En el año 2000, Stephen Gaghan escribió la cinta Tráfico, que mostraba – bajo la dirección de Steven Soderbergh- una mirada devastadora a los procesos del narcotráfico y cómo éste afectaba tanto a un microcosmos [dos familias estadounidenses de clase alta] como al resto del mundo.
El resultado de su trabajo fue una cinta impactante y lograda; ahora, Gaghan se deja ver como director/guionista con una cinta ostensiblemente inspirada por hechos que podrían ser reales, tal y como los describe el ex agente de la CIA Robert Baer (aquí convertido en un personaje semi-ficticio llamado Bob Barnes, interpretado por un virtualmente irreconocible George Clooney) en su libro titulado See No Evil, que trata acerca de la intervención subrepticia de operativos de la agencia en el medio oriente.
De este modo, a través de Barnes, que es traicionado por sus propios compañeros y torturado en Beirut, descubrimos, con creciente horror, los movimientos secretos e implacables de la CIA, que tiene ojos y oídos abiertos por todas partes.
Por otra parte, a la suya están conectadas las historias de Bennett Holiday (Jeffrey Wright, que desde su apariciones en Basquiat y Ángeles en América se revela como un actor de rango) abogado afroamericano residente en Washington que asesora una fusión de compañías petroleras, algo que tiene consecuencias irreversibles para él y todos los demás personajes, entre los que se encuentra el joven Bryan Woodman (Matt Damon), casado con Julie (Amanda Peet) y padre de un niño de seis años; él es un analista que vive en Ginebra y busca orientar al príncipe Nassir (Alexander Siddig), heredero de una nación ficticia en el Golfo Pérsico, a decidir cuál es la opción más viable para el desarrollo de su nación en el frente petrolero; a estos personajes hay que añadir a Wasim (Mazhar Munir) un pakistaní, que pierde su trabajo gracias a la fusión, algo que lo lleva a la desesperación y convertirse en marioneta de una unidad terrorista – espeluznante proceso similar a la metamorfosis de Catherine Zeta-Jones de ama de casa embarazada a infame narcotraficante en Traffic-.
El guión de Gaghan, rico en detalles y matices, se antoja tan fascinante como una novela de intriga internacional y denota una investigación a fondo del negocio global del petróleo, con sus ramificaciones, que van desde encuentros en bules clandestinos de Teherán, hasta campamentos en el Golfo, mansiones estadounidenses, Texas y Arabia como cunas de riqueza y poder: todo plasmado con un elenco multiestelar (hay apariciones, aún si muy breves, de figuras como William Hurt, Christopher Plummer y Chris Cooper) que muestra un retrato estremecedor del encontronazo brutal entre oriente y occidente, con tintes de fanatismo y corrupción.
Syriana (que, según Baer, es el nombre de un emirato que podría presuntamente hallarse ubicado entre Siria e Irán, y se crearía como una fuente petrolera para Estados Unidos, y una referencia a la paz tensa en Líbano tras la guerra civil) es una cinta demoledora, que exige al espectador paciencia, inteligencia y un mínimo del conocimiento del conflicto de Medio Oriente y de la CIA.
Al igual que otra cinta de estreno reciente, la trascendente El Jardinero Fiel – de Fernando Meirelles- aborda temas de contenido social, narrándolos a la manera de un thriller y la edición, a cargo de Tim Squyre (el mismo que hizo maravillas en El Tigre y El Dragón para Ang Lee) contribuye a crear una atmósfera inquietante y un paso vertiginoso. En suma, se trata de una cinta importante en la que Gaghan se gana el título – ahora sí- de director y George Clooney demuestra que no es sólo una estrella radiante de carisma, sino que además es un actor valiente. Si bien el atractivo comercial no es el idóneo, ésta es una cinta que se debe ver, gracias su tema tan actual como los encabezados del día.
Syriana
Con George Clooney, Matt Damon, Jeffrey Wright, Amanda Peet y Christopher Plummer
Dirige: Stephen Gaghan.
Distribuye: Warner Brothers 2005
