Andrew Largeman (Zach Braff) es un camarero/actor novato en Hollywood, así como drogadicto socialmente aceptable, es decir, un zombi consuetudinario por una dieta rigurosa de antidepresivos. Cuando su padre, pudiente psiquiatra poco demostrativo (Ian Holm), llama para decirle que su madre ha muerto bajo circunstancias tragicómicas, emprende un viaje de regreso a su pueblo natal en Nueva Jersey – el famoso“garden state” del título original- que lo hace reconectarse, no sin asombro y cierto resquemor, con lo que dejó atrás, desde su excéntrica familia hasta sus amigos como el pachequísimo enterrador Mark (un espléndido Peter Sarsgaard), loser absoluto con sentimientos tan nobles que lo transforman, sin proponérselo, en aliciente emocional para su amigo.
Así, en un fin de semana sobrio, este prófugo del Valle de las muñecas redescubre el mundo y se cruza en el camino de la radiante Samantha (Natalie Portman, que resucita su carisma, aplatanado por la pretenciosa saga Star Wars), que no permite a su epilepsia empañar su contagioso optimismo. Este encuentro lo hará titubear ante el amor y lo llevará en un simbólico viaje de redescubrimiento, a terrenos y momentos que años de pastillas y enajenación no alcanzaron a borrar; así tendrá que decidir si vuelve a su mundo en escala de grises, o afronta todo para renovarse, sin dejar de ser él mismo.
Presentada en la Muestra de Guadalajara por su creador, este es el debut como guionista/cineasta de Zach Braff, más conocido como protagonista de la divertida y mordaz serie de TV Scrubs. Se nota a leguas que es una opera prima, ya que adolece de las características habituales: entusiasmo desmesurado, un deseo de contar muchas cosas simultáneamente, y tratar los temas – mas si se ha escrito la historia también y tiene tintes semiautobiográficos- con exquisita ternura y cierta reverencia emotiva… pero esto no es necesariamente malo.
Por el contrario, si bien no es de ninguna manera perfecta, se trata de una cinta inteligente y sensible, a veces muy entretenida, aunque otras pareciera que el autor no sabe muy bien qué relato quiere plasmar en imágenes y éstas a veces son un tanto inconexas. Hábilmente fotografiada por Lawrence Sher, la película a veces se “sale del huacal” con exceso de simbolismos y efectos como cámara lenta, que no tienen causa ni efecto y estorban, pero no tanto como para dañar irreparablemente al producto en conjunto.
Estos personajes, aunque logran arrancar algunas risas, no son caricaturas y eso se agradece al director, que no se pone a moralizar al respecto de las decisiones que toma cada uno con su vida. Mark está atorado en un marasmo y parece no saber/querer salir de él, aunque irónicamente hace todo lo posible por ayudar a Largeman a encontrar la alegría perdida. Por otra parte, Samantha es un personaje escrito con intuición, por lo que al volver sus ojos hacia el desconcertado antihéroe, consigue dar una sensación de interés romántico genuino que al desarrollarse se siente creíble y lógico.
Tiempo de volver (título insípido, por decir lo menos) tiene matices que logran superar los defectillos que podrían afearla, resultando en un trabajo ameno y encomiable. Con ella, Braff ha hecho lo que hace el escritor con su primera novela: exorcizar sus demonios personales, para en un futuro (quizá no muy lejano) explorar lo que el medio le ofrece. ¿Quién sabe? Podríamos estar presenciando los primeros pasos de un muy buen director.
Tiempo de volver/Garden State
Con: Zach Braff, Natalie Portman, Peter Sarsgaard e Ian Holm
Dirige: Zach Braff. Distribuye: Buena Vista (2004)