24 mar 2009

No te metas con Zohan / You Don't Mess with the Zohan, de Dennis Dugan

Paxton Hernández


Adam Sandler stars in Columbia Pictures' You Don't Mess With the Zohan




Es increíble. La madurez le está sentando bien al súper astro de la comedia hollywoodense Adam Sandler y tanto público como críticos high brow continuan despreciándolo a pesar de que cada vez realiza películas más complejas, con mayor refinación visual y conceptual. Sandler es prueba de que cuánto más extravagante sea el concepto, más logrado es el resultado. Si no, véase qué pasa cuando regresa a territorios de la comedia naturalista tipo Yo los declaro marido y Larry (Dugan, 07) una patética basura que jamás encuentra el tono adecuado para la comedia, y que se pierde al tratar de balancear su homofobia con lo políticamente correcto para no ofender a nadie. Qué asco.



Rob Schneider in Columbia Pictures' You Don't Mess With the Zohan



Caso aparte es el brillante ejercicio caprano con tintes del mejor Zemeckis Click (Coraci, 06) y sobre todo No te metas con Zohan (You Don't Mess with the Zohan, EUA, 2008) de su yesman Dennis Dugan (Happy Gilmore 96, Un papá genial 99), un explosivo cocktail fílmico que combina la comedia guarra habitual de Sandler, romance, descerebrado cine de acción ultraespectacular jalado de los pelos y ¡sátira política de avanzada! tipo el cortometraje de Ari Sandal West Bank Story.

Toda proporción guardada No te metas con Zohan es El gran dictador (Chaplin, 38) de Sandler. Una visión muy personal del milenario conflicto palestino- israelí en los tiempos de la irremediable paranoia pos 9/11.

Zohan (Adam Sandler) es un súper agente del Mosad casi súper hombre que hastiado de que el conflicto en Medio Oriente no parezca tener fin, decide fingir su muerte en una pelea con el terrorista palestino el Fantasma (John Turturro), para así escapar a Estados Unidos, a la Gran Manzana para ser exactos. La intención de Zohan es cambiar las armas por la secadora y las tijeras: volverse un estilista profesional, incluso llegando a trabajar en el afamado salón de Paul Mitchell.

Las cosas no suceden como Zohan lo planea y debe conformarse con trabajar sin sueldo (por un tiempo) en una estética de medio pelo en Lower Manhattan, curiosamente con dueña palestina. Es ahí donde Sandler acomete un descabellado e hilarante homenaje al Shampoo (1975) de Hal Ashby, con las clientas saliendo totalmente satisfechas del salón de belleza. Satisfechas en más de un sentido.

Se trata de una comedia sin un momento de reposo, lo que quizás permita pasar por alto (por lo menos en la primera vista) sus múltiples defectos. Una inventiva cómica-visual, cuál avalancha incontrolable y a ritmo de mil por minuto, de gags sucesivos e histéricos. Un timing hiperactivo, arrasante, por completo logrado. Pero a diferencia de otras comedias de Sandler no se trata de una serie de sketches deshilvanados o metidos con calzador a la trama, todo está integrado dentro del bien calibrado arco narrativo. De igual manera los cameos de cuates de Sander y de personajes legendarios (entre los que se incluye a ¡Sid Ganis!) se sienten mejor planeados, dándole el peso y tiempo adecuado a cada personaje secundario.

Es asombroso cómo la película desmonta o revierte contra sí mismos los estereotipos de árabes y judíos en los que se encuentra inmersa la psique estadunidense después del 11 de septiembre, y muestra más sensibilidad cultural que las ingenuidades geopolíticas de basuras como Babel (Gónzalez Iñárritu, 06) o Crimen sin perdón (Kreuzpaintner, 07).

Una comedia optimista (quizás demasiado para un cínico como lo es quién esto escribe), vivaz, acidona, a favor de la tolerancia en estos tiempos de odios fundamentalistas más que nunca sin sentido. Sandler, quién lo dijera, se ha convertido en el primer valiente dentro Hollywood en dirigirse con lucidez al tema de manera frontal, sin recato, y salir avante. Enhorabuena.





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