Miguel Cane
Richard Donner es un cineasta sólido, que en su carrera ha logrado hacer algunas cintas emblemáticas y con seguimiento de culto a nivel popular – Superman (1978), La Profecía (1976), Ladyhawke: el Hechizo de Aquila y Los Goonies (ambas de 1985)- y sagas de éxito taquillero – Arma mortal, con Danny Glover, Mel Gibson y anexas- y éstas sirven para compensar lo oneroso de algunas de sus malas películas como son La Conspiración (1997, con Julia Roberts luciendo adecuadamente avergonzada) y Escape en el tiempo (2004, de la cual no vale la pena ni hablar) y el caso que hoy nos ocupa.
¿Cómo sucede que un director de cierta ralea y un actor que es (o bien, había sido) como sinónimo de cheque al portador – léase, Bruce Willis-, se ven involucrados en un quesque thriller cuyo trailer es más emocionante y atractivo que el producto terminado? El ejemplo se llama Muerte súbita – soso y genérico título aplicado por la distribuidora nacional ante el hecho de que poco sería el público atraído por algo que debería haberse titulado más apropiadamente 16 manzanas o ya de perdis 16 calles- y es casi como un caso de lo que no se debe hacer cuando se filma una película de acción, aún pese a ir protagonizada por el – ya bastante vetarro, aceptémoslo- héroe de Duro de matar.
Willis hace de Jack Mosley, policía veterano el personaje de un viejo policía, fanfarrón y alcohólico (lo que algunas "personas decentes" se apresurarían a calificar de gandalla), que en un repentino – e injustificado- ataque de honradez decide hacer lo correcto y salvar a un pillo de poca monta – el rapero Mos Def- de morir ejecutado por otros policías corruptos de Nueva York que quieren ajustarle cuentas antes de que suelte la sopa en un tribunal, mismo que se halla a 16 cuadras de la estación de policía; ergo, Mosley deberá escoltarlo y dadas las circunstancias, el trayecto entre un punto y otro se les hará a ambos (y de paso al espectador) eterno.
El mensaje muy poco sutil de la película (que sin duda haría las delicias de la gente a la que le encanta buscar esta clase de cosas en todo tipo de película, como para justificar que tiraron a la basura casi dos horas de sus vidas) es que la gente, si se lo propone, puede cambiar y dejar de ser mendaz y gandallona, para ser decente y honesta, aún en un mundo ahíto de corrupción.
Nada de malo tiene esta propuesta, muy por el contrario; lo chocante es que Donner y su guionista – Richard Wenk, que tiene a su nombre cintas mediocres y de a tiro malitas como la repelente Vamp (1986), que casi nadie recuerda, excepto los escasos fans de la tal Grace Jones y uno que otro aficionado al cinebasura - lo meten a la garganta del espectador aderezada con cuanto cliché hay a la mano y de paso, con embudo.
Por lo demás, la película carece de ritmo para lo que pretende ser; salvo una sola secuencia – el secuestro de un autobús, medio reminiscente de Speed-, no hay tensión suficiente, y las tomas de Manhattan a velocidad de vértigo, saben añejas, además de no funcionar narrativamente – sólo marean, pero nada aportan: la sensación de urgencia que se supone debe sustentar el anodino guión, no se hace aparente con ellas.
La verdad es que esta película no sabe qué quiere ser ni qué desea contar y mucho me temo que en algún punto del rodaje, tanto a Donner como a Willis, dejó de importarles, así que el resultado es éste. Mejor vayan a vivir con su ex y no quemen su dinero en este desperdicio. Pobre David Morse. Ojalá alguien le ofrezca un rol a su altura y digno de sus muchos merecimientos, pronto, ya que es lo único valioso en esta cosa ultra-estúpida y ultra-anacrónica.
Muerte súbita/16 Blocks.
Con Bruce Willis, Mod Def, Jenna Stern y David Morse
Dirigida por: Richard Donner
Estados Unidos 2006