La nostalgia ochentera se manifiesta con el recurrente volver de algunas figuras icónicas de esa época. Tal fue el caso hace unos meses de Las Tortugas Ninja, y ahora, la aparición de los Transformers que tras una larga pre-producción, pasan de ser una línea de juguetes, para convertirse en una multimillonaria producción de Jerry Bruckheimer dirigida por el siempre exagerado y bastante mediocre Michael Bay (¿Recuerdan Armageddon?), padre del nuevo churrazo americano.
Esta vez existe la pretensión de una trama – escrita por los mismos responsables de ese festín de plagios que fue la espantosa La Isla- que gire en torno a los efectos especiales y ésta se centra en el personaje de Sam (Shia LaBeouf) un adolescente antipático y berrinchudo, cuyo tátaratátarabuelo descubrió en el ártico un gran robot gigante, un secreto que hará que padezca las consecuencias en el presente.
Su personaje es un estereotipo diseñado para gustar a los adolescentes gringos que son los responsables de este tipo de filmes y de la decadencia de Hollywood en sí, pero que siguen redituando millones en taquilla (esa es una de las características casi imperdonables de esta película, su frescura tan singular y total cinismo: está hecha para vender juguetes y sacarle dinero a escuincles sin gusto). Poco tarda y sin mayor explicación, en aparecer el primer Transformer en una base militar en el desierto y sembrar el caos en un espectacular escena de destrucción, la primera de un exceso. La lucha se centrará en encontrar el cubo de la chispa de la vida y ver quien puede hacerse con él (claro que esto, es un pretexto).
Bay se distingue, como siempre, por bombardear al espectador con una sobredosis de acción y de efectos realmente espectaculares, salpicadas con uno que otro chistorete barato y claro, la aparición de una chica bonita llamada Mikaela (Megan Fox, que es la fantasía ideal de todo adolescente estadounidense promedio: le gustan los coches, habla como carretero y tiene cuerpazo).
Para demostrar que no son tan bobos como se cree, los guionistas hacen que la película se desarrolle paralelamente en tres o cuatro líneas argumentales (¿Qué se han creído? ¿Robert Altman?) que se combinan a veces atropelladamente. LaBeouf es muy joven y lleva el peso del film como puede. Si a esto aunamos que aparecerá como hijo de Indiana Jones en la tan anticipada cuarta parte de la saga, el chico tiene unos zapatos muy grandes aún… y se nota cuando John Tuturro se lo come alegremente en el papel de un agente gubernamental completamente histérico (muy Turturro).
En el afán de obtener una clasificación para todo público, la película a veces tiene graves cambios de tono, y lleva momentos “chistositos” metidos con calzador, lo que definitivamente, hace que nunca sepa realmente qué quiere ser, más allá de un comercial de dos horas.
El otro punto flojo desde mi punto de vista es el diseño de los robots, los cuales nunca me gustaron (ni de niño, y son de mi época). Las transformaciones son rápidas y bastante caóticas, por lo que no se puede apreciar el trabajo de diseño por computadora; los robots son demasiado ágiles y rápidos para el tamaño que tienen, y se parecen demasiado entre ellos, hasta tal punto que a veces cuesta reconocer incluso cual es un Decepticon y cual un Autobot, cosa que en los dibujos animados se notaba.
En suma, es una película palomera, lo cual no tiene nada de malo, lo malo es que sea tan cínicamente comercialota, sin respeto por la inteligencia del espectador y tan saturada de clichés. Pero en fin, la nostalgia es mucha para algunos y eso es lo que siempre gente como Bruckheimer y anexas buscarán explotar. Y ya vienen pronto los Thundercats, así que… a quien le gustan estas cosas, esta cosa es exactamente la clase de cosa que les gusta.
Transformers
Con Shia LaBeouf, Megan Fox, John Turturro, Rachel Taylor y John Voight.
Dirige: Michael Bay.
Estados Unidos, 2007.