Patricia Farías
El pasado domingo 17 de mayo a los uruguayos se nos fue Mario Benedetti. Debería decir a todos, no sólo a los uruguayos, pero sucede que para mi generación Benedetti fue alguien que siempre estuvo: uno creció con él, soñó con sus poemas, pensó con sus textos. Se nos fue Benedetti, y los uruguayos nos quedamos un poco más solos; como nos hubiéramos quedado sin voz.
En ocasión de su muerte, hablando con una amiga de México, le decía que él era capaz de usar en su poesía palabras nuestras de todos los días: tal vez esa era su fuerza, usar lenguaje tan sencillo, y transformarlo en algo único. Demostró que la poesía no necesita de palabras complicadas para conmover, por hablar sólo de un aspecto de su trabajo. Leerlo era como escucharnos hablar. Casi todos tenemos algún momento importante acompañado por sus palabras, o una canción que nos gusta, incluso sin saber que el texto era suyo. A uno, un primer amor le regala “Táctica y estrategia”; para otro, su último amor le robaba palabras al maestro para saludarlo; un amigo te nombra un poema que conocías y que debería haber sido tu bandera, pero inexplicablemente habías pasado por alto… Y así para tanta gente.
Entre nosotros conoció el reconocimiento en vida, más allá de las ceremonias (había una pendiente justo antes de su fallecimiento), de parte de sus compatriotas quienes más de una vez lo paraban en la calle para decirle cuánto habían significado sus obras, estos compatriotas siempre tan parcos a la hora de reconocer los méritos de nuestros artistas. Ahora la Fundación Mario Benedetti será la que haga perdurar ese legado en los más jóvenes, y en los que vengan después.
En lo personal prefiero recordar su cara de hombre bueno, su sonrisa que desde las fotos entibiaba el alma como lo hacían sus palabras. Sin ser habitualmente lectora de poesía, la excepción fueron justamente las de Benedetti, que siempre me tocaban alguna fibra íntima. Se nos fue Benedetti, y con él a muchos de nosotros, una parte de nuestra vida. Nos quedan sus palabras, y el saber que una vida larga y bien vivida no debe ser llorada cuando se termina, debe celebrarse. Está con nosotros. Acá quedamos, los uruguayos, seguramente un poco más solos, como si hubiéramos perdido a alguien cercano; y tal vez de algún modo así es. Gracias por todo, Mario.
El pasado domingo 17 de mayo a los uruguayos se nos fue Mario Benedetti. Debería decir a todos, no sólo a los uruguayos, pero sucede que para mi generación Benedetti fue alguien que siempre estuvo: uno creció con él, soñó con sus poemas, pensó con sus textos. Se nos fue Benedetti, y los uruguayos nos quedamos un poco más solos; como nos hubiéramos quedado sin voz.
En ocasión de su muerte, hablando con una amiga de México, le decía que él era capaz de usar en su poesía palabras nuestras de todos los días: tal vez esa era su fuerza, usar lenguaje tan sencillo, y transformarlo en algo único. Demostró que la poesía no necesita de palabras complicadas para conmover, por hablar sólo de un aspecto de su trabajo. Leerlo era como escucharnos hablar. Casi todos tenemos algún momento importante acompañado por sus palabras, o una canción que nos gusta, incluso sin saber que el texto era suyo. A uno, un primer amor le regala “Táctica y estrategia”; para otro, su último amor le robaba palabras al maestro para saludarlo; un amigo te nombra un poema que conocías y que debería haber sido tu bandera, pero inexplicablemente habías pasado por alto… Y así para tanta gente.
Entre nosotros conoció el reconocimiento en vida, más allá de las ceremonias (había una pendiente justo antes de su fallecimiento), de parte de sus compatriotas quienes más de una vez lo paraban en la calle para decirle cuánto habían significado sus obras, estos compatriotas siempre tan parcos a la hora de reconocer los méritos de nuestros artistas. Ahora la Fundación Mario Benedetti será la que haga perdurar ese legado en los más jóvenes, y en los que vengan después.
En lo personal prefiero recordar su cara de hombre bueno, su sonrisa que desde las fotos entibiaba el alma como lo hacían sus palabras. Sin ser habitualmente lectora de poesía, la excepción fueron justamente las de Benedetti, que siempre me tocaban alguna fibra íntima. Se nos fue Benedetti, y con él a muchos de nosotros, una parte de nuestra vida. Nos quedan sus palabras, y el saber que una vida larga y bien vivida no debe ser llorada cuando se termina, debe celebrarse. Está con nosotros. Acá quedamos, los uruguayos, seguramente un poco más solos, como si hubiéramos perdido a alguien cercano; y tal vez de algún modo así es. Gracias por todo, Mario.