25 may 2012

Un feliz acontecimiento / Un hereux événement, de Rémi Bezançon

Claudi Etcheverry.




La publicidad de compresas menstruales presentan siempre a las mujeres encantadas de pasar por su período, y la de coches siempre los muestran deslizándose entre campos abiertos de girasoles y viñedos llegando a un hostal sobre un acantilado donde espera una cena plácida al atardecer. En los anuncios de cremas antiarrugas y de adelgazamiento aparecen personas jovencísimas que no las necesitan en absoluto, y las publicidades de maquinillas depilatorias traen a mujeres que no tienen un pelo de tontas. Pero cuando uno habla con las señoras con dolor de ovarios, interroga a cualquier conductor en medio de los atascos habituales, o ve aquellas personas que luchan contra el sobrepeso sometiéndose a la tortura del hambre, la realidad nos dice poco de esos recursos dignos de tanta poesía.


Aparte de la satisfacción personal evidente que trae aparejado tener un hijo, “Un feliz acontecimiento” recopila además algunas de las sensaciones y abismos que hemos sufrido todos los que los hemos tenido sin alienarnos ni sentirnos unos monstruos por estar a punto de claudicar en más de una ocasión por la exigencia que acarrean de cansancio, tensión y dudas. Muchas películas risibles transitan ese hecho con padres manazas que se desbordan al preparar una papilla, pero una comedia torpe dice bien poco del desbarajuste personal que un niño acabado de nacer arrastra en la pareja y en las personas que la componen aunque nos hagan reír con tropezones y gags. A la vez que la presencia del bebé parece ser lo más natural del mundo y uno se pregunte cómo ha sido posible estar sin él hasta ese momento, el pequeño mamífero tiene unos mecanismos detonantes de retardo que pueden hacer saltar por los aires hasta la pareja más sólida. Es una ingenuidad creer que un bebé no es más que un tubo que llora por un extremo y hace caca por el otro. No traen manual de instrucciones, y por lo general no tienen devolución; pueden causar un terremoto por simple presencia.



Esta película aborda también los otros sentimientos, los sentimientos reales que también cursan como fiebre o espasmos junto al amor y la dedicación. Puestos a ser sarcásticos, ser padres supone una depresión post-parto, pero antes supuso ya una depresión postcoital, porque visto desde la perspectiva de todo lo que no sabíamos que íbamos a pasar, tener un hijo se parece mucho a una inconsciencia. Esa colonización –primero de la mujer y después de la familia– que supone la simple presencia de estos inmigrantes de espaldas mojadas al nacer, hay que suplementarla con mucho trabajo personal y de pareja porque el golpe que asestan al vínculo familiar puede ser mortal de necesidad. La película no hace caso omiso ni mira para otra parte, como tampoco proclama que los hijos sean una calamidad insalvable. Los hijos son una cuña de acero al egoísmo y al culto personal, y solamente siendo inteligentes podremos compensar una cosa con la otra y concluir en que han sido un maravilloso sacrificio. Lo que no podemos creer es que estos enanos salgan gratis. No: son carísimos, y no estoy hablando de gastos en pañales o cuotas de colegio, sino de todo lo que nos fuerzan a tener que entender de nosotros mismos. Los hijos son un límite.



Con buenos diálogos y desempeños muy creíbles (especialmente convincente resulta la actriz secundaria Josiane Balasko como Claire, la madre de la protagonista Barbara Dray) la película empieza como una comedia ágil de buenos diálogos y buen ritmo, pero se adentra en los pliegues del conflicto aunque se detenga cauta ante el exceso de drama, y tire cuando se puede para sacar una sonrisa. Maltrecha y con no pocas magulladuras, la pareja de Barbara y Nicolas sigue queriéndose a pesar del desajuste del que apenas empieza a emerger. La escena final es muy fugaz, pero Barbara trae un segundo predictor que da la certeza de que la fertilidad insistente es muchísimo más profusa que los sitios en los que el neonato podría desembarcar si se esperara que lo hiciera en condiciones perfectas. Solo el amor por los hijos hace posibles todos esos ensayos y errores de los que salimos como podemos con el cariño que nos tenemos con ellos como única explicación. Y al final, como único premio.

Un feliz acontecimiento / Un hereux événement.
Francia, 2012.
Director: Rémi Bezançon.
Con Louise Bourgoin, Pio Marmaï, Josiane Balasko.

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© 2011 Claudi Etcheverry, Sant Cugat del Vallès, Catalunya, Espanya-España

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