23 dic 2008

Vida soñada de los ángeles, La / La vie revée des anges, de Erick Zonca

David Guzmán








Entrar a nuestro videoclub favorito, rentar una película y encontrarse con una grata sorpresa, ya no es muy común en estos días. Por eso hoy quise comentarles sobre una cinta que podemos conseguir en video, que nos puede proporcionar un rato agradable de buen cine y que principalmente propiciará el que experimentemos variadas emociones. La vida soñada de los ángeles es el primer largometraje del director francés Erick Zonca, un interesante retrato de dos jóvenes mujeres, solitarias y marginales. A veces las verdaderas películas de terror no son aquellas en las que salen vampiros o asesinos seriales, sino las que muestran un retrato fiel de la humanidad, de seres con vacío existencial, tristeza y un caos generalizado apoderándose de sus vidas y La vida soñada es una de ellas.

Zonca le apuesta a una historia creada a partir del contacto que tuvo con una actriz que asistió a un casting para uno de sus cortometrajes. La chica iba de pueblo en pueblo, con una gran mochila a cuestas, preocupándose únicamente por sobrevivir y juntar dinero para seguir viajando sin rumbo definido.

Así, con trabajos temporales, Isa –su equivalente en la película- se encuentra de repente en un taller de costura, sin la menor experiencia, rodeada de mujeres que la observan como a un bicho raro. Su descuidada apariencia física contrasta con su optimismo por salir adelante. Su nula capacidad para ese nuevo oficio junto a un estridente regaño al que se hace acreedora por su pésimo desempeño en los primeros días, se compensa al conocer a su nueva mejor amiga y compañera de trabajo: Marie, una joven rubia que cuida un apartamento perteneciente a una mujer que junto con su hija, agonizan en un hospital.

Marie es de temperamento nervioso, inconforme con la vida que lleva. Lo suyo no es ser costurera y espera la mínima oportunidad para cambiar de empleo. Le da asilo a Isa, quien la contagia de vitalidad y arrojo para cometer locuras, como lanzarse tras los chicos en una estación de tren y provocar a otros –sin éxito-, para entrar gratuitamente a conciertos en bares, por ejemplo.

El devenir de ambas se antoja incierto; las vemos interactuar, relacionarse… pero se nos viene encima la sensación de un laberinto que no tiene un clímax o punto de resolución, con la esperada vuelta de tuerca que haga cambiar el destino de ambas como acontece generalmente en las películas norteamericanas. Error de apreciación. Todo ocurre en pantalla, y es que hay que recordar finalmente que estamos ante un fragmento de la vida cotidiana de estas mujeres.

La ausencia de música en el film es justificada. Es más, yo diría que musicalizar en los momentos en los que usualmente se hace, se percibiría fuera de lugar. La música por tanto se vuelve innecesaria, pues los interesantes diálogos y las imágenes la suplen sin problema. La trama es sencilla, pero con una intensidad que sobresalta, llena de simbolismos y puntos de conexión que empiezan a aparecer y provocan deleite.

Como las visitas que Isa realiza a Sandrine, la niña en coma en el hospital. Isa la acompaña leyéndole un diario que encontró en el apartamento que habita con Marie, la observa detenidamente. Una niña indefensa está ante sus ojos, alguien semejante a ella.

Marie por su parte conoce a Chriss, un muchacho adinerado y engreído que acostumbra jugar con el amor de las jóvenes. Chriss irrumpe en el mundo de Marie y lo perturba. La acecha y cuando se cansa, la olvida…en un eterno juego que desequilibra a Marie, quien obsesionada es capaz de humillarse, de dejar su empleo y a Charly, el amigo que hace las veces del amante ocasional; todo por desear estar con Chriss.






Las contradicciones de la existencia; una niña que lucha por vivir (Sandrine) y Marie en plena juventud y belleza, dejándose morir. La vemos decaer, así como el desgaste de la relación entre ambas amigas, principalmente cuando Isa trata de hacerle ver el juego de Chriss, consiguiendo solamente aumentar la tensión en el apartamento; ese gran apartamento que comienza a quedar vacío cuando aparece un familiar de la dueña que desea venderlo…un vacío similar al que ya ocurre en la vida de Marie.

El cambio de registro en el trabajo actoral de Natacha Regnier (Marie) es impresionante. Su gran facilidad para el manejo de estados de ánimo, como el estar a la defensiva en un segundo y al otro, ser una mujer con grandes dudas y temperamento nervioso, era digno de reconocerse, y asi se hizo al ganar ambas en la categoría de Mejor Actriz del Festival de Cannes en su edición de 1998.



Y es que el trabajo de Élodie Bouchez (Los juncos salvajes de André Techiné) también es sobresaliente. El director las hizo vivir juntas durante un tiempo para lograr esa cotidianeidad que transmiten en pantalla. Isa sonríe, baila como Madonna pero también protege a Marie, la acompaña, le cocina y trata de que en los momentos de crisis, su amiga no pierda el sentido de la realidad, aunque esto se perciba como algo inminente.

La premisa de Zonca parece ser la afirmación de que en cada mujer hay una historia. Esa cámara que al final recorre la estación de trabajo en donde Isa se convierte en una trabajadora más, lo sugiere; su rostro serio y melancólico, sin su eterna mochila, centrada únicamente en tratar de colocar correctamente los cables de esas computadoras que se fabrican en serie…un silencio total. Este es el único momento en toda la película en el que la música comienza a emerger, un tema tan hermoso como emotivo de Yann Tiersen, el mismo compositor de la banda sonora de Amélie, que da el toque de esperanza a lo que acabamos de presenciar; sí...la esperanza de volver a ver esta historia confiando en que observaremos a Marie, en algún momento, despertar de su letargo o que Isa recuperará, tarde o temprano, su encantadora sonrisa.

La vida soñada de los ángeles parece un documental; un falso documental inscrito en la línea de lo realizado por Michael Winterbottom con su exquisita Wonderland. Un retrato vital que emociona por lo honesto y sencillo de su anécdota y por esas grandes interpretaciones que realizaron Élodie Bouchez y Natacha Regnier.


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