El más reciente filme de Noah Baumbach, colaborador frecuente de Wes Anderson (Los Excéntricos Tenenbaum) maneja los aciertos de la narración autobiográfica (ya sea literaria o cinematográfica) al hacer un análisis del dolor y la confusión de la adolescencia, sin caer en el melodrama ni la sensiblería, aderezando las situaciones difíciles con humor y compasión; de este modo, el espectador es partícipe de lo que ocurre cuando un matrimonio se disuelve y los hijos deben aceptar su nueva realidad.
Los protagonistas principales Jeff Daniels y Laura Linney (estupenda), interpretan a los padres como seres humanos y no caricaturas hollywoodianas, lo cuál los hace más cercanos a la comprensión conforme se desarrolla la trama que se sitúa en un vecindario de clase media en Brooklyn en 1986.
Walt Berkman (Jesse Eisenberg) y su hermano menor Frank (Owen Kline, primogénito de Kevin Kline y Phoebe Cates) viven con sus padres, Bernard (Daniels) y Joan (Linney), ambos personas cultas y preparadas (tienen doctorados en literatura). La posibilidad de problemas maritales no se hace aparente hasta que de la noche a la mañana anuncian una separación y Bernard se muda cerca, a una casa deteriorada, donde los hermanos deben visitarlo.
Las causas de la ruptura se manifiestan poco a poco, y mientras Walt se pone en un principio del lado del padre, el pequeño prefiere a su madre y su gato. El divorcio coincide con el punto en la vida de los chicos en que buscan su lugar en el mundo, mediante la expresión artística o el deporte (tenis) y además, Walt ha descubierto al sexo opuesto: le gusta Sophie (Halley Feiffer), sin embargo, su crisis familiar le hace vacilar acerca de la posibilidad del amor y las cosas se complican cuando aparece en escena Lili (Anna Paquin), una de las alumnas universitarias de Bernard que se insinúa en su vida, alborotando las hormonas de padre e hijo, mientras Frank hace descubrimientos acerca de su propia sexualidad emergente y Joan se halla con una libertad inesperada que le permite experimentar con resultados misceláneos de júbilo y pesar.
El guión, apegado a situaciones realistas, se aleja de los convencionalismos del género y resulta refrescante en el desarrollo de los personajes. La percepción de que existe un nexo familiar entre ellos se aprecia en los pequeños detalles que matizan la cinta – por ejemplo, Joan habitualmente se dirige a sus hijos por motes afectivos y no sus nombres de pila tal como las madres suelen hacer, mientras el padre tiene preocupaciones terrenas opuestas a sus pretensiones literarias, como encontrar un estacionamiento cercano a su casa-.
Baumbach los retrata a todos con afecto y ternura, con simpatía y también a veces con dolor, pero sin rabia ni trucos baratos de argumento. Es posible que la película sea una especie de carta de amor a su adolescencia (el director nació en 1969) y a su propia experiencia. Su mirada a ese cúmulo de desencantos que todos hemos tenido en algún momento de nuestro camino hacia la edad adulta va bordada con humor, genuino, burbujeante a veces, y eso la hace grande. Todos alguna vez hemos conocido gente así, o hemos sido así. La cinta funciona entonces como espejo y catarsis, acompañadas por más de una sonrisa antes que se enciendan las luces.
Historia de familia/The Squid and the Whale
Con: Laura Linney, Owen Kline, Jesse Eisenberg, Anna Paquin y Jeff Daniels
Música : Britta Phillips y Dean Wareham, Canciones por Lou Reed y Roger Waters.
Guión y dirección : Noah Baumbach.
Estados Unidos, 2005.