Si bien la trama de El curioso caso de Benjamin Button, la más reciente cinta de David Fincher (que hace un drástico cambio de tono en su carrera, después de consagrarse como uno de los más notables autores del cinema de angustia post-moderno, con un estilo propio y trabajos como Se7en, El Juego, El Club de la Pelea, Zodiaco y la “flojita” Panic Room) gira en torno a la presencia de Brad Pitt como el personaje que da título a la trama, un hombre que rejuvenece inexplicablemente al paso de los años y su presencia es el pretexto para que la cinta exista.
Tras años en el infierno de la pre-producción (originalmente iba a ser un proyecto para John Travolta hace más de quince años) el verdadero truco de la película reside, no en verlo a él, que está en muy bien en su papel y se sirve de un extraordinario trabajo de maquillaje y lenguaje corporal para hacer su personaje verosímil, si no en la formidable interpretación a manos de ese portento que es Cate Blanchett, en cuya clase magistral de actuación (y su belleza a prueba del tiempo) reside el verdadero encanto de la cinta, al encarar el star power de Pitt escena por escena y salir victoriosa, radiante de carisma, y llevándose la película sobre los hombros, de principio a fin.
La trama, adaptada (muy libremente) de un relato de F. Scott Fitzgerald, publicado en 1920, trasciende su origen literario y se convierte en una fábula del siglo XX: Benjamin nace en Nueva Orleáns en 1918, justo al final de la I Guerra Mundial como un bebé que a duras penas consigue sobrevivir al nacer con la fisionomía de un hombre de casi ochenta años. Poco a poco se hará evidente que para él, el reloj biológico corre a la inversa y que cada año rejuvenece un poco; es así que eventualmente conocerá a una niña siete años menor que él, llamada Daisy (la Blanchett), quien no sólo se convertirá en una prima ballerina, también será el amor de su vida.
Es así que se abordan (no es de sorprender que el guionista sea el mismo de Forrest Gump) episodios de la historia contemporánea – principalmente de los Estados Unidos, claro- en el microcosmos de la cinta: desfilan referencias a personajes históricos que van desde Roosevelt hasta Kennedy, pasando por Los Beatles y el huracán Katrina. Esto enmarca una historia de amor al mismo tiempo enternecedora y llena de esperanza: los encuentros y desencuentros (que finalmente, éste es el principal punto, dos personas en distintos tiempos biológicos aunque no psicológicos, ya que en realidad son contemporáneos) que comparten un vínculo estrecho.
En el reparto brillan algunos rostros como el de Jared Harris, la hoy madura, aunque siempre bella Julia Ormond (compañera de Pitt en su primer gran hit de taquilla, Leyendas de Pasión) y una virtualmente irreconocible y magnífica Tilda Swinton en el rol de una enigmática inglesa a quien Button le cambiará la vida. Son precisamente las actrices (Blanchett, Ormond, Swinton) quienes destacan más aún que el prodigioso maquillaje de Mr. Pitt, que extrañamente resulta un poquito acartonado en algunas partes, algo que tal vez obedezca a la naturaleza de su personaje.
La cinta exige la inversión de tres horas de tiempo, cosa que tal vez resulte una imposición para algunos, pero es tan satisfactoria al final, que lo vale y sus defectillos se vuelven mínimos, ante sus logros narrativos y técnicos, su buen humor y su conmovedora resolución, que no deja lugar para insatisfacciones. La fábula de este personaje trasciende al medio y toca al público de maneras que rara vez consigue una película: con honestidad pero sin sentimentalismo y eso, en una era de gratificación instantánea, sin sutileza, es algo que Fincher maneja con maestría y es de agradecer.
El curioso caso de Benjamin Button / The Curious Case of Benjamin Button.
Con Brad Pitt, Cate Blanchett, Tilda Swinton, Jared Harris y Julia Ormond
Dirige: David Fincher
Estados Unidos 2008