¿Fue acaso el comunismo? ¿Es el frío? ¿Es estar tan lejos de la cultura occidental pero lo suficientemente cerca para observarnos? No lo sé, el caso es que los rusos han desarrollado un humor que, hasta ahora, la humanidad ha pasado de largo.
Un humor universal.
Los promocionales, las reseñas y en general la publicidad habla de que en el Slava’s Snowshow (el show de nieve de Slava) se hace nevar dentro de un teatro y se cuenta la maravilla de cómo alrededor del mundo, de Moscú a Nueva York, han maravillado a los espectadores ‘haciendo nevar’ dentro de los lugares donde se presentan.
No, la nieve es lo de menos, es más, no sé por qué tanta emoción con los papelitos que se sueltan por doquier durante todo el espectáculo, porque eso es sólo el escenario, la puesta, sobre lo que descansa la esencia de este espectáculo típico del humor de los payasos rusos.
Slava Polunin puso de verdad un gran espectáculo, que en México se está presentando en el Teatro San Rafael, a donde llegué gracias a las buenas intenciones de Grupo Financiero BBVA Bancomer. El cartel dice que el show de Slava es a los payasos lo que el Cirque du Soleil es al circo y yo me pregunto ¿qué sería del circo sin los payasos?
Aquí no hay acrobacias, no hay un gran presupuesto ni una puesta maravillosa que implique la gran tecnología... sólo gastan en papel picado... mucho papel picado... más papel picado en dos horas de lo que uno ha visto en toda su vida.
Hay dos o tres momentos, sin embargo, en donde uno dice ¡órale! Porque con lo limitado del equipo, el equipo hace maravillas... pero, esto es lo de menos, también la música, que salvo una canción –cantada por tres payasos– es meramente incidental... y no hay diálogos.
Como decía al principio, la nieve es lo de menos, supongo que como son rusos, todo transcurre en un sueño (supongo yo) en medio de la nieve, pero lo importante es la forma de hacer reír de esta gente. El humor, físico, es lo efectivo, es lo disfrutable. Quizá sea lo más elemental del mundo, pero es muy efectivo. Sólo para dar un ejemplo (no es contarles nada porque es muy distinto cuando se ve)... sale un payaso sentado en una silla inclinada (junto a una mesa inclinada, que tiene una botella encima) y se cae; se apagan las luces y cuando se vuelven a prender, está el payasito ahí sentado otra vez... y se vuelve a caer... se apagan las luces y aparece por tercera vez sentadito, el sólo verlo en la misma posición da risa, pero las risas se van apagando, el payasito agarra confianza, se estira para agarrar la botella (ya con mucha gente aguantándose la risa) y se cae... las carcajadas llegan a su clímax en ese momento.
Pero el Slava’s Snowshow tiene otro elemento que no se encuentra siquiera en el circo ruso (cuya mejor parte siempre han sido los payasos) que es la forma en que se involucra a la gente en el espectáculo, en que lo hacen a uno no ir a observar sino a ser parte de una experiencia... ocurre poco antes del intermedio cuando los payasos sacan una gran telaraña y con ella cubren al público, que es quien tiene que ir pasando la telaraña hacia atrás (aquí fue cuando, con uno de los hilos delgados de la telaraña, me corté el dedo meñique, así que aguas) y cuando ya el público reacciona, uno de los payasos colgó un letrero de ‘Intermedio’ y se fueron a descansar... o al menos eso es lo que uno cree.
Hay que decir (esta es la parte donde presumo) que a la función que fui fue el estreno o algo así, había muchísimos artistas, cantantes y además gente importante (aunque la gente realmente importante pasaba sin que los fotógrafos o los periodistas les preguntaran nada). Y estaba yo, durante el intermedio, entreteniéndome viendo los ojos de Elizabeth Álvares (que uno podría dedicarse un mes entero a eso), cuando junto a mí, en el pasillo, entre las butacas, pasó un payaso... y así transcurrió el ‘intermedio’ en que los cuatro payasos que conforman el show (sale Slava vestido con una especie de mameluco amarillo y pantuflas rojas, acompañado de tres payasos con gabardinas verdes y unas ushankas rarísimas) salen a convivir con el público, entre las butacas, hasta que se suben de nuevo, luego de un ratote, al escenario.
Se abrazan con el público, le toman el pelo, juegan con el papel, con botellas de agua y uno puede hacerles también un chiste o una broma, a las cuales responden con asombroso ingenio.
La segunda parte del espectáculo continúa así, con una serie de fantasías plagadas de humor y algo de nostalgia, que nunca puede olvidarse en la cultura rusa, y hasta el final, que se alarga indefinidamente, sigue la fantástica convivencia con el público, se lanzan globos grandes y otros gigantescos para que se juegue con ellos, y así el final se alarga, el mismo Slava se sentó en medio del público, en un respaldo, mientras los otros payasos unos abajo y otros arriba del escenario, bromean y se sacaban fotos con la gente.
Antes de salir fui a saludar a Slava, me dio la mano y me sonrió cuando le dije que el espectáculo me había encantado, le saqué dos fotos con unas admiradoras y salí de ahi convencido de que acababa de ver el mejor espectáculo del mundo.