10 feb 2009

Pasión / Besieged, de Bernardo Bertolucci

Francisco Peña


Esta cinta es de Bernardo Bertolucci, el mismo recordado por producciones como El último emperador, Novecento y El último tango en París.

Besieged / Pasión, con pocos elementos y actores, es una excelente película que muestra la gran capacidad de este realizador italiano.

La historia, que se puede narrar en pocas líneas, cobra una gran riqueza con la puesta en escena, con el manejo artístico de la cámara, con los sobreentendidos con los que Bertolucci humaniza palpablemente a sus personajes mientras restringe la cantidad de diálogos.

Shandurai (Thandie Newton) estudia medicina y trabaja en un hospital de niños discapacitados en un país africano. En ese país hay una dictadura militar disfrazada de democracia. Su esposo, maestro de escuela, es apresado por las fuerzas militares y encarcelado en una prisión militar. Shandurai tiene que exiliarse.


Llega a Roma, Italia. Allí sigue con sus estudios y trabaja como sirvienta en la casa de un compisitor y pianista que vive en Piazza Spagna. El señor Kinsky es el único habitante y se sostiene con clases particulares de piano y goza de la herencia de una tía.

En la convivencia diaria cada quien da muestras de su cultura a través de la música, que permea toda la cinta: Kinsky toca a los clásicos, Shandurai oye sus ritmos africanos. El diálogo entre los personajes es parco y poco significativo pues casi no se ven; pero mantienen un contacto más intenso a través de la música y de un pequeño elevador que los conecta. Es la música el primer punto que atrae a Kinsky al ámbito de vida de Shandurai.

Mientras Shandurai es acosada por las pesadillas cuya raíz está en Africa, descubre la situación existencial de Kinsky, quien trata de romper el hielo. Shandurai recorre la casa mientras la limpia y conoce cada rincón, cada obra de arte que llena la casa.

Luego de observarla, Kinsky termina enamorado de Shandurai y por el mecanismo de elevador le ofrece un precioso anillo. Esto lleva a una escena explosiva. Shandurai rechaza el anillo mientras Kinsky le declara su amor apasionadamente, y que haría cualquier cosa por ella. En ese monento, muy exaltada, Shandurai le dice que es casada, que su marido está en prisión y que si tanto la quiere ¿por qué no lo saca de la prisión?

Kinsky se retrae en si mismo y no vuelve a insinuarse directamente en lo que queda de la película.

Pero Bertolucci ha demostrado a lo largo de toda su carrera cinematográfica que es un maestro en el arte de sugerir estados de animo, de narrar con imágenes y pocos diálogos, en enriquecer la psicología de sus personajes mientras su cámara interactúa con ellos en una observación participante de su existencia.

En ese sentido, fiel a su estilo, el trabajo de cámara es esencial para que el espectador goce de esta cinta. La cámara es una narradora activa que remarca u observa las conductas de los dos personajes principales. Los capta en su tiempo libre, en sus momentos de inactividad o de trabajo cotidiano.

Pero Bertolucci no busca equiparar los tiempos perdidos y comunes de la vida con el tiempo real. Sabe que la esencia del cine es el movimiento y, aunque aparentemente sucede poco en pantalla, su cámara danza alrededor de sus personajes y así, Bertolucci entrega momentos significativos de Kinsky y Shandurai. A partir de lo pequeño llega a la significación; desde el detalle observado construye una rica psicología. Y como siempre hay movimiento en pantalla, sea de los actores, de la cámara o la edición, el espectador jamás se aburre, sino que se interesa por lo que ocurre.

De estos pequeños mosaicos de la vida diaria Bertolucci extrae los cambios internos de sus personajes, presenta ante el espectador la fina modulación de sus sentimientos, de los cambios pequeños que se van acumulando hasta alterar abiertamente las conductas.

Observador participante y empático, Bertolucci crea en Pasión / Besieged, a dos de sus personajes más humanos que hayan ocupado su pantalla.

Kinsky desea saber más de la comunidad de exiliados africanos en Roma para entender a Shandurai, y termina en una iglesia católica donde se reúnen a celebrar misa enmedio de cánticos que surgen de su tradición y cultura. Allí, Kinsky escucha un sermón que cita la conocida frase evangélica: "Quien quiera salvar su vida, la perderá; quien la pierda, la salvará".

Por primera vez en el cine de Bertolucci, una frase religiosa es el detonante de la conducta positiva y amorosa de uno de sus personajes. Kinsky perderá todo lo que posee para salvar al esposo de Shandurai sin esperar nada a cambio, todo por el simple hecho de hacerle bien a la mujer, por amor. En el camino encontrará el amor respetuoso de Shandurai sin haberlo buscado directamente.

Con una economía narrativa que sorprende por su control, Bertolucci esparce los contados diálogos a través de su cinta, mientras que su cámara capta la relación casi inexistente entre ambos: se ven poco, interactúan en silencio o a través de la música y se observan desde lejos.

Pero esta danza mutua está llena de sobreentendidos que el director pone en pantalla. La presencia mutua en un mismo espacio los altera, los hace cambiar desde adentro. Dentro de los sobreentendidos que marcan la evolución de esta relación casi silenciosa, Shandurai observa el paulatino empobrecimiento de Kinsky, la desaparición de los cuadros, de las esculturas, la venta de libros… Conforme avanza el empobrecimiento de la casa llegan noticias de la paulatina liberación de Winston, el esposo de Shandurai

A diferencia del cine comercial hollywoodense, lleno de acciones físicas visibles, Bertolucci contiene a sus actores y los deja manifestarse por las miradas, por los movimientos corporales, por el sueño mismo.

Pero las enriquece con el manejo de la música… Las composiciones de Kinsky abandonan los patrones clásicos de un concertista conocedor y se llenan de jazz, de ritmos africanos, que afloran en su última obra. Shandurai siente el cambio y por primera vez le agrada y entiende la música que toca Kinsky: ya tienen algo en común que simboliza su mutuo acercamiento por etapas.

También el universo de Shandurai se contamina de Kinsky. Aparece en sus sueños, y en la maleta donde guarda sus recuerdos ya se mezclan los objetos relacionados con Kinsky junto con aquellos que la ligan con su vida africana.

Pero las diferencias aun existen, cosa que el director remarca con el regreso de la música de cada cultura dentro de la banda sonora.

En una de las escenas más reveladoras, Shandurai asiste anónima e involuntariamente al regateo callejero donde Kinsky vende su posesión más preciada: su piano de cola para los conciertos. Pero antes de deshacerse de él invita al estreno de su última composición: sólo están presentes nueve personas. Es la última ofrenda de amor pues, mientras toca, llega el telegrama que anuncia la liberación de Winston y su llegada a Roma.

Shandurai trata de escribir una y otra vez una carta de agradecimiento a Kinsky pero no encuentra las palabras adecuadas. Bertolucci mezcla esta escena con el festejo de Kinsky y el cura que lo ayudó por la liberación de Winston. Con un montaje paralelo, Kinsky confiesa que no fue concertista porque no era lo suficientemente bueno, mientras Shandurai llega a la única frase que puede decirle: "Estimado Señor Kinsky. Lo amo".

El final de la cinta es un acto de amor, de entrega entre ambos, que no necesariamente implica una traición de Shandurai a su esposo porque está motivado por el agradecimiento y el amor con otro matiz. No es el amor por un nuevo compañero sino la correspondencia igualitaria al acto de amor desinteresado de Kinsky.

Bertolucci, a través de la cámara, capta ese significado y lo entrega al espectador sin que medie una sola palabra entre Kinsky y Shandurai. Ambos están dormidos, desnudos, él con el brazo sobre los senos de ella, cuando el timbre suena por la llegada de Winston. El abre primero los ojos y voltea para verla despertar. Al volver a la conciencia, Shandurai retira con cuidado el brazo y se levanta a abrir… la cámara se queda fija sobre la zona vacía que ocupaba el cuerpo de Shandurai.


Termina con ello el momento y la vida seguirá su curso, pero el hecho queda allí, para enriquecer la memoria.

Bernardo Bertolucci muestra de nuevo que es un maestro del cine, uno de los narradores fílmicos más precisos y finos. Besieged / Pasión se suma al conjunto de su obra para mostrar como este director ha creado una galería de personajes inolvidables en la historia del cine, con un talento fílmico deslumbrante.

Se podría considerar a Besieged / Pasión una obra en tono menor, pero se descubre en ella la misma calidad, amor por el cine y maestría artística que es el sello indiscutible del cine de Bertolucci.

BESIEGED / PASIÓN. Director: Bernardo Bertolucci Guión: Bernardo Bertolucci, Clare Peploe Basada en un cuento de: James Lasdun Director de fotografía: Fabio Cianchetti Editor: Jacopo Música original: Alessio Vlad Arreglos y conducción: Stefano Arnaldi Diseño de producción: Gianni Silvestri Productor asociado: Clare Peploe Productor: Massimo Cortesi Productora: Fiction Films & Navert Film, en asociación con Mediaset. Año: 1998.



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