4 jun 2009

Spider-Man: Down these mean streets, de Keith R. A. DeCandido

Jacobo Bautista


Estos libracos del Hombre-Araña (y el de Batman que he leído y supongo que los demás de superhéroes) se parecen más a los cómics que a alguna novela… incluyendo a los best sellers. Así que no es una gran obra literaria ni escritos para vender millones de ejemplares y posteriormente hechos película con un artista que cobre 40 millones de dólares por aparecer en un libreto más o menos bien adaptado. No, estas novelas son para entretenerse un rato y ya, de hecho estoy pensando en comprar más y tener una linda colección de novelas comiqueras.

El asunto con Down these mean streets es que Keith retoma algunos de los elementos que hicieron al personaje lo que es, comenzando por el no estar rodeado de seres fantásticos sino de gente normal, siendo que Peter Parker es, a final de cuentas, un ser humano normal que tiene que trabajar para mantenerse.

La historia de hecho lo sitúa trabajando como profesor de preparatoria, que está durmiendo bastante mal, mientras su esposa, Mary Jane Watson Parker, está luchando por montar una pequeña obra de teatro en el llamado ‘off Broadway’. El libro resulta también una pequeña guía para Nueva York, pues las descripciones de los recorridos de Spider-man por la ciudad, ya sea patrullando o persiguiendo a los malos, Keith da los nombres de las calles, los edificios y describe los árboles, anuncios o postes que utiliza el héroe para colgarse.

La lucha en este libro es básicamente contra narcotraficantes, pero no contra un gran lord que pretende conquistar el mundo o una mamarrachada así que podrían enfrentar los Cuatro Fantásticos o Supermán, no, el Hombre-Araña lucha contra los pequeños traficantes en las calles de Nueva York y no solamente eso sino que busca al mismo tiempo mantener a sus alumnos fuera de las drogas. Esta dualidad es la que hace al personaje lo que es.

En el primer libro que leí de Spider-Man, The Lizard Sanction, de Diane Duane, el arácnido hace una alianza con Venom para atrapar al Lagarto, okey, esas alianzas están padres para un rato, pero Keith se avienta una buenísima e inédita hasta el momento: Spider-Man cooperando y trabajando con la policía.

El trabajo policiaco es descrito de manera poco glamorosa en el libro, muy poca acción, nada de reconocimiento y muchísimo trabajo de escritorio, de hecho, los detectives descritos en el texto se la pasan llenando reportes y revisando carpetas con declaraciones, preparando una línea de investigación o preparando un caso para llevarlo a la corte.

Descrito desde este punto de vista policiaco, el Hombre-Araña es muchas veces un problema más que una ayuda para la justicia, ya que lo que hace el superhéroe es atrapar a los malos, atarlos a algún poste de luz con su telaraña junto con un recado “De su amigable vecino, el Hombre-Araña”, por lo que los delincuentes son fácilmente liberados pues el juez no ve nunca motivos para retenerlos y Spider-Man nunca testifica ante la corte.

En este caso la cooperación se da porque una joven detective resulta ser fan de Spider-Man y aunque con muchas dudas, el jefe del escuadrón formado para detener la ola de narcotráfico, acepta que el enmascarado les ayude en el caso.

En fin, no hay mucho mucho qué decir del libro, que no está tan atascado de acción como otros de los que les he contado, resulta, eso sí, un poco más introspectivo que los demás, no mucho, pero el autor se toma la molestia para hacernos saber qué es lo que está pensando el personaje en algunas escenas claves y eso enriquece la lectura.

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