Es evidente que Woody Allen ya no es lo que antes era. Sus dos últimas cintas – Hollywood Ending y Anything Else- pasaron con indiferencia para público y crítica que antes lo seguían con respeto y hasta le perdonaban algunos pecadillos de soberbia (Stardust Memories).
En su más reciente filme, Melinda y Melinda, intenta volver al estilo y sustancia de clásicos como Manhattan, Otra mujer, Annie Hall o la magistral Interiores y si bien no lo logra del todo, el resultado es muy superior a cualquier cosa que ha presentado desde Misterioso asesinato en Manhattan o Deconstructing Harry.
De hecho, podría decirse que, siguiendo la pauta de la que muchos consideran su mejor película, Crímenes y pecados, Allen presenta dos películas que contrapesan las caras opuestas de una misma naturaleza humana.
Todo comienza en un restaurante del West Side de Nueva York –su territorio sagrado, captado por la cámara del gran Vilmos Szigmond-, con dos personajes que hablan del carácter trágico y/o cómico de la vida: Uno, Sy (Wallace Shawn, famoso por Mi cena con André), escribe comedia y sostiene que necesitamos la risa para sobrevivir los embates del dolor. El otro, Max (Larry Pine), es un dramaturgo que afirma que la vida es absurda, ergo, trágica. Así, al presentarles uno de sus amigos una anécdota – alguien interrumpe una cena y trastorna los eventos en ella- anbos, a manera de Scherezadas, narran cómo cambia irreversiblemente la vida de Melinda (Radha Mitchell, Descubriendo el país de Nunca Jamás), desde sus respectivos puntos de vista: la risa y la angustia.
En la trama cómica, la sexy y cínica cineasta Susan (Amanda Peet) y su marido, el actor desempleado Hobie (Will Ferrell) son anfitriones de una cena para un multimillonario que podría ser un posible inversionista en un proyecto de ella, por lo tanto, lo desean impresionar. Su nueva vecina, Melinda, aparece de pronto tras ingerir una sobredosis de somníferos. Poco después, Hobie se descubre enamorado de ella, en tanto que Susan tiene un plan para presentarla con un dentista guapo y rico.
Obviamente, hay enredos y humor neurótico, típico del autor, con algo positivo y romántico que puede ocurrir entre ambos. En la trama trágica, el ególatra actor Lee (Jonny Lee Miller, Trainspotting), y su guapa esposa Laurel (Chloë Sevigny, en la clase de personaje que Diane Keaton solía hacer para Allen), ex-pobrecita niña rica de Park Avenue, ofrecen una cena para un director que él desea impresionar para que le de trabajo en una obra. Entonces irrumpe Melinda, íntima amiga de la infancia de ella.
Alcohólica, pastillófila y autodestructiva, ha pasado por una serie de sórdidas situaciones que culminaron con perder la custodia de sus hijos y una presunta estadía en una institución mental -- aunque podría ser algo peor-, y que por lo mismo, desea morirse. Laurel intenta ayudarla con la ayuda de otra amiga mutua, Cassie (Brooke Smith, a quien vimos metida en un pozo en El Silencio de los Inocentes), que está embarazada y es una socialite, que ofrece una cena para presentarla con ¡un dentista!... sin embargo, la cosa cambia al enamorarse Melinda de Ellis (el británico-nigeriano Chiwetel Ejiofor), pianista y compositor de óperas por el que Laurel también se siente atraída. Pronto es aparente que para esta Melinda, no habrá final feliz.
El mayor acierto de la cinta, más allá del estupendo guión, que plantea temas muy cercanos a nuestras conciencias: ¿cómo es que sobrevivimos a la tragedia? ¿Con humor? O éste es no una medicina sino una máscara... ¿cómo es que funciona el corazón humano?; es el trabajo de su elenco. Will Ferrell es el neurasténico alter ego del director, con buen timing para la comedia y sin temor al ridículo. Igualmente destaca la australiana Mitchell, con dos excelentes actuaciones: sensacional y vivaz en una historia, para transformarse luego en una mujer atormentada.
No obstante, quien se roba la cinta es la hermosa Chloë Sevigny, que manifiesta su madurez como intérprete con su papel de esposa chic-pero-frustrada, que se ve involucrada --al principio de manera involuntaria- en un tríangulo amoroso. Con gran aptitud, la Sevigny (sobresaliente en Los muchachos no lloran, Dogville y Last Days of Disco) encuentra el matiz idóneo para encarnar a Laurel y sus angustias y deseos, por lo que su trabajo es espléndido.
Si bien los tiempos de gloria de Woody Allen ya pasaron y posiblemente no recupere su antiguo estatus, hay algo innegable: estas historias paralelas comprenden una obra realizada con esmero por parte de uno de los más emblemáticos creadores del cinema moderno, que se deja apreciar, y muy bien, desde ambas orillas.
Melinda & Melinda
Con Rhada Mitchell, Chloë Sevigny, Will Ferrell, Amanda Peet, Josh Brolin, Steve Carell, Brooke Smith, Chiwetel Ejiofor y Jonny Lee Miller.
Dirige: Woody Allen. Distribuye: 20th Century Fox. (2004)