Parte de la experiencia de ir a otro país radica en conocer cómo la gente vive por allá. Recuerdo que en el primer viaje turístico que realicé, en Irlanda, una de mis primeras experiencias fue probar todos los refrescos de lata que pude, entonces en México sólo había dos refrescos enlatados, la Pepsi y el ginger-ale de Canada Dry.
Por eso, en Italia, decidí meterme a una tiendita, buscar el refri y agarrar lo que más me llamara la atención, que en este caso fueron dos Fantas. Hay que decir que en México sólo tenemos Fanta de naranja, bueno, eso de ‘de naranja’ ni lo decimos porque la Fanta para nosotros es naranja y punto. Esto y que el mejor refresco jamás hecho en la vida es una Fanta, la Fanta Limón española, me llevó a experimentar con estas dos.
La Fanta Chinotto y la Fanta Red Emotion al menos en principio prometían.
¡Oh decepción! La Fanta Chinotto es como una patada amarga en el hocico, con tonos a algo que salió realmente mal, que recuerda a cuando uno cree que contestó bien el examen para averiguar, ya afuera del salón, que las respuestas eran otras. Deja en la boca un gusto largo a basura, de esa que ya tiene varios días sin que pase el camión y es difícil quitarse esa sensación de la boca. 10 minutos de enjuague con Listerine de menta hicieron el truco.
La Fanta Red Emotion no sabemos a qué trate de saber o cuál era la intención de hacer algo tan desagradable, pero a mi me recordó cuando vi a la niña de quien estaba enamorado en la secundaria del brazo con otro. El sabor a pintura corriente es difícil de olvidar y lo pone a uno si no de malas, sí muy sensible.
En definitiva, luego de experimentar con estas dos presentaciones de la Fanta, uno queda decepcionado de la imagen que se podía tener de la Coca-Cola Company (aunque esta, de inicio, fuera muy mala) y entiende en parte el por qué en México sólo hay Fanta de naranja.
No me acabé ninguna de las dos botellas y me dio no sé qué el tirar el contenido por el excusado, quién sabe qué daño le podría hacer a la cañería… así que las tapé y tal cual las cerré y las deposité con cuidado en la basura.
Para el efecto de estos artículos, sólo removí con cuidado las etiquetas (la presentación era en botella de plástico de 500 mililitros) y las guardé. La sola vista de las etiquetas me ha producido un malestar intelectual muy intenso y hasta ganas de llorar.
Otras Catas de Jake: La Coca-Cola china.