David Guzmán.
La premisa de que el Cine siempre estará en deuda con la literatura es de todos conocida. Es raro encontrarse con trabajos fílmicos que le hagan justicia al libro del que preceden y con esto casi puedo adivinar el pensamiento de quienes me leen donde aparecen títulos como Blade Runner, 2001 Odisea del Espacio, El Señor de los Anillos, etc., como los ejemplos más afortunados (algunos dirán que incluso superando a los libros, como el caso de la película de Ridley Scott). Del otro lado de la moneda, hay infinidad de fallidas adaptaciones y en los que irremediablemente solemos exclamar: “es mejor el libro” y la lista -que omito consignar por falta de espacio-, sería interminable.
Hay sin embargo, algo en lo que no había reparado sino hasta estar viendo Luna Nueva, la segunda entrega de la saga Crepúsculo (vehículo que sin duda hará de Stephanie Meyer la nueva millonaria de las letras) y es una suerte de rayos X que traspasan al libro, lo exhiben y evidencian dejando entrever la pobreza de situaciones maquiladas por su autora que seguramente en el papel se pueden realzar o ‘maquillar’ pero que al traspasar a la pantalla no dan el ancho emocional por mucha realización que el director le invierta al asunto.
Y me causa extrañeza encontrarme con este vértice porque hace algunos años me sorprendió descubrir el lado opuesto de esta misma situación. Viendo Posesión (la película de Neil LaBute realizada de manera correcta pero fría, sin pasión) dejaba entrever, sin haber yo leído una sola línea del libro, que la novela homónima de Antonia Susan Byatt escondía entre sus páginas una superioridad narrativa y de contenido poco usual. La sugerencia llegaba por todos lados, pues la cinta me gritaba la riqueza de historia que seguramente se había quedado en el limbo por no tener el director la habilidad de proyectarlo.
Así que casi pude imaginar el rostro de Meyer viendo como en su Luna Nueva sus personajes danzaban en escenarios y situaciones poco creíbles (jóvenes musculosos semidesnudos corriendo por los bosques ante la mirada indiferente de la gente del pueblo como si se tratase de algo habitual); incongruentes, como la violenta pelea entre Jacob transformado en lobo y otro de su jauría a causa de Bella para instantes después ser los grandes amigos de siempre -sentí de verdad que me tomaron el pelo- y la celebración en Europa de una fiesta antivampírica multitudinaria y ¿que creen? en el edificio de al lado con trono y ajuar, la plana mayor de ellos aquí llamados los Volturi. Imaginé pues a la escritora deseosa de salir de la sala a darle delete a ciertas partes de su texto para reescribir giros más emocionantes en su segundo tomo y poder estar al nivel de todo lo que está generando su saga, empezando con noticias de récords de audiencia y el título de bestseller etiquetado en sus libros.
Luna Nueva es el melodrama casero, sin duda con mayor presupuesto que Crepúsculo (la primera entrega) y se nota; con una actriz que tiene potencial (Kristen Stewart), otro al que le faltan registros actorales (Robert Pattinson) y uno nuevo que provocó las mayores exclamaciones de la muchachada por la facilidad para quitarse la ropa (Taylor Lautner); efectos visuales regulares, pero con un trabajo fotográfico sobresaliente. Un film que a mi parecer -y aunque suene gracioso- tiene sus mayores puntos en la selección de canciones donde desfilan The Killers, Thom Yorke y una chica nórdica de nombre Lykke Li que con su rola Possibility le da la oportunidad al director Chris Weitz (con mejor desempeño en 'About a Boy') de explorar su vena poética en una secuencia bien lograda en el bosque. ¿Qué más? Ah sí, la banda sonora de Alexandre Desplat se me hizo totalmente artesanal y de encargo y ya como conclusión (demasiados bytes dedicado al film, la verdad) el curioso comentario de mi acompañante que dejó entrever que 'por la cantidad de gente asistiendo al cine, la película tenía que ser buena'. Nada más alejado de la realidad.
Vayamos pues a compenetrarnos con el boom, aunque sea nada más para no sentirnos fuera de este mundo.