Miguel Cane
En la cafetería de un aeropuerto en una ciudad francesa, una mujer de mediana edad llamada Juliette (Kristin Scott-Thomas) espera a que lleguen por ella. Es una mujer de aspecto poco usual: se ve casi fantasmagórica, transparente, fuera del mundo y ajena a todo. Su ropa no le queda bien, no lleva maquillaje y su cara, sin embargo, no transmite impaciencia, curiosidad, sino una honda tristeza, resignación. Pronto llega una joven llamada Léa, que la saluda. Descubrimos que son hermanas, pese a que el reencuentro más bien es el de dos extrañas cordiales, pero frías. Han pasado 15 años sin verse, Juliette cumpliendo un castigo que lleva grabado en la mirada vacía, una pena impuesta pero aceptada, que ella considera merecida.
Poco a poco se van desenterrando los recuerdos de niñas, de la hermana mayor, Juliette, cuidando de la pequeña, de la complicidad que abruptamente quedó amputada cuando su familia la repudió ante algo inconfesable. Léa acabó creciendo como si fuese hija única. El padre ya murió, la madre padece Alzheimer y permanece recluida. La descripción meticulosa que hace el director mediante diálogos e imágenes es de un detalle pasmoso, delicado, mostrándonos la evolución de ambas y de cada una por separado que desemboca en una experiencia por turnos enternecedora y desgarradora.
Hace mucho tiempo que te quiero es la cinta debut del escritor francés Philippe Claudel, misma en la que ostensiblemente busca rendir un homenaje a la fuerza sorprendente de las mujeres, a su capacidad de reconstruirse a pesar del dolor y la desconfianza, de sobrevivir a las más grandes tragedias. Una recuperación lenta pero firme.
Así, convierte a los espectadores en mudos testigos y, eventualmente, partícipes de la historia de Juliette y Léa, de la debacle de una vida dichosa para emerger del colapso íntegras pero heridas. El secreto del por qué Juliette pasó tanto tiempo lejos, en prisión, está en el aire y no se pronuncia el crimen, mientras el film cautiva y descubrimos las pistas a cada paso, casi dolorosamente. Juliette parece haber cometido el peor de los crímenes, aún pese a ser básicamente una mujer buena: no hay redención para su pecado, su propia alma le impide huir del recuerdo de sus actos.
Con una gracia y un aplomo que deslumbran, la Scott-Thomas (a quien muchos recuerdan por su trabajo cómico en Cuatro bodas y un funeral, o como la superficial y desalmada viudita rica de Gosford Park, o como la desventurada antiheroína de El Paciente Inglés, entre muchas otras interpretaciones notables) da una clase magistral de actuación: es sosegada, convincente, apasionante. Nos muestra a Juliette en todas sus facetas.
La réplica por parte de Elsa Zylberstein es acertada, sin perder el ritmo en ningún momento; juntas sostienen una cinta difícil, bellamente realizada aunque imperfecta, pero con muchos valores que la sacan del melodrama promedio: se trata de una película para adultos (algo que en estos días ya se ve muy poco) que no ostenta ningún tipo de mensaje, pero cuyas sutiles ramificaciones se manifiestan aún mucho después de la última escena, y que amerita ser vista atentamente, no sólo por el trabajo histriónico, si no por el cúmulo de sentimientos que revela. Y esto devuelve la fe, de que por suerte, no todo el cine (bueno, malo o mediocre – y éste es un filme de buena factura) es made in Hollywood.
Hace mucho tiempo que te quiero/ Il y a longtemps que je t’aime
Con Kristin Scott-Thomas, Elsa Zylberstein, Serge Haznavicious
Dirige Philippe Claudel
Francia/Gran Bretaña 2008