Zoe (Bárbara Mori) es una joven que tiene todo lo que, se supone, hace falta para ser feliz: una casa hermosa, dinero a manos llenas, un guardarropas espectacular y belleza clásica que la distingue. Sin embargo, tras casi diez años de matrimonio con Ignacio (Christian Meier) un hombre circunspecto, dedicado a las finanzas, se descubre cada día más asfixiada por la falta de comunicación con su cónyuge.
Esto la llevará, ociosa primero y después cada vez más intoxicada, a coquetear con su cuñado, Gonzalo (Manolo Cardona), un cínico artista gráfico que tiene sus propios motivos para resentir – de hecho, odiar- a su hermano mayor, por lo que acaban involucrados en un affair ardoroso que tendrá consecuencias, revelando secretos familiares que cambiarán las vidas de estos personajes quizá de un modo drástico e irreparable.
Basada en un best-seller de Jaime Bayly (enfant terrible de la letra peruana que goza de exhibir sin tapujos temas considerados “tabú”) esta cinta fue realizada en Santiago de Chile – aunque podría ocurrir en cualquier metrópoli latinoamericana-, con un elenco que incluye a Bruno Bichir como Boris, confidente de Zoe (en una interpretación controlada y no exenta de sentimiento), la venezolana Gabriela Espino y Angélica Aragón, quien pone su rúbrica con un trabajo espléndido y radiante de carisma en un rol de soporte como Cristina, la madre de los hermanos rivales, mujer de buenos sentimientos que no imagina la borrasca de deseos reprimidos a puertas cerradas.
El guión, del propio Bayly – que se dice decepcionado por los “compromisos” que en 1998 Francisco J. Lombardi tuvo que hacer al adaptar al cine su primera novela, la controvertida No se lo digas a nadie- borda a los personajes con plétora de matices, que ayuda a trascender lo banal, ofreciendo una corriente subversiva bajo el melodrama de un decadente matrimonio burgués en escabrosa crisis.
Al dar en definitiva el salto a la pantalla grande (luego de la malograda Inspiración), Bárbara Mori demuestra que además de tener hermosura indiscutible, posee – como dejó ver su trabajo en televisión, donde fue fenómeno de popularidad- la sustancia que le permitirá ser actriz de respeto, sin necesitar realmente la tan anticipada escena de desnudo – algo integral en la trama y manejado con elegancia por el director, Ricardo de Montreuil, que debuta en el largometraje con esta cinta-.
Por otra parte Manolo Cardona luce bastante en un papel difícil –un sujeto antipático a propósito- y mención aparte merece Christian Meier, que interpreta con valentía un papel espinoso; Ignacio es un hombre que se resquebraja lentamente, mantiene una escala de grises en su carácter que sirven para disimular sus múltiples secretos. Él es, a fin de cuentas, la verdadera alma atormentada de la cinta y su trabajo actoral (Meier no es extraño a la ouvre subida de tono de Bayly; fue coprotagnista y se robó cada una de sus escenas en No se lo digas…) resulta persuasivo más que frívolo: es imposible mantenerse indiferente ante todo lo que sucede en su persona, que se descubre gradualmente, aún para su propio horror.
Bien realizada y dinámica en su aspecto visual, La mujer de mi hermano encara un futuro incierto: si ésta fuera una producción hollywoodense ciertamente su taquilla estaría garantizada, pero dado que somos un público prejuicioso con el producto nacional y éste es un intento por hacer cine en habla hispana con temáticas que habitualmente éste no aborda, dependerá del interés y curiosidad del público, mismo que debe atraer y capturar, para obtenga el éxito deseado, algo que en definitiva merece.
La mujer de mi hermano
Con Bárbara Mori, Christian Meier, Manolo Cardona, Bruno Bichir, Gabriela Espino y Angélica Aragón.
Dirige: Ricardo de Montreuil
Distribuye: 20th Century Fox (2005)