Miguel Cane
Por varios años, Lizzie (Emily Mortimer) se ha ocultado de su ex marido, yendo de un punto a otro de Escocia con su madre, Nell (Mary Riggans) y su pequeño hijo Frankie (el brillante Jack McElhone), que es sordo. Tras establecerse en el puerto de Glasgow, Lizzie comienza a trabajar en un restaurante e inscribe al niño en la escuela.
Un detalle importante en la relación de esta familia, es que Lizzie ha creado una fantasía para que el pequeño crea en la existencia de un padre que lo ama, que viaja permanentemente en un barco y le manda cartas que comienzan “Querido Frankie”. La abuela no aprueba del todo estas mentiras piadosas y cree que Lizzie debería revelar a Frankie la verdad acerca de su padre, un hombre violento; sin embargo, el niño, que prefiere escribir a hablar, en su inocencia adora al padre que le escribe, colecciona las estampillas de países alrededor del mundo y marca en un mapa la ruta del Accra, el barco en que presuntamente viaja su padre.
Uno de sus compañeros de escuela le muestra en el periódico que el barco está por atracar y Frankie le apuesta su colección de estampillas, asegurándole que irá con su padre a un partido de fútbol el fin de semana, aún si le intriga saber por qué su padre no avisó que llegaría. Cuando su madre se entera, decide buscar un hombre local “sin pasado, presente ni futuro” que pueda, por unos días, aparecer como el padre marinero; es así como conoce a un extraño (Gerard Butler, de El Fantasma de la Ópera) que accede – aunque al principio se muestra reacio- a hacerse pasar por el padre de Frankie, lo que llena de felicidad al chiquillo.
Sin embargo, todo se complica para Lizzie: no sólo siente atracción por el hombre del que no sabe ni el nombre, también recibe noticias del verdadero padre de Frankie, lo que suscitará un verdadero dilema, que la hará reevaluar su relación familiar y las posibilidades de una vida nueva.
Dirigida y fotografiada por la debutante Shona Auerbach, esta es una enternecedora historia, filmada sin concesiones, acerca de los lazos afectivos entre una madre y su hijo, que podría haber resultado una rutinaria cinta hollywoodense con personajes estereotipados y un happy end de fábrica, cosa que no es.
Aquí los sentimientos (el amor, la ternura, la ansiedad) son más genuinos y en el guión de Andrea Gibb, los personajes – especialmente el niño - adquieren una vida propia, sin rebajarse para manipular a los espectadores, como sucede habitualmente con otras cintas de este género.
En el reparto, la espléndida Emily Mortimer (esposa del actor Alessandro Nivola) brinda una hermosa interpretación, como una mujer que se ha endurecido a partir del miedo y la desesperación, pero que por amor a su hijo, es capaz de inventar un mundo y que, secretamente, desea dejar de escapar. Gerard Butler logra darle buena réplica y consigue dar una nueva dimensión a lo que en otras manos sería la consabida aparición del tipo rudo con un corazón de oro, que poco a poco baja la guardia ante el encanto del pequeño camarada– y esto lo hace mediante un lenguaje corporal que hace al espectador creerle que puede enamorarse de una familia disfuncional al cabo de pocos días, como algo simple y natural. Mención aparte amerita el joven McElhone, un niño silencioso y solitario que nos muestra al mundo visto a través de su inocencia, sin ser totalmente azucarado, sino auténtico.
Si bien no se trata de una cinta perfecta, es un esfuerzo sincero y sencillo, que tal vez no sea apreciado por un público acostumbrado a historias más espectaculares o convencionales. Sin embargo, es una oportunidad para asomarse al cine escocés, a otra manera de ver las cosas y narrar historias, que nos recuerda que, aún si a veces se olvida, no todo es Hollywood.
Querido Frankie/Dear Frankie, de Shona Auerbach
Con Emily Mortimer, Jack MacElhone, Gerard Butler y Mary Riggans
Dirige: Shona Auerbach. Distribuye: Buena Vista Internacional. (2004)