31 dic 2008

Sylvia, de Christine Jeffs

Miguel Cane


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La atormentada y al mismo tiempo fascinante historia de amor y destrucción surgida entre los poetas Sylvia Plath y Ted Hughes, se convirtió en un mito moderno al ostentar toda clase de elementos apasionantes (triunfo, tragedia, traición, obsesión y daño) con un clímax digno de novela gótica: el espectacular suicidio de Sylvia en un apartamento londinense las primeras horas del 11 de febrero de 1963. Ahora, más de cuatro décadas desde el momento en que la joven de 30 años, -- que hoy día muchos consideran la más brillante creadora de su generación- metió la cabeza en un horno de gas, éstos amantes malditos se han convertido en objeto de un filme que busca retratar las escenas de la felicidad y posterior descomposición de un matrimonio, con resultados desiguales, pero igualmente emotivos y relevantes.



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Conocemos a Sylvia (una radiante, sensual y hermosa Gwyneth Paltrow, quien por años luchó para hacer realidad este proyecto) en 1956, en Cambridge, Inglaterra, donde era estudiante becada. Ya para entonces era una luminaria de la poesía y en su natal Norteamérica, había sufrido una crisis nerviosa que la llevó, pocos años antes, a intentar suicidarse (esto sería explorado a fondo en su única novela: La Campana de Cristal).

El encuentro entre la bella poeta y el arrogante pero casi divino Hughes (aquí encarnado por Daniel Craig, de Camino a la perdición), resulta un encontronazo bestial: ninguno volverá a ser igual después de esto. A partir de ahí, la directora Christine Jeffs (neozelandesa, creadora de la aclamada Rain - 2001) explora las texturas y colores de Sylvia. Lamentablemente, Frieda Rebecca Hughes, primogénita del matrimonio representado y heredera de los derechos de la obra de su madre, hizo elefantino berrinche al saber de la cinta y denegó la oportunidad de usar sus poemas en ella, y en cierto modo, esto afecta la película gravemente: sin el apoyo de su intensa obra poética, ésta podría ser sólo una telenovela sórdida y brutal sobre un marido infiel y una mujer neurótica.

No obstante, el trabajo de la Paltrow es luminoso y trasciende con mucho las carencias del guión. Mediante un gesto, una amarga sonrisa, una lágrima contenida al borde del párpado mientras se maquilla ante un espejo, la rubia transmite la ira y pasión de Plath. Se ve como Sylvia, habla como Sylvia, es Sylvia. Como detalle especial, la eximia Blythe Danner (madre de Gwyneth en la vida real) tiene una escena importante con su hija, interpretando a Aurelia Schober Plath, madre y posterior biógrafa epistolar de la escritora.


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Anticonvencional en algunos aspectos narrativos, ésta no es una película fácil, pero debe ser vista, no sólo por la esfera intelectual que sabe quiénes eran estos dos monstruos fabulosos. Debe ser vista por los admiradores de la formidable Paltrow y por aquellos que gustan de ver actuaciones con estilo y sustancia, que pasancima de las trampas que se le tienden a cada paso. Citando a la Plath: “Morir es un arte, como todo lo demás. Hago de ello algo excepcional”. Sin duda, este retrato ardiente de una mujer memorable, también lo es.


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Sylvia/ Sylvia (2003)

Con: Gwyneth Paltrow, Daniel Craig, Jared Harris, Amira Casar y Blythe Danner.

Dirige: Christine Jeffs. Distribuye: Filmhouse.


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