15 may 2012

Three / Drei, de Tom Tykwer

Claudi Etcheverry.




Hanna es una consolidada presentadora de TV que en una sesión de trabajo del Comité de Ética en el que participa conoce a un hombre. Por la situación personal que atraviesa y estando casada, Hanna se siente atraída por él e inician una apasionada relación esporádica.

Simon es un consolidado marchand d’art que en una sesión de piscina conoce a un hombre. Por la situación personal que atraviesa y estando casado, Simon se siente atraído por él e inician una apasionada relación esporádica.

Hanna es la pareja de Simon y sin saberlo ninguno de los tres, el amante de ambos resulta ser Adam, un investigador médico que presenta sus líneas de trabajo en un Comité de Ética donde ha conocido a Hanna y que a veces va a nadar a una piscina donde ha encontrado a Simon. Cuando al tiempo ella queda embarazada, Simon y Hanna descubren que son dos vértices de un triángulo fortuito y complejo que nadie se había propuesto organizar.


La película “Three” es una de esas películas que da más para hablar que lo que ella misma dice, una de esas cintas que nos dejan en un café a la salida del cine para comentar los detalles y pliegues que supone la historia que ella misma desarrolla de manera muy parcial, con un ritmo desigual y un montaje a veces arbitrario. Pero el guionista-director Tom Tykwer apunta a varias reflexiones interesantes acerca de la fidelidad, la exclusividad de la pareja, la condición sexual y los límites del deseo, aunque no los despliegue con la contundencia a que se obligaría si se hubiese metido de lleno en ellos. Para evitar moralizar, simplemente presenta a tres personas de la generación-bisagra que hoy tiene alrededor de los 40 años, una generación que se replantea los términos de la moral heredada y que todavía explora dónde encontrar los propios mientras avanza por tanteos y contradicciones entre ensayos y conveniencias. Es la generación que cree ser libre pero que aún repite muchos de los conflictos que dice superar, demasiado atenta a la mirada de los otros. La generación siguiente ya no se esconde porque ni siquiera tiene ese registro ni le importa ser cuestionada.


Los tres personajes representan algunas de las alternativas de enfoque posibles de las nuevas morales (lo pongo en plural, con ánimo de provocar). Hanna se plantea un cambio que no ha transitado nunca en su vida hasta ahora, pero siente el impulso de revisar su situación personal y con muchísimo esfuerzo enfrenta sus temores y sus resistencias y los reconoce como algo legítimo que quiere vivir. Adam tiene una personalidad que podríamos llamar “indistinta” porque ha hecho de la impermeabilidad una forma glacial para dejar siempre fuera a los demás pensando que puede prescindir de ellos y hacer sentir a los otros que no los necesita, si bien al final vive el conflicto de reconocer que tiene sentimientos que se mueven y en vez de volver a negarlos, decide permitirse un cambio que lo enriquezca. Y Simon es el que va más lentamente porque su único giro en este momento de su vida es el deseo como refugio a la angustia, es un hedonista en fuga. Simon es mediocre en sus registros (el hombre mediocre siempre ve clases magistrales por todas partes porque lo que no puede ver es la dimensión finita de su entendimiento). Al final asume que también quiere ser parte de aquel encuentro de tres en vez de repetir los modelos que ha heredado, y sin enfurecerse. Sabiamente, Simon entiende que la ira es el maquillaje de la necedad para que parezca rigidez.

La cinta presenta por enésima vez algo que es tan difícil de ver: que lo que satisface a largo plazo no es el sexo sin más sino el erotismo, porque a todos nos mueve el deseo pero lo erótico es lo que invita a quedarse, ese nivel de contacto que trasluce un afecto y que no nos arrincona tras el simple hastío del orgasmo. Ni siquiera hablo de amor sino de erotismo, que son los sentimientos aderezando con arte el contacto físico, incluso sin un marco de amor de corte clásico. Los tres personajes van a buscar sexo pero dan de lleno con un vínculo, que es otra cosa.

Entonces asumen que ese trío necesita reglas originales que están por redactarse y se juegan a meterse en un funcionamiento inédito. La contradicción hubiera sido regresar al punto de inicio, y decir que aquello jamás existió hubiera sido un acto de conveniencia. El bebé que lleva Hanna es un certificado físico de esa realidad, aunque los tres asumen que han entrado en un funcionamiento de a tres y la película no presenta el embarazo ni como un castigo, ni como una redención, sino como el simple azar de la vida. Mi abuela decía que si la fertilidad llegara con la madurez, la Humanidad haría rato que habría dejado de existir.

Con todo y patas, Hanna, Simon y Adam se meten al río porque han descubierto dos valores imprescindibles para el amor: amistad y compasión, y vibrar es una decisión. Bien mirado y forzando moldes, los tres ganan un 33% de afecto más que antes.

Three / Drei.
Alemania, 2010.
Director: Tom Tykwer
Con Sophie Rois, Sebastian Schipper, Devid Striesow.

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