Siempre he observado con mucha curiosidad, como los jóvenes gritan y casi se desmayan cuando ven a sus ídolos musicales en el escenario. Es sumamente interesante ver lo que una persona (porqué no decirlo) ‘común y corriente’, puede provocar en tantas otras a grados de lágrima o histeria colectiva. Pero mucho más curioso, es percatarse que aún siendo un observador distante de tal efecto en ‘las masas’ (sin intención despectiva), haya estado latente algo de ello en mi interior. Debo decir a mi favor (¿a quién engaño?, ¡por Dios!) que estas emociones desbordadas no suelen emerger continuamente pues mi ‘ídolo personal’ (el mortal al que yo he subido a un pedestal) casi no viene a México y bajo esta circunstancia me es mucho más fácil publicar que en mi, no aplican tales desfiguros.
Pero… vino Michael Nyman a México y toda mi compostura se fue (felizmente) al carajo. Una semana antes de su presentación en el Teatro Metropolitan (como invitado de lujo al Festival Internacional de Cine Contemporáneo de la Ciudad de México –FICCO-), me puse a retomar los discos que he escuchado tantas veces, una y otra y otra vez casi a manera de consuelo pues pensaba seriamente que me era imposible asistir al evento. Para acabar de complicar la situación, vivo en una ciudad a 1,800 km de distancia del Distrito Federal, que (dicho sea de paso) se convierte siempre en el centro de todo lo que huela a arte y cultura y obviamente en el escenario de todos los artistas de talla mundial que ‘vienen a México’ (rectifico) ¡no señor!, no vienen a México… ¡vienen al Distrito Federal!
Pero dejemos de lado esta molestia nacional; la duda de asistir al concierto me duró un día, moví influencias en la oficina, puse manos a la tarjeta de crédito y abusando de la buena fé de un amigo en el D.F. compré mi boleto de avión para efectuar el sorpresivo viaje. Mi cuate se aplicó consiguiéndome el mejor lugar que pudo en el citado teatro; todo el movimiento hecho, debo decirlo, guardando una compostura y sobriedad que pocos pueden presumir.
Y es que… ¿cómo no habría de ir al concierto de Michael Nyman? El señor tiene más de 60 años y para variar casi no viene a México. La última vez que vino fue en 1997 y yo todavía era estudiante universitario; afortunadamente pude asistir a la Sala Nezahualcoyotl de la UNAM y esa ocasión me sirvió para corroborar las razones por las que había elevado a este simple mortal a la categoría de ídolo: el británico es uno de los mejores compositores de música que existen actualmente en el mundo y lo mejor (saludos Filiberto) es que suena exactamente igual en vivo que en sus discos.
Así las cosas y ya con el boleto en mano, de alguna forma entré al teatro pensando que Nyman no lo llenaría. Mi amigo me dijo previamente que ‘este tipo de música no tiene tantos adeptos’ y eso es algo que de alguna forma yo asimilo pues el sonido Michael Nyman no es algo que podamos catalogar propiamente de ‘comercial’ ó ‘popular’. Adicionalmente, su música es compuesta casi especialmente para el cine denominado ‘de arte’, por lo que el círculo de conocedores de su nombre y obra, podría ser todavía más reducido…al menos en México.
Pero ¡vaya sorpresa! Personas de todas las edades, condición social y cultura, se dieron cita el 23 de febrero para presenciar EL concierto de The Michael Nyman Band y parte importante de lo que completó mi total asombro fue escuchar que este heterogéneo público, sostenía conversaciones respecto de ‘la actriz que salió en El Cocinero, el Ladrón su Esposa y su Amante ó con frases como ‘Nyman se hizo famoso a raíz de El Piano’. Debo confesar (con cierto egoismo ó vanidad) que escuché con escepticismo tales afirmaciones. Quería yo interrumpir esos diálogos en mero plan de hacerles ver –con falsa modestia- que se referían a Helen Mirren ó que ciertamente, Nyman trascendió a nivel mundial con la banda sonora que hizo para la película de Jane Campion, pero sus mejores trabajos los realizó para el –entonces- poco conocido Peter Greenaway. Me di cuenta de que mi capa de fan, empezaba a querer elevarse del suelo.
Pero me contuve…como también me contuve cuando escuché ‘tercera llamada, tercera…comenzamos’. No puedo mentirles, sentí un vuelco en el corazón, una actividad inusual del torrente sanguíneo mientras mis manos comenzaban a aplaudir como verdadera foca. De pronto, aparece LA banda: 14 músicos que se sentaron en sus respectivos lugares e instantes después, arribando tímidamente al escenario, Michael Nyman. ¡Dios!…ahí estaba quién me había hecho endeudarme con mi tarjeta de crédito, volar en avión y pagar el mejor lugar posible dentro del teatro. Nyman está físicamente igual que cuando lo ví por primera vez en la Sala Nezahualcóyotl –pensé.
The Michael Nyman Band
Para cuando empezaron los acordes en piano de la música que hizo para Wonderland (la de Michael Winterbottom), algo me indicaba que mis ojos no podrían retener la lágrima. ¡Cuánta emoción en fracción de minutos! Y siguió con música de The Claim (de Winterbottom de nuevo) como para ir calentando el ambiente. Ya cuando la Banda interpretó los temas que hizo para las cintas de Peter Greenaway, aquello tomó otro nivel: Los libros de Próspero (Miranda es una maravilla), El Piano (con algunos temas interpretados con él al piano como The Heart Asks Pleasure First, solo en el escenario), el infaltable y obligado Memorial directamente de la banda sonora de El Cocinero, el Ladrón, su Esposa y su Amante provocando obviamente gran emoción en el público; las divertidas composiciones para El Contrato del Dibujante y la infaltable velocidad de las cuerdas en Knowing The Ropes extraído de Drowning by Numbers que literalmente provocó el rompimiento masivo de cuerdas en violines. Fueron en esencia, dos horas de energía pura, de recuerdos e imágenes cinematográficas que fluían con inmediatez en mi mente.
He de confesar con cierta decepción que cuando comenzaron los acordes de Memorial, esperaba ver –como en 1997- a Sarah Leonard (su soprano de cabecera) permanecer paciente en el escenario para que justo en el minuto 8 de esta magna composición entrar con su espléndida voz a completar el cuadro, pero no ocurrió. También anhelaba escuchar las notas del Stroking de Water Dances (sí, esa estupenda pieza utilizada en La Habitación del Hijo de Nanni Moretti) y tampoco ocurrió; sin embargo ya cuando el público con sus aplausos provocó el regreso de Nyman por segunda ocasión al escenario, éste coronó la noche con una de mis grandes favoritas: la melancólica y emotiva Time Lapse de A Zed and Two Noughts.
Nyman en el Teatro Metropolitan
Michael Nyman cumplirá 62 años el próximo 23 de marzo de 2006 y sigue trabajando arduamente: hoy en México, mañana en Italia, después estrenando óperas o componiendo música para algún buen film; el señor es incansable. Mi inicial insatisfacción por no poder mover más las manos o golpetear el suelo con el zapato al ritmo de la velocidad que Nyman le imprime a sus temas fue controlada y finalmente suprimida. Tuve que concientizarme que estaba siendo espectador de un concierto de música de cámara (si de colgarle una etiqueta se trata) y había que comportarse. Esta vez no cometí la locura de pararme de mi asiento y correr a darle la mano como en 1997 mientras era ovacionado por su público, esta vez fui más mesurado pero sentí que había hecho lo necesario como buen y discreto fan que soy: asistí a su concierto que se antojaba tarea imposible…Ojalá no transcurran otros 9 años para volverlo a disfrutar, las baterías han sido recargadas y aunque no lloré ni me desmayé, mi voluntad estuvo a un paso de ceder.
¡Feliz cumpleaños Michael Nyman!