En la obra de la mancuerna de directores compuesta por Scottt McGehee y David Siegel (que incluye las cintas Suture y El precio del silencio, con Tilda Swinton) una constante es su inclinación por observar las dinámicas en la familia de clase media alta estadounidense como un organismo pletórico de secretos, algunos de ellos capaces de atraer su propia desgracia.
Siguiendo ahora una temática menos sombría que en sus filmes anteriores, mas no por ello menos intensa, abordan en Palabras Mágicas – mediante un guión de Naomi Foner Gyllenhaal basado en una novela de Myla Goldberg- las escenas de la gradual ruina y posible redención de una familia.
La cinta comienza con la pequeña Eliza Naumann (Flora Cross en un impresionante debut) que participa en un concurso de deletreo (lo que en Estados Unidos se llama spelling bee, de ahí su título original). Su desempeño pronto la lleva a continuar a otras competencias y sorprende a la familia, encabezada por su padre, Saul (Richard Gere) profesor de estudios judíos en la universidad de Berkeley y su madre, Miriam (Juliette Binoche, en una actuación conmovedora). Su hermano mayor, Aaron (Max Minghella) ve con alivio que su hermanita distraiga a su padre, dándole la oportunidad de, tras conocer a Chali (Kate Bosworth) quien practica la creencia Hare Krishna, cuestionarse si la religión de su familia es algo que le habla de verdad, o si otra religión – incluyendo la católica- es lo que necesita.
Saul se avoca por completo en ayudar a Eliza a escalar en competencias, al percatarse de su talento y se aparta de su esposa para enfocarse en la nena, a la que entrena con ejercicios que tienen más que ver con el espíritu de la palabra que con su forma y ella descubre – literalmente- una especie de magia en cada palabra, si cierra los ojos y se concentra.
Esto inclusive se manifiesta visualmente para el espectador (por ejemplo: cuando dice la palabra “dandelion” (diente de león), Eliza ve aparecer letras en forma de esa flor, que le indican cómo dar forma a la palabra), dándole un aura especial al filme. En tanto, Miriam comienza a resquebrajarse, sin apoyo por parte de su marido, y comienza a tener un colapso, consecuencia de una pérdida irreparable, y se halla sin palabras para expresarse, arrastrada hacia una espiral de actos inexplicables y peligrosos que podrían resultar en la destrucción de su familia.
Realizada con una elegancia característica de esta dupla y su cinefotógrafo habitual Giles Nuttgens, la cinta oscila entre momentos deslumbrantes – cuando Eliza entra en contacto con las palabras- y otros áridos, especialmente en lo que a Richard Gere concierne. Desde su gran triunfo en Gigoló Americano (Paul Schrader, 1980) el trabajo de este actor suele ser casi siempre inexpresivo y frío, aunque chispazos de emoción logran salvar sus interpretaciones.
En este caso, su personaje resulta vago y poco convincente, por lo que pierde muchísimo al compartir pantalla con la Binoche, quien transmite emociones crudas (algo que ya había hecho para Krysztof Kieslowski en la memorable Azul) y así consume al espectador con su trabajo.
El conflicto de estilos, sin embargo, no afecta el desarrollo del producto final. Palabras mágicas podría haber sido un melodrama ordinario con forzado final feliz. Sin embargo, trasciende la norma y se establece sólida, lograda y hermosamente realizada; muestra lo que subyace en la superficie, pero sin perder un vestigio de esperanza, como la que alberga en sí la pequeña, que es el corazón mismo de la trama.
Palabras mágicas/Bee Season
Con: Juliette Binoche, Richard Gere, Max Minghella, Kate Bosworth y Flora Cross
Guión: Naomi Foner Gyllenhaal sobre una novela de Myla Goldberg
Música: Peter Nashel. Dirigen: Scott McGehee y David Siegel