Conseguir que el espectador sienta una cierta identificación (o inclusive compasión en algún nivel) por un personaje de naturaleza malévola, representa un gran trabajo por parte de actor y director: tienen que hacer una estructura de personaje muy bien planeada, para poder vendernos un monstruo como alguien humano: algunos ejemplos de esto son Anthony Hopkins como Hannibal Lecter, Kathy Bates como Annie Wilkes (en Misery) o el que hoy nos ocupa, Forest Whitaker como el ex dictador Idi Amin Dada en la escalofriante cinta El Último Rey de Escocia.
Considerado (y con justa razón) uno de los personajes históricos más abominables en el África del siglo XX, Amin se instituyó presidente y virtual emperador de Uganda en los años 70, al encabezar el movimiento que derrocó en 1971 al corrupto Milton Obote (de tendencia comunista); eventualmente, Amin se dedicó a exterminar a sus enemigos políticos, a sus opositores, a sus potenciales rivales y a quien, nomás por quítame estas pajas, le caía en pandorga, una actitud soberbia que, al verse exacerbada por su sobredosis de poder, literalmente lo convirtió en un monstruo.
No obstante, tal y como nos lo pinta Kevin Macdonald en este filme, basado en una novela de Giles Foden, misma que ficcionaliza eventos de la dictadura, utiliza de manera magistral los recursos de su actor principal, Amin es un personaje sumamente complejo y Forest Whitaker es el canal ideal para representarlo: al principio de la cinta, cuando el ostensible protagonista, el joven ansioso de aventura Nicholas Garrigan (el joven James McAvoy, que hace una aparición auspiciosa en la cinta y que seguramente está destinado a cosas grandes) lo conoce y circunstancialmente, acaba convertido no sólo en su médico de cabecera, sino también en su confidente y hasta cierto punto, su nana.
Whitaker, que ha realizado trabajos memorables en infinidad de filmes (¿lo recuerdan, por ejemplo, en Juego de Lágrimas?), aquí le toma la medida al dictador y lo borda como un personaje carismático, capaz de encantar en sociedad, pero poseedor de un carácter enfermizo y volátil, que lo lleva a tener berrinches de consecuencias brutales y sangrientas; sin embargo, operando con una lógica que para él resulta completamente válida. Gradualmente los espectadores, a través de los ojos de Nicholas, van percatándose de que están ante un auténtico psicópata y el irlo descubriendo tal como es, resulta una experiencia aterradora y al mismo tiempo fascinante.
Sumándose al elenco en roles de soporte aparecen las talentosas actrices Gillian Anderson (como Sarah Merritt, una mujer casada que se involucra con Garrigan) y Kerry Washington, como una de las concubinas de Amin, que se involucra con el joven médico también; sin embargo, aquí la verdadera razón para ver la película es Forest Whitaker, que lo mismo explota su vis cómica, que nos hiela la sangre. Su Amin es casi perfecto, consigue transmitir la delirante y errática conducta del enfermo de poder. “Eres un niño,” le señala Garrigan, ya entre la espada y la pared “por eso asustas.”
Eso me hace pensar en esta clase de personajes que existen en la vida real y que alguna vez se cruzan en nuestro camino: criaturas pasivo-agresivas con trastornos obsesivo-compulsivos que en un momento dado pueden pasar de ser una gente “muy linda” o un “caballero irreprochable” a convertirse en un vetarro enfermizo que tiene berrinches elefantinos y es capaz de la peor violencia, psicológica o incluso real.
Whitaker nos da un monstruo humano, como estos que conocemos y no podemos evitar conectarnos de algún modo con su historia. El Oscar ya tiene su nombre escrito y no hay duda de por qué: este es un trabajo magistral, que consigue hacer de esta pequeña cinta independiente rodada en África, un trabajo de excepción.
El Último Rey de Escocia
Forest Whitaker, James McAvoy, Kerry Washington y Gillian Anderson
Dirige: Kevin Macdonald
Estados Unidos/Reino Unido 2006