Desde la aparición de su primer proyecto, los estudios Pixar han sido sinónimo de entretenimiento y calidad. Su estándar de producción es de un nivel tan alto, que no ha podido ser superado por los otros estudios que han desarrollado divisiones de animación por computadora en tercera dimensión, pero no han conseguido llegarle a los talones a trabajos tan bien logrados como Buscando a Nemo, Los Increíbles, Monsters Inc. o Ratatouille, que no sólo fueron consabidos éxitos de taquilla, sino también obtuvieron el respeto de la crítica alrededor del mundo.
Y esto es lo que, a nivel internacional, ha logrado también su más reciente trabajo, la simpática historia del último robot sobre la tierra: Wall-E.
Dirigida por Andrew Stanton (Nemo) esta es la historia de un robot que es el ultimo que queda en funciones en la Tierra, setecientos años después del colapso de la civilización. Wall-E (siglas de Waste Allocation Load Lifter-Earth Class, lo que es decir, se trata de una máquina diseñada para compactar y acomodar basura). Su vida es solitaria y rutinaria, como la de un autómata (que eso mismo es y lo acepta con obediencia), con la única compañía de una cucaracha hasta que llega a explorar las ruinas una robota llamada Eve, suscitando en el amiguito mecánico un insólito sentimiento romántico y el deseo de dejar la tierra deshabitada por ir a las estrellas con su amada, para conocer el mundo establecido más allá de la estratosfera con resultados sorprendentes.
Parte ciencia ficción, parte historia de amor, y siempre atenta al desarrollo de sus personajes sin sacrificar el sentido del humor, esta es la película más ambiciosa de Pixar y rinde frutos de inmediato, acercándose bastante y con sencillez, al elusivo territorio de la llamada Obra Maestra.
Wall-E no sólo es una película para niños. Tiene suficientes elementos para hablarle a los adultos y hacerlos reír y también conmoverlos. El personaje principal trasciende su naturaleza robótica, para convertirse en un ser entrañable, que no sólo contagia su curiosidad casi infantil ante todo lo que encuentra (desde un sostén femenino hasta un diamante), sino que también arranca sonrisas con su casi humanidad (después de trabajar todo el día, se entretiene viendo cantar a Barbra Streisand en una antiquísima televisión).
La aparición de una Evaluadora de Vida Extraterrestre – ergo, Eve- vendrá a cambiarlo todo. Surge entre ambos, a trompicones, un cortejo romántico que se apoya principalmente en el slapstick proveniente del cine mudo – ninguno de los dos apenas habla, por lo que hay muy pocos diálogos en la primera media hora- y es realmente sorprendente ver cómo el robotito trata de impresionar a la estilizada visitante con una imitación accidentada de los bailes de Hello Dolly! – que por cierto, no es la única referencia cinematográfica: también hay un muy acertado “homenaje” a Stanley Kubrick y 2001: odisea del espacio- o le comparta su mayor tesoro: una planta, que será la clave para la posterior aventura del robot, que lo llevará al espacio, a encontrar qué fue de la humanidad y también, a encontrar lo que podría ser el verdadero amor y su destino.
Escrita con esmero, con un espléndido uso de música y de imágenes, Wall-E no sólo es la mejor película animada desde Los Increíbles. Se trata de una joyita del cinema de género, tan cercana a Alien (Ridley Scott – 1979) como a 2001. Stanton apuesta fuerte y emerge victorioso: utiliza elementos extravagantes, sin sacrificar las bases universales de una narración y esto funciona para conectar con espectadores de todas las edades. La crítica internacional tiene razón: la cinta enamora con su impresionante trabajo de animación y por su enternecedora historia; sin duda es una de las mejores películas del año… por no decir de esta (agobiada y saturada) década.
Wall-E
Dirige: Andrew Stanton
Estados Unidos 2008
