5 jul 2009

La Intérprete / The Interpreter, de Sydney Pollack

Miguel Cane

Universal Pictures' The Interpreter


El trabajo como cineasta del estadounidense Sydney Pollack abarca casi cuatro décadas y pese a algunos altibajos, en su obra se pueden encontrar algunas significativas cintas como la portentosa Danzad, danzad malditos/ They Shoot Horses, Don’t They? (1969), tragedia ambientada en los años 30, que mostraba el microcosmos de un maratón de baile con funestas consecuencias para su neurasténica protagonista (Jane Fonda), Los tres días del Cóndor (1975), un ejemplo de cómo realizar cinema de intriga, con Robert Redford y Faye Dunaway, así como la exitosísima comedia Tootsie (1982), misma que le permitió a Dustin Hoffmann explorar su talento como actor y como actriz en una misma historia.

La más reciente adición a su canon, es La Intérprete, recién estrenada alrededor del mundo y que, aún pese a su presentación sofisticada, locaciones en Manhattan y ostentar las actuaciones estelares de dos importantes figuras en Hollywood (Sean Penn y Nicole Kidman, ambos regios), no es un thriller de suspenso tradicional.

Nicole Kidman in Universal Pictures' The Interpreter


De hecho, ese es uno de sus principales logros: se deja ver como tal, tiene al menos tres secuencias de suspenso y acción excelentemente coreografiadas (hay que admitir que el director es un experto en estos menesteres) y desde el principio establece una creciente tensión que logra mantener, amén de contar con el sumamente efectivo trabajo como director de cinematografía de Darius Khondji (mismo que realizó la atmósfera de Se7en para David Fincher; sólo un cinefotógrafo como él podría hacer que Nicole luciera hermosa, sin maquillar y bañada en sangre), pero en realidad su verdadero impacto yace, como el contenido de una muñeca rusa, dentro de la compleja textura de sus personajes principales y cómo éstas se van revelando poco a poco, conforme ellos se ven afectados por los acontecimientos.

Nicole Kidman in Universal Pictures' The Interpreter


Rubia, independiente y solitaria, Silvia Broome (Kidman) es una joven intérprete que trabaja para la asamblea general de la ONU. El suyo es un trabajo delicado: por una mala interpretación, puede suscitarse un conflicto, y es por lo mismo que ella cree en la importancia vital de la palabra. Pese a ser blanca, ella es descendiente de holandeses y oriunda de Matobo, pequeña nación africana del sureste, que se halla desde hace más de veinte en manos de un dictador genocida, cuyas tácticas de “limpieza de etnias” se asemejan terriblemente a los acontecimientos en Ruanda de mediados de los 90.

Este es un punto importante en la trama y de hecho, la cinta abre con una secuencia espeluznante en la que dos personajes clave encuentran violencia al adentrarse en un estadio de futbol, a manos de mercenarios de doce años. El horror está presente ahí, bajo el sol africano, pero también lo está en las elegantes calles de la gran ciudad, en los largos corredores del edificio sede de la organización (a propósito: ésta es la primera cinta que se rueda en tal locación.

En 1959 Hitchcock tuvo que hacer algunas tomas clandestinas con una cámara escondida y reproducir escenarios para Con la muerte en los talones, protagonizada por Cary Grant) y su influencia es palpable en la vida que Silvia ha creado como único baluarte de paz, para ocultar un pasado que desea sepultar, aunque éste se resista a permanecer muerto. Una noche, por accidente, Silvia escucha, en ku, un idioma que sólo ella habla, entre todos los intérpretes, los planes para matar a un dignatario. Lo peor es que se trata del Doctor Zuwanie, el siniestro gobernante de Matobo y si éste muere asesinado en Nueva York, las consecuencias serían terribles a nivel internacional.

Reticente, informa a las autoridades y es entonces que hace su aparición la otra cara de esta historia: el adusto agente del servicio secreto Tobin Keller (Penn), un hombre íntegro que atraviesa por una atroz crisis personal: su reciente separación matrimonial ha tomado un giro inesperado que terminó de raíz con cualquier posibilidad de reconciliación, dejándolo con las emociones descarnadas y la suspicacia a flor de piel. Junto con su socia, la cáustica agente Dot Woods (la sensacional Catherine Keener de ¿Quieres ser John Malkovich?), se ocupan del caso, pero al iniciar las averiguaciones hay algo de información que él siente, la intérprete oculta.

Pronto, ambos personajes (que se sienten, innegablemente atraídos, aunque no de una manera convencional) se embisten de frente – y el encuentro entre dos de los mejores actores de hoy, no decepciona. Hay un fuerte conflicto emocional entre ambos y sus vidas secretas quedan expuestas. Entre tanto, el tiempo corre y el complot avanza, con el espectador atrapado desde el principio, hacia un desenlace que es más catártico que espectacular, revelando la genuina naturaleza del filme como una historia de interés humano, vestida como cinta de suspense.

Sean Penn and Nicole Kidman in Universal Pictures' The Interpreter


Desde sus primeros instantes, la cinta juega con el espectador el elaborad juego de la intriga, desde un punto de vista narrativo. Conforme los misterios se desvelan, el espectador, desde su butaca, descubre que La Intérprete no se trata de una simple historia de malos contra buenos, sino que, bajo su barniz de post-producción cosmopolita, es un intento de mostrar cómo, algunas veces por actos fuera de nuestro control, se conforman nuestras conciencias y lo que éstas nos dictan; la resolución no será del todo satisfactoria para algunos, sin embargo, es coherente con lo que propone desde su inicio y eso es algo ya poco usual en el cine contemporáneo.

Pollack (que, como es habitual, figura momentáneamente en la cinta) dirige a sus actores con intuición y mano firme, donde estos brindan a sus personajes una dimensión de humanidad que usualmente no se deja ver en películas como ésta. Tanto Silvia como Keller cometen errores y tienen creencias que defienden, algunas veces oscilando entre la ira chispeante o una tentativa, adolorida ternura.

Por otra parte, el oficio del cineasta da resultados que altan a la vista lo mismo en escenas esmeradamente confeccionadas para estremecer (un ejemplo es una tensa y estupendamente realizada secuencia a bordo de un autobús en Brooklyn) o en otras que desnudan a los personajes para mostrarlos más humanos de lo que una cinta presuntamente de este género permite.

Aunque si bien hacia el desenlace -- tras un clímax con ritmo creciente- la convención finalmente aparece y se cuela en algunos aspectos, La Intérprete es una cinta inteligente y madura que tiene algo que decir, mas no por ello, resulta inaccesible para el público, que aún sin advertirlo, es invitado a reflexionar sobre los motivos, muchas veces ocultos, detrás de los actos de una persona y si acaso éstos justifican, de algún modo, las consecuencias que pueden atraer, no sólo para ellos, sino también para el destino de una nación, algo que, aún presentado como ficción, tiene su reflejo – algunas veces muy crudo- en la realidad.

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