Estamos todos en la Isla
Miguel Cane
Descubierta y bautizada como La Evangelista por Colón en 1494, durante su segundo viaje al nuevo mundo, Isla de Pinos es la segunda en extensión del archipiélago cubano, con una extensión territorial de más de 3,000 km2. Desde 1978 se le conoce como Isla de la Juventud, debido a los miles de jóvenes de distintas partes del mundo y de varias provincias de Cuba que estudiaban en escuelas en el campo y trabajaban en las plantaciones de cítricos, en un proyecto auspiciado por el régimen aún vigente en la nación caribeña.
Hoy, las cosas son muy distintas, y es un documental mexicano el que hace una mirada revisionista a lo que fue de aquellos jóvenes que llegaron a este paraje, al paso del tiempo. Algunos sueños se hicieron realidad, otros no, pero una cosa es cierta: en la isla, el tiempo no se ha detenido del todo.
Cuidándose de no caer en la tentación de la sutil propaganda, Ana Laura Calderón (cineasta mexicana, egresada del Instituto Superior de Arte y de la Escuela Internacional de Cine y TV de San Antonio de los Baños, en Cuba, donde se especializó en montaje cinematográfico) se aproxima a los habitantes de la isla y habla con ellos, les pregunta por sus ilusiones – algunos cumplidas, otras destrozadas-, por sus vidas, y ellos le contestan con la candidez y honestidad que permite un atisbo a vidas que podrían permanecer anónimas, y sin embargo consiguen tocarnos.
Tras una ardua producción, que tomó más de cinco años, este documental por fin consigue llegar a la pantalla tras una gira por los circuitos festivaleros, aunque sea relegado a las restricciones del cada vez más ‘esbelto’ renglón del ‘cine de arte’ en esta ciudad, injustamente opacado por los grandes estrenos transnacionales del verano.
La propuesta hoy de esta columna es que los espectadores interesados no sólo en historias de interés humano, sino en auténticas escenas de vida – algo que el cine de ficción no consigue del todo, pese a los más brillantes intentos; la razón de ser del documental, un género que malamente es ignorado por las grandes mayorías bajo la errónea impresión de ser ‘aburrido’-, busquen en la cartelera (como la ofrecida por Milenio diario) las funciones y salas en que se halla disponible este filme y acudan a verlo sin ninguna clase de expectativa: con los ojos bien abiertos, para formarse su propio criterio, asomarse a las historias de hombres y mujeres que llegaron a este lugar en la plenitud de su vida y ahora encaran la vejez no sin temor, mas con la experiencia que brinda la soledad y el tiempo, algo que sin duda hace sentir al espectador que invierte su tiempo y atención en este viaje, satisfecho y honrado de participar, aunque sea sólo un poco y de manera pasiva, en las vidas de otros que nunca hubiera imaginado, todo mediante la magia del documental como vaso comunicante, más allá de las convenciones que lo han ceñido, revelando así no sólo la evidente promesa de su creadora, a la que sin duda esperan proyectos aún más grandes y ambiciosos, también es una historia conmovedora y memorable, y sobre todo, completamente real.
La Isla de la juventud
Con Rafael Carballosa, Juan Colina, Magali Cruz, Araceli Silva, Ramón Godefoy y Carolyn Woods.
Dirige: Ana Laura CalderónMéxico, 2007.