Jacobo Bautista
Otra vez la misma pregunta, ahora refiriéndose al capítulo tres. Comenzaron desde el viernes por la mañana, cuando Alonso me preguntó si ya tenía boletos para ir a ver Spider-Man 3. Y no, no tenía boletos para verla.
El domingo que siguió pasé por frente al cine y estaba peor que el día anterior. Miles de papás, cientos de mamás y millones de escuincles chillones que querían ver al Hombre-Araña. Pensé durante un momento ir al domingo en la noche, pero los niños seguían ahí y a esos hay que huirles. No es que no me gusten los niños, pero en el cine son una peste, los que no lloran, chillan o se ponen a correr, jugar (algunos llevan sus juguetes al cine, claro) o se tiran en los pasillos; es imposible ver una película en esas condiciones. Con los niños habiendo tomado las salas de cine, atrincherados con sus juguetes en las películas, el fin de semana valió y reagendando mi vida, decidí que el martes por la noche, a cualquier precio (45 pesos en sala normal) iría yo a ver la tercera entrega de la saga de quien es, con mucho, mi superhéroe favorito.
Pero... se me atravesó la noche del lunes y ¡oh sorpresa! Las filas en la taquilla habían desaparecido y formados para entrar a la sala sólo había un grupito de adolescentes que, por lo que escuché, son lectores del cómic (más adelante le brindaron una curiosidad a la experiencia). La sala, sin embargo, se llenó. Lunes por la noche... función de las siete y lleno de niños también. Horror al crimen.
En fin, niños latosos aparte (y un free rider, papá de cuatro, que ponía sus palomitas en bolsas para aprovechar todo lo que podía el refill) la película está buena. No es la obra maestra de Sam Raimi, el director, o la cúspide de la cinematografía mundial, ni siquiera es la mejor película de superhéroes hecha.
He leído y escuchado mucho sobre que esta es la mejor película de las tres y permítanme ponerlo en duda, nada igualará a la sorpresa de ver la primer película y, ahora vistas las tres en perspectiva, no me atrevería a poner a ninguna sobre la otra.
Cuando la gente me pregunta ¿ya viste la película.... y te gustó? Sé que lo hacen como buscando mi aprobación como lector asiduo de las historietas del Hombre-Araña (que se extiende a películas de Batman y los Cuatro Fantásticos), digo, a fin de cuentas mi tesis de licenciatura la hice sobre historietas... lo primero que diría –más tratándose este espacio de hacer recomendaciones– es que la vayan a ver, está muy padre y la van a disfrutar, de verdad, está divertida en varios niveles, desde la comedia hasta la acción, pasando un poquito, pero no mucho, por el drama. No es una obra de arte, insisto, pero la pueden ver incluso dos veces sin bronca.
Ahora, el asunto desde la perspectiva comiquera.... y es donde nos metemos en líos... y es en el texto donde les pido a quienes no sepan de lo que hablo, que me aguanten porque luego me clavo mucho.
El villano principal, que se había anunciado, es el Arenero (Sandman, el Hombre de Arena, pues), que tuvo su época de gloria en los primeros cómics de la serie pero que luego, al no encontrarle pies ni cabeza al personaje, comenzó a ser relegado. En el más puro estilo de Marvel Cómics (la editorial que publica estos cuentos en historieta) el Arenero no es villano por elección sino que las circunstancias lo han orillado a serlo (como de repente le pasó al Doctor Octopus). Desesperado por conseguir dinero para la atención médica de su hija, se vio ‘obligado’ a robar y luego un accidente lo convirtió en un ser que se transforma en arena y adopta varias formas y tamaños.
Sin embargo, el Arenero es sólo uno de tres villanos que aparecen y luego entonces la película queda algo coja porque no hay un malo malo a quien se deba vencer, no al menos uno en el estilo maniqueísta (con todo y las justificaciones tipo Emilio Salgari) de cine y sobretodo del cómic (donde aprendimos a conocer a los malos realmente malos).
La trama es así.... (independientemente de los villanos)... a Peter Parker / El Hombre-Araña se le adhiere una cosa pegagoza, un ser simbiótico que hace que el disfraz se torne negro y que el personaje saque todo lo malo de sí y comience a ser muy gandalla –con propios y extraños– y a lastimar de más a sus enemigos, al grado de querer matarlos. La lucha, pues, es entre Spider-Man y sus demonios internos y contra esta cosa de forma indefinida, lo demás son cosas que pasan alrededor.
También aparece el Duende Verde II, encarnado ahora por Harry Osborn, el hijo de Norman Osborn y Duende Verde original, muerto en batalla contra el Hombre-Araña y a quien su hijo ha jurado vengar. La gran bronca acá es que Harry es amigo de Peter Parker y esto es la parte en la película –y en el cómic– que da para el drama.
Y un villano que merecía más espacio, es más, hasta una película entera como el némesis es Venom. Este villano, parecido en poderes y físicamente al Hombre-Araña (en el cómic, lleva el mismo uniforme que el Spider-Man negro), fue una muestra de que la serie y la editorial Marvel aún tenían una capacidad de creación extraordinaria, mientras su competencia seguía con los eternos villanos como Luthor o el Guasón, Spider-Man encontró un enemigo formidable, nuevo y refrescante, en Venom. Las nuevas generaciones, lectoras del cómic, se identifican bien porque lo vieron nacer en la historieta, no en repeticiones o reimpresiones como el caso del mismo Spider-Man, personaje que data de principio de la década de los 60.
Aunque se veía venir la aparición de Venom –por lo menos para los conocedores– cuando aparece la figura negra, llena de dientes, el grupo de adolescentes que estaba dos filas atrás de mi, al unísono gritaron ¡Venom! con emoción. Curioso. Insisto, relegarle a Venom a compartir película con otros dos villanos es demasiado... y no sólo para los puristas, pero también es el estilo Marvel, el aventar a todos los personajes posibles en un mínimo de espacio y ver qué es lo que pasa.
Y es que si hay historias llenas de personajes, estos son los de Marvel... y no hablo sólo de villanos, el universo del Hombre-Araña es el más rico en personajes de soporte sin poderes en el mundo de la historieta... y por eso enoja el que hayan introducido a un personaje como Gwen Stacy en la que se supone es la última película de la saga de Raimi. Claro, Bryce Dallas Howard llena la pantalla de rubia sensualidad, despampanante... tal como fue dibujada en los primeros cómics de los 60 por Steve Ditko. El problema es que el personaje de Gwen, básico para toda la serie, no debió aparecer nunca... verán...
Gwen Stacy fue la primer novia formal de Peter Parker (aunque anduvo algún tiempo con Betty Brant) y Stan Lee hizo de aquel idilio algo de lo lindo; retomado el romance más tarde en historietas como Spider-Man: Blue, Gwen Stacy nunca rivalizó en despampanantez con Mary Jane, que era toda ella atractiva (“donde quiera que va MJ, va la fiesta” decía la misma MJ), pero la más calmada Gwen fue la que conquistó primero al Hombre-Araña (“cuando miré, me estabas mirando y convertiste mi corazón en budín”).
En la historia original, sin embargo, el Duende Verde original avienta a Gwen desde un puente y la mata. Esto lo vimos en la primera película de Spider-Man, sólo que a la que avienta el Duende Verde es a Mary Jane y el director decidió salvarla... okey, si había decidido dejar a Gwen fuera de la historia, la hubiera mantenido fuera de la historia, no tiene caso meterla en un papel tan de segunda y opacando físicamente a Kirsten Dunst (por ser güera nomás ¿eh?), que aunque linda, la misma trama la lleva a verse desalineada.
Esto me lleva al segundo punto por lo cual puedo decir, como lector del cómic: la película no me gustó.
Y es que Spider-Man se quita la máscara para absolutamente TODO ¡carajo!
Entiendo que detrás de una máscara que oculta todo el rostro es complicado actuar y transmitir sentimientos, en el caso de Batman está fácil, vemos en todo momento sus ojos y su boca así que un actor medianamente bueno la hace... pero Spider-Man tiene una máscara integral que no permite ver nada ¿qué solución encontró Raimi para esto? Fácil, en los momentos dramáticos le quita la máscara.
Solución fácil que refleja la ineptitud del director y lo pésimo actor que es Tobey Maguire. ¿Qué no vieron V de Vendetta? En aquella fenomenal cinta, también basada en un comic, al protagonista JAMÁS le vemos la cara, en ningún momento... y entrega una serie de emociones a través de una máscara que debieron haber estudiado Raimi y Maguire.
Otra cosa... el traje negro... en el cómic el traje, al aparecer, fue un cambio de diseño, con la araña más grande y sin telarañas. Aunque la historia del traje es básicamente la misma, durante varios años el personaje apareció vistiendo el traje negro y alternándolo con el azul y rojo (hecho de tela, que le regaló un personaje llamado Felicia Hardy). En la película el traje es el mismo, sólo que virado a negro ¡qué imaginación!
Al final, considerando a Venom, Gwen y el asunto de la máscara, tenemos una serie de elementos que hacen a la película mala si uno de pone de purista, pero ¿quién es purista en estos días?
Hay, por el otro lado, cosas como el beso con Gwen Stacy que desencadena una serie de situaciones chuscas y dramáticas que resultan entretenidas, las peleas con los villanos también son dignas de verse (aunque los efectos aquí y allá de repente chafean).
¿La recomiendo? Sí, insisto, lo que salió bien en la película salió muy bien, lo que salió mal no se nota y de lo que me quejo la verdad son necedades de alguien que quería ver la historia que ya había leído en la pantalla, pero así ¿qué chiste si ya me sé el final?
Otra vez la misma pregunta, ahora refiriéndose al capítulo tres. Comenzaron desde el viernes por la mañana, cuando Alonso me preguntó si ya tenía boletos para ir a ver Spider-Man 3. Y no, no tenía boletos para verla.
El domingo que siguió pasé por frente al cine y estaba peor que el día anterior. Miles de papás, cientos de mamás y millones de escuincles chillones que querían ver al Hombre-Araña. Pensé durante un momento ir al domingo en la noche, pero los niños seguían ahí y a esos hay que huirles. No es que no me gusten los niños, pero en el cine son una peste, los que no lloran, chillan o se ponen a correr, jugar (algunos llevan sus juguetes al cine, claro) o se tiran en los pasillos; es imposible ver una película en esas condiciones. Con los niños habiendo tomado las salas de cine, atrincherados con sus juguetes en las películas, el fin de semana valió y reagendando mi vida, decidí que el martes por la noche, a cualquier precio (45 pesos en sala normal) iría yo a ver la tercera entrega de la saga de quien es, con mucho, mi superhéroe favorito.
Pero... se me atravesó la noche del lunes y ¡oh sorpresa! Las filas en la taquilla habían desaparecido y formados para entrar a la sala sólo había un grupito de adolescentes que, por lo que escuché, son lectores del cómic (más adelante le brindaron una curiosidad a la experiencia). La sala, sin embargo, se llenó. Lunes por la noche... función de las siete y lleno de niños también. Horror al crimen.
En fin, niños latosos aparte (y un free rider, papá de cuatro, que ponía sus palomitas en bolsas para aprovechar todo lo que podía el refill) la película está buena. No es la obra maestra de Sam Raimi, el director, o la cúspide de la cinematografía mundial, ni siquiera es la mejor película de superhéroes hecha.
He leído y escuchado mucho sobre que esta es la mejor película de las tres y permítanme ponerlo en duda, nada igualará a la sorpresa de ver la primer película y, ahora vistas las tres en perspectiva, no me atrevería a poner a ninguna sobre la otra.
Cuando la gente me pregunta ¿ya viste la película.... y te gustó? Sé que lo hacen como buscando mi aprobación como lector asiduo de las historietas del Hombre-Araña (que se extiende a películas de Batman y los Cuatro Fantásticos), digo, a fin de cuentas mi tesis de licenciatura la hice sobre historietas... lo primero que diría –más tratándose este espacio de hacer recomendaciones– es que la vayan a ver, está muy padre y la van a disfrutar, de verdad, está divertida en varios niveles, desde la comedia hasta la acción, pasando un poquito, pero no mucho, por el drama. No es una obra de arte, insisto, pero la pueden ver incluso dos veces sin bronca.
Ahora, el asunto desde la perspectiva comiquera.... y es donde nos metemos en líos... y es en el texto donde les pido a quienes no sepan de lo que hablo, que me aguanten porque luego me clavo mucho.
El villano principal, que se había anunciado, es el Arenero (Sandman, el Hombre de Arena, pues), que tuvo su época de gloria en los primeros cómics de la serie pero que luego, al no encontrarle pies ni cabeza al personaje, comenzó a ser relegado. En el más puro estilo de Marvel Cómics (la editorial que publica estos cuentos en historieta) el Arenero no es villano por elección sino que las circunstancias lo han orillado a serlo (como de repente le pasó al Doctor Octopus). Desesperado por conseguir dinero para la atención médica de su hija, se vio ‘obligado’ a robar y luego un accidente lo convirtió en un ser que se transforma en arena y adopta varias formas y tamaños.
Sin embargo, el Arenero es sólo uno de tres villanos que aparecen y luego entonces la película queda algo coja porque no hay un malo malo a quien se deba vencer, no al menos uno en el estilo maniqueísta (con todo y las justificaciones tipo Emilio Salgari) de cine y sobretodo del cómic (donde aprendimos a conocer a los malos realmente malos).
La trama es así.... (independientemente de los villanos)... a Peter Parker / El Hombre-Araña se le adhiere una cosa pegagoza, un ser simbiótico que hace que el disfraz se torne negro y que el personaje saque todo lo malo de sí y comience a ser muy gandalla –con propios y extraños– y a lastimar de más a sus enemigos, al grado de querer matarlos. La lucha, pues, es entre Spider-Man y sus demonios internos y contra esta cosa de forma indefinida, lo demás son cosas que pasan alrededor.
También aparece el Duende Verde II, encarnado ahora por Harry Osborn, el hijo de Norman Osborn y Duende Verde original, muerto en batalla contra el Hombre-Araña y a quien su hijo ha jurado vengar. La gran bronca acá es que Harry es amigo de Peter Parker y esto es la parte en la película –y en el cómic– que da para el drama.
Y un villano que merecía más espacio, es más, hasta una película entera como el némesis es Venom. Este villano, parecido en poderes y físicamente al Hombre-Araña (en el cómic, lleva el mismo uniforme que el Spider-Man negro), fue una muestra de que la serie y la editorial Marvel aún tenían una capacidad de creación extraordinaria, mientras su competencia seguía con los eternos villanos como Luthor o el Guasón, Spider-Man encontró un enemigo formidable, nuevo y refrescante, en Venom. Las nuevas generaciones, lectoras del cómic, se identifican bien porque lo vieron nacer en la historieta, no en repeticiones o reimpresiones como el caso del mismo Spider-Man, personaje que data de principio de la década de los 60.
Aunque se veía venir la aparición de Venom –por lo menos para los conocedores– cuando aparece la figura negra, llena de dientes, el grupo de adolescentes que estaba dos filas atrás de mi, al unísono gritaron ¡Venom! con emoción. Curioso. Insisto, relegarle a Venom a compartir película con otros dos villanos es demasiado... y no sólo para los puristas, pero también es el estilo Marvel, el aventar a todos los personajes posibles en un mínimo de espacio y ver qué es lo que pasa.
Y es que si hay historias llenas de personajes, estos son los de Marvel... y no hablo sólo de villanos, el universo del Hombre-Araña es el más rico en personajes de soporte sin poderes en el mundo de la historieta... y por eso enoja el que hayan introducido a un personaje como Gwen Stacy en la que se supone es la última película de la saga de Raimi. Claro, Bryce Dallas Howard llena la pantalla de rubia sensualidad, despampanante... tal como fue dibujada en los primeros cómics de los 60 por Steve Ditko. El problema es que el personaje de Gwen, básico para toda la serie, no debió aparecer nunca... verán...
Gwen Stacy fue la primer novia formal de Peter Parker (aunque anduvo algún tiempo con Betty Brant) y Stan Lee hizo de aquel idilio algo de lo lindo; retomado el romance más tarde en historietas como Spider-Man: Blue, Gwen Stacy nunca rivalizó en despampanantez con Mary Jane, que era toda ella atractiva (“donde quiera que va MJ, va la fiesta” decía la misma MJ), pero la más calmada Gwen fue la que conquistó primero al Hombre-Araña (“cuando miré, me estabas mirando y convertiste mi corazón en budín”).
En la historia original, sin embargo, el Duende Verde original avienta a Gwen desde un puente y la mata. Esto lo vimos en la primera película de Spider-Man, sólo que a la que avienta el Duende Verde es a Mary Jane y el director decidió salvarla... okey, si había decidido dejar a Gwen fuera de la historia, la hubiera mantenido fuera de la historia, no tiene caso meterla en un papel tan de segunda y opacando físicamente a Kirsten Dunst (por ser güera nomás ¿eh?), que aunque linda, la misma trama la lleva a verse desalineada.
Esto me lleva al segundo punto por lo cual puedo decir, como lector del cómic: la película no me gustó.
Y es que Spider-Man se quita la máscara para absolutamente TODO ¡carajo!
Entiendo que detrás de una máscara que oculta todo el rostro es complicado actuar y transmitir sentimientos, en el caso de Batman está fácil, vemos en todo momento sus ojos y su boca así que un actor medianamente bueno la hace... pero Spider-Man tiene una máscara integral que no permite ver nada ¿qué solución encontró Raimi para esto? Fácil, en los momentos dramáticos le quita la máscara.
Solución fácil que refleja la ineptitud del director y lo pésimo actor que es Tobey Maguire. ¿Qué no vieron V de Vendetta? En aquella fenomenal cinta, también basada en un comic, al protagonista JAMÁS le vemos la cara, en ningún momento... y entrega una serie de emociones a través de una máscara que debieron haber estudiado Raimi y Maguire.
Otra cosa... el traje negro... en el cómic el traje, al aparecer, fue un cambio de diseño, con la araña más grande y sin telarañas. Aunque la historia del traje es básicamente la misma, durante varios años el personaje apareció vistiendo el traje negro y alternándolo con el azul y rojo (hecho de tela, que le regaló un personaje llamado Felicia Hardy). En la película el traje es el mismo, sólo que virado a negro ¡qué imaginación!
Al final, considerando a Venom, Gwen y el asunto de la máscara, tenemos una serie de elementos que hacen a la película mala si uno de pone de purista, pero ¿quién es purista en estos días?
Hay, por el otro lado, cosas como el beso con Gwen Stacy que desencadena una serie de situaciones chuscas y dramáticas que resultan entretenidas, las peleas con los villanos también son dignas de verse (aunque los efectos aquí y allá de repente chafean).
¿La recomiendo? Sí, insisto, lo que salió bien en la película salió muy bien, lo que salió mal no se nota y de lo que me quejo la verdad son necedades de alguien que quería ver la historia que ya había leído en la pantalla, pero así ¿qué chiste si ya me sé el final?