Es realmente notable que un documental tenga éxito. Casi nunca sucede, a menos que trate acerca de un tema sensacional o controversial (el caso de Michael Moore es referencia más bien obvia al respecto). Por lo mismo, el que esta cinta, estrenada sin mucho interés en cuatro salas de Estados en junio de 2005 llegara a recaudar una taquilla de 77 millones de dólares, solo en E.U., sin contar con el renombre adquirido por sus exhibiciones alrededor del mundo, es una verdadera sorpresa, más aún si se toma en cuenta de que se trata de una mirada sin artificios a la lucha por sobrevivir de una especie animal y que a lo largo de los ochenta minutos que dura, nunca aparece un ser humano.
Aquí, lo que atrapa al el espectador y le impide despegar los ojos de la pantalla, es la historia de la batalla de los Pingüinos Emperador por salvar la vida de sus polluelos, en un marco de absoluta realidad, sin ninguna clase de adorno ni efecto especial, ni un happy ending impuesto por los focus groups: esto que vemos es la vida tal cual.
Cuando inicia el otoño, los pingüinos inician su peregrinar hacia los hielos, donde todos nacen, para repetir el ciclo de la reproducción. Cada pareja se elige y aparea. Pronto, vemos cómo cuando la hembra pone su huevo, el macho se encarga de empollarlo para protegerlo de las inclemencias, ya que si el huevo llega a quebrarse o recibir el embate del viento helado, el embrión morirá. Mientras los machos fungen como centinelas de sus hijos nonatos, las hembras se aventuran a buscar alimento, en medio del más crudo invierno, y caminan por meses hasta hallar el mar, que se ha convertido en hielo en buena parte, por lo que encontrar alimento es muy difícil; no obstante ninguna vacila en su esfuerzo, ya que del éxito de esta búsqueda depende la supervivencia de la cría.
Los machos permanecen, mientras tanto, a la espera, de pie, casi sin moverse, agolpados entre todos para que las tormentas de nieve no afecten a los huevos, en total oscuridad, sin comer ni beber por días enteros, y son ellos los que reciben a los pequeños cuando nacen y los que les dan el primer alimento, con lo último que les queda de las fuerzas, mientras cuentan los minutos para que sus madres aparezcan y salven a todos.
Este conmovedor y fascinante relato, engañosamente simple en su estructura y realización, fue filmado por un grupo de cineastas franceses, encabezados por Luc Jacquet, trabajando bajo las peores condiciones climáticas posibles, apoyados por la National Geographic, durante 14 meses, muestra una insólita belleza en medio de la aridez del hielo, narrándonos una hermosa historia de amor que se ve enmarcada en el mensaje de cómo unida lucha una comunidad en la todos se cuidan entre sí.
Muchas veces, no es necesaria una trama pletórica de violentas sorpresas o una lluvia de efectos especiales, para captar los sentidos del espectador, sus emociones y atención, llevándolo de la mano por una experiencia única. Éste es el caso, en que todos son de algún modo testigos de lo que ocurre; el milagro de la vida, algo que contagia de esperanza, al terminar la función.
La Marcha de los Pingüinos/La Marche de L’Empereur
Dirigida por Luc Jacquet.
Distribuye: Artecinema (Francia, 2005)