A la deliciosa “Juno”, de Jason Reitman, le sucede exactamente lo mismo que a “Ben X”: que es intachable desde el punto de vista cinematográfico (e ideológico, incluso), pero que probablemente hubiera encontrado mejor acomodo entre las películas de “Enfants terribles”. Y no porque haya obligación moral por parte de los programadores de llenar la sección a concurso de películas devastadoras, complejas o técnicamente “originales” (válgame Dios, qué adjetivo), sino porque en ambas hay mucho donde roer para un bien motivado público adolescente, dentro y, sobre todo, fuera de la sala.
“Juno”, que en cuanto a su factura cuasi-telefílmica no tiene absolutamente nada que destacar (lo cual no tiene por qué no ser una virtud) es un puro recital de inteligencia femenina supuestamente púber con epicentro en una chica de clase media americana que queda embarazada en su primera experiencia después de “haberse vuelto sexualmente activa”, tal y como gustan de decir los eufemismos psicopedagógicos del momento en los USA. La deslumbrante Ellen Page -una especie de deliciosa segunda oportunidad para los devotos de Jennifer Connelly, aunque su belleza sea menos sobrenatural- lleva con un divertido desapego emocional su embarazo, del mismo modo que lo hacen sus comprensivos padres y, en general, su entorno. Lo único que el desarreglo hormonal parece acelerarle es su inteligencia natural y afilada lengua, animadas por los excelentes diálogos del guión firmado por Diablo Cody, que -no se engañen- es en realidad Diablesa, lo cual explica la óptica nítidamente femenina bajo la cual se enfoca la historia.
En ese brillo de los textos, que es lo mejor de la película, está, paradójicamente, también su principal talón de Aquiles, ya que la verosimilitud se resiente cuando a menudo resulta demasiado perceptible que una adolescente –salvo que deba ser inmediatamente fichada por David Letterman, como lo fue la guionista- no puede desplegar, en el fondo, una inteligencia que por muy desapegada que sea parece excesivamente madura para su edad. Es decir: que se ve demasiado a Diablo en miss Juno. Y a la fabricante de humor en serie, a ratos, aunque no quede más remedio que rendirse a su gracia.
El elemento dramático que la maternidad no suscita en el personaje de Juno lo ofrece, no obstante, la historia paralela centrada en la pareja de mega-pijos a la que decide dar en adopción el bebé, con una estupenda Jennifer Garner extrañamente alejada de cualquier tarea de espionaje militar, y apasionadamente centrada en la misión más complicada de ser madre sin poder serlo naturalmente.
Ignoro si hay que dar una lectura más profunda a “Juno” sobre el trasfondo de la Norteamérica cada vez más ultramontana en la que se desarrolla la historia. En España no pasaría de una brillante comedia de costumbres con su pimienta dramática. Aunque nuestros adolescentes fílmicos o telefílmicos no sean capaces de tantísimo don verbal. Quizá los programa electorales tengan que incluír para nuestros bachilleres una asignatura de Elocuencia Humorística o Analogías Pop como los que parecen impartirse en las “high-school” americanas, a la vista de “Juno”.