El cineasta francés Laurent Cantet centra la temática de sus cintas en una preocupación marcada por la relación entre el hombre y su trabajo.
Con anterioridad, en su película Recursos Humanos (1999) manejaba la relación padre – hijo a partir de los trabajos de cada uno. El padre era un obrero especializado que era desplazado por la modernización de la fábrica. El hijo deseaba ingresar a la fila de ejecutivos de cuello blanco.
El resultado era una cinta donde se reflejaban las contradicciones del capitalismo en la globalización, la toma de conciencia del hijo y, como acción de esa toma de conciencia el apoyo al sindicato de la fábrica durante una huelga.
En Tiempo de Mentir / L’emploi du temps, Cantet explora estos terrenos desde otro punto de vista y desde otra clase social. Ahora analiza los problemas que genera el capitalismo en individuos de clase media alta, ejecutivos que serían directamente beneficiados por la globalización.
Cantet quiere plasmar en pantalla el problema de la alienación en el trabajo, en su manifestación particular en dicha clase social.
Al cambiar de clase, de los obreros y pequeña burguesía a la clase media alta, Cantet pierde la fuerza y la veracidad de Recursos Humanos, para adentrarse en los meandros de conductas insatisfechas, silencios, engaños y autoengaños, que no apuntan a las verdaderas causas de la alienación sino tan sólo a algunas de sus manifestaciones individuales y periféricas.
El representante de esta clase media alta es Vincent, que es un consultor que ha sido despedido de la compañía luego de once años de trabajo.
Vincent decide no comunicarle a nadie el hecho: ni a esposa, hijos padres o amigos. Ante ellos finge, y elabora un cuento ilusorio de nuevas oportunidades laborales en Suiza, en una organización autónoma de la ONU que trabaja en Africa con la colaboración de organizaciones no gubernamentales.
Pero la realidad es que viaja sin rumbo entre las ciudades, duerme en su automóvil, miente descaradamente y pasa por crisis contenidas. Lo que esconde esta conducta es un impulso no muy bien pensado de escapar a la estructura del trabajo gerencial. Busca un escape a la alienación.
Pero ese impulso de Vincent no tiene forma concreta de oponerse al sistema. Nace de una insatisfacción con la vida propia, pero que carece de análisis y reflexión por parte del personaje sobre las causas.
Por esa misma razón la película de Cantet, al igual que su personaje, se queda en la superficialidad.
Se alarga innecesariamente para mostrar los problemas personales, familiares y económicos de Vincent, pero no toca en priofundidad ni su psicología, ni su pensamiento ni el ambiente que crea la condición existencial específica del personaje.
La trama se complica, pero no se clarifica, con los intentos fraudulentos de Vincent por crear un trabajo fantasma. Para ello, Vincent organiza un fraude pidiendo dinero a su padre, a sus amigos, al que se deje timar con su cuento de la ONU, las ONGs y cuentas bancarias numeradas.
El cuento se convierte en una complicada estafa al tiempo Vincent termina “trabajando” para el mercado negro.
En sus correrías se topa con Jean – Michel, que bajo la operación legal de un hotel maneja una red de contrabando de todo tipo de mercancía pirata desde los países de Europa del Este hacia Suiza y Francia. La piratería también se ha globalizado.
Curiosamente, en el film de Cantet llama más la atención este personaje secundario que el mismo Vincent. En sus pocas apariciones en pantalla, la historia y motivaciones de Jean – Michel son más atractivas y claras en su lucha “pirata” que las indecisiones, mentiras y silencios de Vincent.
Mientras que Jean – Michel actúa a su manera en forma decisiva, Vincent se pasea por oficinas ajenas, jala dinero al embaucar a los amigos, pone cara de confusión – satisfacción sin que el espectador entienda con claridad el por qué.
Y es allí donde la cinta de Cantet, a diferencia de Recursos Humanos, falla.
No basta con mostrar la conducta de Vincent, con develar el estado de las cosas, con captar la situación en forma naturalista con tientes documentales. Todo lo anterior no se clarifica en las motivaciones y procesos que se esconden bajo la superficie de los acontecimientos.
En ese afán naturalista Cantet olvida que, aunque sus espectadores sean activos e inteligentes, hay que dar material para que la razón escudriñe con éxito la película. Cantet busca tanto que Vincent se oculte de las miradas que termina por ser opaco también para el espectador.
Fenómeno curioso en la obra de un director al que, con anterioridad en Recursos Humanos, no le tembló la mano para hacer patente una situación individual y social, y entrelazar ambas en un análisis que ponía atención al detalle, a la complejidad de los personajes, y que no rehuía plantear ante el público una posible solución.
En ese mismo tono de opacidad que contamina toda la película de Tiempo de mentir, el director francés desperdicia la riqueza de las relaciones familiares afectadas por la ausencia – presencia de Vincent. El malestar, la alienación de todos los miembros tiene que escarbarse entre los errores de Recursos Humanos pero en ninguna de sus virtudes.
En ese sentido, la relación de pareja entre Vincent – Muriel nunca cuaja en pantalla ni en sus conflictos ni en sus reencuentros. La incapacidad de ambos de comprender lo que ocurre se extiende al espectador. Cantet no puede redondear a Vincent como personaje central, pero el trabajo actoral de Karin Viard (la misma de Haut les coeurs! / Sacrificio de una madre) le da a Muriel un peso mayor en pantalla en sus confrontaciones con el esposo.
En síntesis, Tiempo de mentir carece de la fuerza de Recursos Humanos aunque se guarden las mismas formas cinematográficas de realización.
Y si en el tema Cantet naufraga,en la realización también. A pesar de una puesta en escena “semejante” entre ambas cintas, las situaciones se alargan y se repiten sin aportar claridad a lo que sucede. La distancia que toma el director frente a su personaje central no permite una observación correcta o un involucramiento por parte del espectador: el resultado es la opacidad, la indiferencia y el aburrimiento ante lo que ocurre en pantalla.
En su búsqueda por retratar la alienación en el trabajo de una clase social, Cantet termina por alienar a sus espectadores