Después de su obra maestra del 2005, Los Increíbles, parecía casi imposible que Brad Bird, uno de los genios detrás de Pixar, pudiera superar lo conseguido, pero su nuevo filme animado, Ratatouille, lo consigue y con una temática completamente distinta.
Aunque ostensiblemente se trata de una película para niños – y sin duda será sumamente popular entre este público- la película tiene un guión estupendo que tiene sufcientes elementos para entretener a los adultos. La historia en sí, es mucho menos sofisticada que Los Increíbles, pero tiene más estilo y sustancia que Cars.
Remy es una rata que habita en la campiña francesa. Pero no es un roedor cualquiera, se trata de un personaje con gusto refinado y una enorme pasión: la alta cocina, algo que lo diferencía de su hermano Emile y su padre Django, que lo critican por tener ambiciones quizá demasiado humanas y contrastantes con su estilo de vida rústico. Cuando un accidente en la cocina lo obliga a separarse de su familia, Remy acaba en París – que es capturada de una manera formidable por el equipo de animadores- cerca de su gran ídolo, Auguste Gusteau. Una noche, Remy se mete a la cocina de su restaurante y adereza un caldero. El resultado es una sopa que enloquece de placer a los comensales y hace que el mezquino Chef Skinner (obvia referencia al psicólogo) crea que el responsible es Linguini, un muchacho tartamudo que es pinche (literalmente) en sus dominios.
Así surge la complicidad entre ambos personajes, siguiendo el patron de otro clásico de la literatura gala: Cyrano de Bergerac.
Esto es el principio de una película que mantiene el interés apoyándose en algunas subtramas, como el romance incipiente entre Linguini y Colette, una joven de carácter fuerte y la búsqueda por impresionar favorablemente a Antón Ego, un voraz crítico gastronómico que podría ser su peor enemigo o su puerta al éxito.
El tema aquí es cómo superarse ante situaciones adversas y no claudicar ante la mediocridad, no conformarse para perseguir lo que se sueña. A diferencia de Cars, que buscaba transmitir su “mensaje” de una manera muy poco sutil, aquí Bird hace uso del humor y de situaciones mucho más realistas para contar su historia. El diseño de los personajes es impresionante: aunque evidentemente son “caricaturas”, se ha cuidado tanto cada detalle, que podría decirse que son auténticas en el mundo que representan en la pantalla.
A lo largo de ocho largometrajes, todos con una calidad consistente que ha resultado en la tirria y desesperación de sus competidores, Pixar ha logrado establecer un prestigio a toda prueba y Ratatouille lo demuestra. ¿Quién querría ver una película sobre una rata que sueña con ser un gran chef? Aquí se toma lo poco probable para establecer un ritmo impecable, una sátira a la par entretenida y mordaz, un mensaje positivo pero no torpe y como resultado, aparece una de las mejores películas del año… y no solamente en el renglón de cine de animación.
Ratatouille
Dirige: Brad Bird
Estados Unidos, 2007