En Hollywood, casi todo vestigio de originalidad ha salido por la ventana y lo de hoy – de hecho, hace bastante es “lo de hoy”- es el remake. Este puede caer en tres distintas categorías: ignominioso y horrendo del tipo ¿cómo-se-atrevieron?, como Psicosis, La Masacre de Texas, The Stepford Wives o El Planeta de los Simios. Otros son los “in”: indiferentes, innecesarios e insípidos como Sabrina, El quinteto de la muerte o Solaris, y luego están los que se las arreglan para resultar interesantes pese a la sombra del clásico original – son pocas, como El embajador del miedo, Dragón Rojo, o el caso que hoy nos ocupa, Masacre en la cárcel 13, que de hecho tiene la rara distinción de ser remake de lo que a su manera ya fue un remake: es nochevieja en Detroit y durante una nevada, el gángster y asesino Marion Bishop (Laurence Fishburne) es transportado a prisión. Al bloquearse los caminos, la policía decide llevar su carga de asesinos y delincuentes (que incluye al rapero Ja Rule y un casi irreconocible John Leguizamo), a una estación de policía en lo que cede la tormenta.
Ahí, el sargento Jake Roenick (Ethan Hawke), encara los hechos de haber fracasado como policía y el que su delegación será cerrada definitivamente. Los pocos oficiales que quedan después de una desastrosa misión y el personal de oficina (entre ellos Gabriel Byrne, Brian Dennehy, Drea DeMatteo y la sexy Maria Bello como una psiquiatra), no están preparados para hacerse cargo de remesa semejante y se hallan en peligro mortal cuando una falange de desconocidos armados rodea el edificio y exige la cabeza de Bishop. Obligados a aliarse para sobrevivir, policías y criminales se arman con lo que pueden, enfrentándose a un destino incierto y brutalmente violento.
La primera versión de esta historia, es el muy efectivo Western Río Bravo, de Howard Hawks (1959) que en 1976 se convirtió en Asalto a la crujía 13, de John Carpenter, misma que se volvió objeto de culto y lo llevaría a consagrarse con la memorable Halloween.
Aquí se recurre a un replanteamiento de la misma anécdota general, pero el director amplifica la violencia estilizada de Carpenter para lograr una dimensión propia de angustia que transmite al espectador, con la misma crudeza que el original, pero sin olvidar que es un filme contemporáneo. Es así que la cinta, dirigida por el francés Jean-François Richet (director de la cruda y notable État des lieux, filmada en 1995) consigue elevarse de la mera categoría de “refrito a la orden”, para explorar nuevos niveles de tensión en un escenario claustrofóbico. La película es para adultos y esto hay que subrayarlo desde el principio: los chavitos que buscan la “buena onda” de Bruce Willis o The Rock no la van a encontrar aquí.
Toda vez que la película comienza y toma su ritmo, no suelta hasta el impactante desenlace: en esta contingencia no hay “buenos” ni “malos”, sólo gente desesperada que, al verse atrapada, hará lo que sea para sobrevivir. Cualquiera puede ser asesinado en cualquier momento y el espectador no puede despegar los ojos de la pantalla. El mérito de esta cinta es ese precisamente: se atreve a ser congruente con la historia y no hace concesiones; esto se refleja en su regular – más bien pobre- efecto en taquilla en los EU.
A los teenagers que rigen al marketing Hollywoodense parece que de plano no les gustó porque no hay chistes idiotas y sí una ferocidad que induce la ansiedad del espectador, algo que la distingue en un panorama asfixiante de productos genéricos como son, casi por antonomasia, los remakes nuestros de cada día.
Masacre en la cárcel 13/Assault on Precinct 13 (2004)
Con: Ethan Hawke, Laurence Fishburne, Maria Bello, Drea DeMatteo, Brian Dennehy, John Leguizamo y Gabriel Byrne.
Dirige: Jean-François Richet. Distribuye: United International Pictures.