película tan grande. Me sentí abrumada al principio. Por eso decidí que aunque era una gran oportunidad ser una chica Bond, quería aprender bien mi oficio; empecé entonces a hacer otras cosas en el escenario y en televisión. Aprendí mucho. Cada papel que hice hasta ahora me enriqueció de algún modo.



¿Podrías haber interpretado a Amy Dunne sin haber hecho todo lo que hiciste antes?
No lo sé. Pero creo que no. Cada personaje que hice antes me dio matices que no había conocido. Amy requería un cierto toque, que no creo que hubiera podido lograr sin haber trabajado tanto antes, lo mismo en drama que en comedia. Además, David (Fincher) es un genio. Su manera de concebir cada escena, desde la toma hasta la manera de decir los diálogos, es única. Creo que éste ha sido el trabajo más difícil que he hecho hasta ahora y me sentí muy feliz de ser Amy, y muy feliz también de dejar de ser ella.



¿Tuviste que luchar muy duro para obtener el papel? ¿Cómo te sentiste al saber que serías Amy?
Sí, es un papel maravilloso y muchas actrices soñaban con algo así. No pensé, la verdad, que fueran siquiera a considerarme; había muchos nombres en la lista antes que yo (se barajaron los de Naomi Watts, Gwyneth Paltrow, Charlize Theron, Amy Adams, Reese Whiterspoon y Jennifer Connelly, entre otras) y todas ellas eran contendientes muy fuertes, grandes mujeres con grandes carreras. Pero igual me presenté y audicioné, porque es parte de este trabajo. La competencia. Y la competencia es buena. Es un honor que te consideren con colegas tan distinguidas, tan formidables. ¿Que cómo me sentí? ¡Como si me hubieran hecho el mejor regalo del mundo! Estaba en Escocia cuando David me mandó un mensaje de texto “Eres Amy”. ¡Me emocioné tanto que lo borré! ¡Fue absurdo! (se ríe). La única prueba que tengo de mi alegría es una selfie que me tomé ese día saltando en la lluvia como una niña. Pero también es algo que asusta. ¿Recuerdas que te hablaba de que cada papel es una responsabilidad? Pues Amy debe ser la responsabilidad más grande que he tenido a nivel actoral hasta ahora.

Fincher es muy afecto a repetir muchas veces las tomas. ¿Cómo fue esa experiencia para ti?
Es cierto que David es exigente, perfeccionista. Eso es lo que hace que sus películas siempre dejen algún tipo de huella. Sí, puede ser agotador hacer muchas tomas, sobre todo de escenas con un margen emocional muy extremo, y mi personaje a veces las tenía aunque no lo demostrara a simple vista. Repetíamos para que Amy no dejara entrever sus reacciones más íntimas. No la ves perder el control, ni siquiera en los momentos en los que parece más histérica o descontrolada. Amy es una máscara muy compleja y gracias a David pude llegar a lugares en mí misma que ni imaginaba que estuvieran ahí. Fue agotador, pero cada toma repetida, como cada ensayo, lo valió.

¿No te importó ensayar tanto?
Para nada. Me eduqué en el teatro. No ensayar para mí sería algo menos común. Y aun con los ensayos y tomas, encontrábamos cosas nuevas. Fue algo que me dejó pasmada. No había trabajado así antes, pero tampoco había hecho un personaje así. Tuve que trabajar todo: la voz, el acento de Nueva York, el acento del sur que adopta después, el lenguaje corporal, la ansiedad que es su motor… no creo que vaya a tener un personaje como Amy nunca más.

¿Fue difícil sacártela de la cabeza?
Sí. Siempre es difícil sacarte un personaje de la cabeza. Tuve la suerte de tener el apoyo de Ben, de David y de Gillian Flynn. Fue fantástico que me ayudaran a ser Amy. Y también fue fantástico poder dejarla de lado. Después de rodar mi última escena, todo lo que quería era abrazar a Solo (su hijo de dos años) y meterme en la cama durante una semana entera y dormir. Tienes que desintoxicarte después de cada personaje que haces, y de uno como éste, más aún.

¿Cómo te sentiste al compaginar tu papel de madre con la actuación? ¿Qué harás al respecto en el futuro?
Sí, soy mamá, y pronto de mi segundo hijo. No había trabajado después de nacer Solo. Estaba con él todo el tiempo, así que lo llevé conmigo a las locaciones. Pero aun así fue muy difícil. Ahora es un bebé y es fácil llevarlo a todos lados. Un día crecerá, irá a la escuela, requerirá su propio espacio. Yo crecí acostumbrada, porque mis padres, ambos, son profesionistas del arte. No sé si mis hijos podrán aclimatarse a esto, porque es muy pronto. Pero quiero que ambos lo vivan con naturalidad. En realidad lo que hago no es muy diferente a lo que hacen otras madres. Y por supuesto pienso estar pendiente de ellos siempre, estar involucrada en todo. No quiero perderme de nada y si esto significa que tal vez tenga que trabajar más selectivamente mientras son niños, así lo haré. Amo a mis hijos como amo mi profesión. Una cosa no tendría por qué cancelar o excluir a la otra, ¿no crees?