Miguel Cane
Los fans de la saga de Indiana Jones han esperado casi dos décadas para ver la siguiente entrega de las aventuras del arqueólogo-héroe, que comenzaron en 1981 y desde entonces han conseguido estatus de leyenda. Y esto, como muchos saben, puede ser un arma de dos filos: tanto tiempo hace que las expectativas de los seguidores crezcan y el mayor reto que encara Indiana Jones y el Reino de la Calavera de Cristal es eso mismo; no importa qué tan entretenida sea, o la calidad del producto. Lo que más pesa, son las otras películas y el culto que generaron. No importa cuán buenas sean las intenciones de Lucas, Spielberg, Ford y compañía, la película resulta una pálida sombra de sus predecesoras; ni aburrida ni trepidante… sólo “aceptable”.
Esto no significa que no vaya a tener éxito (sin duda estamos ante uno de los taquillazos más grandes de los últimos años), es sólo que no importa lo que pase, no faltarán quienes se sientan decepcionados por ella y esto es inevitable, más que nada por el hecho de que la magia de Cazadores del Arca Perdida ya no existe.
La acción comienza en 1957, a ritmo de Rock’n’Roll, con Indy (Ford) y su camarada Mac (Ray Winstone), capturados en Nevada por un escuadrón soviético encabezado por la fría y enigmática Irina Spalko (Cate Blanchett, con peluquita a lo Louise Brooks), que los lleva a la bodega donde están almacenados los artefactos secretos del gobierno estadounidense (incluyendo el arca de la primera película).
Hay algo que ella necesita y quiere que Jones lo encuentre. Luego de un vistoso escape, Jones está nuevamente en la Universidad Marshall, cuando le indica el rector (Jim Broadbent, reemplazando al difunto Denholm Elliott) que ha sido suspendido; acto seguido, conoce a un veinteañero rebelde sin causa (ni casa) llamado “Mutt” Williams (Shia LeBeauf), con todo y su chamarra de cuero y una moto, que le pide ayuda para encontrar al Profesor Oxley (John Hurt, en un rol originalmente concebido para sustituir a Sean Connery que se rehusó a volver como el padre de Indiana Jones), que se encontraba involucrado en la búsqueda de calaveras de cristal y la ciudad pedida de El Dorado en Sudamérica, a donde van a parar para reencontrarse con la mala-mala Camarada Spalko y la aún muy hermosa Marion Ravenwood, el gran amor de Jones (Karen Allen, radiante), lo que deviene en una aventura similar a las anteriores en tono y ejecución, aunque la “magia” original ya no es aparente.
El balance entre la acción y la comedia funciona hasta cierto punto y la aparición de algunos elementos fantásticos (no diré más para no arruinar la experiencia a quienes vayan a verla) se presta para esto, sin embargo, a fin de cuentas, la cinta no es el gran retorno que se esperaba: se siente más bien como un colofón apresurado (¿para este guión tan soso pasaron tantos años, ires y venires?) y quizá decepcionante para muchos… pero eso es algo que George Lucas sabe hacer muy bien con los fans de las sagas que produce.
Aunque aquí Spielberg la libra y cuenta con el carisma de Ford y Allen, lo que Lucas ha hecho esta vez, es mucho peor que lo que le hizo a su propia obra con Star Wars; al menos ahí había una historia que contar y esta película servirá para recordarles a un gran número de espectadores, que la trilogía original quizá estaba mejor como quedó y que esta última secuela, como Alien: Resurrección no era tan necesaria. Hay quienes dicen que el peor pecado de una secuela no es ser mala, sino mediocre y tal vez lo mejor en casos como este, es dejar los recuerdos de infancia y juventud de los espectadores tal y como estaban. Es muy difícil competir contra tu propio mito.
Indiana Jones y El Reino de la Calavera de Cristal / Indiana Jones and the Kingdom of the Crystal Skull
Con Harrison Ford, Cate Blanchett, Shia LeBeauf, Ray Winstone, John Hurt, Jim Broadbent y Karen Allen
Dirige: Steven Spielberg.