Miguel Cane
Dirigido con estilo por Dominik Moll, el responsable de la aguda y siniestra Un amigo como Harry, este filme oscila entre realidad y fantasía, entre lo racional y lo surrealista, dejando al desnudo el horripilante y violento lado oscuro que el ser humano “civilizado” ha hecho un arte de ocultar.
Aquí Laurent Lucas y Charlotte Gainsbourg interpretan a Alain y Benédicte Getty, pareja de recién casados con poco de haberse establecido en un plácido suburbio residencial de clase media alta al sur de Francia. Él es ingeniero, especializado en diseñar sistemas de seguridad y vigilancia, y ella, dulce y sensible, es ama de casa. Su existencia es armoniosa, como todos los jóvenes matrimonios al aventurarse al territorio del “felices para siempre”. En este caso, no hay presiones económicas y Alain tiene un estupendo trabajo.
El aspecto idílico comienza a cuartearse rápidamente cuando él invita a cenar a casa a su jefe, Richard Pollock (André Dussollier) y la esposa de éste, la chic-pero-perturbada Alice (Charlotte Rampling), quien tiene un guardarropas espectacular y usa lentes oscuros todo el tiempo, aún en interiores.
Ella no puede (¿o será que no le da la gana?) controlar sus frecuentes impulsos hostiles, por lo que antes que uno pueda decir “que aproveche”, la cena se convierte en auténtica masacre y sin que la mortificada Benédicte pueda siquiera servir el plato principal, el matrimonio mayor sale, dejando tras de sí una evidente aura de rencor.
Ella no puede (¿o será que no le da la gana?) controlar sus frecuentes impulsos hostiles, por lo que antes que uno pueda decir “que aproveche”, la cena se convierte en auténtica masacre y sin que la mortificada Benédicte pueda siquiera servir el plato principal, el matrimonio mayor sale, dejando tras de sí una evidente aura de rencor.
Acto seguido, Alain se ocupa de un problemilla doméstico que se torna en misterio: el fregadero de la cocina tiene la tubería obstruida por lo que resulta ser, inexplicablemente, un lemming, especie de roedor natural de los países escandinavos, famoso por suicidarse en masa tirándose al mar. Será sólo una cuestión de horas para que Alice Pollock reaparezca ante el joven matrimonio y su hermoso mundo perfecto se transmute en un infierno de deseos oscuros y reprimidos, de usurpaciones y venganzas, trastocándose en una ominosa y casi palpable atmósfera de ansiedad.
Con notables guiños a la obra de Polanski, Bergman y Kubrick – algo que extrañamente no pesa en la cinta, sino que le da un estilo particular- ésta es una historia (escrita por Giles Marchand y el propio director) que se resiste a ser clasificada con etiquetas de género; es por turnos asfixiante, enternecedora, brutal, sofisticada y siempre sorprendente.
Con notables guiños a la obra de Polanski, Bergman y Kubrick – algo que extrañamente no pesa en la cinta, sino que le da un estilo particular- ésta es una historia (escrita por Giles Marchand y el propio director) que se resiste a ser clasificada con etiquetas de género; es por turnos asfixiante, enternecedora, brutal, sofisticada y siempre sorprendente.
El impecable trabajo del cinefotógrafo Jean-Marc Fabre ayuda a establecer un espacio luminoso donde hay rastros de una oscuridad inminente que se va filtrando hasta envolverlo todo, metafórica y literalmente.
El elenco principal hace un trabajo memorable, en la encarnación de dos aspectos de la institución matrimonial: una plena de esperanza y la otra siniestra, consumida por odios. Además, es claro desde un principio que, casi en su totalidad, la cinta pertenece a sus protagonistas femeninas, que se adentran en este laberinto tenebroso con paso seguro, distinción y valentía; así vemos, como es su estilo habitual, a la legendaria Charlotte Rampling hacer alarde elegante de su encanto amenazador y gracia salvaje (algo que ha cultivado desde Portero de noche, pasando por la excepcional Bajo la arena), donde la casi virginal Charlotte Gainsbourg lleva a su personaje por un viaje extraño e irreversible hasta una conclusión espeluznante: al final, ninguno de los personajes será como al principio y esto, en manos de un director talentoso como Moll, es un auténtico logro… aún si Lemming no es una película fácil de comprender, o de explicar, si bien una vez vista, es un recuerdo inquietante e imborrable.