27 ene 2009

Santa Muerte, La , film de Paco del Toro

Paxton Hernández

El cine de terror panfletario


En La Santa Muerte (México, 2007), largo 3 pero primer eternometraje del evangelizador maestro del humor involuntario Paco del Toro (la antiabortiva Punto y aparte 02, la antidivorcio Cicatrices 05), la Huesuda por todos tan socorrida prueba ser bastante corajuda.







La sobreprotectora madre neurótica Rubí (Karla Álvarez) se encuentra desesperada porque a su hijita Perla (Ana Sofía Camacho) le han detectado un cáncer terminal por lo que yendo en contra de su esposo Pablo (Harry Geithner) es aconsejada para que se inicie en la adoración de la Santa Muerte (aka La Niña Blanca aka la Catrina) con resultados inmediatos en la sanación de su pequeña. El bonachón gordito desempleado Gustavo (Julio Casado) se encuentra desesperado porque su interesada noviecita cazafortunas Cecilia (Wendy Braga) ya ni lo pela por su condición económica, por lo que es aconsejado a que también le rece a la Huesuda con resultados inmediatos en su status socioeconómico. Y por último, la abnegada esposa Elena (Eva Prado) sospecha que su marido Mauricio (Ramiro Huerta) le pone el cuerno a gusto con su gustosa amiga nalgapronta Raquel (Amaranta Ruíz), mas lo que no sospecha es que todo es culpa de la Catrina a la que Raquel también rezó, por supuesto, con resultados inmediatos en el plano sexual.



El cine de terror panfletario es un filme de horror absolutamente subjetivo y psicológico, una proyección pesadillesca, meramente personal, porque el miedo sólo reside en la cabeza del sermoneador Del Toro, espantado del Diablo que se esconde detrás de la figura de la Huesuda que cada vez que es invocada lanza un vientito dizque aterrador.

El cine de terror panfletario es la primera película en nuestra historia en atacar frontalmente y en la cabeza a un culto protegido efectivamente por la Constitución de los Estados Unidos Mexicanos, tornándose en un afrenta a la libertad religiosa.

El cine de terror panfletario fracasa rotundamente como filme de género porque en el relato nunca se presentan acciones macabras, mórbidas, siniestras, perversas, violentas, crudas, crueles, vomitivas, sangrientas o nauseabundas, sin siquiera hacer el esfuerzo de establecer una atmósfera de desolación y perdición, tirando a la basura la ahora sí formidable fotografía de Alberto Lee.

El cine de terror panfletario entrelaza 3 melodramas que nada tienen que ver entre sí, según el mamila modelo ultraesquemático de las historias que chocan a huevo que Guillermo Arriaga ha enseñado a la mayor parte de los guionistas mexicanos, teniendo como único punto de conexión entre los 3 relatos la devoción a la Catrina que parece sacar a todos de su estado de desesperación.

El cine de terror panfletario tiene sus escasos mejores momentos en la gloria de la comedia involuntaria, es decir, cuando se entrega a desplantes de histeria, cortesía de su elenco casi todo de extracción televisiva, cuando se ven los efectos que tienen las plegarias a la Huesuda de manera automática, en segundos, y cuando los protagonistas son sermoneados efusivamente para que regresen al rebaño respondiendo con diálogos de risa loca ("Uy, ¿de plano?").

Y a pesar de todo, el cine de terror panfletario documenta con cuidado y buen detalle los ritos y costumbres de los practicantes de esta fe, al mismo tiempo que elabora una metáfora en torno a la Desesperación del mexicano ante el Desastre, individual, familiar o nacional, de cara al vacío en el que ni siquiera ya la centenaria Virgen de Guadalupe parece redentora.



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