En El sótano (Captivity, EUA-Rusia, 2007), vertiginoso largo 8 del británico Roland Joffé (Los gritos del silencio 84 La misión 86), tras una racha de churrazos (La letra escarlata 95, Goodbye Lover 98, Vatel 00), la súper modelo Jennifer Tree (Elisha Cuthbert) es secuestrada y puesta en reclusión por un Desconocido, junto con el ambiguo Gary (Daniel Gillies sensacional), para enfrentar torturas casi exclusivamente psicológicas, encamarse apanicados y desafíar la autoridad del Captor, sólo para poner sus vidas en riesgos mayores.
La claustrofobia psicópata es la más brutal y enfermiza culminación hoy posible del perturbadísimo y repudiado subgénero llamado torture horror, siempre en mazmorras y siempre en oscuridad, acaso el único medio para el público mainstream estadunidense de lidiar catárticamente con los horrores de Bagram y Abu Ghraib en el corazón de la inhumanidad más desalmada.
La claustrofobia psicópata coquetea hábilmente con las trampas asesinas ultratecnificadas de El cubo (Natali, 97), el voyeurismo erotizado de Sliver (Noyce, 04) y las vueltas de tuerca truenacocos de la serie Saw (Wan-Lynn Bousman, 04-07), para concertar un juego macabrísimo en donde caben salvajadas de todo tipo, de manera sorprendente casi exclusivamente psicológicas: encierro en la oscuridad en el sótano, simulación de quema de ácido con TVpantalla profética, licuado energizante hecho con visceras frescas, escopetazo mortal al french poodle, remoción con pinzas de los dientes del compañero de celda, quizás para afrontar incoscientemente la máxima del criminal régimen Bush que dicta " la tortura no es tal si es psicológica".
Y la claustrofobia psicópata en su vuelta de tuerca perversa se dispara hacia los terrenos de la autoconsciente parodia delirante, dentro de un vigoroso serie de cine B, tan entretenido como bombástico e incorrecto, en el que la revanchista heroína se liberará de la pesadilla sólo para vagar por las calles tan aterradoramente solitarias como el sótano que la aprisionaba.
