Miguel Cane
La eutanasia como tema principal de una película, inmediatamente es referencial a un mundo de tristeza, desolación, a un desenlace amargo.
En el caso de la más reciente cinta del llamado “niño prodigio” (aunque ya es un hombre) del cinema español, Alejandro Amenábar, es la excepción. Al comenzar, se sabe de antemano que acabará en lágrimas, pero lo sorprendente y maravilloso de la cinta es que logra trascender esta carga para representar de un modo casi luminoso, la vida de un hombre que por azares del destino podía haber quedado condenado a muerte, y sin embargo, mantuvo un extraordinario y fecundo universo interior.
En 1968, a los 24 años de edad, Ramón Sampedro había dado tres vueltas al mundo, como marinero. Era un muchacho jovial y con futuro, o al menos uno se lo imagina de éste modo, aunque no lo conocemos así. Una mañana, se tiró un clavado al mar de Galicia que conoció toda su vida, pero un error de cálculo y un posterior rescate desesperado le rompieron vértebras, dejándolo cuadrapléjico de por vida.
Convertido a una cabeza clavada a un cuerpo, Ramón se dedicó en los 28 años subsecuentes, a dos tareas de manera casi religiosa e incansable: escribir cartas y poesía, reflexiones y anécdotas, al mismo tiempo que iniciaba una cruzada para poder acabar legalmente con su vida.
Enfrentándose a una sociedad mayormente opositora – que incluye a su padre y hermano-, el hombre no cejó nunca en su afán, haciendo gravitar en torno suyo las vidas de dos mujeres que lo aman: Julia, una abogada especializada en estas situaciones, cuyo cuerpo también está minado por una enfermedad degenerativa y Rosa, una joven de la localidad, madre soltera y de poca educación, pero con gran alegría de vivir.
El amor de ambas mujeres llega a la existencia de Sampedro como una sorpresa, y ambas jugarán papeles muy importantes en la trama, siendo una la pasión y la otra la alegría, llevándola hacia el inexorable desenlace.
Esta película, una de las más conmovedoras y espléndidas en muchos años, es esencialmente una colaboración total de actor y director. Amenábar explora en Bardem todas sus capacidades como intérprete y también como ser humano. El maquillaje es un elemento clave, sí, pero es Bardem quien – prácticamente desde una cama- se va hasta lo más profundo de sus emociones, para lograr una transformación honesta y sensible, pocas veces creada por un actor para un director, que además, es el responsable de la hermosa música de fondo, inspirada en toda la tradición musical de esta región española.
A manera de cómplice, Javier Aguirresarobe (cinefotógrafo fetiche de Amenábar y responsable de la imagen tan particular de filmes como Abre los ojos y la formidable Los Otros) consigue imágenes en movimiento que arrastran literalmente al espectador por los cielos, convirtiéndonos en testigos del proceso de Sampedro para acceder a su derecho de morir.
Esta es una película llena de esperanza, de amor, de gozos y sombras, que nos enseña una importante lección sobre el respeto, y al final, a sonreír entre las lágrimas.
Mar Adentro
Con: Javier Bardem, Belén Rueda, Lola Dueñas, Mabel Rivera, Clara Segura y Tamar Novas.
Dirigida por Alejandro Amenábar. Distribuye 20th Century Fox (2004)