En su muy aclamada ópera prima, que llega a las pantallas en México casi con un año de retraso, Martin McDonagh nos presenta lo que ocurre cuando dos sicarios, después de fallar estrepitosamente una misión, reciben la orden de su jefe de esconderse como turistas en la primorosa ciudad belga de Brujas hasta recibir nuevas instrucciones. Así pues forzados por tener que compartir la habitación del hotel, poco a poco su relación se irá haciendo más estrecha, y a la vez que descubren juntos la ciudad, también irán descubriéndose a sí mismos.
El corazón de la película es prácticamente un dueto interpretativo entre el impresionante Brendan Gleeson, y Colin Farell, cuya actuación como Ray, un criminal novato y atormentado, lo redime de años de malas películas y recuerda al público lo estupendo actor que es.
Por lo mismo, el gran mérito de la película es que, a pesar de ese ritmo pausado, como si el director quisiera también que los espectadores descubrieramos la belleza de la locación, de una manera inesperada nos hace quedar atrapados en una extraña madeja de emociones y secretos, y cuando creemos que todo acaba, nos sorprende un espectacular y violentísimo clímax, con la participación especial de Ralph Fiennes.
McDonagh se las ingenia, como guionista y cineasta, para hilvanar dos tradiciones casi antagónicas del cine de gansgters: la tradicional, con algunas convenciones formales del film noir y la vertiente vistosa, ultramoderna y muy brutal, aunque visualmente impecable, que pusieron de moda en los 90 cineastas como John Woo y Quentin Tarantino, misma que sigue rindiendo frutos y variaciones.
Aquí McDonagh, que dirigió un corto ganador del Oscar y es un dramaturgo de reconocido prestigio en Inglaterra, opta por contarnos una historia intimista de lealtad y redención – finalmente, hay un crimen cometido y hay que pagar por él- en un contexto oscuro dentro de un escenario de cuento de hadas; sin tapujos muestra a dos máquinas de matar como seres humanos que sufren, anhelan y tienen remordimientos y dudas, así consigue algo muy difícil: que simpaticemos con ellos, aún pese a lo atroz de sus acciones – conseguir semejante cosa es una verdadera proeza por parte de la mancuerna director/actores; algunos pocos casos que lo consiguieron de modo notable fueron Rob Reiner y Kathy Bates en la hoy clásica Misery y Jonathan Demme y Anthony Hopkins con Hannibal Lecter, antes de que el personaje literalmente se comiera, cual caníbal, la carrera del actor-.
Del mismo modo, entre escena y escena, plantea el conflicto de los personajes y lo sazona con buenas dosis de sabroso humor satírico y renegrido, logrado una insólita (y difícil pero exitosa, al fin y al cabo) mezcla de buddy movie – como las comedias que Jack Lemmon y Walter Matthau solían hacer con Billy Wilder- y cine de angustia de proporciones monumentales. En Brujas es un estreno modesto, que llega desfasado a pantallas, quizá más que nada impulsado por las nominaciones y premios que ha recibido Farrell. Aún así, es una cinta muy satisfactoria: divertida, electrizante, inquietante, escabrosa y muy humana y sin lugar a dudas, se deja ver.
En Brujas/In Bruxes
Con Colin Farrell, Brendan Gleeson, Clèmence Pöesy y Ralph Fiennes
Dirige: Martin McDonagh
Irlanda/Bélgica/Reino Unido 2008